Una Atenas bajo asedio no quiere contraer nuevas deudas
Dimitri Deliolanes · · · · ·
03/05/15
En septiembre del año pasado, el entonces ministro griego de Economía, Ghikas Harduvelis recibió un correo electrónico de la Troika que contenía un memorándum sobre las medidas ya acordadas con Atenas que debían aplicarse a lo largo de 2015. ¿Qué preveían estas medidas?
Que el superávit primario del Estado griego aumentase hasta llegar al 3,5%, es decir, 5.500 millones, de modo que pudiera remitirse una parte mayor a los intereses y pagos para saldar la deuda griega. Sobre el modo de obtener un rendimiento tan espectacular no había dudas: con nuevas medidas de austeridad. Se preveía un nuevo recorte de las pensiones, con el fin de rebajar la media de los actuales 450 euros a 360, y también otro a las complementarias: para festejar el Fin de Año, del 8%, y del 7% desde julio. Y se habría aumentado en dos años y medio la edad laboral para obtener una pensión.
El objetivo consistía en volver a igualar las pensiones, justo en el momento en que un cuarto de la población activa se encontraba desempleada.
La troika proponía además una generosa oleada de despidos de empleados del Estado (15.000), la abolición de todo derecho sindical en el sector privado y una nueva y masiva incursión fiscal: se preveía equiparar el IVA de las islas y el que está en vigor en el continente, aumentando el mínimo, del actual 6,5% al 13%. El anterior gobierno socialista de Yorgos Papandreu había dado la batalla en favor de esta exención.
Según los colaboradores del primer ministro, al inicio de 2011 algunos miembros de la Troika habían llegado a la conclusión de que estas 227 islas griegas suponían un coste insostenible para el país y proponían desocupar todas las de menos de 150 habitantes.
Al final, la idea pareció extravagante incluso en ese ámbito y así los isleños griegos no sólo salvaron su patria chica sino que consiguieron este pequeño privilegio que favorecía el desarrollo turístico. En el continente, todo el IVAs alicuota se habría tenido que unificar en torno al 18%, mientras que la tasa extraordinaria de solidaridad de 2010 se habría convertido en impuesto ordinario. ¿Por qué hablar entonces de esta triste arqueología neoliberal, en un momento en el que Hardouvelis se ha ido a su casa con toda la derecha griega? Mejor dicho, recientemente al pobre banquero y exministro le pillaron en flagrante delito tras exportar algunos milloncejos al exterior en 2012, poco antes de entrar en el ejecutivo.
Lo cierto es que este correo electrónico se encuentra en el centro de todas las negociaciones que se están desarrollando entre el gobierno griego y sus acreedores. Evidentemente, si se lee la prensa europea e italiana, se tiene la impresión de que Varoufakis y Tsipras son unos semianalfabetos que no saben hacer siquiera una simple operación aritmética. «Faltan las cifras, faltan las estimaciones», se lamentarán los expertos del Euro Working Group, que sigue reuniéndose hasta llegar a un acuerdo. Los comentarios, siempre anónimos, sobre el desarrollo de las negociaciones, cuentan que «los griegos no están dispuestos a comprometerse en reformas».
Esta campaña denigratoria de la prensa no parece limitarse a su presa fácil, los lectores de Bild y del Corriere della Sera. Se cuenta que durante el primer encuentro entre Tsipras y Merkel en Berlín, el premier griego pudo hacerse por sí mismo una idea de hasta qué punto es profunda la desinformación. En un determinado momento, la canciller acusó a los griegos de «dedicar el 14% del PIB sólo a las pensiones». El ministro Nikos Pappas, mano derecha de Tsipras, parecía estupefacto: rebuscó entre sus papeles y sacó el informe de 2013 de la Tesorería del Estado: el gasto destinado a las pensiones no supera el 7% (en Italia en 2011 fue del 17%).
