El ministro Frigerio celebró una vez más la sensata disposición a corregirse con que asumió el gobierno de Mauricio Macri, esta vez para defender a su colega Juan José Aranguren, a quien el presidente también ratificó en su cargo, ante la ola de correcciones parciales pero no menores de los tarifazos en los servicios registrada en los últimos días.
Frente a la delirante autocelebración que practicó el kirchnerismo es claro que esa disposición es un gran salto adelante, si no para la humanidad, al menos sí para la argentinidad. Pero tampoco hay que abusar y menos en cuestiones tan sensibles.
Salió a burlarse de Frigerio y Macri el ex ministro Axel Kiciloff, que termina haciendo siempre de involuntario propagandista del gobierno de Cambiemos: si bien es cierto que andar pidiendo perdón todo el tiempo no es algo muy recomendable, que se lo reproche justamente él, y con ese tono burlón entre catedrático y adolescente que lo caracteriza, no hace más que resaltar el avance que significa haber pasado a ser gobernados por humanos, después de haberlo sido por pretendidos semidioses. Mientras esas sean las críticas que reciba, no va a hacer falta que el gabinete macrista haga recambios, ni siquiera que se esmere demasiado por explicarse ante la sociedad.
Leé también: Frigerio, sobre el tarifazo de gas: «Cometimos un error y lo estamos corrigiendo»
Pero como sea, lo cierto es que el patinazo con las tarifas sucedió, y no fue una cuestión menor. El gobierno se había tomado su tiempo para hacer las cuentas y resultó que igual las hizo bastante mal, golpeando con subas mayores a las anunciadas a sectores económica y políticamente muy sensibles, pymes de todo el país, familias de ingresos medio bajos ya en problemas por la situación económica general, etc.
Y no tuvo reflejos para arreglar el lío lo suficientemente rápido. Empezó a anunciar sus celebradas correcciones cuando ya gobernadores y representantes sectoriales estaban consiguiendo que varios jueces les dieran la razón, y retrotrajeran la situación al momento inicial. Lo que más que en una corrección puede convertir todo el entuerto en un sonoro fracaso.
Todo esto, para colmo, en la cuestión más sensible de las muchas cosas sensibles que tienen que resolver en estos meses, que ellos mismos reconocen son los más complicados de su gestión. ¿Cómo pudo ser que se equivocaran tan fiero?
Convengamos en que el recorte de subsidios a los servicios públicos era lo más impopular que tenía que hacer el nuevo gobierno. Aunque se hiciera bien iba a traer problemas. Convengamos también en que no era postergable ni podía hacerse muy gradualmente, menos que menos si al mismo tiempo se queríaen lo posible mejorar e incrementar el gasto social, concentrando los subsidios en los que sí lo necesitan. Aumentar la AUH, reducir el peso del IVA para los más pobres, y encima financiar la tarifa social, todo junto y rápido, exigía un salto importante en el costo de los servicios para todos los demás sectores de la sociedad y las empresas.
Pero precisamente por todas estas consideraciones calcular bien cuál iba a ser el aumento para los distintos tipos de hogares y las distintas regiones del país, y sobre todo para las empresas que usan intensivamente gas y electricidad era fundamental. Parece que no se hizo bien. Ni técnica, ni políticamente. Porque no pinta que lo que sucedió fue sólo que un funcionario que usó mal la planilla de Excel. Parece que los mecanismos de coordinación y comunicación entre los miembros involucrados del gabinete fallaron.
Errar es humano. Y menos mal que quienes nos gobiernan se consideran a sí mismos humanos. Pero sería bueno cuidarse de no abonar la tesis de quienes buscan convencer de nuevo a los argentinos que lo más cool es no comportarse como tales, que conviene que nuestros gobernantes no reconozcan nunca error alguno y se dediquen a descargar culpas en los demás para zafar, porque aunque así no resuelvan los problemas nos ofrecen una ilusoria omnipotencia en la que regodearnos.
Sería bueno que el oficialismo advierta, además, que aunque el kirchnerismo esté en descomposición, y tenerlo entonces de vocero de las críticas le resulte muy redituable, las premisas culturales con que él trabaja, y en particular esta ética del psicópata que practicó tan sistemáticamente para lavarse las manos de todos los problemas, goza de muy buena salud.
Porque esa ética del psicópata no la inventó él, no guió sólo sus actos, anima en gran medida del sentido común público del argentino medio, que practica la descarga de responsabilidades en los demás siempre que puede.
Si el gobierno asume que está peleando no sólo contra el remanente de dirigentes kirchneristas, que en verdad no son una real amenaza sino una ayuda, sino contra una cultura política mucho más perdurable y amenazadora, entonces tal vez encuentren la energía necesaria para cuidarse de cometer tantos errores, y pueda fortalecer el tipo de confianza con que pretende sustituir tantas décadas de manipulaciones.
