Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com
–Nosotros no ganamos. Ustedes perdieron. Y ni ustedes ni nosotros lo esperábamos. Así que ahora vamos a tener que aprender todos sobre la marcha y tratar de que salga bien. Porque si chocamos, chocamos todos.
Jorge Triaca no anduvo con rodeos ante los secretarios generales de dos de los gremios más poderosos de la CGT que habían apoyado públicamente a Daniel Scioli. Compartía un asado en una terraza de Caballito con ellos y con Esteban Bullrich, quien también había asumido horas antes como ministro. Aunque está a punto de cumplir un año, la confesión de Triaca explica en gran medida la cautela con la que se movieron desde entonces las corporaciones que cogobiernan el país sin ocupar despachos en la Rosada, los tribunales ni el Congreso. Claro que también puede preanunciar la intensidad con la que se dirimirán los conflictos una vez extinta la tregua que terminó de escurrírsele entre los dedos a Mauricio Macri esta semana.
No en vano los verdugos siempre fueron encapuchados. Nadie quiere ser el mal mecánico que la sociedad responsabilice por el eventual choque, ni siquiera si el piloto avanza a toda velocidad contra una pared. Por eso su evidente fragilidad le jugó a favor al Gobierno mientras duró la tregua. Sus donantes de gobernabilidad no prestaron gratis sus servicios pero cobraron menos de lo que habrían podido. Ahora se terminó el fiado y arrancó la cuenta regresiva hacia octubre. Salvo un improbable rebote del consumo y la actividad de la mano del blanqueo, el aire político le costará a Macri cada vez más caro.
Sergio Massa, quien logró sostener durante todo 2016 su oneroso estado de campaña permanente gracias al flujo de fondos públicos que manejaron sus mastines en la Legislatura bonaerense, aguardó un acuerdo con el oficialismo por Ganancias hasta el viernes por la noche. Fuentes de ambos campamentos confirman que la decisión de romper no fue suya, sino de Macri. Lo anunció antes en Chapadmalal, donde Emilio Monzó y Gabriela Michetti procuraron en vano convencerlo de incorporar retazos de peronismo a la coalición gobernante.
En el Congreso, así, el martes se corporizó el fantasma sobre el que advirtió Monzó: el PJ en pleno reagrupamiento. Conocedor de sus entrañas, el exministro de Scioli y jefe recién reelecto de la Cámara baja sugirió mantenerlo dividido. Una vez que Macri lo desautorizó, su archirrival Marcos Peña fi jó su idea como la oficial: Massa es la “persona menos confiable del sistema político”. No piensa lo mismo María Eugenia Vidal, la única que supera en imagen al Presidente. ¿No mantuvo acaso con el renovador Jorge Sarghini, presidente de la Legislatura, una cohabitación digna de los mejores años de François Mitterrand y Jacques Chirac?
Milagro navideño
Con su decisión de no seguir negociando el proyecto para reformar Ganancias y tras su fallido intento de disciplinar al Congreso a través de los gobernadores, Cambiemos cierra el año con un súbito incremento de su radicalismo en sangre. La determinación presidencial de mantener la coalición blanca, pura y hermosa, como diría Pamela David, coincide con su empecinamiento en proteger al boina blanca Gerardo Morales de los crecientes cuestionamientos internacionales a la detención de Milagro Sala y la media docena de dirigentes de su organización que siguen presos sin condena en Jujuy.
La polémica por la prisión de Sala se abrió camino esta semana en dos ámbitos que hasta ahora la habían soslayado: el empresariado y la diplomacia. Entre los hombres de negocios la introdujo el ubicuo Gustavo Cinosi, asesor del uruguayo Luis Almagro en la OEA y accionista minoritario del Sheraton de Pilar. A las legaciones extranjeras llegó de la mano de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que propinó una dura derrota a Claudio Avruj en Panamá. Hasta allá voló el funcionario para explicar los porqués de la prisión preventiva, que él mismo admite en privado más costosa que benefeciosa para Macri. Pero no pudo convencerla de nada ni evitar que se pronunciara de modo tajante por su liberación.
