A principios de año, en Mar del Plata, Scioli y Macri concretaron un desafío futbolístico. La Ñata, el equipo de Scioli, le ganó 10 a 5 al del PRO. La foto de ambos mandatarios fue el puntapié inicial de la temporada política veraniega. Algunos leyeron en esos pelotazos el germen de una futura alianza.
También al calor del verano, pero en las sierras cordobesas, el delasotismo empezó a trazar su estrategia frente a una agenda controversial con la Casa Rosada, con la disputa por el financiamiento jubilatorio como eje. José Manuel de la Sota se reunió con su par de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti.
Una agenda común de reclamos, de neto perfil federal, se pensó que podría ser en un principio un atractivo polo para sumar otros mandatarios.
Con el correr de los meses, las crecientes tensiones entre el kirchnerismo y el sciolismo fueron seguidas con atención desde Córdoba.
Ayer, con las declaraciones de Scioli en referencia a darle su apoyo a Cristina Fernández en el caso de que una reforma constitucional le habilitara otro mandato, quedó claro que el mandatario bonaerense no está dispuesto a construir políticas con los pies fuera del plato kirchnerista. “Formo parte del equipo que ella lidera, el que viene trayendo grandes soluciones y cambios”, privilegió Scioli. De la Sota no forma parte de ese equipo.
Bonfatti (y el Frente Amplio Progresista) puede compartir parte de una agenda con el peronismo de De la Sota, pero cuesta creer que de allí, políticamente, trascienda algo más.
Para Macri, el picado del verano quedó lejos. Ayer, el jefe de Gobierno porteño reconoció que Scioli “está en un lugar donde no lo quieren, él es kirchnerista”.
A Macri le está costando ampliar su base. A De la Sota, pareciera que también: los gobernadores aliados del kirchnerismo o no dijeron nada o criticaron su decisión de patear el tablero de los aportes federales. La construcción fuera del mundo K sigue siendo un desafío difícil de resolver.
También al calor del verano, pero en las sierras cordobesas, el delasotismo empezó a trazar su estrategia frente a una agenda controversial con la Casa Rosada, con la disputa por el financiamiento jubilatorio como eje. José Manuel de la Sota se reunió con su par de Santa Fe, el socialista Antonio Bonfatti.
Una agenda común de reclamos, de neto perfil federal, se pensó que podría ser en un principio un atractivo polo para sumar otros mandatarios.
Con el correr de los meses, las crecientes tensiones entre el kirchnerismo y el sciolismo fueron seguidas con atención desde Córdoba.
Ayer, con las declaraciones de Scioli en referencia a darle su apoyo a Cristina Fernández en el caso de que una reforma constitucional le habilitara otro mandato, quedó claro que el mandatario bonaerense no está dispuesto a construir políticas con los pies fuera del plato kirchnerista. “Formo parte del equipo que ella lidera, el que viene trayendo grandes soluciones y cambios”, privilegió Scioli. De la Sota no forma parte de ese equipo.
Bonfatti (y el Frente Amplio Progresista) puede compartir parte de una agenda con el peronismo de De la Sota, pero cuesta creer que de allí, políticamente, trascienda algo más.
Para Macri, el picado del verano quedó lejos. Ayer, el jefe de Gobierno porteño reconoció que Scioli “está en un lugar donde no lo quieren, él es kirchnerista”.
A Macri le está costando ampliar su base. A De la Sota, pareciera que también: los gobernadores aliados del kirchnerismo o no dijeron nada o criticaron su decisión de patear el tablero de los aportes federales. La construcción fuera del mundo K sigue siendo un desafío difícil de resolver.