«Lo peor ya pasó». Voluntarioso, Daniel Scioli diagnosticó anteanoche frente a 50 dirigentes peronistas que la crisis con Cristina de Kirchner, que lo arrastró a cuotificar el aguinaldo y a diseñar un ajuste de urgencia, quedó atrás. La peor parte, al menos.
El positivismo sciolista tiene su relato. En boca de Scioli para el embudo de diciembre, cuando deba pagar salarios y el SAC a 550 mil estatales, no se augura un estallido como el de julio. Los papers dicen otra cosa: no podrá pagar sin auxilio nacional u otra toma de deuda.
«El tornado quedó atrás» dijo. En paralelo, pidió «mesura» y «cautela» para los próximos meses. No lo mencionó pero el mensaje era preciso: no hacer movimientos que puedan irritar a la Casa Rosada y pulvericen la tregua que rige entre Olivos y La Plata.
Justificó esa cautela sobre la base de un pronóstico: Scioli considera que 2013 será un año «duro» en lo electoral por lo cual, señaló, hay que tener un alineamiento explícito «con la Presidente. «Nosotros -dijo- tenemos que hablar de lo que le importa a la gente».
Para ojos conspiradores, la cita -la sola existencia de la cita- tuvo un condimento político porque despabiló el dispositivo propio tras varias semanas de inmovilidad a pesar de que cada palabra sonó bajo el paraguas de una cláusula de acero: «Somos parte del proyecto nacional».
En estos tiempos, sólo La Juan Domingo se mostró inquieta. Se vio con Sergio Massa, Roberto Lavagna y, entre otros, Mario Das Neves. Autónomos o desobedientes, ayer volvieron a verse con el exministro de Economía de Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde (ver nota aparte).
Ese grupo soportó, por ese comportamiento silvestre, desplantes y frialdad de funcionarios sciolistas. Ayer, en el BAPRO, Baldomero «Cacho» Alvarez deslizó el reproche: «Algunos le atienden el teléfono a legisladores que critican al gobernador y no a los que lo defendemos».
Ningún ministro atajó el misil pero hay que leer en clave la perdigonada verbal del senador. En el entorno de Scioli hay un sector que advierte que el despliegue y la expansión de La Juan Domingo no siempre resulta funcional a los intereses del gobernador.
Fríos
Inédita, la cumbre -también la puntualidad: convocada a las 19, empezó a las 19.10 y se estiró hasta las 21.30 tras una vuelta de pizzas y empanadas- explicitó la voluntad del gobernador de uniformar el comportamiento del sciolismo más allá de los matices.
Una tarea ardua: en esa isla conviven laderos históricos de Scioli con La Juan Domingo y figuras que reportan, en simultáneo, a La Plata y la Casa Rosada.
Cada uno tuvo, a su turno, la palabra y Scioli, escoltado por el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, y el titular del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, repartió bendiciones. José «Pepe» Pampuro y Eduardo Camaño fueron dos de los ensalzados en el menú celebratorio del gobernador.
Guido Carlotto se ganó, también, un lugar en el podio de los efusivos cuando contó que el secretario de Derechos Humanos de la Nación, el cordobés Martín Fresneda, elogió «la política de derechos humanos de la provincia».
Ya sobre el final, en el tumulto, hubo quejas por «los intendentes que en privado agradecen y en los medios son críticos» y alguna algarada casi futbolera sobre la importancia de que todos los que ocupan cargo en el Gobierno provincial se asuman públicamente como «sciolistas».
Antes del desbande, Scioli prometió que volverá, el mes próximo, a reunirlos. Para entonces -si es que existe esa próxima vez- la provincia ya habrá mandato al Parlamento el proyecto de presupuesto 2013 y la Ley Fiscal que incluye una reforma impositiva.
En esos días, según la evolución de esas leyes hermanas y la conducta de los legisladores K, los sciolistas podrán merituar validez del diagnóstico del gobernador sobre que «lo peor ya pasó».
El positivismo sciolista tiene su relato. En boca de Scioli para el embudo de diciembre, cuando deba pagar salarios y el SAC a 550 mil estatales, no se augura un estallido como el de julio. Los papers dicen otra cosa: no podrá pagar sin auxilio nacional u otra toma de deuda.
«El tornado quedó atrás» dijo. En paralelo, pidió «mesura» y «cautela» para los próximos meses. No lo mencionó pero el mensaje era preciso: no hacer movimientos que puedan irritar a la Casa Rosada y pulvericen la tregua que rige entre Olivos y La Plata.
Justificó esa cautela sobre la base de un pronóstico: Scioli considera que 2013 será un año «duro» en lo electoral por lo cual, señaló, hay que tener un alineamiento explícito «con la Presidente. «Nosotros -dijo- tenemos que hablar de lo que le importa a la gente».
Para ojos conspiradores, la cita -la sola existencia de la cita- tuvo un condimento político porque despabiló el dispositivo propio tras varias semanas de inmovilidad a pesar de que cada palabra sonó bajo el paraguas de una cláusula de acero: «Somos parte del proyecto nacional».
En estos tiempos, sólo La Juan Domingo se mostró inquieta. Se vio con Sergio Massa, Roberto Lavagna y, entre otros, Mario Das Neves. Autónomos o desobedientes, ayer volvieron a verse con el exministro de Economía de Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde (ver nota aparte).
Ese grupo soportó, por ese comportamiento silvestre, desplantes y frialdad de funcionarios sciolistas. Ayer, en el BAPRO, Baldomero «Cacho» Alvarez deslizó el reproche: «Algunos le atienden el teléfono a legisladores que critican al gobernador y no a los que lo defendemos».
Ningún ministro atajó el misil pero hay que leer en clave la perdigonada verbal del senador. En el entorno de Scioli hay un sector que advierte que el despliegue y la expansión de La Juan Domingo no siempre resulta funcional a los intereses del gobernador.
Fríos
Inédita, la cumbre -también la puntualidad: convocada a las 19, empezó a las 19.10 y se estiró hasta las 21.30 tras una vuelta de pizzas y empanadas- explicitó la voluntad del gobernador de uniformar el comportamiento del sciolismo más allá de los matices.
Una tarea ardua: en esa isla conviven laderos históricos de Scioli con La Juan Domingo y figuras que reportan, en simultáneo, a La Plata y la Casa Rosada.
Cada uno tuvo, a su turno, la palabra y Scioli, escoltado por el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, y el titular del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, repartió bendiciones. José «Pepe» Pampuro y Eduardo Camaño fueron dos de los ensalzados en el menú celebratorio del gobernador.
Guido Carlotto se ganó, también, un lugar en el podio de los efusivos cuando contó que el secretario de Derechos Humanos de la Nación, el cordobés Martín Fresneda, elogió «la política de derechos humanos de la provincia».
Ya sobre el final, en el tumulto, hubo quejas por «los intendentes que en privado agradecen y en los medios son críticos» y alguna algarada casi futbolera sobre la importancia de que todos los que ocupan cargo en el Gobierno provincial se asuman públicamente como «sciolistas».
Antes del desbande, Scioli prometió que volverá, el mes próximo, a reunirlos. Para entonces -si es que existe esa próxima vez- la provincia ya habrá mandato al Parlamento el proyecto de presupuesto 2013 y la Ley Fiscal que incluye una reforma impositiva.
En esos días, según la evolución de esas leyes hermanas y la conducta de los legisladores K, los sciolistas podrán merituar validez del diagnóstico del gobernador sobre que «lo peor ya pasó».