El martes, en una recepción en la embajada canadiense, Avruj se encontró con el peor escenario imaginable. En un soleado primer piso frente a la sede de la TV Pública, oficiales políticos de las embajadas más poderosas del mundo conversaban entre sí sobre el escándalo jujeño. “Es difícil de entender por qué el Gobierno paga un costo tan alto por una cuestión tan menor”, comentaba uno. “Yo lo lamento, porque la reinserción que había logrado la Argentina en el mundo de la mano de Macri era algo admirable”, apuntaba su interlocutor. A la defensiva, el secretario de Derechos Humanos abundó en la línea que había explorado el Presidente horas antes y estimó ante uno de ellos que el 80% de la sociedad jujeña apoyaba el encarcelamiento. Minutos después, llegó a preguntar: “¿Y qué quieren que hagamos? ¿que intervengamos la provincia?”.
Lo más probable, según coincidieron ante BAE Negocios fuentes que siguen el caso, es que no haga falta ninguna intervención federal y que Sala salga libre antes de Navidad a pedido del propio Macri. Lo avisó la castigada Susana Malcorra: la estrategia de denunciar una “campaña antiargentina” de los organismos defensores de los derechos humanos no ayuda en la hoja de ruta para volver al mundo. Mejor dar una sola batalla por vez.
Estridente sonó
Michetti ya advirtió que Macri vetará el proyecto opositor sobre Ganancias, pero menos por el costo fi scal que genera por encima del suyo (apenas la tercera parte de lo que resignó al bajar las retenciones a los granos) que por la pérdida de poder que implica. Más que la rebaja del impuesto para la cuarta categoría, necesita bloquear su cobro sobre la renta de plazos fijos y Lebacs y el restablecimiento de las retenciones a las mineras. ¿Qué inversor extranjero se sentaría a negociar con un mandatario que elimina un tributo y vuelve a cobrarlo a los ocho meses forzado por un parlamento hostil?
Para los lobbies empresariales, la tregua también terminó. Ahora todo se cobra en efectivo. Los bancos extranjeros rechazaron de plano el acuerdo salarial con la Asociación Bancaria que había aceptado Carlos Melconian desde el Nación para evitarle otro paro al Gobierno justo antes de las Fiestas. También fueron ellos quienes empujaron el nuevo récord del dólar, fastidiados por las tres bajas consecutivas de tasas que dispuso —a regañadientes— Federico Sturzenegger. Si se aprobara el proyecto opositor para cobrar Ganancias a la renta financiera y Macri no lo vetara, apurarían más la devaluación.
Para los chicos se impone el palo y para los grandes la zanahoria. De lo primero puede dar testimonio el dueño de PMDSA, la última fábrica de jeringas que queda en pie en el país, a quien el director nacional de Productos Médicos de la Administración Nacional de Medicamentos (ANMAT), Mariano Manenti, le sugirió que “dejen de fabricar e importen”. De nada sirvió que funcionarios de la Secretaría de Industria pidieran a ese organismo que frenase el ingreso de jeringas chinas a precio de dúmping para salvar los 100 empleos que genera.
Con corporaciones de mayor envergadura, la negociación se da en otro tono. Hay favores como que esta semana le hizo el ENACOM a Clarín al permitir que Nextel utilice las frecuencias 4G de una de las empresas chicas que engulló, o como el decreto ya fi rmado y aún no publicado que le permitiría compartir antenas e infraestructuras entre sus distintas compañías para empezar a ofrecer “cuádruple play” (cable, celular, telefonía e internet).
Lo que está en juego no es ni más ni menos que lo que detonó la guerra entre Néstor Kirchner y el holding de la trompetita: la intención de Héctor Magnetto de quedarse con Telecom. Clarín juega a dos puntas: o empieza a proveer cuádruple play desde Nextel o lo hace desde Telecom, donde ya inició un desembarco con cinco exdirectivos de Cablevisión. Los Werthein, minoritarios al lado de David Martínez (Fintech) en la compañía, aguardan su turno para jugar. No tienen problema en correrse si se les paga lo que piden. ¿Pero qué podría pasarle a Macri una vez que le haya dado a su principal sostén mediático todo lo que esperaba de él?
abercovich@diariobae.com
–Nosotros no ganamos. Ustedes perdieron. Y ni ustedes ni nosotros lo esperábamos. Así que ahora vamos a tener que aprender todos sobre la marcha y tratar de que salga bien. Porque si chocamos, chocamos todos.
