Si el 22 de agosto, cuando se reunifique la CGT, el congreso sindical elige un triunvirato, su nombre podría ser uno de los tres. Secretario de la poderosa confederación que agrupa a los gremios de transporte, Schmid se define sobre economía, tarifas, pymes, programa y autonomía gremial.
Por Martín Granovsky
En su oficina de Barracas, un despacho sencillo donde por supuesto están Juan Perón y Evita, Juan Carlos Schmid tiene una escultura. Es pequeña, se llama “Estallido” y la placa del pedestal muestra una fecha: 19 y 20 de diciembre de 2001. Sobre la base hay una granada de gas lacrimógeno abollada. “La recogí yo mismo en la calle”, dice el secretario general del gremio de Dragado y Balizamiento. Fue durante la agonía letal, por los 36 muertos en todo el país, de Fernando de la Rúa.
–Cuando nos preparamos para ser tripulantes en la flota de dragado nos dan nociones de máquinas a vapor –cuenta Schmid a Página/12 después de mostrar ese resto del 2001–. Recuerdo que nos enseñaban los principios de funcionamiento, la combustión y el cuidado necesario. Había clases teóricas y clases prácticas. En las prácticas íbamos a ver la caldera de las embarcaciones. Me acuerdo bien de una explicación porque yo tenía 15 o 16 años y me dejó marcado. Nos mostraron una caldera y nos dijeron que podía explotar si se recalentaba el agua o faltaba agua en el interior. Ante el peligro había dos soluciones. Una era expulsar vapor para descomprimir la cámara de arriba y liberar presión. La otra era agregar mucha agua fría al agua en ebullición. Si yo no libero vapor o no introduzco agua fría, lo más probable es que la caldera estalle.
–¿Los dirigentes sindicales buscan que la caldera estalle?
–No, ni el movimiento obrero ni los compañeros que se van a movilizar de San Cayetano a Plaza de Mayo quieren que la caldera estalle: cuando la caldera estalla se hunde el barco. Nadie busca eso. Pero aparte del foguista y del maquinista también el que está al mando tiene que hacer lo posible por evitarlo. La responsabilidad mayor es la suya.
Schmid fue uno de los redactores del documento que él mismo leyó en el acto más grande desde que asumió Mauricio Macri, el de las centrales sindicales en Paseo Colón el 29 de abril, y del texto emitido el último viernes por el plenario de secretarios generales. “No hay que haberse graduado en Harvard para darse cuenta de que vamos de mal en peor”, dice el texto. También pide gestar “una iniciativa socio-económica, no electoralista, que tenga por eje vertebral al mundo del trabajo con sus necesidades y problemas”. (El texto puede leerse completo en este link: http://bit.ly/2aPwXty. También hay un link para documentos sindicales anteriores, http://bit.ly/2aZK9jH.)
–Jorge Triaca dijo que no hay motivos para reabrir paritarias.
–Es el ministro de Trabajo y dio una opinión de manual –responde Schmid–. Pero él sabe que más allá de las declaraciones y los ruidos, si la escalada inflacionaria tiene este voltaje los pedidos de aumento serán inevitables.
–El documento del viernes incluye una convocatoria “a las acciones gremiales que correspondan en reclamo de las soluciones que requiere la mayoría del pueblo argentino”.
–Tanto el paro como la movilización son medidas de acción directa. Para las dos se requiere el cese de actividades. La última palabra la tendrá el congreso del 22.
–Usted mencionó la movilización convocada para marchar de San Cayetano a Plaza de Mayo. Sus organizadores aseguraron que será multitudinaria.
–No solo les hice llegar mi adhesión cálida a los compañeros por una iniciativa tan importante. Quiero entrar en un análisis más a fondo del tema. Cuando nosotros decimos que hay un problema en el empleo no nos referimos solo a los despidos recientes de los trabajadores en blanco. Hablamos del derecho de todos al empleo al que aspiramos: registrado, con calidad y con derechos. Es un problema central que preocupa tanto a los compañeros que convocaron a la movilización como a los que estamos en el sector registrado. Debemos trazar un vínculo más fuerte con esta problemática. Ese vínculo está verde para lo que la realidad exige y por supuesto a los dirigentes nos cabe una cuota de responsabilidad. Hay una lentitud que no corresponde de parte de todo el sindicalismo.