El 13 de abril el diario alemán FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung) llegó al extremo de escribir que el Director General de Ingresos Públicos del Ministerio de Economía griego, Nikos Theojarakis, se comportaba como un «taxista» que quería que le pagaran rápido, argumentando que las arcas del Estado griego se estaban quedando vacías. La respuesta de los acreedores fue que «quedaba amplio espacio fiscal sobre el que trabajar» de forma que Grecia pudiese cumplir con los compromisos derivados de la deuda (en ese momento eran 450 millones los que había que entregar al FMI). Varoufakis respondió al diario alemán con duras palabras. Pero probablemente lo que le chocaba era más el tono que la substancia. En efecto, todas estas acusaciones muestran cuál es el centro de las discusiones, las tristemente célebres «reformas». Que no son otras que los contenidos del correo electrónico a Harduvelis: los ajustes «técnicos» que se demandan con insistencia se refieren exactamente a este aspecto de la cuestión: si no aplicáis las medidas del correo electrónico, ¿cómo vais a hacer para pagar los 6.500 millones previstos? ¿Luchando contra la evasión fiscal?
En Atenas estas rigideces estaban ampliamente previstas. Lo que no se podía prever era el rechazo de Draghi a incluir también los bonos griegos en la flexibilización cuantitativa, como forma de asediar más estrechamente a los rebeldes de Atenas. Pero el asedio parece ir para largo y si Grecia tiene necesidad de liquidez inmediata, también los acreedores tienen plazos que se están acercando. Entre junio y julio, Atenas se verá obligada a pagar como porción de la deuda y los intereses de 19.000 a 22.000 millones.
Aunque la prensa europea lo desconozca, Tsipras no tiene intención alguna de contraer nuevas deudas para pagar las antiguas. Y ha repetido muchas veces, ayer incluso a Merkel, que a falta de recursos suficientes, daría prioridad a los pagos internos y no a la deuda. Después de tres meses en los que llevan echando un pulso, debería ser evidente que Tsipras habla en serio. Es hora de que alguien se lo explique a Schauble.
Dimitri Deliolanes, periodista griego radicado en Roma, es corresponsal de la ERT, la radiotelevisión helénica. En Italia ha publicado en los últimos años varios libros que describen con detalle la situación de su país; así, por ejemplo, Come la Grecia. Quando la crisi di una nazione diventa la crisi di un intero sistema (Fandango, 2011) y La sfida di Atene, Alexis Tsipras contro l´Europa dell´austerità (Fandango, 2015).
Dimitri Deliolanes · · · · ·
03/05/15
En septiembre del año pasado, el entonces ministro griego de Economía, Ghikas Harduvelis recibió un correo electrónico de la Troika que contenía un memorándum sobre las medidas ya acordadas con Atenas que debían aplicarse a lo largo de 2015. ¿Qué preveían estas medidas?
Que el superávit primario del Estado griego aumentase hasta llegar al 3,5%, es decir, 5.500 millones, de modo que pudiera remitirse una parte mayor a los intereses y pagos para saldar la deuda griega. Sobre el modo de obtener un rendimiento tan espectacular no había dudas: con nuevas medidas de austeridad. Se preveía un nuevo recorte de las pensiones, con el fin de rebajar la media de los actuales 450 euros a 360, y también otro a las complementarias: para festejar el Fin de Año, del 8%, y del 7% desde julio. Y se habría aumentado en dos años y medio la edad laboral para obtener una pensión.
El objetivo consistía en volver a igualar las pensiones, justo en el momento en que un cuarto de la población activa se encontraba desempleada.
La troika proponía además una generosa oleada de despidos de empleados del Estado (15.000), la abolición de todo derecho sindical en el sector privado y una nueva y masiva incursión fiscal: se preveía equiparar el IVA de las islas y el que está en vigor en el continente, aumentando el mínimo, del actual 6,5% al 13%. El anterior gobierno socialista de Yorgos Papandreu había dado la batalla en favor de esta exención.
Según los colaboradores del primer ministro, al inicio de 2011 algunos miembros de la Troika habían llegado a la conclusión de que estas 227 islas griegas suponían un coste insostenible para el país y proponían desocupar todas las de menos de 150 habitantes.
