La Argentina en el año electoral anota una dinámica impresionante semana a semana. El que se aburre, es porque quiere. Todo parece indicar estas horas que la reacción espontánea de la mayoría de la gente en las plazas el sábado último, rechazando la oposición violenta y radicalizada que se desató en marzo contra el Gobierno, vino a determinar una novedad inquietante: el que ahora se radicalizó, dicen, es Mauricio Macri.
Está claro que cambió el ánimo en el oficialismo después de la expresión de la ciudanía en las calles, y las encuestas que ratificaron el gran aporte que los personajes del tren fantasma del kirchnerismo le vienen acercando al Gobierno para detener su caída en imagen e intención de votos.
«Si vamos con Cristina como candidata, perdemos», dicen casi todas las expresiones del PJ de la provincia de Buenos Aires, salvo La Cámpora. Desde la izquierda del Movimiento Evita, pasando por los intendentes, Randazzo, Daniel Scioli, y cuanto dirigente aparece, todos la quieren lejos a la ex Presidenta. De su último mega procesamiento por ser la supuesta jefa de una asociación ilícita, no la salieron a defender ni los intendentes supuestamente K de Avellaneda, Berazategui, Florencio Varela o La Matanza. Todos mudos.
Volviendo a Macri, ya el Presidente venía fastidiado en el comienzo del año con la estrategia política que había llevado hasta ahora. Comentamos en esta columna hace 15 días que el jefe de Estado se estaba cansando del gradualismo, pero que nadie sabía muy bien cómo salir. Las marchas del fin de semana pasado abrieron una puerta más que evidente. Seguirá el gradualismo en lo económico, ya no en la comunicación política. Se terminó el Presidente Zen. «Al final, contábamos que decía Macri en marzo, me hicieron quedar como un flojo al que se le animan todos».
Claro que ahora la clave es no pasarse de rosca. En el Círculo Rojo hay motivos para preocuparse. Por ejemplo las palomas del Gabinete, que venían explorando abrir algún canal de diálogo con el sindicalismo peronista para una tregua que levante el paro de hoy, se conmovieron cuando el lunes, el Presidente, a lo Cristina, sacudió en público a sus dos invitados en Casa de Gobierno, José Luis Lingeri y Gerardo Martínez, tratando de mafiosos a todo el arco sindical. Hasta ahora, el oficialismo había elegido como adversario para confrontar al sindicalismo kirchnerista y de izquierda, en particular Roberto Baradel, ATE, la CTA y los Metrodelegados.
Esta vez cobraron todos. También los empresarios y parte de la familia judicial de la Argentina. Solo se cuidó en público de no incluir en la diatriba a otro sector al que, como todo hombre del Poder, el ex presidente de Boca le tiene ganas hace tiempo: los periodistas independientes y los medios de comunicación. Macri enfurecido contra sus adversarios favoritos, el Círculo Rojo, ámbito de donde proviene y conoce bien, como la mayoría de los integrantes de su Gabinete.
Hace bien el Jefe de Estado en mostrarse más firme y aguerrido, porque también el reclamo en las plazas era por un Gobierno menos tímido a la hora de enfrentar a la oposición y los factores de poder. «Macri ponga huevo» bramaban las redes sociales, además de juramentarse luchar para que no vuelva el kirchnerismo al poder.
Pero lo que más disfrutan en estas horas en el entorno político del Presidente, es el enorme respaldo que en las redes sociales se observa en contra de quienes cuestionan al Gobierno, por menor o mayor crítica que se formule. La marcha fue contra el Círculo Rojo se quieren convencer los fanatizados en Casa de Gobierno. La ministra de seguridad, Patricia Bullrich, en diálogo con el periodista Alejandro Fantino, sugirió una teoría para explicar que la gente había salido a las plazas a respaldar a Macri, «porque se preocupó al ver cómo lo criticaba Mirtha Legrand y se dio cuenta que así se ayudaba a que volviera Cristina». Sutil misil contra el periodismo libre. Hay otros menos sutiles: por ejemplo una causa judicial en la que, desde el Gobierno, se involucró estas horas al periodista Carlos Pagni, de La Nación, por denunciar maniobras oscuras con los organismos de inteligencia oficial.
También en el mundo empresario se toma nota del nuevo Macri. En la UIA se quejan porque el Presidente no hizo una sola mención al muy importante anuncio de inversión del Grupo Techint en Vaca Muerta (casi u$s 2500 millones). Las empresas de Ómnibus de Larga Distancia -más de 100 compañías en todo el país que emplean 25.000 empleados- afirman que el Presidente las mandó al muere con un combo fulminante: cada vez más costos laborales, retiro de subsidios en los pasajes mientras se mantienen los subsidios para Aerolíneas, y auge de las low cost aéreas que capturan los pasajeros Premium. La crisis, afirman, se hará notar en las provincias por la pérdida de empleo y caída en los servicios.
