Estás en desacuerdo con el Voto Electrónico, pero todavía no lo sabés o no te diste cuenta.
El 20 de Octubre de 2016, de madrugada, se aprobó en Diputados un proyecto de Ley de “Reforma Electoral” (Expediente 18-PE-16) que -entre otras cosas- propone la adopción de Voto Electrónico (o Boleta Única Electrónica, al margen de las supuestas diferencias entre estos dos conceptos). La discusión se trasladó al Senado, donde actualmente se encuentra en tratamiento. El debate sobre el Voto Electrónico parece ser una disputa entre dos grupos: aquellos que saben de qué se trata la cosa, pero evidentemente fallan (fallamos) en comunicarla adecuadamente y aquellos a quienes no les importa saber. En el medio, la gran mayoría de los ciudadanos de a pie poseen la doble característica de estar fuera del grupo de interés y dentro del grupo de afectados directos de las potenciales consecuencias de esta inclusión en el proceso eleccionario.
Es fácil explicar de qué se trata el Voto Electrónico. Es el agregado de métodos electrónicos a alguno de los pasos del proceso eleccionario: instrumentación, distribución, emisión, recolección y recuento de votos. No más que eso.
Es tan fácil de explicarlo como difícil de implementarlo de forma tal que garantice las características deseadas: que el voto sea fidedigno, único y secreto. El riesgo de no hacerlo es impactar en el acto eleccionario, y con ello en la democracia. Pero, ¿estamos dispuestos a aceptarlo?
Además de esto, deseamos otra característica por la cual esta dificultad pasa a ser imposibilidad: que una persona sin conocimientos técnicos pueda asegurarse, validar o auditar que el proceso se desarrolla con normalidad.
A modo de ejemplo comparemos una misma situación:
el presidente de mesa verifica que la urna esté vacía. Para el caso de las elecciones en papel, abre la urna, mira y verifica que no haya ningún papel o sobre dentro de ella. Para el caso de elecciones con voto electrónico, por ejemplo se inscribe en una carrera de grado para el estudio y a los 5 años de esfuerzo declama (como lo hizo y lo hace la gran mayoría de integrantes del colectivo de las ciencias de la computación) que no tiene los elementos suficientes para determinarlo.
Para dar un poco más de detalles es suficiente tomar como propias las palabras de Daniel Penazzi, Dr. en Matemáticas y especialista en Criptografía, quien expusiera en el Plenario de Comisiones sobre la Reforma Electoral [1].
Hay dos grandes grupos de sistemas de voto electrónico, dependiendo si la generación y el conteo de votos se encuentren o no en la misma máquina.
Los sistemas llamados “de registro directo” o DRE (Direct Recording Electronics) generan y cuentan los votos, y son los más criticados históricamente, no solo por las vulnerabilidades propias de cualquier sistema, sino por la dificultad de garantizar el secreto del voto, tanto en términos técnicos como para el mismo votante.
Los sistemas “de registro indirecto” o IRE (Indirect Recording Electronics) imprimen un voto que se deposita (bien por la misma máquina o por el elector) en una urna. Las críticas a este tipo de sistemas excluyen al secreto del voto, pero no a la integridad y verificabilidad del sistema, y por lo tanto de la voluntad popular.
Para el caso particular del proyecto de ley tratado, se destacan la contradicción sobre cuál de estos grupos de voto electrónico se pretende implementar (el artículo 15 -DRE- y los artículos 31, 33, 37 y 38 -IRE-) y no dejan explícito la necesidad de que no queden registros de lo que votó cada uno de los electores.
El 26 de Septiembre de 1983, el software de un satélite ruso identifica la reflexión del sol en las nubes como 5 misiles nucleares provenientes de Estados Unidos. El oficial de servicio, afortunadamente, estima que es una falsa alarma (“no creí que un ataque lo hicieran solo con 5 misiles”) [2].
