Si a los periodistas nos quitan el derecho a preguntar, una parte importante de lo que somos y de lo que representamos se va con ese impedimento. Un periodista sin preguntas es como un presidente sin poder o un maestro sin libros. Porque las preguntas son el instrumento más simple y a la vez más potente para obtener información y luego darla a conocer.
Parece una cuestión demasiado obvia como para ser explicada. Pero lo hago de manera deliberada, porque a los máximos responsables del Gobierno no se les puede preguntar nada de manera directa y en condiciones normales. Los dueños de los medios no deberían aceptar que los periodistas que trabajan en sus empresas asistieran a una simulación de conferencia de prensa como la que protagonizaron, por ejemplo, el ministro Julio De Vido y Juan Pablo Schiavi horas después de la tragedia de Once. Primero, porque ese día, más que cualquier otro, había muchas preguntas para hacer y muchas respuestas que dar. Segundo, porque hay muy pocas democracias en el mundo con gobiernos capaces de someter a la prensa a semejante humillación y con organizaciones periodísticas tan débiles como para aceptar en silencio tal destrato. Y tercero, porque prohibir las preguntas, lejos de constituir una forma de vincular de manera directa al Gobierno o a su líder con «el pueblo» -como sostiene Carlos Zannini-, representa un intento burdo de controlar la información y de no aceptar los diferentes puntos de vista que conlleva la formulación de los interrogantes.
Entre algunos intelectuales que conozco, aprecio y adhieren a esta administración existe la interesante idea de que primero Néstor Kirchner y después Cristina Fernández tuvieron el coraje de «abrir el debate» sobre las prácticas periodísticas abusivas. Y que esa «valiente» decisión política incluyó la desacralización del dogma de que la prensa siempre dice la verdad desde un púlpito inmaculado y no contaminado por intereses que transcienden la mera búsqueda de datos y su publicación. Por cierto, comparto, en especial, el último concepto. Es decir: el intento de desacralización. Y hace tiempo -mucho antes de 2003- que aliento la idea de que los lectores, los oyentes y los televidentes no consuman la información y la opinión sin procesarlas ni compararlas con los datos y las interpretaciones de otros medios. Sin embargo, lo que al principio podía ser visto como una movida oficial tendiente a mejorar la calidad de la prensa de la Argentina, terminó transformándose en una enorme coartada del kirchnerismo para limitar las acciones del periodismo crítico, socavar su credibilidad y así poder gobernar sin control ni contrapeso.
Los ejemplos están a la vista y cada vez parecen más burdos: nadie habla con un periodista, ni siquiera con uno «amigo», sin la autorización previa de la Presidenta o el acuerdo de su hijo, Máximo Kirchner; los programas de propaganda no tienen como misión exponer los argumentos y distintas posturas, sino destruir, insultar o descalificar a los colegas que no adhieran al «modelo»; existe un enorme aparato de comunicación estatal que baja «una línea», que es adoptada, de inmediato, por los medios que reciben cada vez más publicidad oficial a cambio de obediencia incondicional.
La tragedia de Once no sólo puso de manifiesto lo anómalo que resultó ver a De Vido y Schiavi hablar sin contestar interrogantes básicos. También empezó a mostrar los hilos con los que la administración de Cristina Fernández maneja a sus títeres para montar su estrategia mediática. ¿Quién no se da cuenta, a esta altura, de que la falta de respuestas al tremendo choque del 22 de febrero pasado es lo que hace que el Gobierno pretenda instalar, en la tapa de los diarios, las amenazas del dictador Jorge Videla o la pelea cuerpo a cuerpo entre la Presidenta y Mauricio Macri por el subte o la idea generalizada de que quien informa u opina sobre la responsabilidad del Estado en la tragedia es un cuervo, un buitre o algo peor? En vez de hacer preguntas «de cajón» a los funcionarios que asisten a los programas oficiales o que los reciben en sus despachos, muchos periodistas cercanos a este gobierno se encargan de «delatar» las supuestas tendencias nocivas de otros colegas. Sin ir más lejos, el domingo pasado, al analizar mi última columna en La Nacion, un periodista al que sus propios amigos presentan como «un ministro sin cartera», me adjudicó haberme «ilusionado» con que «el dolor de las víctimas tuviera una traducción política». Y me criticó por haber escrito que la catástrofe ferroviaria podría llegar a cambiar el humor de un país entero. También creyó detectar «destellos bélicos» en la escritura, por haber utilizado la metáfora de que a la Presidenta, quizá, le estaban empezando a «entrar las balas» de la crítica social. Como es inteligente y calculador, no llegó a adjudicarme una clara intención «destituyente», pero dejó flotando la sospecha de que podría estar conspirando contra el modelo nacional y popular. A pesar de que inicié la nota con la aclaración de que el término «que le entren las balas» es de uso habitual en la jerga periodística para contar cómo impactan las noticias negativas en la imagen de los presidentes, escribió para la tribuna algo que sólo existe en su mente conspirativa. Por lo demás, es obvio y comprobable que lo que sucedió en la terminal de trenes está afectando al Gobierno. Tan obvio como el dato de que Cristina Fernández estaba ganando las elecciones en primera vuelta mucho antes de las primarias del año pasado (eso también lo escribí y nadie me adjudicó segundas intenciones).
