“No estalla como las bombas ni suena como los tiros. Como el hambre, mata callando. Como el hambre, mata a los callados: a los que viven condenados al silencio y mueren condenados al olvido. Tragedia que no suena, enfermos que no pagan, enfermedad que no vende. El mal de Chagas no es negocio que atraiga a la industria farmacéutica, ni es tema que interese a los políticos ni a los periodistas. Elige a sus víctimas en el pobrerío. Las muerde y lentamente, poquito a poco, va acabando con ellas. Sus víctimas no tienen derechos, ni dinero para comprar los derechos que no tienen. Ni siquiera tienen el derecho de saber de qué mueren.”
(Informe clínico , de Eduardo Galeano. En Chagas, una tragedia silenciosa . Médicos Sin Fronteras. Editorial Losada, 2005).
El chorro de veneno todo lo impregna, mientras el hombre corpulento enfundado en ropa de combate y con una máscara protectora avanza sobre una tapera de adobe. Hace horas que desafía al sol que parte la tierra, con la pesada mochila a cuestas. Él y su compañero son una suerte de soldados enrolados en una guerra atípica.
Su cruzada es en defensa de los pobres, de los que muy poco o nada tienen. De los más vulnerables, los más propensos a infectarse, los que conviven con las vinchucas, los insectos mensajeros de la muerte, los transmisores del mal de Chagas.
Las escenas se suceden en un marco desolador, 260 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba y en el límite con la provincia de Santiago del Estero. Los fumigadores están afectados a la comuna de Pozo Nuevo, pequeña población de 270 habitantes, y los parajes circundantes.
“Ésta no es la solución; incluso si voltean el rancho y hacen una casa de ladrillos, no alcanza porque la gente no saca los gallineros ni los corrales de cabritos, que son el hábitat de las vinchucas que vienen desde Santiago del Estero; cambia el viento y las trae para acá”, comenta Carlos, un agente sanitario afectado a la lucha contra el Chagas. Lo mismo pasa con los chiqueros y las conejeras.
Con más de 30 años de experiencia, el hombre corpulento confiesa que el personal no da abasto y se queja porque la fumigación no servirá de nada si no se la repite cada seis meses. “Antes se hacía todos los años; ahora hay lugares donde se hace (se fumiga) cada cuatro o cinco años”, asegura Carlos. Sobre la procedencia de los insecticidas, dice que “a veces vienen de la Nación y otras los manda la Provincia”.
El grupo de hombres, radicado por estos días en Pozo Nuevo, trabaja con la médica Natalia Camaño, quien admite que existen “dificultades” por la falta de personal, que está frenando el programa.
Camaño explica que hay un incremento de la transmisión vertical, de madre a hijo, y la falta de recursos humanos demora más de mil estudios que deben realizarse a menores de 0 a 15 años.
Lapidario. El panorama descripto es mucho más grave aun de acuerdo a un informe sobre la realidad del Chagas en el país elaborado en septiembre de este año por la Secretaría de Promoción y Programas Sanitarios del Ministerio de Salud de la Nación, al que La Voz del Interior tuvo acceso.
En el denominado “Boletín integrado de vigilancia”, en el capítulo dedicado al mal de Chagas, se indica que Córdoba presenta una “situación de alto riesgo para la transmisión vectorial”.
Chaco, Formosa, Santiago del Estero, San Juan, Mendoza y nuestra provincia “presentan una reemergencia de la transmisión vectorial de Chagas, debido a un aumento de la infestación domiciliaria y a una alta seroprevalencia en grupos vulnerables”.
En un segundo grupo de provincias, integrado por Catamarca, Corrientes, La Rioja, Misiones, Santa Fe, San Luis, Salta y Tucumán, la situación es de “riesgo moderado”. Muestran una situación de riesgo intermedio con un índice de reinfestación mayor al cinco por ciento en algunos departamentos e insuficiente cobertura de vigilancia en algunos casos.
Las provincias consideradas de bajo riesgo, porque lograron certificar la interrupción de la transmisión vectorial, son Jujuy, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén y Río Negro.
Sin embargo, las 24 provincias apuntadas afrontan una situación de “riesgo de transmisión congénita universal”, derivado de las migraciones internas e internacionales de países vecinos con elevada endemidad.
Funcionaria indignada. El programa de Chagas depende de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Provincia, con sede en el segundo piso del viejo Hospital San Roque. Las oficinas no son de las mejores y los pasillos están atestados con afiches de la próxima campaña contra el dengue, que se iniciará después de noviembre, cuando concluya la de Chagas.
La jefa del área, María Frías, nos recibe en su reducido despacho y trata de hacer lugar sobre el escritorio cubierto de informes y carpetas. Según la funcionaria, las fumigaciones se realizan “en tiempo y forma” y niega que haya demoras de cuatro o cinco años en algunos puntos de la geografía cordobesa.