Frente a la delirante autocelebración que practicó el kirchnerismo es claro que esa disposición es un gran salto adelante, si no para la humanidad, al menos sí para la argentinidad. Pero tampoco hay que abusar y menos en cuestiones tan sensibles.
Salió a burlarse de Frigerio y Macri el ex ministro Axel Kiciloff, que termina haciendo siempre de involuntario propagandista del gobierno de Cambiemos: si bien es cierto que andar pidiendo perdón todo el tiempo no es algo muy recomendable, que se lo reproche justamente él, y con ese tono burlón entre catedrático y adolescente que lo caracteriza, no hace más que resaltar el avance que significa haber pasado a ser gobernados por humanos, después de haberlo sido por pretendidos semidioses. Mientras esas sean las críticas que reciba, no va a hacer falta que el gabinete macrista haga recambios, ni siquiera que se esmere demasiado por explicarse ante la sociedad.
Leé también: Frigerio, sobre el tarifazo de gas: «Cometimos un error y lo estamos corrigiendo»
Pero como sea, lo cierto es que el patinazo con las tarifas sucedió, y no fue una cuestión menor. El gobierno se había tomado su tiempo para hacer las cuentas y resultó que igual las hizo bastante mal, golpeando con subas mayores a las anunciadas a sectores económica y políticamente muy sensibles, pymes de todo el país, familias de ingresos medio bajos ya en problemas por la situación económica general, etc.
Y no tuvo reflejos para arreglar el lío lo suficientemente rápido. Empezó a anunciar sus celebradas correcciones cuando ya gobernadores y representantes sectoriales estaban consiguiendo que varios jueces les dieran la razón, y retrotrajeran la situación al momento inicial. Lo que más que en una corrección puede convertir todo el entuerto en un sonoro fracaso.
Todo esto, para colmo, en la cuestión más sensible de las muchas cosas sensibles que tienen que resolver en estos meses, que ellos mismos reconocen son los más complicados de su gestión. ¿Cómo pudo ser que se equivocaran tan fiero?
Convengamos en que el recorte de subsidios a los servicios públicos era lo más impopular que tenía que hacer el nuevo gobierno. Aunque se hiciera bien iba a traer problemas. Convengamos también en que no era postergable ni podía hacerse muy gradualmente, menos que menos si al mismo tiempo se queríaen lo posible mejorar e incrementar el gasto social, concentrando los subsidios en los que sí lo necesitan. Aumentar la AUH, reducir el peso del IVA para los más pobres, y encima financiar la tarifa social, todo junto y rápido, exigía un salto importante en el costo de los servicios para todos los demás sectores de la sociedad y las empresas.
Pero precisamente por todas estas consideraciones calcular bien cuál iba a ser el aumento para los distintos tipos de hogares y las distintas regiones del país, y sobre todo para las empresas que usan intensivamente gas y electricidad era fundamental. Parece que no se hizo bien. Ni técnica, ni políticamente. Porque no pinta que lo que sucedió fue sólo que un funcionario que usó mal la planilla de Excel. Parece que los mecanismos de coordinación y comunicación entre los miembros involucrados del gabinete fallaron.
Errar es humano. Y menos mal que quienes nos gobiernan se consideran a sí mismos humanos. Pero sería bueno cuidarse de no abonar la tesis de quienes buscan convencer de nuevo a los argentinos que lo más cool es no comportarse como tales, que conviene que nuestros gobernantes no reconozcan nunca error alguno y se dediquen a descargar culpas en los demás para zafar, porque aunque así no resuelvan los problemas nos ofrecen una ilusoria omnipotencia en la que regodearnos.
Sería bueno que el oficialismo advierta, además, que aunque el kirchnerismo esté en descomposición, y tenerlo entonces de vocero de las críticas le resulte muy redituable, las premisas culturales con que él trabaja, y en particular esta ética del psicópata que practicó tan sistemáticamente para lavarse las manos de todos los problemas, goza de muy buena salud.
Porque esa ética del psicópata no la inventó él, no guió sólo sus actos, anima en gran medida del sentido común público del argentino medio, que practica la descarga de responsabilidades en los demás siempre que puede.
Si el gobierno asume que está peleando no sólo contra el remanente de dirigentes kirchneristas, que en verdad no son una real amenaza sino una ayuda, sino contra una cultura política mucho más perdurable y amenazadora, entonces tal vez encuentren la energía necesaria para cuidarse de cometer tantos errores, y pueda fortalecer el tipo de confianza con que pretende sustituir tantas décadas de manipulaciones.