El primer desafío que Gabriel Mariotto ensayó ante Daniel Scioli se topará con una áspera contraofensiva: el gobernador pondrá a su jefe de Gabinete, Alberto Pérez como coronel político del monumental y polémico plan de descentralización bonaerense.
Fiel a sus modos sutiles, Scioli gambeteará el espadeo público pero enviará a su ministro y armador a Milán como su delegado personal al World Regions Forum (WRF). Se trata de la cumbre que congrega las más exitosas experiencias en materia de regionalización.
El expediente descentralización lo manoteó, hasta ahora, Santiago Montoya. Pero a futuro, como reflejo de la voluntad explícita de Scioli, será Pérez quien enhebre, en términos políticos, los pactos y tironeos para conseguir que el proyecto no se frustre.
El mensaje no requiere traducción: Mariotto objeta la iniciativa al deslizar que generaría «más burocracia». Días después, Scioli entroniza a Pérez como ejecutor y diseña una estrategia para que el proyecto se apruebe, antes de fin de año, en la Legislatura.
El protocolo prevé, además, otras cláusulas. El plan descentralizador será uno de los ejes de la campaña sciolista para el 23 de octubre y figurará como uno de los objetivos para su próximo mandato en caso de que, como indican las encuestas, sea reelecto.
Como parte de esa escenografía, de inocultable trasfondo político, a fines de septiembre Pérez encabezará la comitiva bonaerense que integrarán Montoya, que preside el Grupo Bapro, y el ministro de Producción Martín Ferré, entre otros viajeros.
El día 30, en representación de Scioli, el jefe de Gabinete disertará en el WRF y luego se reunirá con Roberto Formigoni, gobernador de Lombardía, funcionario que se cuelga la medalla de ordenar el proceso de regionalización considerado como el más destacado.
En la cumbre, de la que participarán comitivas de California, Illinois, Quebec, Nueva León, San Petersburgo, San Pablo y, entre otras, Madrid, se pretende conformar un «G-20 de las regiones». Será la primera participación del Gobierno bonaerense.
Secuencia
El esbozo del plan regionalizador en la era Scioli se remonta a 2009, pero su presentación oficial fue en diciembre de 2010 tras el regreso de Montoya al staff provincial. El gobernador lo anticipó el 1 de marzo ante el Parlamento y dos semanas después envió el proyecto.
En la hoja de ruta del sciolismo ese texto es uno de los tres prioritarios para lo que queda del año legislativo: integra una triada con el proyecto de Presupuesto -que todavía no fue remitido- y un endeudamiento para el tramo definitivo de la Autovía 6.
Cuando lo justificó Scioli habló de una reforma para «corregir asimetrías en lo demográfico y lo productivo» y lo planteó como una iniciativa «de vanguardia» para abordar uno de los karmas de la provincia: la hiperconcentración poblacional en el conurbano.
En La Plata le ponen número a esa complejidad: un 75% de la población se concentra en el 2% del territorio de la provincia. Ese universo está repartido en 31 municipios, que representan algo menos de un cuarto de las cantidad de distritos que existen en Buenos Aires.
En una escala mayor, el 90% de los habitantes se amontonan en regiones que equivalen al 17% del territorio bonaerense. Ése es, a simple vista, el argumento clave que expone el Gobierno para impulsar un plan que descentralice y regionalice la provincia.
Contra eso protestó Mariotto al blandir el riesgo de más burocracia. Su planteó coincidió con sectores del PJ que interpretan que el proyecto -que prevé la designación de delegados del gobernador en cada región- podría implicar la irrupción de supraintendentes.
Celosos de los mandos, algunos caciques patalearon. Amortiguar esos recelos será una de las tareas de Pérez. Por otra vía, deberá encarrilarse el entuerto entre Scioli y Mariotto, en particular el proyecto no se aprueba antes de diciembre, cuando el lomense jure como jefe del Senado.
Podría ser el iniciático chispazo visible entre el gobernador y su vice. El dilema agita, hipotético, las mesas políticas. ¿Mariotto, al frente de la Cámara alta bonaerense, operará contra la iniciativa del gobernador? Mañeros, le prueban secretamente un apodo.
Bloques
El modelo Scioli (ver info) parcela el interior provincial en cuatro regiones, destina una quinta a la capital provincial (que nuclea La Plata, Berisso y Ensenada) y segmenta al conurbano en cuatro bloques que suma, cada uno, una población de algo más de 2 millones de personas.
En Seguridad y Justicia hubo adelantos pero el Gobierno avisa que la reforma excede lo administrativo. Dicen, pretenciosos, que se trata de una descentralización «sociopolítica» que termine, o al menos modere, la migración interior hacia las grandes ciudades.
Los preparativos del idilio incluyen, según el detalle oficial, programas de shock productivo en la regiones y mayor autonomía de los municipios pero, además, reformas en las currículas educativas y planes culturales entre otros recursos para fomentar el «arraigo poblacional».
Scioli decidió venderlo como una de las cruzadas de su segundo mandato. Al lado del gobernador plantean que el proyecto de regionalización expresa, como sello distintivo respecto de otros jefes, el aperturismo de Scioli que con su plan renuncia a la «concentración de poder».
Puede ser su sello. O su condena.
Fiel a sus modos sutiles, Scioli gambeteará el espadeo público pero enviará a su ministro y armador a Milán como su delegado personal al World Regions Forum (WRF). Se trata de la cumbre que congrega las más exitosas experiencias en materia de regionalización.
El expediente descentralización lo manoteó, hasta ahora, Santiago Montoya. Pero a futuro, como reflejo de la voluntad explícita de Scioli, será Pérez quien enhebre, en términos políticos, los pactos y tironeos para conseguir que el proyecto no se frustre.
El mensaje no requiere traducción: Mariotto objeta la iniciativa al deslizar que generaría «más burocracia». Días después, Scioli entroniza a Pérez como ejecutor y diseña una estrategia para que el proyecto se apruebe, antes de fin de año, en la Legislatura.
El protocolo prevé, además, otras cláusulas. El plan descentralizador será uno de los ejes de la campaña sciolista para el 23 de octubre y figurará como uno de los objetivos para su próximo mandato en caso de que, como indican las encuestas, sea reelecto.
Como parte de esa escenografía, de inocultable trasfondo político, a fines de septiembre Pérez encabezará la comitiva bonaerense que integrarán Montoya, que preside el Grupo Bapro, y el ministro de Producción Martín Ferré, entre otros viajeros.
El día 30, en representación de Scioli, el jefe de Gabinete disertará en el WRF y luego se reunirá con Roberto Formigoni, gobernador de Lombardía, funcionario que se cuelga la medalla de ordenar el proceso de regionalización considerado como el más destacado.
En la cumbre, de la que participarán comitivas de California, Illinois, Quebec, Nueva León, San Petersburgo, San Pablo y, entre otras, Madrid, se pretende conformar un «G-20 de las regiones». Será la primera participación del Gobierno bonaerense.
Secuencia
El esbozo del plan regionalizador en la era Scioli se remonta a 2009, pero su presentación oficial fue en diciembre de 2010 tras el regreso de Montoya al staff provincial. El gobernador lo anticipó el 1 de marzo ante el Parlamento y dos semanas después envió el proyecto.
En la hoja de ruta del sciolismo ese texto es uno de los tres prioritarios para lo que queda del año legislativo: integra una triada con el proyecto de Presupuesto -que todavía no fue remitido- y un endeudamiento para el tramo definitivo de la Autovía 6.
Cuando lo justificó Scioli habló de una reforma para «corregir asimetrías en lo demográfico y lo productivo» y lo planteó como una iniciativa «de vanguardia» para abordar uno de los karmas de la provincia: la hiperconcentración poblacional en el conurbano.
En La Plata le ponen número a esa complejidad: un 75% de la población se concentra en el 2% del territorio de la provincia. Ese universo está repartido en 31 municipios, que representan algo menos de un cuarto de las cantidad de distritos que existen en Buenos Aires.
En una escala mayor, el 90% de los habitantes se amontonan en regiones que equivalen al 17% del territorio bonaerense. Ése es, a simple vista, el argumento clave que expone el Gobierno para impulsar un plan que descentralice y regionalice la provincia.
Contra eso protestó Mariotto al blandir el riesgo de más burocracia. Su planteó coincidió con sectores del PJ que interpretan que el proyecto -que prevé la designación de delegados del gobernador en cada región- podría implicar la irrupción de supraintendentes.
Celosos de los mandos, algunos caciques patalearon. Amortiguar esos recelos será una de las tareas de Pérez. Por otra vía, deberá encarrilarse el entuerto entre Scioli y Mariotto, en particular el proyecto no se aprueba antes de diciembre, cuando el lomense jure como jefe del Senado.
Podría ser el iniciático chispazo visible entre el gobernador y su vice. El dilema agita, hipotético, las mesas políticas. ¿Mariotto, al frente de la Cámara alta bonaerense, operará contra la iniciativa del gobernador? Mañeros, le prueban secretamente un apodo.
Bloques
El modelo Scioli (ver info) parcela el interior provincial en cuatro regiones, destina una quinta a la capital provincial (que nuclea La Plata, Berisso y Ensenada) y segmenta al conurbano en cuatro bloques que suma, cada uno, una población de algo más de 2 millones de personas.
En Seguridad y Justicia hubo adelantos pero el Gobierno avisa que la reforma excede lo administrativo. Dicen, pretenciosos, que se trata de una descentralización «sociopolítica» que termine, o al menos modere, la migración interior hacia las grandes ciudades.
Los preparativos del idilio incluyen, según el detalle oficial, programas de shock productivo en la regiones y mayor autonomía de los municipios pero, además, reformas en las currículas educativas y planes culturales entre otros recursos para fomentar el «arraigo poblacional».
Scioli decidió venderlo como una de las cruzadas de su segundo mandato. Al lado del gobernador plantean que el proyecto de regionalización expresa, como sello distintivo respecto de otros jefes, el aperturismo de Scioli que con su plan renuncia a la «concentración de poder».
Puede ser su sello. O su condena.