–¿Por qué crecieron el empleo informal y el desempleo?
–Cambió mucho la cancha en las formas de producción y fueron aparecieron nuevos métodos de precarización. Si nosotros pensamos que a pesar de que en la gestión del kirchnerismo se creó una cantidad importantísima de puestos de trabajo y aun así esa precarización se mantuvo, debemos sacar una conclusión: la falta de estrategias para superar el problema no es solo responsabilidad de los sindicatos sino especialmente del Estado. Se crearon muchos puestos de trabajo frágiles. El movimiento de cooperativas, las organizaciones sociales y las ONGs revelan que aparecieron formas novedosas de trabajo temporario. Hay una nueva composición de la clase trabajadora. Nosotros no dimos cuenta de ese fenómeno. Y Estado confundió trabajo con empleo.
–¿Cuál es la diferencia?
–Un compañero que está en la vereda vendiendo naranjas se gana el sustento. Tiene trabajo. Pero empleo significa trabajo permanente con calificación, con acceso a la seguridad social, con vacaciones y con sindicato. Es un desafío de la Argentina y del mundo.
–El documento del viernes subraya el papel de las pequeñas y medianas empresas como creadoras de empleo y también, indirectamente, como destructoras de empleo si desaparecen.
–Es un asunto importantísimo. Las pymes están definidas por la matriz productiva. Si el Estado arma un fuerte núcleo de producción asentado en las multinacionales o en los grandes grupos nacionales, esto va a signar el comportamiento de las pymes. Si el Estado desalienta a las pymes, las pymes no podrán sobrevivir. Un ejemplo es su acceso al crédito. Siempre fue casi prohibitivo. Ni que hablar de esta última etapa, con las altísimas tasas de interés que rigen. Si sumamos el problema derivado del cuadro tarifario, la presión tributaria, la falta de orientación desde el Estado… Y bueno, así es difícil. Hay que tener en cuenta que los emprendimientos de pequeña y mediana escala generan trabajo pero cuando la economía se derrumba terminan muy rápido en la cuneta.
–El documento se compromete a redactar un programa. Hace mucho que el movimiento obrero no tiene uno.
–Es uno de los grandes déficits del sindicalismo. Yo aspiro, y lo pongo en primera persona, a que el movimiento sindical no abandone esta idea. Lo último, aunque no se trató estrictamente de un programa, fueron los 26 puntos de la CGT de Saúl Ubaldini. Después hubo reacciones y peleas coyunturales.
–Eso fue en 1986. Pasaron 30 años. Entre otras cosas proponía una moratoria en el paso de los servicios de la deuda externa, la defensa de las industrias de base y de punta y la promulgación de una ley de entidades financieras.
–Quiero que por lo menos, y con las necesidades programáticas de hoy, lleguemos a algo parecido a los 26 puntos. Debe marcarnos objetivos que trasciendan el mandato que comenzará el 22 de agosto. Que de ahí en adelante puedan medirse los avances. Es necesario marcar el sendero por donde tiene que transitar cada mandato.
–¿Por ejemplo en qué área?
–Lo central es discutir la matriz productiva. Y si me pide un ejemplo el tema energético es central. Ningún desarrollo industrial es posible sin abordar el problema en serio. Primero hay que reconocer que tenemos un problema. Es mentira que alguna vez llegamos a la soberanía energética. Hay que llegar a una perspectiva seria sobre plazos, condiciones de inversión y uso de recursos naturales para hacerle frente. Eso junto con otras líneas de acción en lo industrial, en lo logístico y en el formateo de una matriz productiva.
–¿En qué sentido habría que resetear la economía?
–Hoy está geoeconómicamente alrededor de las grandes urbes. Tiene que haber un nuevo abordaje en lo territorial. Los compatriotas no tienen por qué agolparse en cinturones de pobreza alrededor de las ciudades. Y para evitarlo hay que frenar las fábricas de pobreza del interior.
–El documento dice que “el tarifazo incorporó más pobres a los existentes”. Más allá de lo que falle la Corte Suprema, ¿cómo proponen salir de la situación generada por los aumentos?
–Por eso la propuesta es discutir primero la matriz productiva y la matriz energética. Nadie –y repito: nadie– puede desapegarse del manejo de los recursos energéticos y naturales. En la Argentina el consumo de agua llega a 400 litros de agua por persona. Es un derroche espectacular con un recurso que muy pronto estará en crisis en el mundo. Pero no alcanza con la conciencia de cerrar la canilla para no gastar de más. En los servicios públicos es preciso establecer un cuadro tarifario que la gente esté en condiciones de pagar. Supongamos, como una hipótesis, que la Justicia sentencia que está bien lo que aumentó el Gobierno. Y que después el Gobierno establece que las tarifas adeudadas pueden pagarse en dos cuotas. Igual no lo va a poder pagar nadie. En esto ya no hay ni audiencia pública que valga. Hay que frenar, revisar todo y empezar de nuevo.
–Otro párrafo critica a los funcionarios porque “el auténtico discurso industrialista está ausente del vocabulario”.
–No escucho funcionarios que hablen de los parques industriales o de armar núcleos en Catamarca, en el noroeste y en el noreste. Escucho modos de favorecer la primarización de la economía. Está bien definido en la intervención de los funcionarios. No voy a caer en la vieja disputa entre el campo y la industria. No voy a hablar de la aristocracia con olor a bosta de vaca. Pero la CGT sí va a reclamar que se supere la luz baja y se termine la mirada corta. Poner luces más altas implica aprovechar el recurso para un desarrollo industrial que se quedó a menos de la mitad del camino. Entre los que reclaman un Nobel de Economía y los que dicen que vienen a aprender nos quedamos o con el desaprovechamiento de las oportunidades o con el estancamiento.
–¿Es mejor una CGT unificada o centrales con unidad de acción?
–La potencia de una central obrera de alguna forma también responde al grado de desarrollo político y de interlocución social. Para tomar un ejemplo lejano, la central obrera alemana es muy potente y participa de las decisiones industriales. Tiene sombras, claro, pero quién puede dudar de su voz poderosa al momento de discutir el impacto de las medidas económicas. Y los obreros alemanes son los mejor pagos del mundo. No creo que nos parezcamos a Alemania, aclaro. Hablo de un ejemplo de interlocución para lograr un ejercicio político y un desarrollo económico de construcción de una industria y una sociedad.
–¿Por qué el texto dice que la unificación de la CGT será un aporte al interés nacional?
–Si hay un sector de la sociedad, si hay una clase que no fuga capitales ni se va llevar la plata a los paraísos fiscales, ésa es la clase trabajadora. Por lo tanto está íntimamente ligada al destino del país y a la suerte de su economía. Por eso está asociada a cómo el país despegue y salga de los serruchos de subida y de bajada que viene sufriendo. Por ese motivo el destino del país y la suerte de la economía dependen de cómo se configure la clase trabajadora.
–El Gobierno acaba de saldar deudas con las obras sociales. ¿Es una forma de aplacar la conflictividad de los dirigentes sindicales?
–Ése es un razonamiento viejo. Siempre se ha dicho eso. Con Raúl Alfonsín, con Carlos Menem y ahora de nuevo. El dinero de las obras sociales es dinero de los que aportan para el sostenimiento familiar. Sí es histórico el aporte de ocho mil millones de pesos a la salud pública. Pone en la superficie, de paso, que entre las prepagas, la salud pública y las obras sociales no alcanzan a dar satisfacción a todas las necesidades en salud. Yo tengo la plena convicción de que no puede desaparecer el sistema solidario. Hace rato ya que no se cumple el axioma de Ramón Carrillo, el ministro de Perón, de que la mejor salud pública es que los sanatorios y hospitales tengan las camas vacías.
–Luis Barrionuevo dijo que el movimiento obrero va a unificar el peronismo e irá detrás de Sergio Massa.
–Barrionuevo es uno más. Hay tres centrales y él es una de las tres cabezas. Pero el peronismo irá haciendo su propio análisis. Todavía hay una ebullición que está lejos de su punto de hervor y de condensación.
–Entre muchos dirigentes sindicales viene aumentando el uso de una palabra: “autonomía”.
–La tomo. Lo hablé mucho con mis compañeros del moyanismo y con los demás dirigentes. Nosotros proclamamos la autonomía en los foros internacionales. También debemos profundizar la autonomía en nuestro ejercicio fronteras adentro. Tenemos que representar a los trabajadores en las misiones para las que hemos sido elegidos. La otra construcción se da en otro plano, en otro lugar, donde obviamente actuamos como ciudadanos de este país.
