El economista Roque Fernández afirmó que «el crecimiento fuerte de la deuda puede hacer resurgir el populismo» y que el ajuste fiscal no se debe hacer bajando las jubilaciones o los salarios, sino eliminando «cajas de privilegio sindicales». En una entrevista con LA NACION en su despacho de la Universidad del CEMA (Ucema), el segundo ministro de Economía de Carlos Menem aseguró que la política de Macri no se parece en nada al shock desarrollado en los 90. Fernández, de 70 años y con un doctorado en Economía en la Universidad de Chicago, dirige la cátedra de Macroeconomía en la Ucema, tiene un emprendimiento ganadero en Entre Ríos y reparte su tiempo libre entre sus seis nietos y la lectura de libros políticos.
-En un reportaje, hace un año, usted decía que desde que ganó Macri «el país ganó en institucionalidad y libertad» y que prefería «pagar un precio económico alto por la república, porque estuvo a punto de perderse». ¿Sigue pensando de la misma manera?
-Sí. Mi visión política es que el país está mucho mejor, aunque siempre habrá debate y que hay cosas que resolver. Veía mucho peligro en un avasallamiento del populismo sobre la república y eso no pasó. Hoy no hay amenazas sobre la expresión ni la prensa. Eso ayuda muchísimo para debatir las ideas sobre el futuro del país a diferencia del gobierno anterior. Ahora, sigo preocupado por los mismos problemas económicos, porque si la deuda sigue creciendo, puede resurgir el populismo, que querrá un nuevo default y repartir la plata. Recordemos el default declarado por Rodríguez Saá. La década del 90 terminó con una deuda menor al 40% del PBI, aunque para los populistas era impagable. Eso no me lo olvido. Está en el gen populista no pagar la deuda y eso sigue siendo un problema.
-¿Ese escenario crítico aparece cercano, pese a la baja deuda en dólares con los privados?
-No, porque es cierto que la pesificación provocó una baja en la deuda en dólares. Muchos de los factores de la crisis de 2001 están ausentes: no habría una licuación similar. Pero sí tenemos una deuda alta en el sector público, donde los recursos son escasos; si se repudia, el efecto se nota a favor de un espejismo de corto plazo de alivio por los recursos que se pueden distribuir mejor. Eso ocurrió muchas veces en la historia argentina. No hay que seguir aumentando la deuda de a 35.000 millones de dólares por año. Actualmente, se tiene la ventaja de la alta liquidez internacional y las tasas bajas, pero eso no va a durar para siempre.
-¿Qué otras cuestiones le preocupan de la macroeconomía?
-Creo que el ordenamiento fiscal existe, pero comparto la preocupación de muchos colegas de que habría que hacerlo más rápido y por eso me preocupa la dinámica de la deuda.
-El Ministerio de Hacienda asegura que entre 2020 y 2021 se estabilizaría la relación de deuda-PBI, a partir de una baja sustancial del déficit fiscal primario.
-Eso es mejor a que siga subiendo. Pero el endeudamiento del Estado debería ser transitorio, para suavizar los ciclos económicos. Cuando la situación mejora, hay que rescatar deuda para la próxima crisis.
-¿Se puede bajar más rápido el déficit fiscal?
-Se puede hacer un trabajo más fino. Hay que aislar a aquellos sectores de extrema pobreza de cualquier ajuste identificándolos en forma correcta, con un mecanismo parecido a la tarjeta SUBE. Y después subir todas las tarifas para el resto de la población. Esto de ir demorando los ajustes no sirve para salir de este desastre populista. Es un esfuerzo que debemos hacer entre todos, aunque al oficialismo le costará votos.
-¿Acelerar la suba de tarifas no generaría más inflación?
-No, porque la inflación es un fenómeno esencialmente monetario. La única manera es si se administra en forma correcta la cuestión fiscal. Eso no quiere decir que el Banco Central puede hacer lo que quiere, pero uno de los temas claves es la asistencia al Tesoro por el déficit.
-¿Sería mejor manejar las metas a través de los agregados monetarios, como sugieren algunos economistas?
-Sturzenegger ha dicho que le preocupan los agregados; no se está prescindiendo de ellos. Mi crítica a las metas de inflación es otra: en la Argentina es un defecto común pensar que las expectativas pueden ser administradas por el gobierno a través de anuncios. Las expectativas son más complejas que eso. Las metas tienen ese tufillo de pretender administrar la economía sin hacer reformas estructurales. No creo que el Banco Central sea irresponsable; pero si me ponen a mí, haría otra cosa. Cuando el Gobierno cambió la meta de inflación, no es irrazonable lo que presentó: está sustentado en un esfuerzo lógico.