El señalamiento del colega no me produce bronca, sino tristeza. Se trata de alguien que, entre otros, nos marcó el camino sobre cuál debe ser el verdadero rol del periodismo frente al poder de turno. Nos planteó que un periodista de investigación debía tener la misma actitud frente a Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde o cualquier otro presidente, si durante sus gestiones había actos de corrupción y de soberbia. Jamás nos dijo que debíamos descalificar informaciones o buscar intencionalidad en las opiniones de nuestros colegas. Parece que a esta administración ya no le alcanza con no responder preguntas, enviar de prepo y sin motivos a la AFIP o levantar la publicidad oficial a los medios no adictos. Ahora también nos acusan por opinar. El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, lo acaba de advertir: «No se puede perseguir desde el Estado al que piensa diferente -alertó-. La crítica es parte de la libertad de expresión y no debe ser censurada». Parece una perogrullada, pero en esta Argentina de pensamiento único Perogrullo fue denunciado ante la justicia federal y el Gobierno fue aceptado como querellante.
© La Nacion.
Parece una cuestión demasiado obvia como para ser explicada. Pero lo hago de manera deliberada, porque a los máximos responsables del Gobierno no se les puede preguntar nada de manera directa y en condiciones normales. Los dueños de los medios no deberían aceptar que los periodistas que trabajan en sus empresas asistieran a una simulación de conferencia de prensa como la que protagonizaron, por ejemplo, el ministro Julio De Vido y Juan Pablo Schiavi horas después de la tragedia de Once. Primero, porque ese día, más que cualquier otro, había muchas preguntas para hacer y muchas respuestas que dar. Segundo, porque hay muy pocas democracias en el mundo con gobiernos capaces de someter a la prensa a semejante humillación y con organizaciones periodísticas tan débiles como para aceptar en silencio tal destrato. Y tercero, porque prohibir las preguntas, lejos de constituir una forma de vincular de manera directa al Gobierno o a su líder con «el pueblo» -como sostiene Carlos Zannini-, representa un intento burdo de controlar la información y de no aceptar los diferentes puntos de vista que conlleva la formulación de los interrogantes.
Entre algunos intelectuales que conozco, aprecio y adhieren a esta administración existe la interesante idea de que primero Néstor Kirchner y después Cristina Fernández tuvieron el coraje de «abrir el debate» sobre las prácticas periodísticas abusivas. Y que esa «valiente» decisión política incluyó la desacralización del dogma de que la prensa siempre dice la verdad desde un púlpito inmaculado y no contaminado por intereses que transcienden la mera búsqueda de datos y su publicación. Por cierto, comparto, en especial, el último concepto. Es decir: el intento de desacralización. Y hace tiempo -mucho antes de 2003- que aliento la idea de que los lectores, los oyentes y los televidentes no consuman la información y la opinión sin procesarlas ni compararlas con los datos y las interpretaciones de otros medios. Sin embargo, lo que al principio podía ser visto como una movida oficial tendiente a mejorar la calidad de la prensa de la Argentina, terminó transformándose en una enorme coartada del kirchnerismo para limitar las acciones del periodismo crítico, socavar su credibilidad y así poder gobernar sin control ni contrapeso.
