En el oficialismo se está debatiendo una reforma profunda al sistema de salud. Con la discreción que corresponde a estos casos, especialistas en políticas sanitarias están trabajando desde hace meses en un proyecto que propone una transformación de todo el sistema. El objetivo es revertir la fragmentación que promovió el neoliberalismo y poner en pie un modelo con un rol mucho más fuerte del Estado. En el sistema de salud de la Argentina, se sabe, coexisten actores como la Nación, las provincias, las obras sociales, el PAMI y la medicina prepaga. Uno de los ideólogos de la reforma es el médico sanitarista Donato Spaccavento, ex director del Hospital Argerich, ex ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Santiago del Estero durante la intervención federal.
En diálogo con Tiempo Argentino, Spaccavento explicó los ejes fundamentales de la reforma que se está evaluando. “Tenemos que trabajar para que haya igualdad de oportunidades y accesibilidad en el campo de la salud”, subrayó. Desde un bar cercano a la Administración de Programas Especiales (APE), de la cual es gerente de prestaciones médicas, Spaccavento adelantó algunas de las propuestas concretas que se están barajando. Mencionó la compra unificada de medicamentos por parte de todo el sector público y de la seguridad social (Estado nacional, provincias, PAMI y obras sociales sindicales), lo que permitiría disminuir el precio de las drogas que se adquieren a las cámaras farmacéuticas, y también darle un incentivo más fuerte a la producción pública de medicamentos, una política en la que Brasil lleva la delantera.
“Ir por más, en el campo de la salud, significa crear la legislación necesaria para poder darle un marco jurídico a un sistema nacional de salud en el que estén incluidas las obras sociales y las provincias. Tenemos que romper las inequidades que subsisten, que uno puede ver al repasar datos como que la mortalidad infantil en Formosa es del 21 por 1000, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires es del 8,4 por 1000”, advirtió.
En la entrevista, Spaccavento repasó los logros en materia de salud de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. También mostró su confianza en que la reglamentación de la Ley de Prepagas, que aún está pendiente, saldrá en pocos días. “Cristina es una buena piloto de tormentas y también de aguas mansas. Cada día es más y mejor presidenta”, se entusiasma. Lo dice con el convencimiento de quien suele definirse a sí mismo como cristinista.
–Algunos diarios plantearon que en este tercer mandato kirchnerista podría aprobarse una drástica modificación del sistema de obras sociales. ¿Es así?
–Yo no tengo acceso a esa información. Pero quiero recordar que el sistema de obras sociales es un sistema solidario de trabajadores, que cubre a más de 20 millones de personas y que permite a un trabajador de una obra social pequeña y con un bajo ingreso acceder a la reparación de una enfermedad de alto costo. Sin el sistema de obras sociales ese trabajador no tendría esa posibilidad. Eso lo vemos día a día. El de las obras sociales es un sistema solidario. Lógicamente, es perfectible. Lógicamente, tiene que estar más encarado en la promoción de la salud y la atención primaria –la prevención– y no tanto en la reparación de la enfermedad. Por eso queremos construir un sistema nacional integrado de salud. Junto a las obras sociales, para promover desde el Estado políticas de atención primaria.
–¿En qué consistiría ese sistema nacional integrado de salud?
–En esta etapa hay que integrar a todos los subsistemas. El Estado Nacional tiene que sentarse con las obras sociales, con los ministros o secretarios de salud de las provincias, con las universidades, para empezar a promover políticas de atención primaria y de promoción de la salud. Eso va a producir, en un mediano plazo, una disminución de los gastos de salud que hoy tienen las obras sociales. Porque la gente se va a enfermar menos. Yo quiero remarcar lo que ha hecho el gobierno de Cristina en el campo de la salud. Se incorporaron 16 vacunas al plan obligatorio de inmunizaciones; se creó el Instituto del Cáncer, que es una de las principales patologías y causas de muerte en el país y significa un avance importantísimo; se creó el Instituto de Enfermedades Tropicales Endémicas, como el Chagas y la leishmaniasis, que son enfermedades que atacan a poblaciones de bajos ingresos, sobre todo del NEA y NOA.
