“Yo puedo decir que tuve la suerte de tener un vicepresidente que me acompañó desde el primer día del mandato hasta el último con la lealtad de un amigo y de un compañero. ¡¡Gracias, Daniel!!” Néstor Kirchner Bartleby trabaja en una pequeña oficina de Wall Street junto a otros tres empleados. Es el más nuevo, y su escritorio está cerca de la ventana. Todo transcurre con normalidad hasta que un día su jefe le pide revisar un documento: “Preferiría no hacerlo” , le dice Bartleby.
Desde ese momento, ante cada nueva orden de trabajo, Bartleby responde lo mismo.
“I would prefer not to” (Preferiría no hacerlo).
No lo dice con bronca sino con serenidad.
El jefe descubre al poco tiempo que Bartleby nunca abandona la oficina y que lleva semanas viviendo allí.
Deciden despedirlo, pero Bartleby no se va y sigue viviendo en su escritorio. El jefe, desesperado, decide mudar las oficinas. Le pide, claro, que se vaya: “Preferiría no hacerlo” , responde Bartleby, que sigue en el lugar después de la mudanza.
Los nuevos inquilinos se quejan ante el consorcio de la presencia de ese tipo amable, enigmático que sólo dice que preferiría no hacerlo y sigue sin moverse un metro de su sitio .
Herman Melville (1819-1891), el autor de Moby Dick, escribió “Bartleby el escribiente” como un folletín, en dos entregas de la revista Putnam, en 1853. Bartleby es una brillante metáfora sobre la resistencia pasiva . Sobre la fuerza de la debilidad. Muestra, entre otras cosas, que es imposible pelearse con quien no quiere hacerlo.
No se si Daniel Scioli leyó alguna vez a Melville, pero actúa como si lo hubiera memorizado . El miércoles escuchó una extensa diatriba presidencial sin que se le moviera un pelo. La cámara de la segunda cadena nacional -en una semana en la que se presentaron tres capítulos de Hola Cristina- se detenía cada tanto en el rostro del gobernador: serio, un poco descompuesto, con la mirada perdida . Era la remake de una escena en 2005, cuando la presidenta era senadora y el gobernador, vicepresidente: “Su deber es cuidar la información que deviene del Senado”, lo retó entonces Cristina.
Aunque los roles eran otros, Bartleby ya estaba allí .
“No voy a entrar en la provocación, no me voy a pelar con ella”, explicó esa noche Scioli a un grupo de sus íntimos. “Mi destino, si se tiene que dar, no se va a dar en el marco de una pelea con ella ”.
“Ellos van a descomprimir. Tampoco son locos”, se consolaba Bartleby.
A su alrededor, la oposición y la prensa se golpeaban el pecho como vecinas indignadas: “¿Cómo no va a reaccionar?” “Te acaba de mojar la oreja …” “Scioli es un optimista negador”, tuiteó el diputado del GEN Gerardo Milman. “Scioli volvió a poner de rodillas a la provincia frente al poder central”, analizó la legisladora del FAP Margarita Stolbizer.
Nada movió a Scioli de su sitio , y muchos recordaron un comentario que se le adjudicó frente a otra tormenta, pero que bien podría aplicarse a esta: “Peor estaba en el medio del río, buscando el brazo ”.
Pero aun en aquella desesperación Bartleby podía soñar un plan: la tormenta desatada ahora parece fruto del enojo improvisado y nadie alcanza a explicarse cual es el punto de llegada de la venganza presidencial.
“Hay que entenderlo.
Estos tipos son fundamentalistas de la coyuntura ”, opinó Gabriel Levinas en los micrófonos de Radio Mitre. Scioli no cree que el plan a mediano plazo sea su destitución: confiesa a sus íntimos que Cristina nunca le dijo al intendente de Lanús las barbaridades que Díaz Pérez supuestamente repitió. “Tiene una interna con Julián Alvarez, de La Cámpora, y quiere sobreactuar su relación con Cristina ”. Díaz Pérez frecuenta a Zanini y su mujer, Karina Larrazábal, entró como diputada con Scioli. “La idea no es destituirlo -comentó a Clarín un ex funcionario del gobierno-, sino esmerilarlo. Ponele que logra pagar ahora (la luz en el túnel de La Plata sería conseguir fondos de donde sea para poder pagar el aguinaldo en dos veces en lugar de las cuatro anunciadas), ¿qué hace a fin de año? ¿De dónde saca la guita?”.
“Scioli quiso gastar lo que no tenía”, difunde el aparato de propaganda estatal. Otros ven en la actitud del Gobierno la confirmación del sueño de re-reelección de Cristina: intenta destruir al único que puede competir con ella .
“Urtubey también habló de sus aspiraciones presidenciales en el coloquio de IDEA y nadie le dijo nada -se justifican los sciolistas-.
Esto con Néstor no hubiera pasado . Néstor lo retaba en público a Daniel pero arreglaba por abajo”.