-Como expresidente del Banco Central, ¿está de acuerdo con esta política que le da volatilidad al tipo de cambio?
-No estoy de acuerdo en defender la volatilidad de esta manera; lo que defiendo son las intervenciones monetarias cuando ocurren eventos disruptivos; hubo una disparada del dólar antes de las PASO en agosto pasado y en ese caso estuvo bien que el Banco Central interviniera.
-¿Y qué sugeriría para administrar el tipo de cambio?
-El problema de la Argentina es de dominancia fiscal y debe enfrentarse con una política monetaria menos rimbombante; yo sacaría al Banco Central del mercado de Lebac y lo llevaría a la deuda de la Nación y de las provincias. Debería comprar y vender esos títulos públicos. La actual política de emitir letras del Central no me gusta, en los 90 estaba prohibido.
-¿Es peligrosa, puede terminar en un plan Bonex, como advirtió Carlos Rodríguez?
-Las Lebac forman parte de la deuda y hay que incluirlas en la contabilidad, porque se pagan emitiendo dinero. Igualmente, si ocurre una crisis en la que la gente no quiere más esa deuda, el Central la puede pagar.
-¿El Banco Central debería seguir bajando las tasas de interés?
-No le tengo miedo a eso. Si tengo seguridad a la sustentabilidad del plan, no está mal que el dólar se vaya un poco más alto.
-Buena parte del déficit fiscal se explica por el déficit previsional. ¿Qué medidas se pueden adoptar para corregirlo?
-El daño ya se hizo cuando, en el gobierno anterior, se agregó una carga tremenda, incorporando un montón de gente sin los recursos correspondientes. Eso se agravó por los juicios de los afiliados a la AFJP. Hay un problema muy grave. No creo que el ajuste deba hacerse bajando las jubilaciones, sino reduciendo las distorsiones en el sistema laboral; que la gente trabaje más en blanco. Las jubilaciones son una miseria y los sueldos netos tampoco son altos. Pero sí eliminaría las distorsiones laborales impuestas en gran parte por imposiciones gremiales por líderes que están presos. Son peajes a los salarios de los trabajadores y hay mucho margen para ajustar ahí.
-El gobierno de Menem intentó hacer una reforma laboral y fracasó; la Alianza lo imitó y terminó en un escándalo por corrupción. ¿Qué chances hay de hacerla?
-Yo no bajaría los brazos. En los 90 estuvimos muy cerca, hasta que se instaló la idea de la re-reeleción de Menem. Después, eso le costó el gobierno a De la Rúa. Ese fue el error de los 90 y terminó con el golpe de Alfonsín y Duhalde. Ahora es la madre de todas las batallas del futuro de la Argentina: no se puede seguir con esas cajas de privilegio sindicales si se quiere una Argentina competitiva.
-Para muchos dirigentes opositores, la política de Macri se parece a la que se implementó en la década del 90. ¿Es así?
-No, nada que ver. En los 90 hubo un shock, con la reforma del Estado, de la seguridad social y las privatizaciones. Gracias a esas reformas tuvimos 10 años de estabilidad y crecimiento. En los 90 estábamos saliendo de una hiperinflación, por lo que el apoyo a la reforma era grande. Macri no tiene esa espalda política. Una vez que Menem le ganó a Cafiero, hasta los Kirchner dijeron que era el mejor presidente. Macri tiene una coalición con muchas diferencias internas y cuenta con un enemigo que Menem no tenía, porque la UCR había quedado destruida.
-Se solía decir que Menem no entendía de economía. ¿Macri sí entiende?
-Los dos entienden, aunque no sean economistas profesionales. El Presidente entiende la necesidad del orden fiscal; sabe lo que debe saber.
-¿Le parece creíble el objetivo del Gobierno de llegar a una inflación de un dígito en 2020? ¿Qué otros instrumentos deben usar para lograrlo además de la política monetaria?
-Hasta ahora les creo, pero es un acto de fe. No veo otra cosa más que reducir el déficit fiscal.
-Nicolás Dujovne fue un joven asesor y Rogelio Frigerio, integrante importante en su gabinete ministerial. ¿Qué opina de sus respectivas gestiones actuales?
-Están trabajando bien, son dos jóvenes que se enfrentan con realidades complicadas, pero les tengo fe.
-Además de economista, usted es productor agropecuario en Entre Ríos. ¿Cuál es la situación del campo con la actual política económica?