Pero no es esa opinión la que la molesta en esos momentos. Está indignada por el boletín del Servicio Nacional de Chagas, al que este diario tuvo acceso. “No es cierto; desde 2005 no tenemos un agudo. No hay transmisión vectorial en Córdoba; priorizamos lo congénito porque para el Chagas no hay medidas pediátricas”.
De repente, una empleada ingresa y la interrumpe para decirle que, desde Soto, “la doctora quiere remedios para un chico de 8 años que dio positivo”.
Ése es uno de los tantos casos que se están descubriendo en los estudios que involucran a los recién nacidos y hasta los menores de 15 años, hijos de madres chagásicas.
Las muestras que recoge Epidemiología en la provincia son enviadas al laboratorio del Servicio Nacional de Chagas, que funciona en el mismo edificio del Laboratorio Central de la provincia, por un convenio entre Córdoba y la Nación.
El bioquímico Edgardo Moretti estima que ya se han estudiado más de 20 mil muestras de campo.
“Casos agudos nuevos hubo muy pocos. Hace bastante que no tenemos ninguno, lo que no significa que no los haya. Por transfusión, ya no hay contagios, y de la transmisión de madres chagásicas a hijos podríamos decir que se da en entre un tres y un cinco por ciento de los casos”, indica el jefe del laboratorio del organismo nacional.
Moretti cuenta que en estos momentos se están recibiendo muestras de chicos y también de mayores, procedentes de Tulumba, Sebastián Elcano, Las Varillas y Sobremonte.
A través de esos análisis, se ha incrementado el número de chagásicos en la provincia y se ha dado un nuevo fenómeno: la urbanización del Chagas.
“Es notable cómo se está dando, en especial por las migraciones provenientes del norte del país y de Bolivia. El otro día hubo casos en cortaderos de ladrillos de Monte Cristo y han surgido también en la zona de Villa El Libertador”, revela la jefa de Epidemiología.
Aclara Frías que, aunque se trata de una enfermedad de los pobres, “también hay registros en Villa General Belgrano, por la existencia de algunos aserraderos”.
“Ahora bien, cómo no va a ser el mal de los pobres si a los laboratorios ni les interesa esta enfermedad. Hace más de 40 años que los dos únicos medicamentos para tratar el Chagas son Benzdinazol y Nifurtimox, que no se venden en farmacias: los distribuye la Nación”, recuerda la médica.
Según Falcha (Fundación Argentina de Lucha contra el mal de Chagas), esta enfermedad constituye el problema sanitario más importante del país, porque aproximadamente unos tres millones de argentinos la padecen, de los cuales entre un 15 y un 30 por ciento de los infectados presenta lesiones cardíacas o de otros órganos, que son irreversibles.
Cuando pedimos estadísticas de la provincia, la jefa de Inmunología responde: “No tengo”. Lo mismo ocurre a nivel nacional. Lo que nadie sabe decir es si la inexistencia de cifras es porque a las autoridades no les interesa o porque se ocultan los datos.
(Informe clínico , de Eduardo Galeano. En Chagas, una tragedia silenciosa . Médicos Sin Fronteras. Editorial Losada, 2005).
El chorro de veneno todo lo impregna, mientras el hombre corpulento enfundado en ropa de combate y con una máscara protectora avanza sobre una tapera de adobe. Hace horas que desafía al sol que parte la tierra, con la pesada mochila a cuestas. Él y su compañero son una suerte de soldados enrolados en una guerra atípica.
Su cruzada es en defensa de los pobres, de los que muy poco o nada tienen. De los más vulnerables, los más propensos a infectarse, los que conviven con las vinchucas, los insectos mensajeros de la muerte, los transmisores del mal de Chagas.
Las escenas se suceden en un marco desolador, 260 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba y en el límite con la provincia de Santiago del Estero. Los fumigadores están afectados a la comuna de Pozo Nuevo, pequeña población de 270 habitantes, y los parajes circundantes.
“Ésta no es la solución; incluso si voltean el rancho y hacen una casa de ladrillos, no alcanza porque la gente no saca los gallineros ni los corrales de cabritos, que son el hábitat de las vinchucas que vienen desde Santiago del Estero; cambia el viento y las trae para acá”, comenta Carlos, un agente sanitario afectado a la lucha contra el Chagas. Lo mismo pasa con los chiqueros y las conejeras.
Con más de 30 años de experiencia, el hombre corpulento confiesa que el personal no da abasto y se queja porque la fumigación no servirá de nada si no se la repite cada seis meses. “Antes se hacía todos los años; ahora hay lugares donde se hace (se fumiga) cada cuatro o cinco años”, asegura Carlos. Sobre la procedencia de los insecticidas, dice que “a veces vienen de la Nación y otras los manda la Provincia”.
El grupo de hombres, radicado por estos días en Pozo Nuevo, trabaja con la médica Natalia Camaño, quien admite que existen “dificultades” por la falta de personal, que está frenando el programa.
Camaño explica que hay un incremento de la transmisión vertical, de madre a hijo, y la falta de recursos humanos demora más de mil estudios que deben realizarse a menores de 0 a 15 años.
