Las hipótesis de que el Gobierno buscará como enemigos a toda clase de empresarios se ha confirmado. Mirar para Cuidar no es otra cosa que una campaña de «escraches» que abunda en actitudes autoritarias. La campaña pulula en Facebook, donde los autodenominados «soldados de nuestro pueblo» son convocados a controlar los precios y se regocijan en dar nombres y direcciones, amenazar con acciones y llamar «especuladores» a los que supuestamente no ofrecen todos los productos que el Gobierno quiera a los precios que arbitrariamente decida.
Todo está orquestado desde el poder. En los últimos días varias compañías vieron con suma preocupación campañas que parecen no tener otro objetivo que la expropiación de empresas. «Primero, un operador del Gobierno que dice ser periodista comienza a difundir supuestos informes totalmente tergiversados acerca de supuestas ganancias de productores de alimentos, a los que pinta como especuladores y abusadores con los precios; luego la operación es repetida por todo el multimedios paraestatal», dijeron fuentes empresariales.
Es que el Gobierno no quiere hacerse cargo de la inflación, causada por la emisión descontrolada, el déficit fiscal, la caída de las reservas y las necesidades crecientes de importación de energía y combustibles. No ha hecho falta una crisis internacional para que la Argentina desnude sus falencias estructurales, causadas por una década de acumulación de desequilibrios.
El último reporte macro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no es nada pesimista para la región. Cuando José Juan Ruiz, su economista jefe, lo presentó primero en Madrid y luego en París, en mayo pasado, fue muy claro: «No hay una crisis, claramente; vamos a una situación de crecimiento mundial sostenidamente más lento» que durante el último período de auge.
No hay más viento de cola. En todo caso, viento de costado o viento de frente para América latina. Ruiz no es precisamente un ortodoxo, pero las previsiones para la región provienen de los escenarios realizados por el FMI. El economista jefe del BID destaca que son necesarias reformas para enfrentar la nueva situación, pero que nunca más América latina «aceptará un Consenso de Washington, que desde afuera le diga lo que tiene que hacer». Y que, a diferencia de los 90, tampoco funcionarán los planes «talle único para todos».
¿Qué hacer entonces para que la región pueda seguir creciendo como lo hacía cuando tenía más ayuda externa? Es una buena pregunta para cualquier gobierno que quiera mantener su capital político. Seguramente Cristina Kirchner podría estar interesada, ya que, según las cifras del índice de expectativas económicas de la UCA y TNS-Gallup, ganó elecciones cuando hubo optimismo y las perdió cuando hubo pesimismo.
Ruiz no habla de países en concreto, pero cree que la región tiene, en esta ocasión, muy poco espacio para hacer políticas monetarias o fiscales de corto plazo. Y que podría ser un error intentar ese camino.
Es inevitable pensar en la Argentina, que emite y gasta enloquecidamente, congela precios y trata de controlar salarios y mantiene monumentales déficits fiscal y energético para sostener un débil nivel de actividad, que difícilmente pueda mejorar el empleo privado formal y la distribución del ingreso.
Para contar con las divisas que permitan importar gas subsidiado hay que poner toda clase de restricciones a otras importaciones, lo que crea una situación kafkiana en la que todos los días están a punto de parar sectores enteros por falta de insumos. Hace pocos días empresas alimentarias casi tuvieron que parar porque faltaban tintas para rotular los envases con la fecha de vencimiento. Escasean vacunas para la gripe, que son importadas. En 2012 las grandes distribuidoras las tuvieron a principios de febrero para prever las campañas. Este año la provisión se completó un mes más tarde. Quienes en los últimos días quisieron aplicársela en varios vacunatorios y farmacias de la Capital Federal tuvieron una única respuesta: no hay más. El Gobierno no aprendió de la tragedia de Once ni de la gripe A de 2009, que contribuyó a la recesión que lo llevó a la derrota en las urnas..
Todo está orquestado desde el poder. En los últimos días varias compañías vieron con suma preocupación campañas que parecen no tener otro objetivo que la expropiación de empresas. «Primero, un operador del Gobierno que dice ser periodista comienza a difundir supuestos informes totalmente tergiversados acerca de supuestas ganancias de productores de alimentos, a los que pinta como especuladores y abusadores con los precios; luego la operación es repetida por todo el multimedios paraestatal», dijeron fuentes empresariales.
Es que el Gobierno no quiere hacerse cargo de la inflación, causada por la emisión descontrolada, el déficit fiscal, la caída de las reservas y las necesidades crecientes de importación de energía y combustibles. No ha hecho falta una crisis internacional para que la Argentina desnude sus falencias estructurales, causadas por una década de acumulación de desequilibrios.
El último reporte macro del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) no es nada pesimista para la región. Cuando José Juan Ruiz, su economista jefe, lo presentó primero en Madrid y luego en París, en mayo pasado, fue muy claro: «No hay una crisis, claramente; vamos a una situación de crecimiento mundial sostenidamente más lento» que durante el último período de auge.
No hay más viento de cola. En todo caso, viento de costado o viento de frente para América latina. Ruiz no es precisamente un ortodoxo, pero las previsiones para la región provienen de los escenarios realizados por el FMI. El economista jefe del BID destaca que son necesarias reformas para enfrentar la nueva situación, pero que nunca más América latina «aceptará un Consenso de Washington, que desde afuera le diga lo que tiene que hacer». Y que, a diferencia de los 90, tampoco funcionarán los planes «talle único para todos».
¿Qué hacer entonces para que la región pueda seguir creciendo como lo hacía cuando tenía más ayuda externa? Es una buena pregunta para cualquier gobierno que quiera mantener su capital político. Seguramente Cristina Kirchner podría estar interesada, ya que, según las cifras del índice de expectativas económicas de la UCA y TNS-Gallup, ganó elecciones cuando hubo optimismo y las perdió cuando hubo pesimismo.
Ruiz no habla de países en concreto, pero cree que la región tiene, en esta ocasión, muy poco espacio para hacer políticas monetarias o fiscales de corto plazo. Y que podría ser un error intentar ese camino.
Es inevitable pensar en la Argentina, que emite y gasta enloquecidamente, congela precios y trata de controlar salarios y mantiene monumentales déficits fiscal y energético para sostener un débil nivel de actividad, que difícilmente pueda mejorar el empleo privado formal y la distribución del ingreso.
Para contar con las divisas que permitan importar gas subsidiado hay que poner toda clase de restricciones a otras importaciones, lo que crea una situación kafkiana en la que todos los días están a punto de parar sectores enteros por falta de insumos. Hace pocos días empresas alimentarias casi tuvieron que parar porque faltaban tintas para rotular los envases con la fecha de vencimiento. Escasean vacunas para la gripe, que son importadas. En 2012 las grandes distribuidoras las tuvieron a principios de febrero para prever las campañas. Este año la provisión se completó un mes más tarde. Quienes en los últimos días quisieron aplicársela en varios vacunatorios y farmacias de la Capital Federal tuvieron una única respuesta: no hay más. El Gobierno no aprendió de la tragedia de Once ni de la gripe A de 2009, que contribuyó a la recesión que lo llevó a la derrota en las urnas..