Juan Pablo Schiavi presentó ayer formalmente su renuncia como secretario de Transporte, consumido en términos políticos por la tragedia que ocurrió hace dos semanas en la estación de Once, que ocasionó 51 muertes y cientos de heridos, y con problemas de salud. Su sucesor será Alejandro Ramos, el joven intendente de la santafesina Granadero Baigorria que tendrá escaso margen de maniobra, en términos económicos, para responder al imperativo de una mejora en el servicio ferroviario.
A menos que el Gobierno decida darle un espaldarazo a la nueva gestión mediante la asignación de mayores recursos, o los organismos internacionales de crédito aceleren el financiamiento a la Argentina, Ramos contará con menos de $ 5.000 millones para modernizar el transporte ferroviario, de los cuales la gran mayoría se destina a subsidios operativos. Así surge de los números oficiales de la Secretaría de Transporte.
En ese contexto, el futuro del sistema estará atado a una decisión política tan breve de explicar como difícil de aplicar: la implementación de un aumento de tarifas tanto en trenes como en colectivos que permita liberar fondos para inversiones en infraestructura. En despachos públicos apuntaron ayer que ese anuncio estará en la lista del flamante funcionario.
El sector de transporte recibirá este año $ 19.000 millones. De ese total, $ 4.255 millones se destinarán a los concesionarios de trenes (TBA, Metrovías y Ferrovías, principalmente) y en menor medida a los de subtes. En su mayoría tienen como finalidad mantener una tarifa baja (un usuario del Sarmiento que viaja seis veces a la semana tiene una erogación mensual de $ 50, cuando sin subsidios debería desembolsar más de $ 300) y contempla las obras básicas de mantenimiento.
A la hora de rascar su presupuesto, Ramos no encontrará muchas alternativas. Tiene disponibles unos $ 921 millones para la compra de material rodante a España y Portugal; $ 222 millones para la seguridad; $ 284 millones para diversas obras de menor porte (pasos bajo nivel por caso) y otros $ 957.000 para la remodelación de la sala Néstor Kirchner.
La mayoría de los proyectos importantes, en cambio, no dependerán exclusivamente de su voluntad ni de los recursos del Estado, sino de trámites ante organismos externos y la buena voluntad de inversores. Un ejemplo: El año pasado comenzó a trabajar la tuneladora encargada de excavar la tierra para hacer el hueco de más de 32 kilómetros para soterrar el Sarmiento, una obra clave para mejorar la seguridad del sistema. Las tareas iniciales comenzaron con fondos de la ANSeS. Pero el Gobierno aún busca financiamiento para la mayor parte de los $ 11.000 millones que costará.
Colaboradores de Schiavi reconocieron ayer que, desde el accidente en Once, su salida era cuestión de tiempo.
El ex funcionario puso su renuncia a disposición de la presidenta Cristina Fernández de inmediato, pero la mandataria no la recibió. Luego de su aparición en Rosario, Cristina lo sentó en primera fila en un acto en la Casa Rosada, en señal de apoyo político. Pero los tiempos se aceleraron a partir de la semana pasada, cuando el ahora ex secretario de Transporte debió ser operador de urgencia por un problema coronario. Se trata de una clase de intervención que luego obliga a mantener un reposo de varios días, una necesidad que no coincide con la efervescencia del sector de transporte (ver aparte).
A menos que el Gobierno decida darle un espaldarazo a la nueva gestión mediante la asignación de mayores recursos, o los organismos internacionales de crédito aceleren el financiamiento a la Argentina, Ramos contará con menos de $ 5.000 millones para modernizar el transporte ferroviario, de los cuales la gran mayoría se destina a subsidios operativos. Así surge de los números oficiales de la Secretaría de Transporte.
En ese contexto, el futuro del sistema estará atado a una decisión política tan breve de explicar como difícil de aplicar: la implementación de un aumento de tarifas tanto en trenes como en colectivos que permita liberar fondos para inversiones en infraestructura. En despachos públicos apuntaron ayer que ese anuncio estará en la lista del flamante funcionario.
El sector de transporte recibirá este año $ 19.000 millones. De ese total, $ 4.255 millones se destinarán a los concesionarios de trenes (TBA, Metrovías y Ferrovías, principalmente) y en menor medida a los de subtes. En su mayoría tienen como finalidad mantener una tarifa baja (un usuario del Sarmiento que viaja seis veces a la semana tiene una erogación mensual de $ 50, cuando sin subsidios debería desembolsar más de $ 300) y contempla las obras básicas de mantenimiento.
A la hora de rascar su presupuesto, Ramos no encontrará muchas alternativas. Tiene disponibles unos $ 921 millones para la compra de material rodante a España y Portugal; $ 222 millones para la seguridad; $ 284 millones para diversas obras de menor porte (pasos bajo nivel por caso) y otros $ 957.000 para la remodelación de la sala Néstor Kirchner.
La mayoría de los proyectos importantes, en cambio, no dependerán exclusivamente de su voluntad ni de los recursos del Estado, sino de trámites ante organismos externos y la buena voluntad de inversores. Un ejemplo: El año pasado comenzó a trabajar la tuneladora encargada de excavar la tierra para hacer el hueco de más de 32 kilómetros para soterrar el Sarmiento, una obra clave para mejorar la seguridad del sistema. Las tareas iniciales comenzaron con fondos de la ANSeS. Pero el Gobierno aún busca financiamiento para la mayor parte de los $ 11.000 millones que costará.
Colaboradores de Schiavi reconocieron ayer que, desde el accidente en Once, su salida era cuestión de tiempo.
El ex funcionario puso su renuncia a disposición de la presidenta Cristina Fernández de inmediato, pero la mandataria no la recibió. Luego de su aparición en Rosario, Cristina lo sentó en primera fila en un acto en la Casa Rosada, en señal de apoyo político. Pero los tiempos se aceleraron a partir de la semana pasada, cuando el ahora ex secretario de Transporte debió ser operador de urgencia por un problema coronario. Se trata de una clase de intervención que luego obliga a mantener un reposo de varios días, una necesidad que no coincide con la efervescencia del sector de transporte (ver aparte).