Entre 1985 y 1987, mueren al menos 3 pacientes del Therac-25, una máquina de radioterapia, por recibir radiación 100 veces más alta que la esperada, producto de un mal funcionamiento comúnmente conocido como “condición de carrera” o “race condition” [3].
El cohete Ariane 5, en el año 1996, se autodestruyó por una conversión errónea de la representación de la velocidad lateral de la nave, lo que provocó que tanto su sistema principal como el sistema redundante fallaran [4].
A mi tía Piera, el viernes pasado, no le reimprimieron la deuda de Comercio e Industria en la Municipalidad (cuya web a las 19 horas ya informa que no puede operar hasta el día siguiente) porque “se cayó el sistema”.
El software habitualmente se construye a través de buenas voluntades, prácticas profesionales razonables, cohesión entre los miembros de los equipos de trabajo, procesos definidos y revisados y, fundamentalmente, sin malicia aparente. Y falla. Los sistemas y programas de computadoras fallaron, fallan y seguirán fallando.
Si vamos un poco más allá, y hablamos de sistemas que requieren de condiciones de seguridad, la cuestión es aún más sensible. En términos concretos, podemos demostrar que una condición de seguridad es necesaria, pero lamentablemente no podemos demostrar que es suficiente para salvar el problema subyacente.
Agreguémosle ahora una nueva variable: la intención, el interés oculto o el poder. Si difícil (¿imposible?) es hacer las cosas bien cuando todos los patitos están alineados, imaginémonos lo que sería con esta nueva variable. Y lo peor de todo esto es que nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos del otro lado del mostrador. Del lado del mostrador del usuario, de aquel que al sistema lo usa como herramienta, como canal, y que no necesariamente tiene, por capacidad o por acceso, las vías suficiente no ya para asegurarse, sino siquiera para tener una mínima confianza en que lo que está haciendo se acerca a su voluntad de hacer.
El proyecto de ley que se aprobó en Diputados, trata de (entre otras cosas) agregarle software al proceso electoral. Al fin y al cabo sólo está en juego nuestra democracia. ¿Qué puede llegar a salir mal?
Igualmente, y para dejarlos tranquilos, se transcribe una parte del debate en diputados antes de la votación [7]:
Ciciliani: Señor presidente: solo para ordenar el debate y cerrar la votación, queremos proponer un artículo nuevo a las disposiciones transitorias, que diga lo siguiente: ‘En caso de que el sistema de votación previsto en la presente ley por cualquier motivo no pudiera implementarse en todo o en parte del territorio nacional, será de aplicación el sistema de boleta única impresa en formato papel quedando facultada la Cámara Nacional Electoral para diseñar los lineamientos de conformidad con los principios contenidos en la presente ley.’
Monzó: Tiene la palabra el señor diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Tonelli: Señor presidente: como estamos seguros de que el sistema no va a fallar, no aceptamos la modificación.
Además de esto, el proyecto incluye nuevos delitos relacionados a las implementaciones de Voto Electrónico, una clara muestra de que hay con ello nuevas amenazas que necesitan ser resguardadas.
En el medio de una sociedad desinteresada, y con los especialistas en contra de la implementación de cualquier tipo de Voto Electrónico, no queda claro qué intereses lo explican, pero hay varios sospechosos: “Estar en la onda”. Muchos países han pasado por esta experiencia, y sólo una gran minoría actualmente lo usa: Estado Unidos, para una parte de sus estados, Venezuela, India, Bélgica, Brasil y Estonia (sólo para voto anticipado). La experiencia en otros países, si es un argumento a favor, debería empezar a asustarnos. Austria hizo una prueba piloto y nunca lo implementó. Bulgaria y Alemania lo declararon inconstitucional. Holanda anuló las certificaciones de máquinas electrónicas y desde 2008 vota nuevamente en papel. Irlanda compró las máquinas pero nunca hizo una elección. En Brasil se reveló la posibilidad de reconstruir la secuencia de votos a partir de una mala implementación de un algoritmo criptográfico. Sumémosle también las declaraciones de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, el 17 de mayo de 2013, en el contexto de la brecha que existió entre los partidos en las elecciones del 14 de abril anterior: -900.000 compatriotas… 900.000, ya los tenemos, con Cédula de Identidad y todo… y eso significó que la brecha fuera más corta-[5]. Más allá de esta desafortunada frase, se advierte el peligro de no saber si esto es cierto o no. “Rapido y furi… moderno”. Se dice que el sistema electoral actual está obsoleto y que hay que hacerlo más rápido y moderno. La palabra “moderno” es confusa en este contexto, así que mejor lo dejamos pasar, aunque desde 1960 tenemos Voto Electrónico “disponible”. Si lo que preocupa es la velocidad, considerar el Voto Electrónico para resolverlo, quizá no es un paso inteligente. La Dra. Delia Ferreira Rubio analizó la “velocidad” de la elección en CABA con Voto Electrónico y en Córdoba con Boleta Única de Papel (05/07/2015) con resultados llamativamente similares en términos de avance de escrutinio (no quizá al comienzo pero sí ya avanzado el mismo). Si queremos rapidez y modernidad, una mejor idea sería proponer la derogación de la Ley Sáenz Peña. Suerte con ello. “Ser verde”. Hay quienes argumentan que es más ecológico. Mauricio Macri entre ellos[6]. Quizá lo importante sea el hecho de se imprime menos papel. Se “imprimirán” en vez unas 95000 máquinas de voto electrónico, con sus integrados, cables, baterías, etc. Además se imprimirán al menos 40 millones de boletas (en caso de las experiencias de Salta y CABA) con sus chips. ¿Es esto realmente un argumento sólido? Sin contar que el papel es menos obsoleto que las máquinas. ¿Cuánto puede durar una máquina antes de que necesite ser reemplazada por otra tecnología para seguir “siendo modernos”? Pensemos mínimamente cada cuánto cambiamos nuestras computadoras, celulares o televisores. “Hay robo, cadena y vincha”. Otro argumento, quizá el más interesante, es que el Voto Electrónico evitaría el fraude, por ejemplo a través del voto en cadena o robo de boletas. En este punto hay varias cosas para agregar: en primer lugar, se cuenta con una herramienta para un fraude masivo (a mayor escala y posiblemente más sencillo y barato), ya que deja de ser necesaria una estructura multitudinal y federal para ser necesaria una minoría con determinados conocimientos, estudios o accesos a sistemas. El voto en cadena, para la implementación de la Boleta Única Electrónica que se utilizó en CABA, no se evita, tal como lo demostró Javier Smaldone a través de una aplicación para celular desarrollada para tal fin. El robo de boletas sí es algo que se puede evitar con el Voto Electrónico. ¿Vale el beneficio todo este costo? ¿Hay alternativas para cumplir el mismo propósito? En definitiva, las sospechas apuntan que como sociedad no estamos impulsando ni deseando el voto electrónico.
Seamos por un momento más optimistas. Digamos que se construye un software y que se lo deja auditar por un tiempo, antes de usarlo. Esto pasó en la CABA, donde la UBA realizó una auditoría del sistema antes de las elecciones. Un tiempo después, el domicilio de Joaquín Sorianello (ya sobreseído) fue allanado por una investigación que se abrió en su contra por haber avisado (sí, leyó bien) de una vulnerabilidad en el sistema de votación a la empresa MSA (Magic Software Argentina). Más adelante, se descubrieron formas de votar más de una vez con una misma boleta [8].
Pero supongamos por un momento que es posible construir un software que sea 100% seguro y auditar una máquina para que lo ejecute. ¿Cómo nos aseguramos de que es el mismo software el que se corre en todas las máquinas de la elección?
Supongamos que esto también es posible de implementar, ¿Cómo sabemos que todas las máquinas de la elección son iguales a la auditada?
Supongamos que esto también fuera posible, ¿Cómo se resuelven los problemas de una elección ajenos a máquina y programa? ¿Cómo se resuelven los sabotajes? ¿Qué pasaría con los cortes de energía, los malfuncionamientos de baterías, los ataques de terceros maliciosos, cortes de fibra óptica, etc. ¿Se puede lograr una población capacitada para estos problemas?
Cualquier ciudadano debe poder controlar los distintos momentos del proceso eleccionario y poder determinar el resultado de la elección con un alto grado de confianza y sin conocimientos técnicos especiales, sino corremos el peligro de restringir la fiscalización a un determinado sector de la población (sector que, como ya dijimos, está en contra del Voto Electrónico).
Como dato curioso extra, se emplean a aproximadamente 80.000 profesionales de ciencias de la computación en el país, versus las 95.000 mesas aproximadamente en elecciones nacionales.
Más allá de estos ideales y problemas, también están los efectos de la “ingeniería social”. Con Voto Electrónico, será muy difícil o imposible saber si las siguientes frases son o pueden ser verdad: “Tengo una aplicación que detecta a quién votaste”, “Tengo el DNI de todos lo que no me votaron”, “Votás a Marisa Macra pero el sistema le da el voto a Mago Sindientes”.
Para finalizar, una buena idea sería considerar la implementación del proceso eleccionario a través de Boleta Única de Papel y asistencia electrónica al momento del escrutinio y transferencia de datos. Esto es, una boleta (que contiene a todos los candidatos o votos posibles) que entrega el presidente de mesa al elector, quien marca el voto deseado (con un sello o una lapicera), dobla (o pone en un sobre) y deposita en la urna. Y ayuda electrónica (bien a través de algún dispositivo como una tablet, o a través de scanners con software de reconocimiento de marcas) para mejorar la velocidad del recuento de votos, y el posterior envío de la información a los centros de cómputos y la verificación de actas contra resultados por parte de cualquier ciudadano.
Esta idea no es innovadora: nuestra provincia de Córdoba utiliza ya la Boleta Única de Papel para sus elecciones y además hay sistemas de conteo digital desarrollado por profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba. Y ya se han implementado algunos sistemas que permiten la fiscalización on line del ciudadano.
No al Voto Electrónico.
El 20 de Octubre de 2016, de madrugada, se aprobó en Diputados un proyecto de Ley de “Reforma Electoral” (Expediente 18-PE-16) que -entre otras cosas- propone la adopción de Voto Electrónico (o Boleta Única Electrónica, al margen de las supuestas diferencias entre estos dos conceptos). La discusión se trasladó al Senado, donde actualmente se encuentra en tratamiento. El debate sobre el Voto Electrónico parece ser una disputa entre dos grupos: aquellos que saben de qué se trata la cosa, pero evidentemente fallan (fallamos) en comunicarla adecuadamente y aquellos a quienes no les importa saber. En el medio, la gran mayoría de los ciudadanos de a pie poseen la doble característica de estar fuera del grupo de interés y dentro del grupo de afectados directos de las potenciales consecuencias de esta inclusión en el proceso eleccionario.
Es fácil explicar de qué se trata el Voto Electrónico. Es el agregado de métodos electrónicos a alguno de los pasos del proceso eleccionario: instrumentación, distribución, emisión, recolección y recuento de votos. No más que eso.
Es tan fácil de explicarlo como difícil de implementarlo de forma tal que garantice las características deseadas: que el voto sea fidedigno, único y secreto. El riesgo de no hacerlo es impactar en el acto eleccionario, y con ello en la democracia. Pero, ¿estamos dispuestos a aceptarlo?
Además de esto, deseamos otra característica por la cual esta dificultad pasa a ser imposibilidad: que una persona sin conocimientos técnicos pueda asegurarse, validar o auditar que el proceso se desarrolla con normalidad.
A modo de ejemplo comparemos una misma situación:
el presidente de mesa verifica que la urna esté vacía. Para el caso de las elecciones en papel, abre la urna, mira y verifica que no haya ningún papel o sobre dentro de ella. Para el caso de elecciones con voto electrónico, por ejemplo se inscribe en una carrera de grado para el estudio y a los 5 años de esfuerzo declama (como lo hizo y lo hace la gran mayoría de integrantes del colectivo de las ciencias de la computación) que no tiene los elementos suficientes para determinarlo.
Para dar un poco más de detalles es suficiente tomar como propias las palabras de Daniel Penazzi, Dr. en Matemáticas y especialista en Criptografía, quien expusiera en el Plenario de Comisiones sobre la Reforma Electoral [1].
Hay dos grandes grupos de sistemas de voto electrónico, dependiendo si la generación y el conteo de votos se encuentren o no en la misma máquina.
Los sistemas llamados “de registro directo” o DRE (Direct Recording Electronics) generan y cuentan los votos, y son los más criticados históricamente, no solo por las vulnerabilidades propias de cualquier sistema, sino por la dificultad de garantizar el secreto del voto, tanto en términos técnicos como para el mismo votante.
Los sistemas “de registro indirecto” o IRE (Indirect Recording Electronics) imprimen un voto que se deposita (bien por la misma máquina o por el elector) en una urna. Las críticas a este tipo de sistemas excluyen al secreto del voto, pero no a la integridad y verificabilidad del sistema, y por lo tanto de la voluntad popular.
Para el caso particular del proyecto de ley tratado, se destacan la contradicción sobre cuál de estos grupos de voto electrónico se pretende implementar (el artículo 15 -DRE- y los artículos 31, 33, 37 y 38 -IRE-) y no dejan explícito la necesidad de que no queden registros de lo que votó cada uno de los electores.
El 26 de Septiembre de 1983, el software de un satélite ruso identifica la reflexión del sol en las nubes como 5 misiles nucleares provenientes de Estados Unidos. El oficial de servicio, afortunadamente, estima que es una falsa alarma (“no creí que un ataque lo hicieran solo con 5 misiles”) [2].
Entre 1985 y 1987, mueren al menos 3 pacientes del Therac-25, una máquina de radioterapia, por recibir radiación 100 veces más alta que la esperada, producto de un mal funcionamiento comúnmente conocido como “condición de carrera” o “race condition” [3].
El cohete Ariane 5, en el año 1996, se autodestruyó por una conversión errónea de la representación de la velocidad lateral de la nave, lo que provocó que tanto su sistema principal como el sistema redundante fallaran [4].
A mi tía Piera, el viernes pasado, no le reimprimieron la deuda de Comercio e Industria en la Municipalidad (cuya web a las 19 horas ya informa que no puede operar hasta el día siguiente) porque “se cayó el sistema”.
El software habitualmente se construye a través de buenas voluntades, prácticas profesionales razonables, cohesión entre los miembros de los equipos de trabajo, procesos definidos y revisados y, fundamentalmente, sin malicia aparente. Y falla. Los sistemas y programas de computadoras fallaron, fallan y seguirán fallando.
Si vamos un poco más allá, y hablamos de sistemas que requieren de condiciones de seguridad, la cuestión es aún más sensible. En términos concretos, podemos demostrar que una condición de seguridad es necesaria, pero lamentablemente no podemos demostrar que es suficiente para salvar el problema subyacente.
Agreguémosle ahora una nueva variable: la intención, el interés oculto o el poder. Si difícil (¿imposible?) es hacer las cosas bien cuando todos los patitos están alineados, imaginémonos lo que sería con esta nueva variable. Y lo peor de todo esto es que nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos del otro lado del mostrador. Del lado del mostrador del usuario, de aquel que al sistema lo usa como herramienta, como canal, y que no necesariamente tiene, por capacidad o por acceso, las vías suficiente no ya para asegurarse, sino siquiera para tener una mínima confianza en que lo que está haciendo se acerca a su voluntad de hacer.
El proyecto de ley que se aprobó en Diputados, trata de (entre otras cosas) agregarle software al proceso electoral. Al fin y al cabo sólo está en juego nuestra democracia. ¿Qué puede llegar a salir mal?