Los ejemplos están a la vista y cada vez parecen más burdos: nadie habla con un periodista, ni siquiera con uno «amigo», sin la autorización previa de la Presidenta o el acuerdo de su hijo, Máximo Kirchner; los programas de propaganda no tienen como misión exponer los argumentos y distintas posturas, sino destruir, insultar o descalificar a los colegas que no adhieran al «modelo»; existe un enorme aparato de comunicación estatal que baja «una línea», que es adoptada, de inmediato, por los medios que reciben cada vez más publicidad oficial a cambio de obediencia incondicional.
La tragedia de Once no sólo puso de manifiesto lo anómalo que resultó ver a De Vido y Schiavi hablar sin contestar interrogantes básicos. También empezó a mostrar los hilos con los que la administración de Cristina Fernández maneja a sus títeres para montar su estrategia mediática. ¿Quién no se da cuenta, a esta altura, de que la falta de respuestas al tremendo choque del 22 de febrero pasado es lo que hace que el Gobierno pretenda instalar, en la tapa de los diarios, las amenazas del dictador Jorge Videla o la pelea cuerpo a cuerpo entre la Presidenta y Mauricio Macri por el subte o la idea generalizada de que quien informa u opina sobre la responsabilidad del Estado en la tragedia es un cuervo, un buitre o algo peor? En vez de hacer preguntas «de cajón» a los funcionarios que asisten a los programas oficiales o que los reciben en sus despachos, muchos periodistas cercanos a este gobierno se encargan de «delatar» las supuestas tendencias nocivas de otros colegas. Sin ir más lejos, el domingo pasado, al analizar mi última columna en La Nacion, un periodista al que sus propios amigos presentan como «un ministro sin cartera», me adjudicó haberme «ilusionado» con que «el dolor de las víctimas tuviera una traducción política». Y me criticó por haber escrito que la catástrofe ferroviaria podría llegar a cambiar el humor de un país entero. También creyó detectar «destellos bélicos» en la escritura, por haber utilizado la metáfora de que a la Presidenta, quizá, le estaban empezando a «entrar las balas» de la crítica social. Como es inteligente y calculador, no llegó a adjudicarme una clara intención «destituyente», pero dejó flotando la sospecha de que podría estar conspirando contra el modelo nacional y popular. A pesar de que inicié la nota con la aclaración de que el término «que le entren las balas» es de uso habitual en la jerga periodística para contar cómo impactan las noticias negativas en la imagen de los presidentes, escribió para la tribuna algo que sólo existe en su mente conspirativa. Por lo demás, es obvio y comprobable que lo que sucedió en la terminal de trenes está afectando al Gobierno. Tan obvio como el dato de que Cristina Fernández estaba ganando las elecciones en primera vuelta mucho antes de las primarias del año pasado (eso también lo escribí y nadie me adjudicó segundas intenciones).
El señalamiento del colega no me produce bronca, sino tristeza. Se trata de alguien que, entre otros, nos marcó el camino sobre cuál debe ser el verdadero rol del periodismo frente al poder de turno. Nos planteó que un periodista de investigación debía tener la misma actitud frente a Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde o cualquier otro presidente, si durante sus gestiones había actos de corrupción y de soberbia. Jamás nos dijo que debíamos descalificar informaciones o buscar intencionalidad en las opiniones de nuestros colegas. Parece que a esta administración ya no le alcanza con no responder preguntas, enviar de prepo y sin motivos a la AFIP o levantar la publicidad oficial a los medios no adictos. Ahora también nos acusan por opinar. El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, lo acaba de advertir: «No se puede perseguir desde el Estado al que piensa diferente -alertó-. La crítica es parte de la libertad de expresión y no debe ser censurada». Parece una perogrullada, pero en esta Argentina de pensamiento único Perogrullo fue denunciado ante la justicia federal y el Gobierno fue aceptado como querellante.
© La Nacion.
Si sos periodista y querés preguntar, preguntá. Es lo que hacés todos los días. En forma retórica. Si de todas formas las respuestas las vas a acomodar como te guste, desvirtuando y tergiversando, recortando para invertir el sentido de lo que alguien dice, entonces, digo, prefiero no responderte y estoy de acuerdo con que un funcionario no te responda. Caso, lo que el mismo Majul hace HOY con la frase del presidente de la Corte a pesar de que el mismo lo desmintió AYER, pero Majul ‘no lo vió’. Es sugestivo que el ‘vivo’ de Majul exponga esto en la misma nota donde reclama que se le ‘deje hacer su trabajo’ cuando está haciendo MAL su trabajo, desinformando.