[email protected]
Por Martín Granovsky
En su oficina de Barracas, un despacho sencillo donde por supuesto están Juan Perón y Evita, Juan Carlos Schmid tiene una escultura. Es pequeña, se llama “Estallido” y la placa del pedestal muestra una fecha: 19 y 20 de diciembre de 2001. Sobre la base hay una granada de gas lacrimógeno abollada. “La recogí yo mismo en la calle”, dice el secretario general del gremio de Dragado y Balizamiento. Fue durante la agonía letal, por los 36 muertos en todo el país, de Fernando de la Rúa.
–Cuando nos preparamos para ser tripulantes en la flota de dragado nos dan nociones de máquinas a vapor –cuenta Schmid a Página/12 después de mostrar ese resto del 2001–. Recuerdo que nos enseñaban los principios de funcionamiento, la combustión y el cuidado necesario. Había clases teóricas y clases prácticas. En las prácticas íbamos a ver la caldera de las embarcaciones. Me acuerdo bien de una explicación porque yo tenía 15 o 16 años y me dejó marcado. Nos mostraron una caldera y nos dijeron que podía explotar si se recalentaba el agua o faltaba agua en el interior. Ante el peligro había dos soluciones. Una era expulsar vapor para descomprimir la cámara de arriba y liberar presión. La otra era agregar mucha agua fría al agua en ebullición. Si yo no libero vapor o no introduzco agua fría, lo más probable es que la caldera estalle.
–¿Los dirigentes sindicales buscan que la caldera estalle?
–No, ni el movimiento obrero ni los compañeros que se van a movilizar de San Cayetano a Plaza de Mayo quieren que la caldera estalle: cuando la caldera estalla se hunde el barco. Nadie busca eso. Pero aparte del foguista y del maquinista también el que está al mando tiene que hacer lo posible por evitarlo. La responsabilidad mayor es la suya.
Schmid fue uno de los redactores del documento que él mismo leyó en el acto más grande desde que asumió Mauricio Macri, el de las centrales sindicales en Paseo Colón el 29 de abril, y del texto emitido el último viernes por el plenario de secretarios generales. “No hay que haberse graduado en Harvard para darse cuenta de que vamos de mal en peor”, dice el texto. También pide gestar “una iniciativa socio-económica, no electoralista, que tenga por eje vertebral al mundo del trabajo con sus necesidades y problemas”. (El texto puede leerse completo en este link: http://bit.ly/2aPwXty. También hay un link para documentos sindicales anteriores, http://bit.ly/2aZK9jH.)
–Jorge Triaca dijo que no hay motivos para reabrir paritarias.
–Es el ministro de Trabajo y dio una opinión de manual –responde Schmid–. Pero él sabe que más allá de las declaraciones y los ruidos, si la escalada inflacionaria tiene este voltaje los pedidos de aumento serán inevitables.
–El documento del viernes incluye una convocatoria “a las acciones gremiales que correspondan en reclamo de las soluciones que requiere la mayoría del pueblo argentino”.
–Tanto el paro como la movilización son medidas de acción directa. Para las dos se requiere el cese de actividades. La última palabra la tendrá el congreso del 22.
–Usted mencionó la movilización convocada para marchar de San Cayetano a Plaza de Mayo. Sus organizadores aseguraron que será multitudinaria.
–No solo les hice llegar mi adhesión cálida a los compañeros por una iniciativa tan importante. Quiero entrar en un análisis más a fondo del tema. Cuando nosotros decimos que hay un problema en el empleo no nos referimos solo a los despidos recientes de los trabajadores en blanco. Hablamos del derecho de todos al empleo al que aspiramos: registrado, con calidad y con derechos. Es un problema central que preocupa tanto a los compañeros que convocaron a la movilización como a los que estamos en el sector registrado. Debemos trazar un vínculo más fuerte con esta problemática. Ese vínculo está verde para lo que la realidad exige y por supuesto a los dirigentes nos cabe una cuota de responsabilidad. Hay una lentitud que no corresponde de parte de todo el sindicalismo.
–¿Por qué crecieron el empleo informal y el desempleo?