–¿Qué cambios están proponiendo y cuál será el impacto sobre la vida cotidiana?
–Lo primero es lograr un consenso político en torno al modelo que queremos. Para eso queremos convocar al sector público, la seguridad social y el sector privado que adhiera a este modelo. Estamos buscando que la Nación pueda brindar un servicio de alta complejidad y mediana complejidad en todas las regiones del país. Que la gente pueda ir a un hospital nacional a atenderse por una enfermedad de alta complejidad y no tenga que caer en el sector privado porque el sistema provincial no lo cubre.
–El lobby de los laboratorios y de las cámaras farmacéuticas es muy fuerte en el sector de la salud. ¿Qué puede hacer el Estado al respecto?
–Primero tomar la decisión política. Plantear, como lo hizo la presidenta, cuando dijo “alguna vez tendrán que explicar los laboratorios por qué una ampolla de un medicamento en la Argentina sale 50 mil pesos cuando en el país en el que está la casa matriz vale 300 veces menos.” Lo segundo, la unificación de compras. Hoy la industria farmacéutica está concentrada en tres grandes cámaras que determinan los precios. El Estado Nacional, el sector público y la seguridad social también tienen que sentarse en una misma mesa para negociar conjuntamente la compra y los precios para todo su sistema. Así podríamos bajar el porcentaje destinado a la compra de medicamentos del gasto total en salud: del 30% actual al 15%, que es un valor razonable en los sistemas de salud que funcionan. Lo tercero es desarrollar y promover la producción pública de medicamentos. En el país hay más de 35 laboratorios que están en condiciones de producir medicamentos. Se podría empezar con los llamados “huérfanos”, que son aquellos que ya han perdido las patentes. Una cuarta medida sería que el Estado, a través de la Secretaría de Comercio, fiscalice la industria farmacéutica para revisar cómo se forman los precios, sobre todo de los medicamentos de alto costo, como los de la hemofilia, el cáncer, el HIV y otras enfermedades. A mí la presidenta me emociona, porque me da la certeza y la tranquilidad que va a llevar al país por el camino de la equidad y la igualdad. Néstor y Cristina fueron los únicos presidentes que han reconocido siempre, incluso ante una situación electoral, que faltan cosas por hacer. Esto nos da tranquilidad. <
En diálogo con Tiempo Argentino, Spaccavento explicó los ejes fundamentales de la reforma que se está evaluando. “Tenemos que trabajar para que haya igualdad de oportunidades y accesibilidad en el campo de la salud”, subrayó. Desde un bar cercano a la Administración de Programas Especiales (APE), de la cual es gerente de prestaciones médicas, Spaccavento adelantó algunas de las propuestas concretas que se están barajando. Mencionó la compra unificada de medicamentos por parte de todo el sector público y de la seguridad social (Estado nacional, provincias, PAMI y obras sociales sindicales), lo que permitiría disminuir el precio de las drogas que se adquieren a las cámaras farmacéuticas, y también darle un incentivo más fuerte a la producción pública de medicamentos, una política en la que Brasil lleva la delantera.
“Ir por más, en el campo de la salud, significa crear la legislación necesaria para poder darle un marco jurídico a un sistema nacional de salud en el que estén incluidas las obras sociales y las provincias. Tenemos que romper las inequidades que subsisten, que uno puede ver al repasar datos como que la mortalidad infantil en Formosa es del 21 por 1000, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires es del 8,4 por 1000”, advirtió.
En la entrevista, Spaccavento repasó los logros en materia de salud de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. También mostró su confianza en que la reglamentación de la Ley de Prepagas, que aún está pendiente, saldrá en pocos días. “Cristina es una buena piloto de tormentas y también de aguas mansas. Cada día es más y mejor presidenta”, se entusiasma. Lo dice con el convencimiento de quien suele definirse a sí mismo como cristinista.
–Algunos diarios plantearon que en este tercer mandato kirchnerista podría aprobarse una drástica modificación del sistema de obras sociales. ¿Es así?