“El kirchnerismo es gestual”, sostiene Scioli, y de gestos está compuesta esta historia: el gobernador pone cara de nada cuando explica que “nunca pensó que Moyano iba a armar este kilombo”. Fuentes gremiales cercanas a la nueva CGT lo desmienten: el posterior viaje a Italia del gobernador fue parte de una estrategia silenciosa . Como también lo fue la conferencia de prensa en la que Scioli intentó diferenciarse con los hechos: dejó preguntar, respondió a todo (en su estilo, diciendo casi nada ) y el mundo siguió en su lugar.
“¿Y qué? ¿No puedo verme con Lavagna? ¿Cuál sería el problema de una alianza con Massa?”, pregunta, retórico, el gobernador. “Siempre me vi con todo el mundo”. Desde Tigre describen la relación entre ambos como de “mutua desconfianza”, aunque, aclaran, “más tarde o más temprano Scioli y Massa van a terminar laburando juntos, porque los dos creen que hay que construir algo nuevo”.
Mariel Fornoni, de Management & Fit, le pone números a la discusión: “Sólo se puede esperar que los dos (Cristina y Scioli) empeoren más , pero hasta ahora el que ha salido siempre más perjudicado en los conflictos fue el gobierno nacional: pasó con Macri, con Moyano y ahora con Scioli. Los dos cayeron un montón de octubre a julio, veinticinco puntos, pero Scioli tiene menos imagen negativa ”. “Scioli los acompaña desde hace ocho años -explica Fornoni a Clarín – y nunca se había puesto en duda su capacidad de gestión, entonces para la gente todo esto resulta poco creíble.
¿Ahora se dan cuenta de que no sabe gestionar? Después que dijo que quería ser presidente…”.
Hay, también, en esta historia, quienes no creen en medias tintas: “¿Cuál es la diferencia entre estar más o menos peleado o peleado del todo? En esto el kirchnerismo es implacable”, confesó a este diario un ex funcionario del gobierno nacional.
Quienes cubrieron en 2003 la campaña Kirchner-Scioli recuerdan la preocupación de Alberto Fernández y del propio Néstor en los primeros encuentros con la prensa: ¿de qué iba a disfrazarse Scioli si le preguntaban sobre los 90? “La mejor década no es la que pasó, sino la que está por venir ”, les contestó. Y nadie dijo nada. Si cualquier otro hubiera contestado eso todavía lo estarían criticando.
Olvidé mencionar un detalle sobre la historia de Melville: Bartleby no termina bien . Pero eso es ficción, claro, y estamos hablando de la vida real.
Investigación: JL/María Eugenia Duffard/ Amelia Cole.
Desde ese momento, ante cada nueva orden de trabajo, Bartleby responde lo mismo.
“I would prefer not to” (Preferiría no hacerlo).
No lo dice con bronca sino con serenidad.
El jefe descubre al poco tiempo que Bartleby nunca abandona la oficina y que lleva semanas viviendo allí.
Deciden despedirlo, pero Bartleby no se va y sigue viviendo en su escritorio. El jefe, desesperado, decide mudar las oficinas. Le pide, claro, que se vaya: “Preferiría no hacerlo” , responde Bartleby, que sigue en el lugar después de la mudanza.
Los nuevos inquilinos se quejan ante el consorcio de la presencia de ese tipo amable, enigmático que sólo dice que preferiría no hacerlo y sigue sin moverse un metro de su sitio .
Herman Melville (1819-1891), el autor de Moby Dick, escribió “Bartleby el escribiente” como un folletín, en dos entregas de la revista Putnam, en 1853. Bartleby es una brillante metáfora sobre la resistencia pasiva . Sobre la fuerza de la debilidad. Muestra, entre otras cosas, que es imposible pelearse con quien no quiere hacerlo.
No se si Daniel Scioli leyó alguna vez a Melville, pero actúa como si lo hubiera memorizado . El miércoles escuchó una extensa diatriba presidencial sin que se le moviera un pelo. La cámara de la segunda cadena nacional -en una semana en la que se presentaron tres capítulos de Hola Cristina- se detenía cada tanto en el rostro del gobernador: serio, un poco descompuesto, con la mirada perdida . Era la remake de una escena en 2005, cuando la presidenta era senadora y el gobernador, vicepresidente: “Su deber es cuidar la información que deviene del Senado”, lo retó entonces Cristina.
Aunque los roles eran otros, Bartleby ya estaba allí .
“No voy a entrar en la provocación, no me voy a pelar con ella”, explicó esa noche Scioli a un grupo de sus íntimos. “Mi destino, si se tiene que dar, no se va a dar en el marco de una pelea con ella ”.
“Ellos van a descomprimir. Tampoco son locos”, se consolaba Bartleby.