A ver, la ley exige rendir cuentas a un funcionario. Al pueblo hay que rendirlas, a sus representantes en todo caso, al Congreso, para lo cual hay reglas. No a los periodistas. El resto es manejo político y está muy bien que así sea.
Los periodistas son laburantes y/o empresarios que hacen lo suyo. Me parece bien, pero nadie tiene la obligación de darle soporte a sus ganzadas o hacerles más fácil su trabajo.
NADIE TIENE OBLIGACIÓN de RESPONDERLE A UN PERIODISTA. Nos hacen creer que tenemos, ciudadanos en la calle pero mucho más los funcionarios, pero no es así. Vos preguntá, si quiero te respondo, si no, no. Y para obligarnos a todos a la creencia de que existe esa obligación, sacan la banderita de que si uno no responde es porque ‘esconde’ algo, está ‘mintiendo’ por el hecho de no responder. No es así, pero ha servido para elevar el rol de periodista al pedestal en que estaban, del cual se cayeron muchos y ni siquiera se están recuperando del golpe que se dieron.
Le he escuchado incluso a tipos que valoro, como Verbitsky, hablar de la importancia de las conferencias de prensa… ¿Por qué? Esta discusión ya se ha dado, no está resuelta.
En EEUU (reputado como paradigma de libertad muchas veces aunque sabemos que no es así) la Casa Blanca tiene conferencias de prensa periódicas, con preguntas. Pongamos que hay en cada una unos 20 periodistas. De los cuales pueden preguntar 3 ó 4 en general, no es que les dejan hacer las preguntas que quieran a cada uno de los 20. Y si un periodista hizo una nota ‘inconveniente’ en el diario, ese día no pregunta por más que sea el más famoso y reputado. ¿Qué me aporta esto?
¿Cómo se haría acá? ¿Le responden a Página y no a Clarín, uno de La Nación y otro de Infobae? Con qué derecho esos medios publicarán lo que les dé la gana y después el mismo funcionario no puede criticar eso mismo y tener derecho a réplica porque resulta un ‘ataque a la prensa’.
Incluso estoy de acuerdo en criticar en forma personalizada, con nombre y apellido, a un periodista determinado. Porque ese mismo periodista dijo lo que dijo erróneamente con nombre y apellido. Tiene derecho a hacerlo, así como un funcionario a responderle. Lo contrario, me parece, es el miedo al periodismo, es una falta de libertad y eso no es bueno para la democracia.
Que un periodista diga lo que le venga en gana es bueno para la democracia, pero si miente y tergiversa evidentemente no. Estos tipos no llevan registro de eso, que es tan intuitivo en su evidencia.
Pongamos que pido una entrevista con un Ministro y no me la otorga, ¿debe ser destituído o tener un juicio político? ¿Podría dar las entrevistas a todos los que se la pidan en forma ‘equitativa’? Cuando se hace una conferencia de prensa de un tema delicado, ¿cómo hace el funcionario para que no se convierta en un show de comidillas farandulezcas de programas de la tarde? Simple, no responde preguntas on the record. Las explicaciones las darán luego, llegado el caso, las segundas líneas en on o en off.
Sí, necesito a un periodista para que me transmita que cayeron piedras en un pueblito de Córdoba… pero si un funcionario quiere decir algo lo dice, mientras que si no lo quiere decir, por más que le hagan una pregunta capciosa o no, no lo dirá. Qué me aporta el periodista per se con su actitud preguntona? Bueno, ampliarme la información, precisarla, interponer las contradicciones de su entrevistado…
Bueno, pero una conferencia de prensa es para que el funcionario informe, no para ser sometido en forma irrespetuosa a una metralla para que los medios tengan cosas más jugosas para mostrar. Y si no le gusta al periodista que lo contradigan entonces se va puteando y golpeando la puerta frente a un Ministro de la Nación (recuerdan me imagino). El periodista que hizo algo parecido, mucho menor, en EEUU nunca más entró en la Casa Blanca (pero ellos sí que son respetuosos de la prensa no?). Es todo una pose, un aparente ‘derecho adquirido’ de ciertos periodistas que se vino abajo con la época kirchnerista. Hablo de la época y no sólo de una cuestión volitiva de los Kirchner.
Más allá de las carencias de Majul en su pelea refractaria al buen uso de la lengua castellana, anche de la lógica elemental en el manejo adecuado y honesto de los datos, el uso de las citas y demás reglas del uso del lenguaje para transmitir información u opinión, el tema es y debe ser, materia de debate. Demás está decir que excede al susodicho.
PD: ¿cómo es que el gobierno nunca responde preguntas y Majul y muchos otros opositores tienen siempre el ‘dato’ de una fuente ‘cercana’, ‘allegada’, ‘que frecuenta el círculo íntimo’ contra toda lógica que indicaría que de un círculo íntimo no sale ningún dato sin que se desee?
PD2: a mi contra este tipo de ‘ingenuidades’ me enseñaron en la escuela primaria, muchos años ha.
Muy de acuerdo, Fokas. Si alguien tiene demostrada mala leche (en lugar de crítico espíritu constructivo), ¿xq darle la palabra? Cuando seas más ecuánime, Majul, hablamos. Y no hay problema si cambiás mañana. Todxs empezamos a mejorar algún día.
majul está cada vez más pelotudo. me sorprende día a día, porque nonca creí que pudiera superarse a sí mismo en forma permanente y sistemática.
tan pelotudo que cuando se compara su jeta con sus «textos» quedan empatados.
La torpe tergiversación que hace Majul de los dichos de Lorenzetti, al sacarlos totalmente de contexto, especialmente despues de la aclaración efectuada por el propio Lorenzetti, sugieren que es mas que un pelotudo importante: es un verdadero hdp.
Con o sin Majul, con o sin Cristina, algún día nuestra democracia evolucionará lo suficiente como para que vuelvan a haber conferencias de prensa. Es decir con (incómodas a veces) preguntas que los funcionarios deberán responder.
Al fin y al cabo los funcionarios no son monarcas, son nuestros empleados temporarios.
Aunque algunos quieran eternizarse, en fin…
no sé qué tienen que ver las conferencias de prensa con la democracia.
y para eternizarse tenemos que votarlos…
Cuando avance la democracia, comprenderás lo importante que son las conferencias de prensa. No te apures, sos joven aún.
De paso, podrás conocer un gobierno casi eterno…
primero tomate un ratito para buscar anarquismo en el mataburros. en la «a» la vas a encontrar.
en ninguna constitución lei nada sobre conferencias de prensa. espero tu link.
Tapones:
Entre las costumbres democráticas hay varias que no figuran en las Constituciones y sin embargo son de uso habitual en las ídem:
*) Apretar el botón del mingitorio público.
*) No hacer ruido con las motitos de delivery.
*) No embadurnar las fachadas de las casas con leyendas.
*) Ayudar a cruzar la calle a viejitas y minusválidos.
*) No tratar mal a los que vienen a realizar un trámite y/o compra.
*) No pintar de violeta los paragolpes hidráulicos de las estaciones de FFCC.
*) Ah, me olvidaba: ofrecer conferencias de prensa con preguntas.
Algunas de estas sanas costumbres existen también en algunas dictaduras, justo es reconocerlo: por ejemplo en China ensuciás una fachada y seguramente te ejecutan de modo sumario, previo seccionamiento de las manos.
Sobre el anarquismo, leí bastante. Gracias igual por tu sugerencia. En realidad mi anarquismo es filosófico, no violento.
Saludos.
David, vos lo mencionás pero sinceramente no lo entiendo: por qué las conferencias de prensa mejoran la democracia?
Sería mejor la democracia en EEUU o en Francia que en la Argentina? Con esas conferencias de prensa manipuladas, recortadas…? Sinceramente no le veo el punto.
Si me decís una ley más explícita sobre acceso a la información pública, o me decís un manejo más controlado de la publicidad en los medios estoy de acuerdo.
Pero eso de ‘no son democráticos porque no dan conferencias de prensa’ me parece banal y fútil, peor, es un lugar común que heredamos y no cuestionamos.
Ladislao:
Todo aquello que nos aleje del absolutismo monárquico, creo nos acerca a la democracia.
Hace muchos años, alguien me dijo que cuando me encuentre frente a un poderoso, no me amedrente, y piense que esa persona también caga y hace pis.
Imaginar a mi interlocutor sentado en el inodoro, de algún modo me iguala a él.
Y la democracia es eso: igualdad. Incluida la rendición de cuentas de alguien que como dije, es mi empleado temporario.