–Cambió mucho la cancha en las formas de producción y fueron aparecieron nuevos métodos de precarización. Si nosotros pensamos que a pesar de que en la gestión del kirchnerismo se creó una cantidad importantísima de puestos de trabajo y aun así esa precarización se mantuvo, debemos sacar una conclusión: la falta de estrategias para superar el problema no es solo responsabilidad de los sindicatos sino especialmente del Estado. Se crearon muchos puestos de trabajo frágiles. El movimiento de cooperativas, las organizaciones sociales y las ONGs revelan que aparecieron formas novedosas de trabajo temporario. Hay una nueva composición de la clase trabajadora. Nosotros no dimos cuenta de ese fenómeno. Y Estado confundió trabajo con empleo.
–¿Cuál es la diferencia?
–Un compañero que está en la vereda vendiendo naranjas se gana el sustento. Tiene trabajo. Pero empleo significa trabajo permanente con calificación, con acceso a la seguridad social, con vacaciones y con sindicato. Es un desafío de la Argentina y del mundo.
–El documento del viernes subraya el papel de las pequeñas y medianas empresas como creadoras de empleo y también, indirectamente, como destructoras de empleo si desaparecen.
–Es un asunto importantísimo. Las pymes están definidas por la matriz productiva. Si el Estado arma un fuerte núcleo de producción asentado en las multinacionales o en los grandes grupos nacionales, esto va a signar el comportamiento de las pymes. Si el Estado desalienta a las pymes, las pymes no podrán sobrevivir. Un ejemplo es su acceso al crédito. Siempre fue casi prohibitivo. Ni que hablar de esta última etapa, con las altísimas tasas de interés que rigen. Si sumamos el problema derivado del cuadro tarifario, la presión tributaria, la falta de orientación desde el Estado… Y bueno, así es difícil. Hay que tener en cuenta que los emprendimientos de pequeña y mediana escala generan trabajo pero cuando la economía se derrumba terminan muy rápido en la cuneta.
–El documento se compromete a redactar un programa. Hace mucho que el movimiento obrero no tiene uno.
–Es uno de los grandes déficits del sindicalismo. Yo aspiro, y lo pongo en primera persona, a que el movimiento sindical no abandone esta idea. Lo último, aunque no se trató estrictamente de un programa, fueron los 26 puntos de la CGT de Saúl Ubaldini. Después hubo reacciones y peleas coyunturales.
–Eso fue en 1986. Pasaron 30 años. Entre otras cosas proponía una moratoria en el paso de los servicios de la deuda externa, la defensa de las industrias de base y de punta y la promulgación de una ley de entidades financieras.
–Quiero que por lo menos, y con las necesidades programáticas de hoy, lleguemos a algo parecido a los 26 puntos. Debe marcarnos objetivos que trasciendan el mandato que comenzará el 22 de agosto. Que de ahí en adelante puedan medirse los avances. Es necesario marcar el sendero por donde tiene que transitar cada mandato.
–¿Por ejemplo en qué área?
–Lo central es discutir la matriz productiva. Y si me pide un ejemplo el tema energético es central. Ningún desarrollo industrial es posible sin abordar el problema en serio. Primero hay que reconocer que tenemos un problema. Es mentira que alguna vez llegamos a la soberanía energética. Hay que llegar a una perspectiva seria sobre plazos, condiciones de inversión y uso de recursos naturales para hacerle frente. Eso junto con otras líneas de acción en lo industrial, en lo logístico y en el formateo de una matriz productiva.
–¿En qué sentido habría que resetear la economía?
–Hoy está geoeconómicamente alrededor de las grandes urbes. Tiene que haber un nuevo abordaje en lo territorial. Los compatriotas no tienen por qué agolparse en cinturones de pobreza alrededor de las ciudades. Y para evitarlo hay que frenar las fábricas de pobreza del interior.
–El documento dice que “el tarifazo incorporó más pobres a los existentes”. Más allá de lo que falle la Corte Suprema, ¿cómo proponen salir de la situación generada por los aumentos?
