Economista y periodista
Muchísima tinta, saliva y bits se refirieron a la declaración que hizo Axel Kicillof el lunes pasado rechazando la existencia de un cepo para la disponibilidad de dólares. Lo curioso y preocupante es que pasara casi inadvertido lo más importante que dijo al respecto el ministro de Economía: «Responsablemente es una discusión que hay que dar; cuáles son los usos prioritarios de un recurso que no es escaso en la Argentina solamente; es escaso en todo el mundo, en todos los países que no tenemos la maquinita de fabricar dólares».
No es cierto que el dólar escasee en todo el mundo. Por el contrario, en el mundo hay una inusitada liquidez, alimentada fundamentalmente por la política superexpansiva con la que el gobierno de Estados Unidos logró sacar a su economía de la crisis desatada en 2008. La prueba más clara de eso a escala global es el bajísimo nivel de la tasa de interés internacional. La prueba más clara a escala doméstica es el resultado de la colocación del Bonar 2024 del martes pasado. Bastó que, a diferencia de diciembre pasado, Economía diseñara la operación con astucia, sin improvisación y a una tasa de interés razonable dadas las circunstancias del país, para recibir ofertas por más del triple de los dólares que pretendía, a pesar de que la Argentina está considerada en default por los centros financieros internacionales y hostigada por el juez Thomas Griesa.
Ese desliz del ministro no invalida la relevancia primordial que tiene para la Argentina la discusión que él acepta sobre los usos prioritarios de los dólares. Esa discusión es la que debería anteceder y enmarcar el debate sobre qué hacer con lo que los adoradores del libremercado han popularizado como cepo, revelando su rechazo al intervencionismo estatal.
En la inconducente polémica semántica Kicillof tiene razón en rechazar la existencia de un cepo. Es innegable que hay restricciones al acceso de dólares. La economía funciona al mismo ritmo del 2011 con un 10% menos de importaciones. Las multinacionales han sido forzadas a retener o reinvertir utilidades que hubieran querido girar. Los ahorristas tienen limitada la compra de moneda extranjera a un total que está promediando los u$s 500 millones por mes, y los turistas y viajeros al exterior a menos de 50 millones. Hay trabas, reglas, acotaciones e inconvenientes; que en nada se parecen a un cepo.
Más allá de las ociosas disquisiciones idiomáticas, ¿cómo no habría de haber restricciones si la economía argentina ha vuelto a chocar contra la restricción externa?
No hay duda de que la reaparición de esa barrera es culpa del kirchnerismo, que desaprovechó la fantástica oportunidad histórica que brindaba un contexto internacional muy favorable para dejar atrás el recurrente cuello de botella externo que frenó cada uno de los ciclos de crecimiento.
Si se acepta que, por pecado del kirchnerismo, en la Argentina hay nuevamente escasez de divisas, lo que los candidatos a gobernarla deberían explicar es como piensan racionar los dólares. Es decir que en lugar de divagar sobre si el mal llamado cepo podría ser abierto al día siguiente de asumir o dentro de los primeros cien días, Macri, Massa y Scioli (en estricto orden alfabético) tendrían que pronunciarse sobre la discusión de los usos prioritarios a la que se refirió Kicillof.
Hasta ahora, el único que abordó el tema fue Miguel Bein, principal asesor económico de Scioli. El consultor que años atrás fue multado y demandado judicialmente por Guillermo Moreno pero luego elogiado por la Presidenta, sostiene que el «sistema de administración de reservas va a perdurar y de ninguna manera los controles de capitales se pueden desarmar rápidamente», y ordenó las prioridades para cuando el país disponga de más reservas: primero, los insumos para la industria y los bienes de capital; segundo, negociar con las multinacionales la normalización del giro de utilidades, cediendo pagos al exterior a cambio de inversiones; y por último, aumentar el acceso al dólar-ahorro.
De la lógica de prioridades que planteó, podría inferirse que Bein considera inconveniente que el Banco Central venda dólares para atesorar o especular mientras subsistan restricciones para importar insumos, maquinaria o girar utilidades. Scioli le ordenó aclarar que no está a favor de prohibir la venta de dólar-ahorro. ¿Demagogia electoral o convencimiento?
Los asesores del PRO y del Frente Renovador siguen entrampados en la discusión sobre el levantamiento del popularizado cepo, sin explicar cómo compatibilizarían la mayor demanda con la escasez de oferta que implica la restricción externa que ellos mismos, y con razón, le endosan al kirchnerismo.
¿Acaso la cuenta les cierra con endeudamiento externo o con una soñada avalancha de inversiones?
