Entrevista a Marcelo Rougier Conicet Por Juan Manuel Antonietta
El Economista diálogo con Marcelo Rougier, investigador del IIEP – Conicet y doctor en historia económica, en el marco de las recientes presentaciones de sus dos últimos libros (“Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos” junto a Juan Odisio y “Historia necesaria del Banco Central de la República Argentina” con Florencia Sember) sobre, obviamente, el rol de la industria en el Gobierno de Cambiemos.
¿Qué lugar ocupa la industria manufacturera dentro de la política económica de Cambiemos?
Hay quienes dicen que un lugar secundario… Hay un proceso de pérdida de peso desde hace varias décadas relativo del sector industrial en el total de la producción. Este fenómeno también se observa en otras partes del mundo, y no es específico de Argentina. En nuestro país, además de esta fuerza, hubo en distintas etapas una serie de políticas industriales y antiindustriales que fueron haciendo mella. En el contexto del kirchnerismo hubo un proceso de mejora industrial asociado a la dinámica del consumo interno, pero dentro del patrón industrial más general que venía de la década del ‘90 donde se hicieron cambios más estructurales. No hubo políticas industriales si no lo que favoreció al sector fue otra vez la dinámica de la distribución de los ingresos, la devaluación y algunas exportaciones manufactureras. Hacia 2008-2009 esa situación se fue perdiendo y hubo un relativo deterioro del sector industrial. En ese difícil contexto surgieron, en 2010, una serie de políticas industriales (varias crediticias, con énfasis en las pymes) que permitieron contrarrestar el ciclo internacional negativo. Lo interesante es que en el contexto malo surgieron las políticas que antes no se habían ensayado. Lo poquito que se hizo quedó trunco a partir de 2015. Algunas políticas de desarrollo tecnológico que habían aparecido tratando de estimular el área de defensa en un plan estratégico y tecnológico, como Fábricaciones Militares, quedó desarticulado.
¿Y desde el 2015?
Parece ser que para el Gobierno la mejor política industrial es no tener ninguna. Esa es una vieja frase que dijo Guido Di Tella en los ‘90. Esta idea fue atenuada en el kirchnerismo y aflora otra vez detrás de los lineamientos más generales de la política económica de Cambiemos. Por eso es muy interesante estas discusiones de los ‘60 y ‘70 que retomo en el libro “Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos”, que fueron los momentos de mayor auge de la industria, para replantearlas en el contexto actual, ya que siguen muy vigentes. La estrategia de más largo plazo requiere de un rol para la industria, hay que hacer un buen diagnóstico y debate para ver cuáles son las alternativas para el sector en la actualidad.
En su último libro, que recién mencionaba, señala que Argentina “debe ser industrial para cumplir su destino”. ¿Por qué piensa que es importante estimular la industria?
Porque no se alcanza a cubrir a todos la economía sin ella. Aldo Ferrer señalaba que si se piensa en apostar sólo a las ventajas comparativas y no se busca crear ventajas en otras actividades o generar ventajas comparativas dinámicas, en Argentina quedan 10 millones de personas afuera. Un modelo que se asiente sólo en las actividades agropecuarios y extractivas deja afuera a buena parte de la población en la marginalidad la indigencia. En la actualidad, se ha perdido una cantidad considerable de puestos de trabajo industrial que fueron recuperados en otros rubros. No obstante, estos nuevos puestos son de muy mala calidad. No se puede negar que una parte importante del empleo lo va a generar las actividades industriales. Lo que hay que repensar es qué industria queremos. Nadie puede pensar en términos serios que es posible que un país se desarrolle sin industria, así como tampoco se puede desarrollar sin el campo.
Industria y campo son parte de la misma búsqueda…
Ese tema está presente desde los primeros debates de la industria en los años ‘20 con Alejandro Bunge, que se planteaba tener una visión más amplia, algo que luego fue teorizado por Marcelo Diamand cuando habló de la falsa dicotomía. Hay que buscar un tipo de cambio que favorezca a ambas actividades.
¿Qué ideas para el desarrollo cree que se pueden estar olvidando en el Gobierno de Cambiemos?
Hay una ausencia notable de debate. Por ejemplo, hubo fuertes debates sobre la industria en los ‘40, ‘50, ‘60 o ‘70 que permitieron un fuerte avance y después el debate se perdió. Se empezó a hablar del corto plazo de la mano del crecimiento de la deuda, la inflación, el déficit fiscal. Así, los grandes problemas estructurales del desarrollo dejaron de discutirse y esa ausencia del debate acompañó esa ausencia de desarrollo de argentina de las últimas décadas. Significativamente, en el kirchnerismo tampoco hubo un gran debate. El modelo hablaba de un desarrollo con inclusión, pero nunca estuvo claro concretamente cuál era el modelo. Actualmente no hay definiciones explícitas, pero el modelo se va desarrollando en la marcha. La idea que hay detrás es que tiene un rol menos significativo. Un punto importante que creo no se discute es el grado de extranjerización de la economía y el lugar que tiene la Inversión Extranjera Directa (IED) en la estructura productiva. Falta mucho debate sobre cual es el rol que debe tener la industria nacional y la burguesía nacional.
¿Ve en el fuerte déficit comercial una amenaza de una nueva restricción externa, la figurita más repetida de toda la Historia?
Esto no puede durar eternamente, aun cuando los niveles de deuda son bajos respecto a la capacidad de pago de Argentina. No se puede vivir con un déficit comercial, y la evidencia histórica lo marca. Necesariamente tiene que haber correcciones, pero el Gobierno no parece tomar nota.