Igualmente, y para dejarlos tranquilos, se transcribe una parte del debate en diputados antes de la votación [7]:
Ciciliani: Señor presidente: solo para ordenar el debate y cerrar la votación, queremos proponer un artículo nuevo a las disposiciones transitorias, que diga lo siguiente: ‘En caso de que el sistema de votación previsto en la presente ley por cualquier motivo no pudiera implementarse en todo o en parte del territorio nacional, será de aplicación el sistema de boleta única impresa en formato papel quedando facultada la Cámara Nacional Electoral para diseñar los lineamientos de conformidad con los principios contenidos en la presente ley.’
Monzó: Tiene la palabra el señor diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Tonelli: Señor presidente: como estamos seguros de que el sistema no va a fallar, no aceptamos la modificación.
Además de esto, el proyecto incluye nuevos delitos relacionados a las implementaciones de Voto Electrónico, una clara muestra de que hay con ello nuevas amenazas que necesitan ser resguardadas.
En el medio de una sociedad desinteresada, y con los especialistas en contra de la implementación de cualquier tipo de Voto Electrónico, no queda claro qué intereses lo explican, pero hay varios sospechosos: “Estar en la onda”. Muchos países han pasado por esta experiencia, y sólo una gran minoría actualmente lo usa: Estado Unidos, para una parte de sus estados, Venezuela, India, Bélgica, Brasil y Estonia (sólo para voto anticipado). La experiencia en otros países, si es un argumento a favor, debería empezar a asustarnos. Austria hizo una prueba piloto y nunca lo implementó. Bulgaria y Alemania lo declararon inconstitucional. Holanda anuló las certificaciones de máquinas electrónicas y desde 2008 vota nuevamente en papel. Irlanda compró las máquinas pero nunca hizo una elección. En Brasil se reveló la posibilidad de reconstruir la secuencia de votos a partir de una mala implementación de un algoritmo criptográfico. Sumémosle también las declaraciones de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, el 17 de mayo de 2013, en el contexto de la brecha que existió entre los partidos en las elecciones del 14 de abril anterior: -900.000 compatriotas… 900.000, ya los tenemos, con Cédula de Identidad y todo… y eso significó que la brecha fuera más corta-[5]. Más allá de esta desafortunada frase, se advierte el peligro de no saber si esto es cierto o no. “Rapido y furi… moderno”. Se dice que el sistema electoral actual está obsoleto y que hay que hacerlo más rápido y moderno. La palabra “moderno” es confusa en este contexto, así que mejor lo dejamos pasar, aunque desde 1960 tenemos Voto Electrónico “disponible”. Si lo que preocupa es la velocidad, considerar el Voto Electrónico para resolverlo, quizá no es un paso inteligente. La Dra. Delia Ferreira Rubio analizó la “velocidad” de la elección en CABA con Voto Electrónico y en Córdoba con Boleta Única de Papel (05/07/2015) con resultados llamativamente similares en términos de avance de escrutinio (no quizá al comienzo pero sí ya avanzado el mismo). Si queremos rapidez y modernidad, una mejor idea sería proponer la derogación de la Ley Sáenz Peña. Suerte con ello. “Ser verde”. Hay quienes argumentan que es más ecológico. Mauricio Macri entre ellos[6]. Quizá lo importante sea el hecho de se imprime menos papel. Se “imprimirán” en vez unas 95000 máquinas de voto electrónico, con sus integrados, cables, baterías, etc. Además se imprimirán al menos 40 millones de boletas (en caso de las experiencias de Salta y CABA) con sus chips. ¿Es esto realmente un argumento sólido? Sin contar que el papel es menos obsoleto que las máquinas. ¿Cuánto puede durar una máquina antes de que necesite ser reemplazada por otra tecnología para seguir “siendo modernos”? Pensemos mínimamente cada cuánto cambiamos nuestras computadoras, celulares o televisores. “Hay robo, cadena y vincha”. Otro argumento, quizá el más interesante, es que el Voto Electrónico evitaría el fraude, por ejemplo a través del voto en cadena o robo de boletas. En este punto hay varias cosas para agregar: en primer lugar, se cuenta con una herramienta para un fraude masivo (a mayor escala y posiblemente más sencillo y barato), ya que deja de ser necesaria una estructura multitudinal y federal para ser necesaria una minoría con determinados conocimientos, estudios o accesos a sistemas. El voto en cadena, para la implementación de la Boleta Única Electrónica que se utilizó en CABA, no se evita, tal como lo demostró Javier Smaldone a través de una aplicación para celular desarrollada para tal fin. El robo de boletas sí es algo que se puede evitar con el Voto Electrónico. ¿Vale el beneficio todo este costo? ¿Hay alternativas para cumplir el mismo propósito? En definitiva, las sospechas apuntan que como sociedad no estamos impulsando ni deseando el voto electrónico.
