Scioli habló con Moyano sobre el PJ: se reunirán en 10 días

Alberto Balestrini, Hugo Curto, Hugo Moyano, Alberto Pérez
Minutos antes de volar hacia Francia, de donde regresa el 3 de febrero, Daniel Scioli charló ayer por teléfono con Hugo Moyano. Fue en un break de la reunión que en el búnker de Camioneros, en Constitución, el jefe de la CGT tuvo con Alberto Pérez, ministro y operador sciolista.
No hubo definiciones. El gobernador le confió a Moyano su deseo de que revise su decisión de renunciar a la vicepresidencia del PJ nacional, como ayer anticipó Ámbito Financiero. El sindicalista no anticipó su respuesta: acordaron encontrarse, mano a mano, en 10 días.
Temprano, fue Pérez quien confirmó la voluntad de Scioli de pedirle a Moyano que revea su abandono de la cúpula del Consejo Nacional. Lo hizo por radio y eslabonó el argumento de que con un «Gobierno peronista», la CGT debe estar representada en el PJ.
Al rato se comunicó con Moyano y programó un encuentro para la tarde. Fue durante esa cita que Pérez conectó al camionero con Scioli que estaba a punto de embarcar rumbo a Francia donde se recluirá para el tratamiento periódico de su brazo y la renovación de la prótesis.
A lo largo de esa charla, el gobernador le formalizó el pedido de que el jefe de la CGT acepte revisar la dimisión que, a los gritos, anunció durante el acto del 15 de diciembre pasado en Huracán. Y, en esa línea, pidió «unidad» más allá de las «diferencias».
Anoche, en el entorno de Scioli, se aseguró que Moyano no transmitió ninguna decisión. Que la conversación fue cordial y el anfitrión se mostró tranquilo. Por esa razón, nadie se animará a dar por hecho que Moyano acepte dar marcha atrás con su estridente renuncia.
Para conocer en detalle, el fin de esa película habrá que esperar que Scioli regrese de Francia. Recién entonces, de acuerdo con lo conversado ayer, el gobernador a cargo del PJ nacional, se reunirá con el jefe de la CGT y, formalmente, vicetercero y presidente del partido bonaerense.
En rigor, más allá de sus bravuconadas de trinchera, Moyano todavía no presentó la renuncia a los dos cargos partidarios que ostenta: la tercera butaca en relevancia del PJ nacional, donde lo sentó Néstor Kirchner, y la jefatura del bonaerense donde llegó tras el ACV de Alberto Balestrini.
Fue el matancero, en fina sintonía con el patagónico, quien llevó al camionero a la sede de La Plata como parte de una maniobra de pinzas para desplazar de la mesa chica partidaria a Hugo Curto. El metalúrgico se sentaba allí por su doble rol: cacique sindical y jefe territorial.
Con Moyano al frente de la CGT, Balestrini encontró la espada perfecta para bloquear a jerarca de Tres de Febrero. El camionero contó más de una vez que no le interesaba ese plan pero que aceptó ante la insistencia de quien era, por entonces, el vicegobernador.
El ACV que postró a Balestrini derivó, en agosto de 2010, en la asunción de Moyano como jefe partidario en una ceremonia ruidosa, con columnas de camioneros en las calles de La Plata y la mirada recelosa de la mayoría de los caciques históricos del PJ.
Asperezas
Aquella aspereza, condimentada por los malos tratos previos entre el camionero y los intendentes por los contratos de recolección de basura, convirtió la estadía de Moyano en la cima del PJ bonaerense en una sitcom de enredos, emboscadas y traiciones.
Por esa razón, aunque en otros términos, ni Scioli ni Pérez le insistieron al camionero que retome el control del peronismo de Buenos Aires aunque, ante la hipótesis de un marcha atrás, puede interpretarse que Moyano podría evaluar retomar los dos cargos.
Así y todo, en círculos gremiales, ayer se auguraban bajas probabilidades a que el jefe de la CGT pueda revisar su determinación de renunciar al PJ luego de decir que el partido es una «cáscara vacía».
Simple: la tregua que ofreció Scioli, en el peor momento de la relación entre Moyano y Cristina de Kirchner, podría ofrecer un atajo para que el camionero baje la intensidad de su belicosidad con la Casa Rosada pero falta, para contrapesar, un gesto desde el campamento K.
Se intuye, a priori, todo lo contrario: no sólo el moyanismo hace movimientos de pendencia sino que desde el Gobierno no emiten señales de cohabitación. Las últimas palabras, de Aníbal Fernández y Florencio Randazzo, fueron formalismos sobre la empatía con el «movimiento obrero». Pero nada sobre Moyano.
Ante ese escenario de conflicto, el sciolismo recurrió a los manuales de peronismo explícito.
«El movimiento obrero organizado siempre es columna vertebral del movimiento justicialista. Quien preside hoy la CGT esté como vicepresidente del partido, creemos, sigue siendo esencial» dijo ayer, madrugador, Alberto Pérez.
Y completó: «Si están las mujeres, la juventud, los intelectuales», también deben estar presente los trabajadores que tienen, al menos hasta julio de este año, a Moyano como su máximo representante al ser el jefe de la CGT.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *