Crisis en Brasil / Una Presidenta en apuros
Un estudio de Datafolha reveló que batió el récord de imagen negativa para un presidente; hubo nuevas fracturas en su coalición y sufrió una derrota en el Congreso; protestas tras una cadena nacional
RÍO DE JANEIRO.- No hay caso. Los esfuerzos del gobierno de Dilma Rousseff por buscar instalar una agenda positiva se topan cada día con un nuevo obstáculo o una combinación de ellos, como sucedió ayer, cuando la presidenta lanzó por cadena nacional una campaña de propaganda que fue recibida con intensos cacerolazos en las principales ciudades de Brasil, en medio de un récord de impopularidad de la presidenta, fracturas en la coalición gobernante y derrotas en el Congreso que ponen en riesgo su plan de ajuste para recomponer la maltrecha economía.
«Quien piensa que nos faltan energía e ideas para vencer los problemas se equivoca. Sé soportar presiones y hasta injusticias (…) Sé que hay mucho por mejorar, hay muchos brasileños sufriendo, pero juntos vamos a salir de esta», afirmó anoche la presidenta en un mensaje televisivo pregrabado, financiado por el Partido de los Trabajadores (PT), y con la participación del padrino político de Dilma, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Después de hacer un repaso de los logros sociales alcanzados desde 2003, cuando el PT llegó al poder, ambos resaltaron que no se puede permitir que la actual crisis económica degenere en una crisis política y exhortaron a los brasileños a no dejarse vencer por el pesimismo, a mantener la esperanza.
El anuncio, diseñado por el gurú del marketing de Lula, João Santana, que por unos días dejó de asesorar en la Argentina al gobernador cordobés José Manuel de la Sota, precandidato presidencial por el Frente Renovador, para ayudar a sus aliados petistas, mostró imágenes de personas golpeando cacerolas como ha sucedido en varias protestas contra el gobierno desde que Dilma inició su segundo mandato, en enero. «Fuimos el partido que llenó las ollas de los brasileños», se burló una voz en off que proponía mejor usar estos recipientes para cocinar.
La ironía no cayó bien en las calles. Cacerolas, bocinas y silbidos volvieron a hacerse oír como ya había sucedido durante la última cadena nacional de Dilma, el 8 de marzo, con motivo del Día de la Mujer. Pocos días después, casi tres millones de personas marcharon en todo el país para manifestar su rechazo a la conducción económica y pedir el juicio político a la presidenta por su responsabilidad política en el colosal escándalo de corrupción de Petrobras.
En abril, una nueva convocatoria de protesta reunió un millón menos de personas, y los analistas creen que el mensaje del Día de la Mujer, en el que Dilma destacó las grandes conquistas de los gobiernos petistas, alimentó el malhumor ciudadano.
Ahora podría volver a suceder algo similar, con otra jornada de manifestaciones pro impeachment organizada para el 16 de agosto. Con un considerable deterioro económico desde entonces, además de numerosas detenciones de ex directivos de Petrobras, empresarios y hasta el ex tesorero del PT involucrados en el esquema de sobornos del petrolão, la ira podría ser mayor. Después de todo, según una encuesta de Datafolha divulgada ayer, apenas un 8% de los brasileños apoya a Rousseff y un 71% de los entrevistados rechaza su gestión, el nivel más alto para un presidente democrático, incluso superior al 68% de repudio que tenía Fernando Collor de Mello poco antes de que el Congreso votara su impeachment en 1992, proceso que desencadenó su renuncia.
«Lo más adecuado es unirse y superar la crisis con quienes ya hicieron mucho. Es más fácil llegar a un puerto seguro con quien ya fue capaz de enfrentar crisis e hizo que Brasil superara la tormenta», apuntó Lula en la propaganda petista anoche, en referencia a su exitosa actuación en los tumultuosos años de 2008-2009.
Sin embargo, su llamado a la unidad parecía haber llegado un poco tarde para algunos miembros de la coalición aliada al PT. Más temprano, las bancadas en la Cámara de Diputados del Partido Laborista (PTB por sus siglas en portugués) y del Partido Democrático Laborista (PDT), que suman 44 bancas, anunciaron que se independizaban del gobierno.
«Tomamos esta decisión porque recurrentemente se nos falta el respeto. El PT nos llama infieles, traidores, y eso es inaceptable», se quejó el líder del grupo del PDT, André Figueiredo.
En la madrugada, las fuerzas laboristas habían votado a favor de un aumento de salarios para funcionarios públicos de alto rango que representa un desafío al ajuste del gobierno. Pero no fueron los únicos aliados que apoyaron esta moción en contra de los pedidos de la presidenta; la medida tuvo 445 votos a favor y 16 en contra, es decir, muchos petistas también «traicionaron» al gobierno.
El proyecto había sido impulsado por el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha. Aunque Cunha pertenece a la principal fuerza aliada al PT, el Partido del Movimiento Democrático (PMDB), dos semanas atrás, al iniciar el receso legislativo, se declaró opositor al gobierno por acusarlo de filtrar revelaciones de arrepentidos empresarios presos por el petrolão que lo indicaron como beneficiario de coimas. Por su cargo, segundo en la línea de sucesión presidencial, Cunha es quien puede aceptar o rechazar un pedido de impeachment que llegue al Congreso, y juró hacerle la vida imposible al gobierno con una «pauta bomba» de iniciativas.
Ayer mismo, creó una comisión especial para investigar las decisiones del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), con el fin de descubrir si el ex presidente Lula realizó tráfico de influencias a favor de grandes compañías a las que les consiguió financiamiento de la entidad, como sospecha el Ministerio Público en Brasilia.
Además, Cunha apuró la demorada aprobación de las cuentas públicas de los tres gobiernos anteriores al de Dilma para que la Cámara revise con atención la contabilidad del primer mandato de la actual presidenta. El Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) se encuentra examinando ese balance porque cree que Rousseff realizó maniobras fiscales ilegales para maquillar el déficit el año pasado; si es hallada culpable de violar la ley de responsabilidad fiscal, el Congreso tendría entonces abierta la puerta para someterla a un juicio político.
«El gobierno está con la base absolutamente deteriorada en el Congreso. Los números [del sondeo de Datafolha] muestran que la presidenta está entrando al descubierto. La gente no cree en el gobierno que tomó el poder en el segundo mandato», dijo Cunha.
Las instituciones manchadas por el escándalo
1
Presidencia
Las investigaciones por corrupción afectan al ex presidente Lula y a su sucesora, Dilma Rousseff
2
PT
El partido de izquierda tiene a su cúpula sospechada de corrupción y a varios hombres clave detenidos
3
Petrobras
La joya de la corona -hasta hace poco ejemplo de gestión- se hundió en Wall Street y perdió mercados
4
Bndes
El banco financia al 66% de las empresas y se encuentra en pleno repliegue ante el ajuste que impuso Dilma
5
Electronuclear
Othon Pinheiro da Silva, padre del plan nuclear, está detenido porque habría recibido dádivas
6
Constructoras
Las gigantes Carmargo Correa y Obredecht tienen a varios de sus directos procesados por sobornos.
Un estudio de Datafolha reveló que batió el récord de imagen negativa para un presidente; hubo nuevas fracturas en su coalición y sufrió una derrota en el Congreso; protestas tras una cadena nacional
RÍO DE JANEIRO.- No hay caso. Los esfuerzos del gobierno de Dilma Rousseff por buscar instalar una agenda positiva se topan cada día con un nuevo obstáculo o una combinación de ellos, como sucedió ayer, cuando la presidenta lanzó por cadena nacional una campaña de propaganda que fue recibida con intensos cacerolazos en las principales ciudades de Brasil, en medio de un récord de impopularidad de la presidenta, fracturas en la coalición gobernante y derrotas en el Congreso que ponen en riesgo su plan de ajuste para recomponer la maltrecha economía.
«Quien piensa que nos faltan energía e ideas para vencer los problemas se equivoca. Sé soportar presiones y hasta injusticias (…) Sé que hay mucho por mejorar, hay muchos brasileños sufriendo, pero juntos vamos a salir de esta», afirmó anoche la presidenta en un mensaje televisivo pregrabado, financiado por el Partido de los Trabajadores (PT), y con la participación del padrino político de Dilma, el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Después de hacer un repaso de los logros sociales alcanzados desde 2003, cuando el PT llegó al poder, ambos resaltaron que no se puede permitir que la actual crisis económica degenere en una crisis política y exhortaron a los brasileños a no dejarse vencer por el pesimismo, a mantener la esperanza.
El anuncio, diseñado por el gurú del marketing de Lula, João Santana, que por unos días dejó de asesorar en la Argentina al gobernador cordobés José Manuel de la Sota, precandidato presidencial por el Frente Renovador, para ayudar a sus aliados petistas, mostró imágenes de personas golpeando cacerolas como ha sucedido en varias protestas contra el gobierno desde que Dilma inició su segundo mandato, en enero. «Fuimos el partido que llenó las ollas de los brasileños», se burló una voz en off que proponía mejor usar estos recipientes para cocinar.