El Economista diálogo con Marcelo Rougier, investigador del IIEP – Conicet y doctor en historia económica, en el marco de las recientes presentaciones de sus dos últimos libros (“Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos” junto a Juan Odisio y “Historia necesaria del Banco Central de la República Argentina” con Florencia Sember) sobre, obviamente, el rol de la industria en el Gobierno de Cambiemos.
¿Qué lugar ocupa la industria manufacturera dentro de la política económica de Cambiemos?
Hay quienes dicen que un lugar secundario… Hay un proceso de pérdida de peso desde hace varias décadas relativo del sector industrial en el total de la producción. Este fenómeno también se observa en otras partes del mundo, y no es específico de Argentina. En nuestro país, además de esta fuerza, hubo en distintas etapas una serie de políticas industriales y antiindustriales que fueron haciendo mella. En el contexto del kirchnerismo hubo un proceso de mejora industrial asociado a la dinámica del consumo interno, pero dentro del patrón industrial más general que venía de la década del ‘90 donde se hicieron cambios más estructurales. No hubo políticas industriales si no lo que favoreció al sector fue otra vez la dinámica de la distribución de los ingresos, la devaluación y algunas exportaciones manufactureras. Hacia 2008-2009 esa situación se fue perdiendo y hubo un relativo deterioro del sector industrial. En ese difícil contexto surgieron, en 2010, una serie de políticas industriales (varias crediticias, con énfasis en las pymes) que permitieron contrarrestar el ciclo internacional negativo. Lo interesante es que en el contexto malo surgieron las políticas que antes no se habían ensayado. Lo poquito que se hizo quedó trunco a partir de 2015. Algunas políticas de desarrollo tecnológico que habían aparecido tratando de estimular el área de defensa en un plan estratégico y tecnológico, como Fábricaciones Militares, quedó desarticulado.
¿Y desde el 2015?
Parece ser que para el Gobierno la mejor política industrial es no tener ninguna. Esa es una vieja frase que dijo Guido Di Tella en los ‘90. Esta idea fue atenuada en el kirchnerismo y aflora otra vez detrás de los lineamientos más generales de la política económica de Cambiemos. Por eso es muy interesante estas discusiones de los ‘60 y ‘70 que retomo en el libro “Argentina será industrial o no cumplirá sus destinos”, que fueron los momentos de mayor auge de la industria, para replantearlas en el contexto actual, ya que siguen muy vigentes. La estrategia de más largo plazo requiere de un rol para la industria, hay que hacer un buen diagnóstico y debate para ver cuáles son las alternativas para el sector en la actualidad.
En su último libro, que recién mencionaba, señala que Argentina “debe ser industrial para cumplir su destino”. ¿Por qué piensa que es importante estimular la industria?
Porque no se alcanza a cubrir a todos la economía sin ella. Aldo Ferrer señalaba que si se piensa en apostar sólo a las ventajas comparativas y no se busca crear ventajas en otras actividades o generar ventajas comparativas dinámicas, en Argentina quedan 10 millones de personas afuera. Un modelo que se asiente sólo en las actividades agropecuarios y extractivas deja afuera a buena parte de la población en la marginalidad la indigencia. En la actualidad, se ha perdido una cantidad considerable de puestos de trabajo industrial que fueron recuperados en otros rubros. No obstante, estos nuevos puestos son de muy mala calidad. No se puede negar que una parte importante del empleo lo va a generar las actividades industriales. Lo que hay que repensar es qué industria queremos. Nadie puede pensar en términos serios que es posible que un país se desarrolle sin industria, así como tampoco se puede desarrollar sin el campo.
Industria y campo son parte de la misma búsqueda…
Ese tema está presente desde los primeros debates de la industria en los años ‘20 con Alejandro Bunge, que se planteaba tener una visión más amplia, algo que luego fue teorizado por Marcelo Diamand cuando habló de la falsa dicotomía. Hay que buscar un tipo de cambio que favorezca a ambas actividades.
¿Qué ideas para el desarrollo cree que se pueden estar olvidando en el Gobierno de Cambiemos?
Hay una ausencia notable de debate. Por ejemplo, hubo fuertes debates sobre la industria en los ‘40, ‘50, ‘60 o ‘70 que permitieron un fuerte avance y después el debate se perdió. Se empezó a hablar del corto plazo de la mano del crecimiento de la deuda, la inflación, el déficit fiscal. Así, los grandes problemas estructurales del desarrollo dejaron de discutirse y esa ausencia del debate acompañó esa ausencia de desarrollo de argentina de las últimas décadas. Significativamente, en el kirchnerismo tampoco hubo un gran debate. El modelo hablaba de un desarrollo con inclusión, pero nunca estuvo claro concretamente cuál era el modelo. Actualmente no hay definiciones explícitas, pero el modelo se va desarrollando en la marcha. La idea que hay detrás es que tiene un rol menos significativo. Un punto importante que creo no se discute es el grado de extranjerización de la economía y el lugar que tiene la Inversión Extranjera Directa (IED) en la estructura productiva. Falta mucho debate sobre cual es el rol que debe tener la industria nacional y la burguesía nacional.
¿Ve en el fuerte déficit comercial una amenaza de una nueva restricción externa, la figurita más repetida de toda la Historia?
Esto no puede durar eternamente, aun cuando los niveles de deuda son bajos respecto a la capacidad de pago de Argentina. No se puede vivir con un déficit comercial, y la evidencia histórica lo marca. Necesariamente tiene que haber correcciones, pero el Gobierno no parece tomar nota.