Scrum K se despierta a dilema inédito: unas PASO sin sangría

Política Lunes 20 de Octubre de 2014
Por Pablo Ibáñez.-
• Se desinfla el efecto Máximo y los precandidatos retoman la campaña.
• Cómo enfrentarse sin desatar una guerra.
Por: Pablo Ibáñez
Los cuatro, candidatos e hipotéticos rivales, sonrieron con diplomacia, se pasaron el micrófono y aplaudieron la locuacidad de los demás. La foto, el viernes pasado en la celebración del 17 de Octubre del PJ bonaerense en Moreno, delineó el regreso al ring de los aspirantes a herederos K tras la irrupción de Máximo Kirchner, que anestesió a la mayoría, y sirvió de prueba de fuego, siquiera virtual, del dilema sobre cómo atravesar la campaña de las PASO sin que, además de ferocidad y heridas entre los candidatos, tenga un efecto más indeseado: espantar votos.
La efeméride peronista amontonó a cuatro de los ocho anotados formales a la sucesión de Cristina de Kirchner: Daniel Scioli, Sergio Urribarri, Agustín Rossi y Florencio Randazzo, que tras años de escaparles a las cumbres PJ como a la lepra, regresó a una celebración con menú clásicamente pejotista. Sobre el escenario posaron, además, Fernando Espinoza y Juan Patricio Mussi, anotados en la carrera por la gobernación, y Carlos Castagnetto, mano derecha de Alicia Kirchner, que bracea para entrar en la lista larga de postulantes bonaerenses. El destino tuvo su doblez. Espinoza, como jefe del PJ bonaerense, propuso hacerlo en la Primera Sección del conurbano por ser el territorio donde Sergio Massa más perforó al peronismo K. Mariano West, intendente de Moreno, antes ultraduhaldista -que encabezó una caravana en 2001 hacia la Casa Rosada-, luego híper K, estalló cuando La Cámpora, allí patrocinada por José Ottavis, armó y esponsoreó a un candidato propio, Walter Festa, que milita su sueño de intendente escarbando sobre los derrapes y el pasado de West. El alcalde entendió la jugada como un desafío directo de Olivos y regresó a las fuentes.
El episodio Moreno marcó, al margen, dos cuestiones específicas en torno a las tácticas y conflictos del dispositivo K. Veamos:
•Despabilarse. La aparición de Máximo Kirchner durante un acto de La Cámpora en Argentinos Juniors paralizó a los candidatos ultra-K. El efecto mas dañino fue sobre los que, como Urribarri, Randazzo y Julián Domínguez, caminan con el libreto de ser «el elegido» de Cristina. Apenas asomó Máximo y se instaló la idea de que estaría más presente -y que, incluso, se mudaría a Capital-, los candidatos prácticamente suspendieron sus giras. En la última semana, de a poco, retomaron y la mayoría apunta a darle más volumen hacia fin de año. El 17-O sirvió, por caso, para la foto conjunta y que para que otros, como Jorge Taiana, hagan actos en Córdoba y Misiones. Todos, a su modo y con sus tiempos, comenzaron a despabilarse para retomar el ritmo de instalación que tenían antes de la sorpresiva irrupción del hijo de la Presidente, que traficó dos conceptos letales: la imaginaria idea de una Cristina candidata, que abonó el principio de que nadie salvo la Presidente puede representar al espacio K, y la variable de que él mismo, tras años de secretismo y semiclandestinidad, se revele como un posible continuador. Pasados esos espasmos, Scioli incrementó sus giras al interior -y su mujer, Karina Rabolini, se convirtió en la candidata sin candidatura-, Urribarri reprogramó su agenda, Taiana seguirá de ronda, Domínguez volverá a la actividad luego de varios días de ostracismo bacteriológico y Randazzo se mostrará con Diego Bossio, no por fascinación, sino porque es el camino más corto para negar -sin tener que decirlo- que esté en sus planes ser candidato a gobernador en la provincia.
• Dilema. Con la urgencia de hacerse visibles, adquirir visibilidad y convertirse en el más K para los ojos de los militantes -o el menos, según el caso, de los opositores-, los aspirantes a suceder a Cristina apuran su campaña pero se topan con un asunto complejo: cómo hacer campaña, cómo distinguirse de los demás o cómo ganar protagonismo sin confrontar con los demás candidatos. Es, todavía, un supuesto, porque se sobreentiende que no todos llegarán a la grilla final -hay ocho inscriptos si se suma a Aníbal Fernández y Juan Manuel Urtubey- y, más allá de que sobre todo Randazzo y Urribarri martillan con que es irreversible su decisión de competir en las PASO, cruza todo el peronismo y sectores K la hipótesis de que el oficialismo podría llegar a la elección con una fórmula de consenso. «Por ahora todos dicen que van a la primaria. Son los machos de las PASO», dice un operador sciolista que milita la cruzada de un solo candidato como oferta de continuidad en 2015. Un híper K, que supo caminar con Néstor Kirchner, explora un escenario de una primaria con dos binomios, ambos digitados por Cristina de Kirchner sobre un supuesto que exponen los defensores de las PASO. «La interna moviliza», dicen. Fue, es cierto, el concepto que al principio compró el grueso de la dirigencia según el cual la única forma de perforar el piso de entre el 30% y el 35% que tendría el dispositivo K sería apostar a unas PASO competitivas que agiten el espacio y le dé vigor, lo ubique varios puntos por encima del segundo y de ese modo se nutra del tercero o del cuarto para llegar a los 40 puntos y ganar en primera vuelta. Eso, que la oposición considera un cuento de hadas del peronismo K, lo comparte todo el arco oficial: de Scioli a Urribarri y Randazzo, al Movimiento Evita y el neocamporismo. Pero en las últimas semanas apareció otra tendencia referida a cómo hacer una primaria, donde se pondrá en juego poder y una gran inversión económica -las estimaciones sobre el costo de una campaña son siderales- sin que se declare una guerra feroz y sangrienta entre los candidatos del mismo espacio que, de cara a la general, en vez de potenciar al frente lo fracture y termine más por espantar votos que por atraer a otros que no jugaron en el primer turno.
Una vez más, se remite esa resolución a lo que disponga Cristina.

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