“Quiero decirte algo, Cristian, así como hoy acá te están dando un premio, hay algunos que, después de haberme salvado, no te darían un premio”, le dijo Cristina Kirchner en el acto del Senado al meurocirujano premiado. Fue la manera de introducir lo que venía: un relato minucioso de las alternativas previas a la operación, las dudas, la desconfianza, las preguntas. Aquí, un extracto del relato de la Presidenta.
“Fue un momento difícil porque obviamente asistíamos a la Fundación Favaloro para hacerme un chequeo cardiovascular de rutina. Y hacía unos días que me dolía la cabeza. Ibamos en el auto, con mi médico desde Olivos, y ya llegando al centro digo: ‘Doctor me sigue doliendo la cabeza, no debe ser la cervical, debe ser algún otro problema’. Y él me dice: ‘Bueno, le hacemos una resonancia magnética para quedarnos más tranquilos’.”
“Me llevaron a la sala del resonador magnético y al ratito vienen y me sacan. Entonces, lo primero que vos haces es preguntar qué tal fue y se acerca el técnico a ayudarme a levantar y me dice: ‘Ahora le van a decir’. Yo dije: ‘Bueno…’ y entré a la Sala de Monitoreo. Había más gente para que todo fuera normal y todos estaban con una cara, especialmente mi hermana, que es médica, cuya cara no me gustó nada. Y me dijeron: ‘Mire doctora, usted tiene un hematoma subdural’. Y yo no entendía nada, pero miré el monitor y vi claramente. Vi que en el hemisferio derecho había una pelota negra horrible.”
“Se imaginan el impacto personal. Cuando fuimos a la habitación, me acostaron y ahí vino Cristian. Ahí ya lo conocí directamente a él, yo lo miraba, tan serio, no se le escapa una sonrisa, ni por broma y le dije: ‘Bueno, doctor, ¿qué hay que hacer?’ El me contesta: ‘Yo aconsejo operar’. ¿Operarme de la cabeza? ‘Sí, claro’, me dice él. ‘¿Y cuándo?’ ‘Y, de ser posible, mañana’.”
“Y yo la verdad que sentí y se lo confesé después, por eso lo puedo decir públicamente, una profunda desconfianza. Qué le pasa a este, no me querrá hacerme algo, le digo yo. Claro, porque que cada uno se ponga en mí lugar: vas a hacerte una cosa de rutina y… bueno, uno que tiene algunos adversarios por ahí y se pregunta, la quieren operar de la cabeza, este qué me querrá hacer. Sí, ahora todos nos reímos, pero en ese momento yo le puedo asegurar que no nos reíamos ninguno, y menos yo. Entonces, como a mí me gusta mucho todo el tema de ciencias y sobre todo cuando es por el cuerpo de uno y yo le pregunté qué era eso y él me explicó técnicamente, supimos que era porque yo había tenido un golpe, en Río Gallegos, y que era un sangrado, en definitiva y que había que drenar ese sangrado.
“Yo inquirí si había alguna posibilidad de no hacer la operación y él me dijo: ‘Hay un 30 por ciento de posibilidades de que se reabsorba naturalmente’. ‘Ah, bueno, le dije y pregunté: ‘¿Y si me operan?’. ‘Bueno, si la operamos también hay un 30 por ciento de que vuelva a sangrar, o sea que tengamos que volver a operar otra vez’, me contestó.”
“El me quería operar ya y yo desconfiaba y entonces dije: ‘No, no mejor me voy’. Yo me quería ir rápido de la Favaloro, no veía la hora de irme y me fui. ‘Piénselo porque una cosa es una cirugía programada y otra cosa es una cirugía de urgencia’, me dijo Cristian. Yo pregunté: ‘Bueno, ¿hasta cuándo hay tiempo, se puede producir algo?’ ‘No, puede pensarlo hasta el martes’. Eso era un sábado, ¿te acordás, no? Y bueno, el domingo por la tarde estaba en Olivos hablando con Rocío, la mamá de Néstor Iván, y de repente siento que el brazo izquierdo se me cae y siento como una cosa que me atraviesa, todo un cosquilleo acá terrible. Bueno, empecé a los gritos, llamé a los médicos, vino Cristian, vino Francisco Klein, vino el doctor Manes. Se hizo una junta médica, estaba mi hermana, mi hijo que ya había llegado. Me examinaron, me hicieron hacer cosas con la nariz, y bueno, te da para un lado, te da para el otro, son momentos difíciles.”
“Ahí me comunicaron que la decisión de todos los médicos, incluida la de mi hermana, era la de operarme pero que la decisión era mía. Yo pensé y dije, ‘ma sí’, que me operen, arriba, a jugar como siempre. A todo o nada. De ahí fuimos a la sala de operaciones, con todos los preparativos. Cristian me decía ‘quédese tranquila, doctora, que no es de las operaciones más graves, es de las más fáciles en materia de neurocirugía.”
“Empezamos a charlar, a tomar confianza: este hombre, joven, este compatriota, ha hecho operaciones a cabeza abierta. Así como lo escuchan. Yo quiero que los argentinos sepan que tienen compatriotas y profesionales que hacen estas cosas tan importantes. Y por eso quería hoy estar aquí para contarles estas cosas. Para contarles que hay profesionales como Cristian Fuster, que se han preparado aquí, pero que también se han preparado en el extranjero, que son muy jóvenes, que son muy capaces, que son anónimos. Cristian hasta hoy era anónimo, nadie sabía que era él el que me había operado de la cabeza. Bueno, ahora lo saben.”
“Fue un momento difícil porque obviamente asistíamos a la Fundación Favaloro para hacerme un chequeo cardiovascular de rutina. Y hacía unos días que me dolía la cabeza. Ibamos en el auto, con mi médico desde Olivos, y ya llegando al centro digo: ‘Doctor me sigue doliendo la cabeza, no debe ser la cervical, debe ser algún otro problema’. Y él me dice: ‘Bueno, le hacemos una resonancia magnética para quedarnos más tranquilos’.”
“Me llevaron a la sala del resonador magnético y al ratito vienen y me sacan. Entonces, lo primero que vos haces es preguntar qué tal fue y se acerca el técnico a ayudarme a levantar y me dice: ‘Ahora le van a decir’. Yo dije: ‘Bueno…’ y entré a la Sala de Monitoreo. Había más gente para que todo fuera normal y todos estaban con una cara, especialmente mi hermana, que es médica, cuya cara no me gustó nada. Y me dijeron: ‘Mire doctora, usted tiene un hematoma subdural’. Y yo no entendía nada, pero miré el monitor y vi claramente. Vi que en el hemisferio derecho había una pelota negra horrible.”
“Se imaginan el impacto personal. Cuando fuimos a la habitación, me acostaron y ahí vino Cristian. Ahí ya lo conocí directamente a él, yo lo miraba, tan serio, no se le escapa una sonrisa, ni por broma y le dije: ‘Bueno, doctor, ¿qué hay que hacer?’ El me contesta: ‘Yo aconsejo operar’. ¿Operarme de la cabeza? ‘Sí, claro’, me dice él. ‘¿Y cuándo?’ ‘Y, de ser posible, mañana’.”
“Y yo la verdad que sentí y se lo confesé después, por eso lo puedo decir públicamente, una profunda desconfianza. Qué le pasa a este, no me querrá hacerme algo, le digo yo. Claro, porque que cada uno se ponga en mí lugar: vas a hacerte una cosa de rutina y… bueno, uno que tiene algunos adversarios por ahí y se pregunta, la quieren operar de la cabeza, este qué me querrá hacer. Sí, ahora todos nos reímos, pero en ese momento yo le puedo asegurar que no nos reíamos ninguno, y menos yo. Entonces, como a mí me gusta mucho todo el tema de ciencias y sobre todo cuando es por el cuerpo de uno y yo le pregunté qué era eso y él me explicó técnicamente, supimos que era porque yo había tenido un golpe, en Río Gallegos, y que era un sangrado, en definitiva y que había que drenar ese sangrado.
“Yo inquirí si había alguna posibilidad de no hacer la operación y él me dijo: ‘Hay un 30 por ciento de posibilidades de que se reabsorba naturalmente’. ‘Ah, bueno, le dije y pregunté: ‘¿Y si me operan?’. ‘Bueno, si la operamos también hay un 30 por ciento de que vuelva a sangrar, o sea que tengamos que volver a operar otra vez’, me contestó.”
“El me quería operar ya y yo desconfiaba y entonces dije: ‘No, no mejor me voy’. Yo me quería ir rápido de la Favaloro, no veía la hora de irme y me fui. ‘Piénselo porque una cosa es una cirugía programada y otra cosa es una cirugía de urgencia’, me dijo Cristian. Yo pregunté: ‘Bueno, ¿hasta cuándo hay tiempo, se puede producir algo?’ ‘No, puede pensarlo hasta el martes’. Eso era un sábado, ¿te acordás, no? Y bueno, el domingo por la tarde estaba en Olivos hablando con Rocío, la mamá de Néstor Iván, y de repente siento que el brazo izquierdo se me cae y siento como una cosa que me atraviesa, todo un cosquilleo acá terrible. Bueno, empecé a los gritos, llamé a los médicos, vino Cristian, vino Francisco Klein, vino el doctor Manes. Se hizo una junta médica, estaba mi hermana, mi hijo que ya había llegado. Me examinaron, me hicieron hacer cosas con la nariz, y bueno, te da para un lado, te da para el otro, son momentos difíciles.”
“Ahí me comunicaron que la decisión de todos los médicos, incluida la de mi hermana, era la de operarme pero que la decisión era mía. Yo pensé y dije, ‘ma sí’, que me operen, arriba, a jugar como siempre. A todo o nada. De ahí fuimos a la sala de operaciones, con todos los preparativos. Cristian me decía ‘quédese tranquila, doctora, que no es de las operaciones más graves, es de las más fáciles en materia de neurocirugía.”
“Empezamos a charlar, a tomar confianza: este hombre, joven, este compatriota, ha hecho operaciones a cabeza abierta. Así como lo escuchan. Yo quiero que los argentinos sepan que tienen compatriotas y profesionales que hacen estas cosas tan importantes. Y por eso quería hoy estar aquí para contarles estas cosas. Para contarles que hay profesionales como Cristian Fuster, que se han preparado aquí, pero que también se han preparado en el extranjero, que son muy jóvenes, que son muy capaces, que son anónimos. Cristian hasta hoy era anónimo, nadie sabía que era él el que me había operado de la cabeza. Bueno, ahora lo saben.”
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