Pero sucede que aún tenemos por razones culturales, emocionales e históricas, cierta veneración por el poderoso, el déspota, el autoritario, el seductor, el maquiavélico, el despectivo, el que se cree superior, el que medra con nuestros dineros.
Cuestionar también es democrático.
No hay que confundir libertad de expresión, libertad de acceso a la información, derecho de información de los ciudadanos, libertad de empresa de medios, libertad de preguntar y obligación de responder.
Democracia no es que haya conferencias de prensa con preguntas… caso contrario ¿para mantener la democracia es necesario ‘someterse’ a un poder y responderle cuando y cuanto ese poder quiera?
Me parece que nos comimos un buzón y todavía no podemos ni digerirlo ni vomitarlo. Probablemente por la falta de política de otras épocas. NO, los periodistas no son los representantes de la ciudadanía.
De nuevo: un funcionario debe proveer acceso libre a la información pública, no puede ya querellar penalmente a ningún ciudadano en relación con su función, pero ¡no tiene por qué prestarse a ningún show!
Que el periodismo se haya convertido en un show de entretenimiento además de una obvia forma de presión por intereses corporativos y particulares, no nos puede correr el eje.
Ahora, si un funcionario sí se presta a ir a un programa o dar una conferencia de prensa, entonces profesionalmente se espera del periodista que pregunte y re-pregunte a fondo en beneficio de la información completa y veraz para la ciudadanía. Aún en esa situación el funcionario tiene derecho a decir ‘esto no lo respondo, de esto no voy a hablar’, sea por interés de Estado, sea por cuestiones personales.
Se rinde cuenta a las instituciones del pueblo, no se rinde cuenta a los periodistas que, aunque importantes, no son una institución de la democracia y en la mayor parte de los casos ni siquiera son una institución democrática.
Fíjense que si no, si efectivamente hubiera algún tipo de obligación para con los periodistas, entonces éstos tendrían un nivel mayor a las otras instituciones republicanas, lo cual resulta un absurdo.
Es necesario deconstruir el lugar del periodista como paladín de la libertad y la justicia, porque son trabajadores, ni más ni menos; para libertad y justicia, mal o bien, están las instituciones democráticas de la república, y en ese sentido un periodista es simplemente un ciudadano más del pueblo.
Saludos
David, estoy de acuerdo con lo que usted dice, incluso con el tópico de imaginar al poderoso en el inodoro… pero insisto: cuestionar y cuestionarse no implica que el periodismo tenga que ser una especie de filtro entre la ciudadanía y las instituciones republicanas.
No sólo no está escrito en piedra ni forma parte de la ley, me parece antidemocrático que alguien se arrogue ese derecho de intermediación obligatoria. Que alguien tenga derecho a preguntar y alguien tenga la ‘obligación’ de responderle por fuera de las instituciones, no me parece que aporte absolutamente nada a la democracia.
Hay canales institucionales para cuestionar… y por otra parte el cuestionamiento se hace igual en cada opinión y cada nota, independientemente de si hubo o no conferencia de prensa o si hubo o no preguntas. Y eso está muy bien. Excepto cuando mienten descaradamente.
Y, como dije antes, en los lugares donde supuestamente se dice que funciona, en realidad no funciona y resulta una fantochada total. Con lo cual la IGUALDAD de los ciudadanos se ve más protegida si todos podemos acceder a la información con la menor cantidad de filtros posibles.
Probablemente hagan falta menos periodistas pero mejor preparados y más honestos, pero hay lo que hay.
Saludos
Al periodismo lo llaman, con razón, el cuarto poder. Y me parece bien que sean agudos e incisivos.
A veces reemplazan (lamentablemente) a la oposición.
Todo pensador, intelectual, periodista, debería ser (casi siempre), opositor. El Poder se defiende solo.
Por ejemplo: cuando un poderoso habla de agradcer por «los muertos que no fueron», solo queda la indignación de alguien por fuera de los aplaudidores oficiales: los periodistas presentes.
Por ejemplo: cuando un poderoso habla de agradcer por “los muertos que no fueron”, solo queda la indignación de alguien por fuera de los aplaudidores oficiales: los periodistas presentes.
Con periodistas como Obarrio que se permiten cagar a gritos al funcionario y retirarse pegando un portazo parece harto razonable no conceder conferencias de prensa.
Que envenenado que está, David!! El «Poder» está en otro lado.