-El sector agropecuario ha tenido muchos altibajos. El sector ganadero, que es el que manejo con un emprendimiento familiar, está mejor por la suba de los precios respecto de hace cinco años. La política populista de Moreno de liquidación de vientres es difícil de recomponer. Lo que sé es que el agro en general está muy afectado por los costos logísticos y eso aumentó muchísimo.
-¿El Gobierno está haciendo algo para mejorarlo?
-Entiende que es un problema y que lo debe encarar.
-En un reportaje, hace un año, usted decía que desde que ganó Macri «el país ganó en institucionalidad y libertad» y que prefería «pagar un precio económico alto por la república, porque estuvo a punto de perderse». ¿Sigue pensando de la misma manera?
-Sí. Mi visión política es que el país está mucho mejor, aunque siempre habrá debate y que hay cosas que resolver. Veía mucho peligro en un avasallamiento del populismo sobre la república y eso no pasó. Hoy no hay amenazas sobre la expresión ni la prensa. Eso ayuda muchísimo para debatir las ideas sobre el futuro del país a diferencia del gobierno anterior. Ahora, sigo preocupado por los mismos problemas económicos, porque si la deuda sigue creciendo, puede resurgir el populismo, que querrá un nuevo default y repartir la plata. Recordemos el default declarado por Rodríguez Saá. La década del 90 terminó con una deuda menor al 40% del PBI, aunque para los populistas era impagable. Eso no me lo olvido. Está en el gen populista no pagar la deuda y eso sigue siendo un problema.
-¿Ese escenario crítico aparece cercano, pese a la baja deuda en dólares con los privados?
-No, porque es cierto que la pesificación provocó una baja en la deuda en dólares. Muchos de los factores de la crisis de 2001 están ausentes: no habría una licuación similar. Pero sí tenemos una deuda alta en el sector público, donde los recursos son escasos; si se repudia, el efecto se nota a favor de un espejismo de corto plazo de alivio por los recursos que se pueden distribuir mejor. Eso ocurrió muchas veces en la historia argentina. No hay que seguir aumentando la deuda de a 35.000 millones de dólares por año. Actualmente, se tiene la ventaja de la alta liquidez internacional y las tasas bajas, pero eso no va a durar para siempre.
-¿Qué otras cuestiones le preocupan de la macroeconomía?
-Creo que el ordenamiento fiscal existe, pero comparto la preocupación de muchos colegas de que habría que hacerlo más rápido y por eso me preocupa la dinámica de la deuda.
-El Ministerio de Hacienda asegura que entre 2020 y 2021 se estabilizaría la relación de deuda-PBI, a partir de una baja sustancial del déficit fiscal primario.
-Eso es mejor a que siga subiendo. Pero el endeudamiento del Estado debería ser transitorio, para suavizar los ciclos económicos. Cuando la situación mejora, hay que rescatar deuda para la próxima crisis.
-¿Se puede bajar más rápido el déficit fiscal?
-Se puede hacer un trabajo más fino. Hay que aislar a aquellos sectores de extrema pobreza de cualquier ajuste identificándolos en forma correcta, con un mecanismo parecido a la tarjeta SUBE. Y después subir todas las tarifas para el resto de la población. Esto de ir demorando los ajustes no sirve para salir de este desastre populista. Es un esfuerzo que debemos hacer entre todos, aunque al oficialismo le costará votos.
-¿Acelerar la suba de tarifas no generaría más inflación?
-No, porque la inflación es un fenómeno esencialmente monetario. La única manera es si se administra en forma correcta la cuestión fiscal. Eso no quiere decir que el Banco Central puede hacer lo que quiere, pero uno de los temas claves es la asistencia al Tesoro por el déficit.
-¿Sería mejor manejar las metas a través de los agregados monetarios, como sugieren algunos economistas?
-Sturzenegger ha dicho que le preocupan los agregados; no se está prescindiendo de ellos. Mi crítica a las metas de inflación es otra: en la Argentina es un defecto común pensar que las expectativas pueden ser administradas por el gobierno a través de anuncios. Las expectativas son más complejas que eso. Las metas tienen ese tufillo de pretender administrar la economía sin hacer reformas estructurales. No creo que el Banco Central sea irresponsable; pero si me ponen a mí, haría otra cosa. Cuando el Gobierno cambió la meta de inflación, no es irrazonable lo que presentó: está sustentado en un esfuerzo lógico.
-Como expresidente del Banco Central, ¿está de acuerdo con esta política que le da volatilidad al tipo de cambio?
-No estoy de acuerdo en defender la volatilidad de esta manera; lo que defiendo son las intervenciones monetarias cuando ocurren eventos disruptivos; hubo una disparada del dólar antes de las PASO en agosto pasado y en ese caso estuvo bien que el Banco Central interviniera.