Jorge Triaca no anduvo con rodeos ante los secretarios generales de dos de los gremios más poderosos de la CGT que habían apoyado públicamente a Daniel Scioli. Compartía un asado en una terraza de Caballito con ellos y con Esteban Bullrich, quien también había asumido horas antes como ministro. Aunque está a punto de cumplir un año, la confesión de Triaca explica en gran medida la cautela con la que se movieron desde entonces las corporaciones que cogobiernan el país sin ocupar despachos en la Rosada, los tribunales ni el Congreso. Claro que también puede preanunciar la intensidad con la que se dirimirán los conflictos una vez extinta la tregua que terminó de escurrírsele entre los dedos a Mauricio Macri esta semana.
No en vano los verdugos siempre fueron encapuchados. Nadie quiere ser el mal mecánico que la sociedad responsabilice por el eventual choque, ni siquiera si el piloto avanza a toda velocidad contra una pared. Por eso su evidente fragilidad le jugó a favor al Gobierno mientras duró la tregua. Sus donantes de gobernabilidad no prestaron gratis sus servicios pero cobraron menos de lo que habrían podido. Ahora se terminó el fiado y arrancó la cuenta regresiva hacia octubre. Salvo un improbable rebote del consumo y la actividad de la mano del blanqueo, el aire político le costará a Macri cada vez más caro.
Sergio Massa, quien logró sostener durante todo 2016 su oneroso estado de campaña permanente gracias al flujo de fondos públicos que manejaron sus mastines en la Legislatura bonaerense, aguardó un acuerdo con el oficialismo por Ganancias hasta el viernes por la noche. Fuentes de ambos campamentos confirman que la decisión de romper no fue suya, sino de Macri. Lo anunció antes en Chapadmalal, donde Emilio Monzó y Gabriela Michetti procuraron en vano convencerlo de incorporar retazos de peronismo a la coalición gobernante.
En el Congreso, así, el martes se corporizó el fantasma sobre el que advirtió Monzó: el PJ en pleno reagrupamiento. Conocedor de sus entrañas, el exministro de Scioli y jefe recién reelecto de la Cámara baja sugirió mantenerlo dividido. Una vez que Macri lo desautorizó, su archirrival Marcos Peña fi jó su idea como la oficial: Massa es la “persona menos confiable del sistema político”. No piensa lo mismo María Eugenia Vidal, la única que supera en imagen al Presidente. ¿No mantuvo acaso con el renovador Jorge Sarghini, presidente de la Legislatura, una cohabitación digna de los mejores años de François Mitterrand y Jacques Chirac?
Milagro navideño
Con su decisión de no seguir negociando el proyecto para reformar Ganancias y tras su fallido intento de disciplinar al Congreso a través de los gobernadores, Cambiemos cierra el año con un súbito incremento de su radicalismo en sangre. La determinación presidencial de mantener la coalición blanca, pura y hermosa, como diría Pamela David, coincide con su empecinamiento en proteger al boina blanca Gerardo Morales de los crecientes cuestionamientos internacionales a la detención de Milagro Sala y la media docena de dirigentes de su organización que siguen presos sin condena en Jujuy.
La polémica por la prisión de Sala se abrió camino esta semana en dos ámbitos que hasta ahora la habían soslayado: el empresariado y la diplomacia. Entre los hombres de negocios la introdujo el ubicuo Gustavo Cinosi, asesor del uruguayo Luis Almagro en la OEA y accionista minoritario del Sheraton de Pilar. A las legaciones extranjeras llegó de la mano de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que propinó una dura derrota a Claudio Avruj en Panamá. Hasta allá voló el funcionario para explicar los porqués de la prisión preventiva, que él mismo admite en privado más costosa que benefeciosa para Macri. Pero no pudo convencerla de nada ni evitar que se pronunciara de modo tajante por su liberación.