Lapidario. El panorama descripto es mucho más grave aun de acuerdo a un informe sobre la realidad del Chagas en el país elaborado en septiembre de este año por la Secretaría de Promoción y Programas Sanitarios del Ministerio de Salud de la Nación, al que La Voz del Interior tuvo acceso.
En el denominado “Boletín integrado de vigilancia”, en el capítulo dedicado al mal de Chagas, se indica que Córdoba presenta una “situación de alto riesgo para la transmisión vectorial”.
Chaco, Formosa, Santiago del Estero, San Juan, Mendoza y nuestra provincia “presentan una reemergencia de la transmisión vectorial de Chagas, debido a un aumento de la infestación domiciliaria y a una alta seroprevalencia en grupos vulnerables”.
En un segundo grupo de provincias, integrado por Catamarca, Corrientes, La Rioja, Misiones, Santa Fe, San Luis, Salta y Tucumán, la situación es de “riesgo moderado”. Muestran una situación de riesgo intermedio con un índice de reinfestación mayor al cinco por ciento en algunos departamentos e insuficiente cobertura de vigilancia en algunos casos.
Las provincias consideradas de bajo riesgo, porque lograron certificar la interrupción de la transmisión vectorial, son Jujuy, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén y Río Negro.
Sin embargo, las 24 provincias apuntadas afrontan una situación de “riesgo de transmisión congénita universal”, derivado de las migraciones internas e internacionales de países vecinos con elevada endemidad.
Funcionaria indignada. El programa de Chagas depende de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Provincia, con sede en el segundo piso del viejo Hospital San Roque. Las oficinas no son de las mejores y los pasillos están atestados con afiches de la próxima campaña contra el dengue, que se iniciará después de noviembre, cuando concluya la de Chagas.
La jefa del área, María Frías, nos recibe en su reducido despacho y trata de hacer lugar sobre el escritorio cubierto de informes y carpetas. Según la funcionaria, las fumigaciones se realizan “en tiempo y forma” y niega que haya demoras de cuatro o cinco años en algunos puntos de la geografía cordobesa.
Pero no es esa opinión la que la molesta en esos momentos. Está indignada por el boletín del Servicio Nacional de Chagas, al que este diario tuvo acceso. “No es cierto; desde 2005 no tenemos un agudo. No hay transmisión vectorial en Córdoba; priorizamos lo congénito porque para el Chagas no hay medidas pediátricas”.
De repente, una empleada ingresa y la interrumpe para decirle que, desde Soto, “la doctora quiere remedios para un chico de 8 años que dio positivo”.
Ése es uno de los tantos casos que se están descubriendo en los estudios que involucran a los recién nacidos y hasta los menores de 15 años, hijos de madres chagásicas.
Las muestras que recoge Epidemiología en la provincia son enviadas al laboratorio del Servicio Nacional de Chagas, que funciona en el mismo edificio del Laboratorio Central de la provincia, por un convenio entre Córdoba y la Nación.
El bioquímico Edgardo Moretti estima que ya se han estudiado más de 20 mil muestras de campo.
“Casos agudos nuevos hubo muy pocos. Hace bastante que no tenemos ninguno, lo que no significa que no los haya. Por transfusión, ya no hay contagios, y de la transmisión de madres chagásicas a hijos podríamos decir que se da en entre un tres y un cinco por ciento de los casos”, indica el jefe del laboratorio del organismo nacional.
Moretti cuenta que en estos momentos se están recibiendo muestras de chicos y también de mayores, procedentes de Tulumba, Sebastián Elcano, Las Varillas y Sobremonte.
A través de esos análisis, se ha incrementado el número de chagásicos en la provincia y se ha dado un nuevo fenómeno: la urbanización del Chagas.
“Es notable cómo se está dando, en especial por las migraciones provenientes del norte del país y de Bolivia. El otro día hubo casos en cortaderos de ladrillos de Monte Cristo y han surgido también en la zona de Villa El Libertador”, revela la jefa de Epidemiología.
Aclara Frías que, aunque se trata de una enfermedad de los pobres, “también hay registros en Villa General Belgrano, por la existencia de algunos aserraderos”.
“Ahora bien, cómo no va a ser el mal de los pobres si a los laboratorios ni les interesa esta enfermedad. Hace más de 40 años que los dos únicos medicamentos para tratar el Chagas son Benzdinazol y Nifurtimox, que no se venden en farmacias: los distribuye la Nación”, recuerda la médica.
Según Falcha (Fundación Argentina de Lucha contra el mal de Chagas), esta enfermedad constituye el problema sanitario más importante del país, porque aproximadamente unos tres millones de argentinos la padecen, de los cuales entre un 15 y un 30 por ciento de los infectados presenta lesiones cardíacas o de otros órganos, que son irreversibles.
Cuando pedimos estadísticas de la provincia, la jefa de Inmunología responde: “No tengo”. Lo mismo ocurre a nivel nacional. Lo que nadie sabe decir es si la inexistencia de cifras es porque a las autoridades no les interesa o porque se ocultan los datos.