-¿Y qué sugeriría para administrar el tipo de cambio?
-El problema de la Argentina es de dominancia fiscal y debe enfrentarse con una política monetaria menos rimbombante; yo sacaría al Banco Central del mercado de Lebac y lo llevaría a la deuda de la Nación y de las provincias. Debería comprar y vender esos títulos públicos. La actual política de emitir letras del Central no me gusta, en los 90 estaba prohibido.
-¿Es peligrosa, puede terminar en un plan Bonex, como advirtió Carlos Rodríguez?
-Las Lebac forman parte de la deuda y hay que incluirlas en la contabilidad, porque se pagan emitiendo dinero. Igualmente, si ocurre una crisis en la que la gente no quiere más esa deuda, el Central la puede pagar.
-¿El Banco Central debería seguir bajando las tasas de interés?
-No le tengo miedo a eso. Si tengo seguridad a la sustentabilidad del plan, no está mal que el dólar se vaya un poco más alto.
-Buena parte del déficit fiscal se explica por el déficit previsional. ¿Qué medidas se pueden adoptar para corregirlo?
-El daño ya se hizo cuando, en el gobierno anterior, se agregó una carga tremenda, incorporando un montón de gente sin los recursos correspondientes. Eso se agravó por los juicios de los afiliados a la AFJP. Hay un problema muy grave. No creo que el ajuste deba hacerse bajando las jubilaciones, sino reduciendo las distorsiones en el sistema laboral; que la gente trabaje más en blanco. Las jubilaciones son una miseria y los sueldos netos tampoco son altos. Pero sí eliminaría las distorsiones laborales impuestas en gran parte por imposiciones gremiales por líderes que están presos. Son peajes a los salarios de los trabajadores y hay mucho margen para ajustar ahí.
-El gobierno de Menem intentó hacer una reforma laboral y fracasó; la Alianza lo imitó y terminó en un escándalo por corrupción. ¿Qué chances hay de hacerla?
-Yo no bajaría los brazos. En los 90 estuvimos muy cerca, hasta que se instaló la idea de la re-reeleción de Menem. Después, eso le costó el gobierno a De la Rúa. Ese fue el error de los 90 y terminó con el golpe de Alfonsín y Duhalde. Ahora es la madre de todas las batallas del futuro de la Argentina: no se puede seguir con esas cajas de privilegio sindicales si se quiere una Argentina competitiva.
-Para muchos dirigentes opositores, la política de Macri se parece a la que se implementó en la década del 90. ¿Es así?
-No, nada que ver. En los 90 hubo un shock, con la reforma del Estado, de la seguridad social y las privatizaciones. Gracias a esas reformas tuvimos 10 años de estabilidad y crecimiento. En los 90 estábamos saliendo de una hiperinflación, por lo que el apoyo a la reforma era grande. Macri no tiene esa espalda política. Una vez que Menem le ganó a Cafiero, hasta los Kirchner dijeron que era el mejor presidente. Macri tiene una coalición con muchas diferencias internas y cuenta con un enemigo que Menem no tenía, porque la UCR había quedado destruida.
-Se solía decir que Menem no entendía de economía. ¿Macri sí entiende?
-Los dos entienden, aunque no sean economistas profesionales. El Presidente entiende la necesidad del orden fiscal; sabe lo que debe saber.
-¿Le parece creíble el objetivo del Gobierno de llegar a una inflación de un dígito en 2020? ¿Qué otros instrumentos deben usar para lograrlo además de la política monetaria?
-Hasta ahora les creo, pero es un acto de fe. No veo otra cosa más que reducir el déficit fiscal.
-Nicolás Dujovne fue un joven asesor y Rogelio Frigerio, integrante importante en su gabinete ministerial. ¿Qué opina de sus respectivas gestiones actuales?
-Están trabajando bien, son dos jóvenes que se enfrentan con realidades complicadas, pero les tengo fe.
-Además de economista, usted es productor agropecuario en Entre Ríos. ¿Cuál es la situación del campo con la actual política económica?
-El sector agropecuario ha tenido muchos altibajos. El sector ganadero, que es el que manejo con un emprendimiento familiar, está mejor por la suba de los precios respecto de hace cinco años. La política populista de Moreno de liquidación de vientres es difícil de recomponer. Lo que sé es que el agro en general está muy afectado por los costos logísticos y eso aumentó muchísimo.
-¿El Gobierno está haciendo algo para mejorarlo?
-Entiende que es un problema y que lo debe encarar.