Al final, la idea pareció extravagante incluso en ese ámbito y así los isleños griegos no sólo salvaron su patria chica sino que consiguieron este pequeño privilegio que favorecía el desarrollo turístico. En el continente, todo el IVAs alicuota se habría tenido que unificar en torno al 18%, mientras que la tasa extraordinaria de solidaridad de 2010 se habría convertido en impuesto ordinario. ¿Por qué hablar entonces de esta triste arqueología neoliberal, en un momento en el que Hardouvelis se ha ido a su casa con toda la derecha griega? Mejor dicho, recientemente al pobre banquero y exministro le pillaron en flagrante delito tras exportar algunos milloncejos al exterior en 2012, poco antes de entrar en el ejecutivo.
Lo cierto es que este correo electrónico se encuentra en el centro de todas las negociaciones que se están desarrollando entre el gobierno griego y sus acreedores. Evidentemente, si se lee la prensa europea e italiana, se tiene la impresión de que Varoufakis y Tsipras son unos semianalfabetos que no saben hacer siquiera una simple operación aritmética. «Faltan las cifras, faltan las estimaciones», se lamentarán los expertos del Euro Working Group, que sigue reuniéndose hasta llegar a un acuerdo. Los comentarios, siempre anónimos, sobre el desarrollo de las negociaciones, cuentan que «los griegos no están dispuestos a comprometerse en reformas».
Esta campaña denigratoria de la prensa no parece limitarse a su presa fácil, los lectores de Bild y del Corriere della Sera. Se cuenta que durante el primer encuentro entre Tsipras y Merkel en Berlín, el premier griego pudo hacerse por sí mismo una idea de hasta qué punto es profunda la desinformación. En un determinado momento, la canciller acusó a los griegos de «dedicar el 14% del PIB sólo a las pensiones». El ministro Nikos Pappas, mano derecha de Tsipras, parecía estupefacto: rebuscó entre sus papeles y sacó el informe de 2013 de la Tesorería del Estado: el gasto destinado a las pensiones no supera el 7% (en Italia en 2011 fue del 17%).
El 13 de abril el diario alemán FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung) llegó al extremo de escribir que el Director General de Ingresos Públicos del Ministerio de Economía griego, Nikos Theojarakis, se comportaba como un «taxista» que quería que le pagaran rápido, argumentando que las arcas del Estado griego se estaban quedando vacías. La respuesta de los acreedores fue que «quedaba amplio espacio fiscal sobre el que trabajar» de forma que Grecia pudiese cumplir con los compromisos derivados de la deuda (en ese momento eran 450 millones los que había que entregar al FMI). Varoufakis respondió al diario alemán con duras palabras. Pero probablemente lo que le chocaba era más el tono que la substancia. En efecto, todas estas acusaciones muestran cuál es el centro de las discusiones, las tristemente célebres «reformas». Que no son otras que los contenidos del correo electrónico a Harduvelis: los ajustes «técnicos» que se demandan con insistencia se refieren exactamente a este aspecto de la cuestión: si no aplicáis las medidas del correo electrónico, ¿cómo vais a hacer para pagar los 6.500 millones previstos? ¿Luchando contra la evasión fiscal?
En Atenas estas rigideces estaban ampliamente previstas. Lo que no se podía prever era el rechazo de Draghi a incluir también los bonos griegos en la flexibilización cuantitativa, como forma de asediar más estrechamente a los rebeldes de Atenas. Pero el asedio parece ir para largo y si Grecia tiene necesidad de liquidez inmediata, también los acreedores tienen plazos que se están acercando. Entre junio y julio, Atenas se verá obligada a pagar como porción de la deuda y los intereses de 19.000 a 22.000 millones.
Aunque la prensa europea lo desconozca, Tsipras no tiene intención alguna de contraer nuevas deudas para pagar las antiguas. Y ha repetido muchas veces, ayer incluso a Merkel, que a falta de recursos suficientes, daría prioridad a los pagos internos y no a la deuda. Después de tres meses en los que llevan echando un pulso, debería ser evidente que Tsipras habla en serio. Es hora de que alguien se lo explique a Schauble.
Dimitri Deliolanes, periodista griego radicado en Roma, es corresponsal de la ERT, la radiotelevisión helénica. En Italia ha publicado en los últimos años varios libros que describen con detalle la situación de su país; así, por ejemplo, Come la Grecia. Quando la crisi di una nazione diventa la crisi di un intero sistema (Fandango, 2011) y La sfida di Atene, Alexis Tsipras contro l´Europa dell´austerità (Fandango, 2015).