Por Fernando Cibeira
Acostumbrado a manejarse a sus anchas cuando ejerce el poder, al peronismo siempre le costó encontrar su lugar como partido en la oposición. La pulseada abierta en las últimas semanas por la jefatura del PJ que debe renovarse en mayo esconde –apenas– la discusión por el rol que buscará jugar durante el gobierno de Mauricio Macri la principal oposición, si optará por una estrategia de colaboración con las políticas oficiales marcando diferencias sólo en algunos aspectos o si se inclinará por un papel activo de resistencia a las modificaciones al modelo desarrollado por el kirchnerismo. Una posición intermedia, de “unidad”, también es posible, pero sólo servirá para postergar un debate que tarde o temprano el peronismo deberá saldar.
De los 32 años desde el retorno democrático, el justicialismo gobernó durante 24. En las dos ocasiones en las que fue oposición, el gobierno no completó su mandato. Los dos datos sirven para marcar la anomalía del peronismo fuera del poder. Durante la gestión de Raúl Alfonsín, el peronismo realizó una renovación de su dirigencia, superadora de la ortodoxia tradicional. En el breve interludio de Fernando de la Rúa ni siquiera hubo tiempo para eso y el PJ se presentó luego a elecciones dividido en tres opciones. ¿Qué sucederá ahora con una alianza de centroderecha manejando la Casa Rosada?
El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey se muestra como la cabeza del sector que plantea un espíritu colaborador con la gestión macrista. Pese a ser relativamente joven (46 años), Urtubey ya va por su tercer mandato consecutivo como gobernador. En todo ese tiempo, y antes como diputado, Urtubey mantuvo los pies dentro del Frente para la Victoria aunque siempre se preocupó de hacer algún gesto que lo diferencie, dando a entender que él y el kirchnerismo no eran exactamente lo mismo. Desde hace años Urtubey viene anunciando sus intenciones de postularse a la presidencia, pero nunca concretó la amenaza. Su meta ahora es el 2019. Probablemente lo vea como “ahora o nunca”.
Aunque comente que conversa con toda la dirigencia peronista, Urtubey siempre apareció un poco solo en sus posiciones. Un intento por remediarlo fue el asado que compartió con Sergio Massa en Pinamar, pero se vio como un paso excesivo. Urtubey luego salió a aclarar que, en realidad, Massa está fuera del justicialismo, y el jueves pasado suspendió con una excusa un segundo encuentro en el que se mostrarían juntos. Pese a que no parecería liderando ningún grupo, sí es verdad que en los últimos tiempos el salteño aglutina a su paso las críticas al kirchnerismo duro que parten de otros gobernadores, legisladores e intendentes. Las reuniones militantes en las plazas, la defensa de Milagro Sala son cosas “de un partidito de izquierda”, dicen en esas reuniones.
Desde La Cámpora critican a este sector, acusándolo de buscar mimetizar al peronismo con el macrismo. “¿Para qué vas a votar a Urtubey o a Massa si lo podés votar a Macri? ¿No es mejor el original que una mala copia?”, ironizan. Máximo Kirchner definió a Massa como “el candidato de Davos”, luego de que Macri lo presentara en Suiza como el posible próximo jefe del peronismo. Ante la política avasallante y por decreto que lleva adelante el macrismo, el kirchnerismo duro enarbola una estrategia de resistencia y defensa cerrada de los derechos adquiridos en la última década. Con esa idea, buscan evitar cualquier señal de colaboración con las políticas oficiales. Por ejemplo, con obstáculos a la sesión para la aprobación del presupuesto bonaerense o con la sugerencia a algunos gobernadores para que no asistieran a la reunión con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Aquí se da otra situación, también típica de un partido en la oposición, sobre las diferencias de perspectiva entre quienes necesitan la colaboración del gobierno nacional para gestionar sus distritos –gobernadores, intendentes– y quienes no tienen esa responsabilidad. Especialmente en un año no electoral como este 2016, en el que gobernadores e intendentes tienen más urgencia por encauzar sus administraciones en medio de las turbulencias económicas que por marcar distancia con la Casa Rosada. “Los de La Cámpora ya piensan en 2019, pero nosotros tenemos que gobernar tres años y medio antes”, se quejaba uno de los legisladores que responde directamente a su gobernador. Estas diferencias vienen generando una brecha también en los bloques de diputados y de senadores del Frente para la Victoria.
