Con motivo del 30 aniversario de la guerra por Malvinas, Channel 5 de Londres difundió un documental titulado “The Great Falklands Gamble: Revealed”, que incluye imágenes y testimonios inéditos sobre el conflicto. Su tesis central es que Argentina pudo haber entonces ganado la guerra y que si no lo hizo fue por una combinación de mala suerte y una artillería y munición con fallas . El documental, dirigido por el inglés Mark Fielder, de acuerdo a la crónica del diario Daily Telegraph , argumenta que seis buques británicos fueron blanco de bombas argentinas que no detonaron, las que si hubieran explotado, la campaña británica habría sido derrotada de inmediato.
En mi opinión, este tipo de teoría confunde datos del plano táctico -las operaciones militares concretas- con los del estratégico -la relación de fuerzas y las capacidad que a la larga o a la corta definen el resultado de un conflicto, como fue el potencial de los aliados en ambas guerras mundiales-.
Nada es imposible en la guerra, pero hay relaciones de fuerzas que por lo general definen resultados.
De haber tenido los argentinos más éxitos tácticos, es posible que la guerra se hubiera prolongado, pero no tenido un final distinto.
La primera razón de ello es que habría entrado en juego la credibilidad de la OTAN. Si Argentina derrotaba a la segunda potencia militar de la Alianza Atlántica, la estrategia de disuasión que implicaba su superioridad sobre el Pacto de Varsovia hubiera sufrido un duro revés. Por ello, EE.UU. apoyó militarmente a los británicos y lo hubiera seguido haciendo. Es más, este fue el argumento con el cual el entonces jefe del Pentágono (Weimberger) convenció a Ronald Reagan de apoyar militarmente al Reino Unido, a lo que era inicialmente reticente.
La segunda es que tratándose de un teatro de operaciones aeronaval, quien domina el mar y el aire más tarde o más temprano gana la guerra.
A partir del hundimiento del Crucero General Belgrano, la flota británica había quedado dueña del mar y ello limitaba el abastecimiento de las islas, crucial para las fuerzas argentinas. Uno o dos buques hundidos más no hubieran cambiado esta situación. El agotamiento de los recursos de la Fuerza Aérea Argentina terminó dando también el dominio del aire a los británicos. Dicho dominio podía haberse demorado, pero más tarde o más temprano se hubiera dado pese al coraje y la competencia de los pilotos argentinos.
La tercera es la característica de los británicos de no ceder frente a las dificultades, sino todo lo contrario. La tenacidad y la persistencia es una de sus características, muy bien representada por Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial, y en consecuencia seguramente el gobierno de Margaret Thatcher hubiera persistido, aunque la guerra hubiera implicado varios meses más. En última instancia, para comienzos de junio las tropas argentinas de las islas habían quedado aisladas del continente, mientras que las británicas no.
En conclusión, más allá de que Argentina hubiera obtenido algunos éxitos tácticos más, el desenlace de la guerra podía haberse prolongado días, semanas o incluso meses más, pero la relación de fuerzas en lo estratégico definió el resultado desde que EE.UU. decidió apoyar militarmente al Reino Unido.
En mi opinión, este tipo de teoría confunde datos del plano táctico -las operaciones militares concretas- con los del estratégico -la relación de fuerzas y las capacidad que a la larga o a la corta definen el resultado de un conflicto, como fue el potencial de los aliados en ambas guerras mundiales-.
Nada es imposible en la guerra, pero hay relaciones de fuerzas que por lo general definen resultados.
De haber tenido los argentinos más éxitos tácticos, es posible que la guerra se hubiera prolongado, pero no tenido un final distinto.
La primera razón de ello es que habría entrado en juego la credibilidad de la OTAN. Si Argentina derrotaba a la segunda potencia militar de la Alianza Atlántica, la estrategia de disuasión que implicaba su superioridad sobre el Pacto de Varsovia hubiera sufrido un duro revés. Por ello, EE.UU. apoyó militarmente a los británicos y lo hubiera seguido haciendo. Es más, este fue el argumento con el cual el entonces jefe del Pentágono (Weimberger) convenció a Ronald Reagan de apoyar militarmente al Reino Unido, a lo que era inicialmente reticente.
La segunda es que tratándose de un teatro de operaciones aeronaval, quien domina el mar y el aire más tarde o más temprano gana la guerra.
A partir del hundimiento del Crucero General Belgrano, la flota británica había quedado dueña del mar y ello limitaba el abastecimiento de las islas, crucial para las fuerzas argentinas. Uno o dos buques hundidos más no hubieran cambiado esta situación. El agotamiento de los recursos de la Fuerza Aérea Argentina terminó dando también el dominio del aire a los británicos. Dicho dominio podía haberse demorado, pero más tarde o más temprano se hubiera dado pese al coraje y la competencia de los pilotos argentinos.
La tercera es la característica de los británicos de no ceder frente a las dificultades, sino todo lo contrario. La tenacidad y la persistencia es una de sus características, muy bien representada por Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial, y en consecuencia seguramente el gobierno de Margaret Thatcher hubiera persistido, aunque la guerra hubiera implicado varios meses más. En última instancia, para comienzos de junio las tropas argentinas de las islas habían quedado aisladas del continente, mientras que las británicas no.
En conclusión, más allá de que Argentina hubiera obtenido algunos éxitos tácticos más, el desenlace de la guerra podía haberse prolongado días, semanas o incluso meses más, pero la relación de fuerzas en lo estratégico definió el resultado desde que EE.UU. decidió apoyar militarmente al Reino Unido.