El martes, en una recepción en la embajada canadiense, Avruj se encontró con el peor escenario imaginable. En un soleado primer piso frente a la sede de la TV Pública, oficiales políticos de las embajadas más poderosas del mundo conversaban entre sí sobre el escándalo jujeño. “Es difícil de entender por qué el Gobierno paga un costo tan alto por una cuestión tan menor”, comentaba uno. “Yo lo lamento, porque la reinserción que había logrado la Argentina en el mundo de la mano de Macri era algo admirable”, apuntaba su interlocutor. A la defensiva, el secretario de Derechos Humanos abundó en la línea que había explorado el Presidente horas antes y estimó ante uno de ellos que el 80% de la sociedad jujeña apoyaba el encarcelamiento. Minutos después, llegó a preguntar: “¿Y qué quieren que hagamos? ¿que intervengamos la provincia?”.
Lo más probable, según coincidieron ante BAE Negocios fuentes que siguen el caso, es que no haga falta ninguna intervención federal y que Sala salga libre antes de Navidad a pedido del propio Macri. Lo avisó la castigada Susana Malcorra: la estrategia de denunciar una “campaña antiargentina” de los organismos defensores de los derechos humanos no ayuda en la hoja de ruta para volver al mundo. Mejor dar una sola batalla por vez.
Estridente sonó
Michetti ya advirtió que Macri vetará el proyecto opositor sobre Ganancias, pero menos por el costo fi scal que genera por encima del suyo (apenas la tercera parte de lo que resignó al bajar las retenciones a los granos) que por la pérdida de poder que implica. Más que la rebaja del impuesto para la cuarta categoría, necesita bloquear su cobro sobre la renta de plazos fijos y Lebacs y el restablecimiento de las retenciones a las mineras. ¿Qué inversor extranjero se sentaría a negociar con un mandatario que elimina un tributo y vuelve a cobrarlo a los ocho meses forzado por un parlamento hostil?
Para los lobbies empresariales, la tregua también terminó. Ahora todo se cobra en efectivo. Los bancos extranjeros rechazaron de plano el acuerdo salarial con la Asociación Bancaria que había aceptado Carlos Melconian desde el Nación para evitarle otro paro al Gobierno justo antes de las Fiestas. También fueron ellos quienes empujaron el nuevo récord del dólar, fastidiados por las tres bajas consecutivas de tasas que dispuso —a regañadientes— Federico Sturzenegger. Si se aprobara el proyecto opositor para cobrar Ganancias a la renta financiera y Macri no lo vetara, apurarían más la devaluación.
Para los chicos se impone el palo y para los grandes la zanahoria. De lo primero puede dar testimonio el dueño de PMDSA, la última fábrica de jeringas que queda en pie en el país, a quien el director nacional de Productos Médicos de la Administración Nacional de Medicamentos (ANMAT), Mariano Manenti, le sugirió que “dejen de fabricar e importen”. De nada sirvió que funcionarios de la Secretaría de Industria pidieran a ese organismo que frenase el ingreso de jeringas chinas a precio de dúmping para salvar los 100 empleos que genera.
Con corporaciones de mayor envergadura, la negociación se da en otro tono. Hay favores como que esta semana le hizo el ENACOM a Clarín al permitir que Nextel utilice las frecuencias 4G de una de las empresas chicas que engulló, o como el decreto ya fi rmado y aún no publicado que le permitiría compartir antenas e infraestructuras entre sus distintas compañías para empezar a ofrecer “cuádruple play” (cable, celular, telefonía e internet).
Lo que está en juego no es ni más ni menos que lo que detonó la guerra entre Néstor Kirchner y el holding de la trompetita: la intención de Héctor Magnetto de quedarse con Telecom. Clarín juega a dos puntas: o empieza a proveer cuádruple play desde Nextel o lo hace desde Telecom, donde ya inició un desembarco con cinco exdirectivos de Cablevisión. Los Werthein, minoritarios al lado de David Martínez (Fintech) en la compañía, aguardan su turno para jugar. No tienen problema en correrse si se les paga lo que piden. ¿Pero qué podría pasarle a Macri una vez que le haya dado a su principal sostén mediático todo lo que esperaba de él?