La ironía no cayó bien en las calles. Cacerolas, bocinas y silbidos volvieron a hacerse oír como ya había sucedido durante la última cadena nacional de Dilma, el 8 de marzo, con motivo del Día de la Mujer. Pocos días después, casi tres millones de personas marcharon en todo el país para manifestar su rechazo a la conducción económica y pedir el juicio político a la presidenta por su responsabilidad política en el colosal escándalo de corrupción de Petrobras.
En abril, una nueva convocatoria de protesta reunió un millón menos de personas, y los analistas creen que el mensaje del Día de la Mujer, en el que Dilma destacó las grandes conquistas de los gobiernos petistas, alimentó el malhumor ciudadano.
Ahora podría volver a suceder algo similar, con otra jornada de manifestaciones pro impeachment organizada para el 16 de agosto. Con un considerable deterioro económico desde entonces, además de numerosas detenciones de ex directivos de Petrobras, empresarios y hasta el ex tesorero del PT involucrados en el esquema de sobornos del petrolão, la ira podría ser mayor. Después de todo, según una encuesta de Datafolha divulgada ayer, apenas un 8% de los brasileños apoya a Rousseff y un 71% de los entrevistados rechaza su gestión, el nivel más alto para un presidente democrático, incluso superior al 68% de repudio que tenía Fernando Collor de Mello poco antes de que el Congreso votara su impeachment en 1992, proceso que desencadenó su renuncia.
«Lo más adecuado es unirse y superar la crisis con quienes ya hicieron mucho. Es más fácil llegar a un puerto seguro con quien ya fue capaz de enfrentar crisis e hizo que Brasil superara la tormenta», apuntó Lula en la propaganda petista anoche, en referencia a su exitosa actuación en los tumultuosos años de 2008-2009.
Sin embargo, su llamado a la unidad parecía haber llegado un poco tarde para algunos miembros de la coalición aliada al PT. Más temprano, las bancadas en la Cámara de Diputados del Partido Laborista (PTB por sus siglas en portugués) y del Partido Democrático Laborista (PDT), que suman 44 bancas, anunciaron que se independizaban del gobierno.
«Tomamos esta decisión porque recurrentemente se nos falta el respeto. El PT nos llama infieles, traidores, y eso es inaceptable», se quejó el líder del grupo del PDT, André Figueiredo.
En la madrugada, las fuerzas laboristas habían votado a favor de un aumento de salarios para funcionarios públicos de alto rango que representa un desafío al ajuste del gobierno. Pero no fueron los únicos aliados que apoyaron esta moción en contra de los pedidos de la presidenta; la medida tuvo 445 votos a favor y 16 en contra, es decir, muchos petistas también «traicionaron» al gobierno.
El proyecto había sido impulsado por el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha. Aunque Cunha pertenece a la principal fuerza aliada al PT, el Partido del Movimiento Democrático (PMDB), dos semanas atrás, al iniciar el receso legislativo, se declaró opositor al gobierno por acusarlo de filtrar revelaciones de arrepentidos empresarios presos por el petrolão que lo indicaron como beneficiario de coimas. Por su cargo, segundo en la línea de sucesión presidencial, Cunha es quien puede aceptar o rechazar un pedido de impeachment que llegue al Congreso, y juró hacerle la vida imposible al gobierno con una «pauta bomba» de iniciativas.
Ayer mismo, creó una comisión especial para investigar las decisiones del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), con el fin de descubrir si el ex presidente Lula realizó tráfico de influencias a favor de grandes compañías a las que les consiguió financiamiento de la entidad, como sospecha el Ministerio Público en Brasilia.
Además, Cunha apuró la demorada aprobación de las cuentas públicas de los tres gobiernos anteriores al de Dilma para que la Cámara revise con atención la contabilidad del primer mandato de la actual presidenta. El Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) se encuentra examinando ese balance porque cree que Rousseff realizó maniobras fiscales ilegales para maquillar el déficit el año pasado; si es hallada culpable de violar la ley de responsabilidad fiscal, el Congreso tendría entonces abierta la puerta para someterla a un juicio político.
«El gobierno está con la base absolutamente deteriorada en el Congreso. Los números [del sondeo de Datafolha] muestran que la presidenta está entrando al descubierto. La gente no cree en el gobierno que tomó el poder en el segundo mandato», dijo Cunha.
Las instituciones manchadas por el escándalo
1
Presidencia
Las investigaciones por corrupción afectan al ex presidente Lula y a su sucesora, Dilma Rousseff
2
PT
El partido de izquierda tiene a su cúpula sospechada de corrupción y a varios hombres clave detenidos
3
Petrobras
La joya de la corona -hasta hace poco ejemplo de gestión- se hundió en Wall Street y perdió mercados
4
Bndes
El banco financia al 66% de las empresas y se encuentra en pleno repliegue ante el ajuste que impuso Dilma
5
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