Muchísima tinta, saliva y bits se refirieron a la declaración que hizo Axel Kicillof el lunes pasado rechazando la existencia de un cepo para la disponibilidad de dólares. Lo curioso y preocupante es que pasara casi inadvertido lo más importante que dijo al respecto el ministro de Economía: «Responsablemente es una discusión que hay que dar; cuáles son los usos prioritarios de un recurso que no es escaso en la Argentina solamente; es escaso en todo el mundo, en todos los países que no tenemos la maquinita de fabricar dólares».
No es cierto que el dólar escasee en todo el mundo. Por el contrario, en el mundo hay una inusitada liquidez, alimentada fundamentalmente por la política superexpansiva con la que el gobierno de Estados Unidos logró sacar a su economía de la crisis desatada en 2008. La prueba más clara de eso a escala global es el bajísimo nivel de la tasa de interés internacional. La prueba más clara a escala doméstica es el resultado de la colocación del Bonar 2024 del martes pasado. Bastó que, a diferencia de diciembre pasado, Economía diseñara la operación con astucia, sin improvisación y a una tasa de interés razonable dadas las circunstancias del país, para recibir ofertas por más del triple de los dólares que pretendía, a pesar de que la Argentina está considerada en default por los centros financieros internacionales y hostigada por el juez Thomas Griesa.
Ese desliz del ministro no invalida la relevancia primordial que tiene para la Argentina la discusión que él acepta sobre los usos prioritarios de los dólares. Esa discusión es la que debería anteceder y enmarcar el debate sobre qué hacer con lo que los adoradores del libremercado han popularizado como cepo, revelando su rechazo al intervencionismo estatal.
En la inconducente polémica semántica Kicillof tiene razón en rechazar la existencia de un cepo. Es innegable que hay restricciones al acceso de dólares. La economía funciona al mismo ritmo del 2011 con un 10% menos de importaciones. Las multinacionales han sido forzadas a retener o reinvertir utilidades que hubieran querido girar. Los ahorristas tienen limitada la compra de moneda extranjera a un total que está promediando los u$s 500 millones por mes, y los turistas y viajeros al exterior a menos de 50 millones. Hay trabas, reglas, acotaciones e inconvenientes; que en nada se parecen a un cepo.
Más allá de las ociosas disquisiciones idiomáticas, ¿cómo no habría de haber restricciones si la economía argentina ha vuelto a chocar contra la restricción externa?
No hay duda de que la reaparición de esa barrera es culpa del kirchnerismo, que desaprovechó la fantástica oportunidad histórica que brindaba un contexto internacional muy favorable para dejar atrás el recurrente cuello de botella externo que frenó cada uno de los ciclos de crecimiento.
Si se acepta que, por pecado del kirchnerismo, en la Argentina hay nuevamente escasez de divisas, lo que los candidatos a gobernarla deberían explicar es como piensan racionar los dólares. Es decir que en lugar de divagar sobre si el mal llamado cepo podría ser abierto al día siguiente de asumir o dentro de los primeros cien días, Macri, Massa y Scioli (en estricto orden alfabético) tendrían que pronunciarse sobre la discusión de los usos prioritarios a la que se refirió Kicillof.
Hasta ahora, el único que abordó el tema fue Miguel Bein, principal asesor económico de Scioli. El consultor que años atrás fue multado y demandado judicialmente por Guillermo Moreno pero luego elogiado por la Presidenta, sostiene que el «sistema de administración de reservas va a perdurar y de ninguna manera los controles de capitales se pueden desarmar rápidamente», y ordenó las prioridades para cuando el país disponga de más reservas: primero, los insumos para la industria y los bienes de capital; segundo, negociar con las multinacionales la normalización del giro de utilidades, cediendo pagos al exterior a cambio de inversiones; y por último, aumentar el acceso al dólar-ahorro.
De la lógica de prioridades que planteó, podría inferirse que Bein considera inconveniente que el Banco Central venda dólares para atesorar o especular mientras subsistan restricciones para importar insumos, maquinaria o girar utilidades. Scioli le ordenó aclarar que no está a favor de prohibir la venta de dólar-ahorro. ¿Demagogia electoral o convencimiento?
Los asesores del PRO y del Frente Renovador siguen entrampados en la discusión sobre el levantamiento del popularizado cepo, sin explicar cómo compatibilizarían la mayor demanda con la escasez de oferta que implica la restricción externa que ellos mismos, y con razón, le endosan al kirchnerismo.
¿Acaso la cuenta les cierra con endeudamiento externo o con una soñada avalancha de inversiones?