A su alrededor, la oposición y la prensa se golpeaban el pecho como vecinas indignadas: “¿Cómo no va a reaccionar?” “Te acaba de mojar la oreja …” “Scioli es un optimista negador”, tuiteó el diputado del GEN Gerardo Milman. “Scioli volvió a poner de rodillas a la provincia frente al poder central”, analizó la legisladora del FAP Margarita Stolbizer.
Nada movió a Scioli de su sitio , y muchos recordaron un comentario que se le adjudicó frente a otra tormenta, pero que bien podría aplicarse a esta: “Peor estaba en el medio del río, buscando el brazo ”.
Pero aun en aquella desesperación Bartleby podía soñar un plan: la tormenta desatada ahora parece fruto del enojo improvisado y nadie alcanza a explicarse cual es el punto de llegada de la venganza presidencial.
“Hay que entenderlo.
Estos tipos son fundamentalistas de la coyuntura ”, opinó Gabriel Levinas en los micrófonos de Radio Mitre. Scioli no cree que el plan a mediano plazo sea su destitución: confiesa a sus íntimos que Cristina nunca le dijo al intendente de Lanús las barbaridades que Díaz Pérez supuestamente repitió. “Tiene una interna con Julián Alvarez, de La Cámpora, y quiere sobreactuar su relación con Cristina ”. Díaz Pérez frecuenta a Zanini y su mujer, Karina Larrazábal, entró como diputada con Scioli. “La idea no es destituirlo -comentó a Clarín un ex funcionario del gobierno-, sino esmerilarlo. Ponele que logra pagar ahora (la luz en el túnel de La Plata sería conseguir fondos de donde sea para poder pagar el aguinaldo en dos veces en lugar de las cuatro anunciadas), ¿qué hace a fin de año? ¿De dónde saca la guita?”.
“Scioli quiso gastar lo que no tenía”, difunde el aparato de propaganda estatal. Otros ven en la actitud del Gobierno la confirmación del sueño de re-reelección de Cristina: intenta destruir al único que puede competir con ella .
“Urtubey también habló de sus aspiraciones presidenciales en el coloquio de IDEA y nadie le dijo nada -se justifican los sciolistas-.
Esto con Néstor no hubiera pasado . Néstor lo retaba en público a Daniel pero arreglaba por abajo”.
“El kirchnerismo es gestual”, sostiene Scioli, y de gestos está compuesta esta historia: el gobernador pone cara de nada cuando explica que “nunca pensó que Moyano iba a armar este kilombo”. Fuentes gremiales cercanas a la nueva CGT lo desmienten: el posterior viaje a Italia del gobernador fue parte de una estrategia silenciosa . Como también lo fue la conferencia de prensa en la que Scioli intentó diferenciarse con los hechos: dejó preguntar, respondió a todo (en su estilo, diciendo casi nada ) y el mundo siguió en su lugar.
“¿Y qué? ¿No puedo verme con Lavagna? ¿Cuál sería el problema de una alianza con Massa?”, pregunta, retórico, el gobernador. “Siempre me vi con todo el mundo”. Desde Tigre describen la relación entre ambos como de “mutua desconfianza”, aunque, aclaran, “más tarde o más temprano Scioli y Massa van a terminar laburando juntos, porque los dos creen que hay que construir algo nuevo”.
Mariel Fornoni, de Management & Fit, le pone números a la discusión: “Sólo se puede esperar que los dos (Cristina y Scioli) empeoren más , pero hasta ahora el que ha salido siempre más perjudicado en los conflictos fue el gobierno nacional: pasó con Macri, con Moyano y ahora con Scioli. Los dos cayeron un montón de octubre a julio, veinticinco puntos, pero Scioli tiene menos imagen negativa ”. “Scioli los acompaña desde hace ocho años -explica Fornoni a Clarín – y nunca se había puesto en duda su capacidad de gestión, entonces para la gente todo esto resulta poco creíble.
¿Ahora se dan cuenta de que no sabe gestionar? Después que dijo que quería ser presidente…”.
Hay, también, en esta historia, quienes no creen en medias tintas: “¿Cuál es la diferencia entre estar más o menos peleado o peleado del todo? En esto el kirchnerismo es implacable”, confesó a este diario un ex funcionario del gobierno nacional.
Quienes cubrieron en 2003 la campaña Kirchner-Scioli recuerdan la preocupación de Alberto Fernández y del propio Néstor en los primeros encuentros con la prensa: ¿de qué iba a disfrazarse Scioli si le preguntaban sobre los 90? “La mejor década no es la que pasó, sino la que está por venir ”, les contestó. Y nadie dijo nada. Si cualquier otro hubiera contestado eso todavía lo estarían criticando.
Olvidé mencionar un detalle sobre la historia de Melville: Bartleby no termina bien . Pero eso es ficción, claro, y estamos hablando de la vida real.
Investigación: JL/María Eugenia Duffard/ Amelia Cole.
por lo menos esta vez citó a melville!!!!!
con el cinismo ironico que lo caracteriza,el muñeco Michelin de la oposicion deberia leer a Natanson en Pagina 12.