Si Ud realmente cree que Schiavi (o Cristina) son «el Poder» habrá que sacarle el sombrero a Magnetto que lae ha colonizado el cerebro.
Ud realmente se merece que Mauricio Macri sea su próximo presidente.
Magnetto maneja un poderoso pool de empresas. Digamos el 1% del PBI.
El gobierno controla, percibe y ejecuta el 33 % del PBI.
Y ¡vaya si ejerce el Poder!
Macri es «peronista» como Cristina, pero no sabe hablar.
A Clarín no lo leo, y listo (excepto a Borensztein).
En cambio Cristina ha logrado lo que no pudo Menem: interrumpir la fabricación en la empresa en que trabajo por falta de componentes importados (que no se producen en el País).
Y sin embargo y pese a todo hoy a la tarde el responsable de la AFIP, Etchegaray, dió una conferencia de prensa, con preguntas y respuestas y todo (furcio del periodista de Perfil diciendo que era de CLarín incluído), pero TN no lo pasó, C5N no sé pero en los títulos de las 18 Hs no lo pusieron… y todo porque desmiente categóricamente la operación mediática en contra de Boudou. Bueno, veo que la democracia creció hoy en altura 1 cm por funcionarios que respondieron en vivo y en directo preguntas de los periodistas.
Si, estoy de acuerdo con lo de 1 cm.
Saludos.
Era una i-r-o-n-í-a lo de que la democracia creció… no creció nada porque la información noticiable no circuló como noticia, bajo el punto de vista que fuera, y consecuentemente no le llegó a la mayor parte del pueblo, y ciertamente no le llegó a los que siguen con exclusividad los medios del grupo Clarín.
Por lo tanto no aportó demasiado a la libertad e igualdad de la ciudadanía. Fue ninguneado por los autores de la operación original.
Por otra parte, periodistas ‘agudos e incisivos’ que hacen oposición consuetudinaria hay poquitos o ninguno. Porque le diría que por lógica proposicional es imposible asumir una posición paradigmática tal como ‘ser opositor’, no asumirlo públicamente y luego hacer análisis coherente. Se dará una necesariedad de sesgo que impedirá cualquier análisis, aunque claramente no impedirá una opinión. POrque yo tengo derecho a opinar que las vacas son sagradas y que pueden volar. Porque también el verdulero de acá al lado hace opinión ciudadana, pero no periodismo. Es, diríamos, una contradictio in adiecto tomar posición previa para después hacer un análisis coherente.
Pongamos cualquier caso renombrado, ejemplo el gran hacedor de títulos, grosero, irrespetuoso y sin demasiada formación formal aunque con mucho ‘oficio’, con sus consabidos retruécanos al entrevistar, que se ha pasado desde hace un tiempo al grupo multimediático que antes denostaba. Este tipo no puede sostener una investigación con análisis serio sin desvirtuar los intereses para los que trabaja. Entonces, ¿en qué aporta que pudiera hacer preguntas si de todas formas lo que expondrá como respuestas serán sus propios pre-conceptos? En qué hubiera aportado que le hicieran preguntas al presidente de la Corte?
Insisto, usted David, menciona afirmaciones contundentes, taxativas, de una deontología del periodismo… pero no se pone a explicar los por qué de eso que afirma, en ningún caso. Ese supuesto ‘deber ser’ que usted expone no lo veo refrendado en un análisis o argumentación, porque qué quiere decir con que ‘la democracia evoluciona con las conferencias de prensa’, o bien con aquello de ‘se convierte en una monarquía’?
No se explaya en los mecanismos por los cuales esas afirmaciones tendrían lugar o serían mejores o peores.
Ojo, no lo culpo, es la repetición de un credo periodístico bastante extendido, que ha devenido en expresiones peores aún ante el extendido majulismo que se instaló en el periodismo actual, no sólo el nacional. El majulismo como corriente decadente de las posiciones prístinas e inconmovibles de los altares periodísticos, viene sí a ser todo un aporte a la democracia por la vía inversa. Quiero decir que cuando la gente desconfía del intermediario, no mata al mensajero, simplemente lo ignora por inútil y presta atención directa, que tal vez, y sólo tal vez, mueve a su participación. Y en ese sentido, que el ciudadano se involucre, participe activamente, redunda en una mejora para la igualdad y para el despliegue de las libertades.