Seamos por un momento más optimistas. Digamos que se construye un software y que se lo deja auditar por un tiempo, antes de usarlo. Esto pasó en la CABA, donde la UBA realizó una auditoría del sistema antes de las elecciones. Un tiempo después, el domicilio de Joaquín Sorianello (ya sobreseído) fue allanado por una investigación que se abrió en su contra por haber avisado (sí, leyó bien) de una vulnerabilidad en el sistema de votación a la empresa MSA (Magic Software Argentina). Más adelante, se descubrieron formas de votar más de una vez con una misma boleta [8].
Pero supongamos por un momento que es posible construir un software que sea 100% seguro y auditar una máquina para que lo ejecute. ¿Cómo nos aseguramos de que es el mismo software el que se corre en todas las máquinas de la elección?
Supongamos que esto también es posible de implementar, ¿Cómo sabemos que todas las máquinas de la elección son iguales a la auditada?
Supongamos que esto también fuera posible, ¿Cómo se resuelven los problemas de una elección ajenos a máquina y programa? ¿Cómo se resuelven los sabotajes? ¿Qué pasaría con los cortes de energía, los malfuncionamientos de baterías, los ataques de terceros maliciosos, cortes de fibra óptica, etc. ¿Se puede lograr una población capacitada para estos problemas?
Cualquier ciudadano debe poder controlar los distintos momentos del proceso eleccionario y poder determinar el resultado de la elección con un alto grado de confianza y sin conocimientos técnicos especiales, sino corremos el peligro de restringir la fiscalización a un determinado sector de la población (sector que, como ya dijimos, está en contra del Voto Electrónico).
Como dato curioso extra, se emplean a aproximadamente 80.000 profesionales de ciencias de la computación en el país, versus las 95.000 mesas aproximadamente en elecciones nacionales.
Más allá de estos ideales y problemas, también están los efectos de la “ingeniería social”. Con Voto Electrónico, será muy difícil o imposible saber si las siguientes frases son o pueden ser verdad: “Tengo una aplicación que detecta a quién votaste”, “Tengo el DNI de todos lo que no me votaron”, “Votás a Marisa Macra pero el sistema le da el voto a Mago Sindientes”.
Para finalizar, una buena idea sería considerar la implementación del proceso eleccionario a través de Boleta Única de Papel y asistencia electrónica al momento del escrutinio y transferencia de datos. Esto es, una boleta (que contiene a todos los candidatos o votos posibles) que entrega el presidente de mesa al elector, quien marca el voto deseado (con un sello o una lapicera), dobla (o pone en un sobre) y deposita en la urna. Y ayuda electrónica (bien a través de algún dispositivo como una tablet, o a través de scanners con software de reconocimiento de marcas) para mejorar la velocidad del recuento de votos, y el posterior envío de la información a los centros de cómputos y la verificación de actas contra resultados por parte de cualquier ciudadano.
Esta idea no es innovadora: nuestra provincia de Córdoba utiliza ya la Boleta Única de Papel para sus elecciones y además hay sistemas de conteo digital desarrollado por profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba. Y ya se han implementado algunos sistemas que permiten la fiscalización on line del ciudadano.
No al Voto Electrónico.