–Por eso la propuesta es discutir primero la matriz productiva y la matriz energética. Nadie –y repito: nadie– puede desapegarse del manejo de los recursos energéticos y naturales. En la Argentina el consumo de agua llega a 400 litros de agua por persona. Es un derroche espectacular con un recurso que muy pronto estará en crisis en el mundo. Pero no alcanza con la conciencia de cerrar la canilla para no gastar de más. En los servicios públicos es preciso establecer un cuadro tarifario que la gente esté en condiciones de pagar. Supongamos, como una hipótesis, que la Justicia sentencia que está bien lo que aumentó el Gobierno. Y que después el Gobierno establece que las tarifas adeudadas pueden pagarse en dos cuotas. Igual no lo va a poder pagar nadie. En esto ya no hay ni audiencia pública que valga. Hay que frenar, revisar todo y empezar de nuevo.
–Otro párrafo critica a los funcionarios porque “el auténtico discurso industrialista está ausente del vocabulario”.
–No escucho funcionarios que hablen de los parques industriales o de armar núcleos en Catamarca, en el noroeste y en el noreste. Escucho modos de favorecer la primarización de la economía. Está bien definido en la intervención de los funcionarios. No voy a caer en la vieja disputa entre el campo y la industria. No voy a hablar de la aristocracia con olor a bosta de vaca. Pero la CGT sí va a reclamar que se supere la luz baja y se termine la mirada corta. Poner luces más altas implica aprovechar el recurso para un desarrollo industrial que se quedó a menos de la mitad del camino. Entre los que reclaman un Nobel de Economía y los que dicen que vienen a aprender nos quedamos o con el desaprovechamiento de las oportunidades o con el estancamiento.
–¿Es mejor una CGT unificada o centrales con unidad de acción?
–La potencia de una central obrera de alguna forma también responde al grado de desarrollo político y de interlocución social. Para tomar un ejemplo lejano, la central obrera alemana es muy potente y participa de las decisiones industriales. Tiene sombras, claro, pero quién puede dudar de su voz poderosa al momento de discutir el impacto de las medidas económicas. Y los obreros alemanes son los mejor pagos del mundo. No creo que nos parezcamos a Alemania, aclaro. Hablo de un ejemplo de interlocución para lograr un ejercicio político y un desarrollo económico de construcción de una industria y una sociedad.
–¿Por qué el texto dice que la unificación de la CGT será un aporte al interés nacional?
–Si hay un sector de la sociedad, si hay una clase que no fuga capitales ni se va llevar la plata a los paraísos fiscales, ésa es la clase trabajadora. Por lo tanto está íntimamente ligada al destino del país y a la suerte de su economía. Por eso está asociada a cómo el país despegue y salga de los serruchos de subida y de bajada que viene sufriendo. Por ese motivo el destino del país y la suerte de la economía dependen de cómo se configure la clase trabajadora.
–El Gobierno acaba de saldar deudas con las obras sociales. ¿Es una forma de aplacar la conflictividad de los dirigentes sindicales?
–Ése es un razonamiento viejo. Siempre se ha dicho eso. Con Raúl Alfonsín, con Carlos Menem y ahora de nuevo. El dinero de las obras sociales es dinero de los que aportan para el sostenimiento familiar. Sí es histórico el aporte de ocho mil millones de pesos a la salud pública. Pone en la superficie, de paso, que entre las prepagas, la salud pública y las obras sociales no alcanzan a dar satisfacción a todas las necesidades en salud. Yo tengo la plena convicción de que no puede desaparecer el sistema solidario. Hace rato ya que no se cumple el axioma de Ramón Carrillo, el ministro de Perón, de que la mejor salud pública es que los sanatorios y hospitales tengan las camas vacías.
–Luis Barrionuevo dijo que el movimiento obrero va a unificar el peronismo e irá detrás de Sergio Massa.
–Barrionuevo es uno más. Hay tres centrales y él es una de las tres cabezas. Pero el peronismo irá haciendo su propio análisis. Todavía hay una ebullición que está lejos de su punto de hervor y de condensación.
–Entre muchos dirigentes sindicales viene aumentando el uso de una palabra: “autonomía”.
–La tomo. Lo hablé mucho con mis compañeros del moyanismo y con los demás dirigentes. Nosotros proclamamos la autonomía en los foros internacionales. También debemos profundizar la autonomía en nuestro ejercicio fronteras adentro. Tenemos que representar a los trabajadores en las misiones para las que hemos sido elegidos. La otra construcción se da en otro plano, en otro lugar, donde obviamente actuamos como ciudadanos de este país.
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