Ese es el gran aporte de Majul a la democracia, me parece a mí, aportar por vía negativa que su actividad no sirve para nada bueno. Y está bueno que lo siga haciendo haciendo uso de su libertad, como yo de creer que las vacas vuelan.
Saludos
Realmente no sé cómo me enteré: No ví 678, ni leí Página 12, ni 23, ni las emisoras oficiales de AM, FM, TV, Internet y demás medios oficiales por inventarse.
Así que debo concluir que lo leí o ví en algún lugar de la prensa destituyente… O sea que la democracia creció 1 cm.
Lo de «necesariedad de sesgo», el «majulismo», la «posición paradigmática del ser opositor», o «el explayarme en los mecanismos», las «posiciones prístinas e inconmovibles de los altares periodísticos», o «la deontología del periodismo» me resultan conceptos algo crípticos, veré si con más tiempo termino de entender el texto.
Por cierto entiendo que las vacas no vuelan (excepto en la película Cuento Chino).
Y reivindico que la libertad del periodismo crítico con el Poder fortalece a la democracia. Por cierto no pretendo ser poseedor de la verdad (aunque cada quien tiene su verdad), y fnalmente, espero que hasta la Presidenta (nuestra Primera Empleada) se digne a dar conferencias de prensa con preguntas y respuestas… como en toda democracia.
Bueno David, si no querés expresarte concretamente en por qué mecanismos funciona lo que decís que funciona de determinada manera y le seguís dando largas a cualquier explicación, fantástico, lo dejamos acá. Suerte con el reforzamiento del uso de la lengua castellana, por lo que veo te va a ser difícil pero todo se puede, dale para adelante. Pero te adelanto que lo interesante es no hacer afirmaciones contundentes en una argumentación si luego no se puede explicar el por qué; no se puede plantear algo a nivel deontológico, de lo que debe ser (te suena que una democracia crece con conferencias de prensa?), si no se puede justificar. Y de tus palabras no se entiende por qué mejora la democracia con conferencias de prensa el paso siguiente es aprender más conceptos y mejor la lengua para poder expresarse. Sí sería bueno que no caigas en el majulismo, por tu bien te lo digo eh, pero sacándole el culo a la jeringa vas por ese camino.
Saludos.
Ladislao:
Heme agenciado de muchos desafíos en variadas palestras vitales, por lo que el reforzamiento del idioma debería encuadrarse entre mis futuras acreencias. Gracias por tenerme fé, a pesar de ser algo gaznápiro.
Hay ciertas posiciones filosóficas o de principios que no necesariamente son consentidos por todos los paradigmas homo sapiens. A Occidente le fué relativamente bien con la democracia, que no será estatuaria, pero tiene algunas ventajas sobre otros sistemas, más o menos desdeñados del credo nacional y popular que con tanta firmeza antisinárquica nos delineara el General.
La falta de aquiescencia forma parte de ella: Hay en el mundo asesinatos con fines excelsos y sublimes, y hay también pinturas de paragolpes violetas que algunos consideramos briosamente criminales. No tenemos por qué estar de acuerdo en todo ¡retruécanos!.
Seguiré creyendo que la democracia mejorará cuando los gobernantes depongan su soberbia y sopesen a sus mandantes como iguales. No es necesario que simultanees mi cosmovisión. Por eso es tan dificultosa una deontología única y de cumplimiento apodíctico.
Por ahora haré con mi pandero (vulgo: culo) lo que me plazca según las contingencias de mi paso por este Valle de Lágrimas.
Chau
Y? Como diría Les Luthiers: ¿el animal? No se trata de lengua complicada sino precisa… dejémoslo ahí porque no tiene voluntad. O sí, parece que queda claro cuál es. A mí si no se habla en serio me aburre. Saludos
Ah, David, se me ocurrió que ya que usted tiene una línea determinada de humorismo en lugar de argumentar, le puede llegar a servir este material. Vamos… ¡atrévase! que es del estilo de lo que usted dice.
http://ilcorvino.blogspot.com/2010/03/el-majulismo-una-nueva-escuela.html
Que le aproveche
Gracias Ladislao.
Está bueno, aunque algo extenso. El humor debe ser ágil, breve y conceptual.
Es cierto, el humor puede utilizarse como una forma de rendición ante lo no argumentado, aunque a veces, es un argumento en sí. Como quien diría: «Ya está, no nos entendemos y esto se vuelve aburrido. Vaya una broma y listo».
Saludos.