–Yo no tengo acceso a esa información. Pero quiero recordar que el sistema de obras sociales es un sistema solidario de trabajadores, que cubre a más de 20 millones de personas y que permite a un trabajador de una obra social pequeña y con un bajo ingreso acceder a la reparación de una enfermedad de alto costo. Sin el sistema de obras sociales ese trabajador no tendría esa posibilidad. Eso lo vemos día a día. El de las obras sociales es un sistema solidario. Lógicamente, es perfectible. Lógicamente, tiene que estar más encarado en la promoción de la salud y la atención primaria –la prevención– y no tanto en la reparación de la enfermedad. Por eso queremos construir un sistema nacional integrado de salud. Junto a las obras sociales, para promover desde el Estado políticas de atención primaria.
–¿En qué consistiría ese sistema nacional integrado de salud?
–En esta etapa hay que integrar a todos los subsistemas. El Estado Nacional tiene que sentarse con las obras sociales, con los ministros o secretarios de salud de las provincias, con las universidades, para empezar a promover políticas de atención primaria y de promoción de la salud. Eso va a producir, en un mediano plazo, una disminución de los gastos de salud que hoy tienen las obras sociales. Porque la gente se va a enfermar menos. Yo quiero remarcar lo que ha hecho el gobierno de Cristina en el campo de la salud. Se incorporaron 16 vacunas al plan obligatorio de inmunizaciones; se creó el Instituto del Cáncer, que es una de las principales patologías y causas de muerte en el país y significa un avance importantísimo; se creó el Instituto de Enfermedades Tropicales Endémicas, como el Chagas y la leishmaniasis, que son enfermedades que atacan a poblaciones de bajos ingresos, sobre todo del NEA y NOA.
–¿Qué cambios están proponiendo y cuál será el impacto sobre la vida cotidiana?
–Lo primero es lograr un consenso político en torno al modelo que queremos. Para eso queremos convocar al sector público, la seguridad social y el sector privado que adhiera a este modelo. Estamos buscando que la Nación pueda brindar un servicio de alta complejidad y mediana complejidad en todas las regiones del país. Que la gente pueda ir a un hospital nacional a atenderse por una enfermedad de alta complejidad y no tenga que caer en el sector privado porque el sistema provincial no lo cubre.
–El lobby de los laboratorios y de las cámaras farmacéuticas es muy fuerte en el sector de la salud. ¿Qué puede hacer el Estado al respecto?
–Primero tomar la decisión política. Plantear, como lo hizo la presidenta, cuando dijo “alguna vez tendrán que explicar los laboratorios por qué una ampolla de un medicamento en la Argentina sale 50 mil pesos cuando en el país en el que está la casa matriz vale 300 veces menos.” Lo segundo, la unificación de compras. Hoy la industria farmacéutica está concentrada en tres grandes cámaras que determinan los precios. El Estado Nacional, el sector público y la seguridad social también tienen que sentarse en una misma mesa para negociar conjuntamente la compra y los precios para todo su sistema. Así podríamos bajar el porcentaje destinado a la compra de medicamentos del gasto total en salud: del 30% actual al 15%, que es un valor razonable en los sistemas de salud que funcionan. Lo tercero es desarrollar y promover la producción pública de medicamentos. En el país hay más de 35 laboratorios que están en condiciones de producir medicamentos. Se podría empezar con los llamados “huérfanos”, que son aquellos que ya han perdido las patentes. Una cuarta medida sería que el Estado, a través de la Secretaría de Comercio, fiscalice la industria farmacéutica para revisar cómo se forman los precios, sobre todo de los medicamentos de alto costo, como los de la hemofilia, el cáncer, el HIV y otras enfermedades. A mí la presidenta me emociona, porque me da la certeza y la tranquilidad que va a llevar al país por el camino de la equidad y la igualdad. Néstor y Cristina fueron los únicos presidentes que han reconocido siempre, incluso ante una situación electoral, que faltan cosas por hacer. Esto nos da tranquilidad. <
me sigo preguntando por que no reglamentan de una vez la ley sobre medicina prepaga.