Entre un sector y el otro, varios dirigentes buscan mediar para que la sangre no llegue al río. La convicción es que una división opositora sólo beneficiaría a Macri, quien quedaría en condiciones de pasar a manejar también el Congreso, el reducto desde el cual el peronismo debe buscar reconstruirse. Entre ellos hay representantes kirchneristas más moderados, algunos nucleados en la Corriente Nacional de la Militancia. Dirigentes como Daniel Filmus, Agustín Rossi y Gustavo Carmona estuvieron en los últimos días reunidos con todos los sectores en busca de una fórmula para la unidad. Lo mismo el senador Juan Manuel Abal Medina, quien participó de la reunión del jueves de Urtubey con algunos integrantes del bloque que están enojados con el kirchnerismo como Miguel Angel Pichetto. “Intento trabajar para la unidad. Si estuviera vivo, Néstor nos diría: ‘Júntense todos y ganen las elecciones’”, explicaba Abal Medina.
En el fondo, nadie quiere una interna del justicialismo con elección directa de los afiliados, con fecha tentativa en abril o inicios de mayo. Para empezar, se votaría con unos padrones poco confiables que necesitan urgente depuración. Por otro lado, es una interna sin antecedentes que habilitaría una agria discusión e, imaginan, sólo serviría para debilitar al justicialismo en un momento en el que necesita mostrarse fuerte y unido. “Es difícil pensar en una interna Urtubey contra Capitanich”, decía un dirigente que participa de las conversaciones.
Dado que Cristina Kirchner –quien nunca mostró mucho interés por las cuestiones internas del PJ– ya expresó que no tiene en sus planes postularse para la jefatura partidaria, se exploran otras posibilidades. Urtubey candidateó al ex gobernador de San Juan José Luis Gioja, quien tiene prestigio entre sus pares y siempre mantuvo una buena relación con el kirchnerismo, aunque hoy se muestre más alejado. Otra opción es Daniel Scioli, quien seguramente también gozaría de una aprobación mayoritaria. Aunque no haya dado muchas pistas en público, quienes lo consultaron en privado aseguran que el ex gobernador bonaerense está dispuesto a presidir el justicialismo siempre y cuando haya consenso y Cristina Kirchner lo apruebe. En un caso o el otro, los acompañaría una conducción colegiada donde estarían representados todos los sectores, tal como se hizo en la última elección de autoridades.
Suponiendo entonces que pudiera haber consenso para el reacomodamiento y se evitaran las internas, aún quedaría pendiente la discusión sobre el rol del PJ como principal partido opositor. Hay quienes piensan que el debate tiene que ser más amplio, que también debe abarcar los motivos de los resultados de las últimas elecciones a nivel nacional y provincial. “Si bien nadie discute el liderazgo de Cristina Kirchner, incluso quienes la cuestionan, surge claramente que hoy el PJ carece de una conducción táctica, tanto en el plano nacional como el de la provincia de Buenos Aires”, aporta el legislador bonaerense Chino Navarro.
La distinción recuerda a la que hacía Perón sobre táctica y estrategia, una para las grandes líneas políticas generales y la otra para llevarlas exitosamente adelante en el día a día. Lo que no pueden es ser una contradictoria con la otra. “Unidad de concepción y unidad de acción”, adoctrinaba el General en Conducción Política. “No oponer ideas dentro de una misma concepción, porque una idea destruye a otra idea, y entonces, después ocurre lo que ocurre a muchos hombres con quienes hablamos todos los días. Usted lo escucha una hora a ese hombre y él se ha pasado media hora afirmando una cosa, y media negándola. Y entonces, cuando el hombre termina, usted dice: ‘Pero, en conclusión, ¿qué quiere este hombre, adónde va, cuál es la idea?’”. Un desafío para el peronismo ante la necesidad de una política opositora exitosa al gobierno de Macri.
Acostumbrado a manejarse a sus anchas cuando ejerce el poder, al peronismo siempre le costó encontrar su lugar como partido en la oposición. La pulseada abierta en las últimas semanas por la jefatura del PJ que debe renovarse en mayo esconde –apenas– la discusión por el rol que buscará jugar durante el gobierno de Mauricio Macri la principal oposición, si optará por una estrategia de colaboración con las políticas oficiales marcando diferencias sólo en algunos aspectos o si se inclinará por un papel activo de resistencia a las modificaciones al modelo desarrollado por el kirchnerismo. Una posición intermedia, de “unidad”, también es posible, pero sólo servirá para postergar un debate que tarde o temprano el peronismo deberá saldar.
De los 32 años desde el retorno democrático, el justicialismo gobernó durante 24. En las dos ocasiones en las que fue oposición, el gobierno no completó su mandato. Los dos datos sirven para marcar la anomalía del peronismo fuera del poder. Durante la gestión de Raúl Alfonsín, el peronismo realizó una renovación de su dirigencia, superadora de la ortodoxia tradicional. En el breve interludio de Fernando de la Rúa ni siquiera hubo tiempo para eso y el PJ se presentó luego a elecciones dividido en tres opciones. ¿Qué sucederá ahora con una alianza de centroderecha manejando la Casa Rosada?
El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey se muestra como la cabeza del sector que plantea un espíritu colaborador con la gestión macrista. Pese a ser relativamente joven (46 años), Urtubey ya va por su tercer mandato consecutivo como gobernador. En todo ese tiempo, y antes como diputado, Urtubey mantuvo los pies dentro del Frente para la Victoria aunque siempre se preocupó de hacer algún gesto que lo diferencie, dando a entender que él y el kirchnerismo no eran exactamente lo mismo. Desde hace años Urtubey viene anunciando sus intenciones de postularse a la presidencia, pero nunca concretó la amenaza. Su meta ahora es el 2019. Probablemente lo vea como “ahora o nunca”.
Aunque comente que conversa con toda la dirigencia peronista, Urtubey siempre apareció un poco solo en sus posiciones. Un intento por remediarlo fue el asado que compartió con Sergio Massa en Pinamar, pero se vio como un paso excesivo. Urtubey luego salió a aclarar que, en realidad, Massa está fuera del justicialismo, y el jueves pasado suspendió con una excusa un segundo encuentro en el que se mostrarían juntos. Pese a que no parecería liderando ningún grupo, sí es verdad que en los últimos tiempos el salteño aglutina a su paso las críticas al kirchnerismo duro que parten de otros gobernadores, legisladores e intendentes. Las reuniones militantes en las plazas, la defensa de Milagro Sala son cosas “de un partidito de izquierda”, dicen en esas reuniones.
Desde La Cámpora critican a este sector, acusándolo de buscar mimetizar al peronismo con el macrismo. “¿Para qué vas a votar a Urtubey o a Massa si lo podés votar a Macri? ¿No es mejor el original que una mala copia?”, ironizan. Máximo Kirchner definió a Massa como “el candidato de Davos”, luego de que Macri lo presentara en Suiza como el posible próximo jefe del peronismo. Ante la política avasallante y por decreto que lleva adelante el macrismo, el kirchnerismo duro enarbola una estrategia de resistencia y defensa cerrada de los derechos adquiridos en la última década. Con esa idea, buscan evitar cualquier señal de colaboración con las políticas oficiales. Por ejemplo, con obstáculos a la sesión para la aprobación del presupuesto bonaerense o con la sugerencia a algunos gobernadores para que no asistieran a la reunión con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio.
Aquí se da otra situación, también típica de un partido en la oposición, sobre las diferencias de perspectiva entre quienes necesitan la colaboración del gobierno nacional para gestionar sus distritos –gobernadores, intendentes– y quienes no tienen esa responsabilidad. Especialmente en un año no electoral como este 2016, en el que gobernadores e intendentes tienen más urgencia por encauzar sus administraciones en medio de las turbulencias económicas que por marcar distancia con la Casa Rosada. “Los de La Cámpora ya piensan en 2019, pero nosotros tenemos que gobernar tres años y medio antes”, se quejaba uno de los legisladores que responde directamente a su gobernador. Estas diferencias vienen generando una brecha también en los bloques de diputados y de senadores del Frente para la Victoria.
Entre un sector y el otro, varios dirigentes buscan mediar para que la sangre no llegue al río. La convicción es que una división opositora sólo beneficiaría a Macri, quien quedaría en condiciones de pasar a manejar también el Congreso, el reducto desde el cual el peronismo debe buscar reconstruirse. Entre ellos hay representantes kirchneristas más moderados, algunos nucleados en la Corriente Nacional de la Militancia. Dirigentes como Daniel Filmus, Agustín Rossi y Gustavo Carmona estuvieron en los últimos días reunidos con todos los sectores en busca de una fórmula para la unidad. Lo mismo el senador Juan Manuel Abal Medina, quien participó de la reunión del jueves de Urtubey con algunos integrantes del bloque que están enojados con el kirchnerismo como Miguel Angel Pichetto. “Intento trabajar para la unidad. Si estuviera vivo, Néstor nos diría: ‘Júntense todos y ganen las elecciones’”, explicaba Abal Medina.
En el fondo, nadie quiere una interna del justicialismo con elección directa de los afiliados, con fecha tentativa en abril o inicios de mayo. Para empezar, se votaría con unos padrones poco confiables que necesitan urgente depuración. Por otro lado, es una interna sin antecedentes que habilitaría una agria discusión e, imaginan, sólo serviría para debilitar al justicialismo en un momento en el que necesita mostrarse fuerte y unido. “Es difícil pensar en una interna Urtubey contra Capitanich”, decía un dirigente que participa de las conversaciones.
Dado que Cristina Kirchner –quien nunca mostró mucho interés por las cuestiones internas del PJ– ya expresó que no tiene en sus planes postularse para la jefatura partidaria, se exploran otras posibilidades. Urtubey candidateó al ex gobernador de San Juan José Luis Gioja, quien tiene prestigio entre sus pares y siempre mantuvo una buena relación con el kirchnerismo, aunque hoy se muestre más alejado. Otra opción es Daniel Scioli, quien seguramente también gozaría de una aprobación mayoritaria. Aunque no haya dado muchas pistas en público, quienes lo consultaron en privado aseguran que el ex gobernador bonaerense está dispuesto a presidir el justicialismo siempre y cuando haya consenso y Cristina Kirchner lo apruebe. En un caso o el otro, los acompañaría una conducción colegiada donde estarían representados todos los sectores, tal como se hizo en la última elección de autoridades.
Suponiendo entonces que pudiera haber consenso para el reacomodamiento y se evitaran las internas, aún quedaría pendiente la discusión sobre el rol del PJ como principal partido opositor. Hay quienes piensan que el debate tiene que ser más amplio, que también debe abarcar los motivos de los resultados de las últimas elecciones a nivel nacional y provincial. “Si bien nadie discute el liderazgo de Cristina Kirchner, incluso quienes la cuestionan, surge claramente que hoy el PJ carece de una conducción táctica, tanto en el plano nacional como el de la provincia de Buenos Aires”, aporta el legislador bonaerense Chino Navarro.
La distinción recuerda a la que hacía Perón sobre táctica y estrategia, una para las grandes líneas políticas generales y la otra para llevarlas exitosamente adelante en el día a día. Lo que no pueden es ser una contradictoria con la otra. “Unidad de concepción y unidad de acción”, adoctrinaba el General en Conducción Política. “No oponer ideas dentro de una misma concepción, porque una idea destruye a otra idea, y entonces, después ocurre lo que ocurre a muchos hombres con quienes hablamos todos los días. Usted lo escucha una hora a ese hombre y él se ha pasado media hora afirmando una cosa, y media negándola. Y entonces, cuando el hombre termina, usted dice: ‘Pero, en conclusión, ¿qué quiere este hombre, adónde va, cuál es la idea?’”. Un desafío para el peronismo ante la necesidad de una política opositora exitosa al gobierno de Macri.