Y todos aquellos hombres de negocios que alguna vez se enfrentaron en la vida privada con el creador de Farmacity y ahora poderoso vice jefe de Gabinete, Mario Quintana, suponen que tienen las horas contadas. Tal vez sea casualidad, pero en verdad la mayoría de las batallas que el Gobierno ha dado contra el sector privado han sido colisiones que, como manager y Ceo, tuvo que dar Quintana cuando era empresario y no renegaba de esa condición: comisiones o tarjetas, costos y distribución de los medicamentos, la relación de los laboratorios con el PAMI, la administración del dinero privado de la salud, por mencionar los casos más comentados. Tanta iracundia parece haberse sosegado, al menos en la batalla Swiss Medical vs OSDE, donde los actores informan sobre la reciente celebración de un armisticio.
Está claro que cambió el ánimo en el oficialismo después de la expresión de la ciudanía en las calles, y las encuestas que ratificaron el gran aporte que los personajes del tren fantasma del kirchnerismo le vienen acercando al Gobierno para detener su caída en imagen e intención de votos.
«Si vamos con Cristina como candidata, perdemos», dicen casi todas las expresiones del PJ de la provincia de Buenos Aires, salvo La Cámpora. Desde la izquierda del Movimiento Evita, pasando por los intendentes, Randazzo, Daniel Scioli, y cuanto dirigente aparece, todos la quieren lejos a la ex Presidenta. De su último mega procesamiento por ser la supuesta jefa de una asociación ilícita, no la salieron a defender ni los intendentes supuestamente K de Avellaneda, Berazategui, Florencio Varela o La Matanza. Todos mudos.
Volviendo a Macri, ya el Presidente venía fastidiado en el comienzo del año con la estrategia política que había llevado hasta ahora. Comentamos en esta columna hace 15 días que el jefe de Estado se estaba cansando del gradualismo, pero que nadie sabía muy bien cómo salir. Las marchas del fin de semana pasado abrieron una puerta más que evidente. Seguirá el gradualismo en lo económico, ya no en la comunicación política. Se terminó el Presidente Zen. «Al final, contábamos que decía Macri en marzo, me hicieron quedar como un flojo al que se le animan todos».
Claro que ahora la clave es no pasarse de rosca. En el Círculo Rojo hay motivos para preocuparse. Por ejemplo las palomas del Gabinete, que venían explorando abrir algún canal de diálogo con el sindicalismo peronista para una tregua que levante el paro de hoy, se conmovieron cuando el lunes, el Presidente, a lo Cristina, sacudió en público a sus dos invitados en Casa de Gobierno, José Luis Lingeri y Gerardo Martínez, tratando de mafiosos a todo el arco sindical. Hasta ahora, el oficialismo había elegido como adversario para confrontar al sindicalismo kirchnerista y de izquierda, en particular Roberto Baradel, ATE, la CTA y los Metrodelegados.
Esta vez cobraron todos. También los empresarios y parte de la familia judicial de la Argentina. Solo se cuidó en público de no incluir en la diatriba a otro sector al que, como todo hombre del Poder, el ex presidente de Boca le tiene ganas hace tiempo: los periodistas independientes y los medios de comunicación. Macri enfurecido contra sus adversarios favoritos, el Círculo Rojo, ámbito de donde proviene y conoce bien, como la mayoría de los integrantes de su Gabinete.
Hace bien el Jefe de Estado en mostrarse más firme y aguerrido, porque también el reclamo en las plazas era por un Gobierno menos tímido a la hora de enfrentar a la oposición y los factores de poder. «Macri ponga huevo» bramaban las redes sociales, además de juramentarse luchar para que no vuelva el kirchnerismo al poder.
Pero lo que más disfrutan en estas horas en el entorno político del Presidente, es el enorme respaldo que en las redes sociales se observa en contra de quienes cuestionan al Gobierno, por menor o mayor crítica que se formule. La marcha fue contra el Círculo Rojo se quieren convencer los fanatizados en Casa de Gobierno. La ministra de seguridad, Patricia Bullrich, en diálogo con el periodista Alejandro Fantino, sugirió una teoría para explicar que la gente había salido a las plazas a respaldar a Macri, «porque se preocupó al ver cómo lo criticaba Mirtha Legrand y se dio cuenta que así se ayudaba a que volviera Cristina». Sutil misil contra el periodismo libre. Hay otros menos sutiles: por ejemplo una causa judicial en la que, desde el Gobierno, se involucró estas horas al periodista Carlos Pagni, de La Nación, por denunciar maniobras oscuras con los organismos de inteligencia oficial.
También en el mundo empresario se toma nota del nuevo Macri. En la UIA se quejan porque el Presidente no hizo una sola mención al muy importante anuncio de inversión del Grupo Techint en Vaca Muerta (casi u$s 2500 millones). Las empresas de Ómnibus de Larga Distancia -más de 100 compañías en todo el país que emplean 25.000 empleados- afirman que el Presidente las mandó al muere con un combo fulminante: cada vez más costos laborales, retiro de subsidios en los pasajes mientras se mantienen los subsidios para Aerolíneas, y auge de las low cost aéreas que capturan los pasajeros Premium. La crisis, afirman, se hará notar en las provincias por la pérdida de empleo y caída en los servicios.
Y todos aquellos hombres de negocios que alguna vez se enfrentaron en la vida privada con el creador de Farmacity y ahora poderoso vice jefe de Gabinete, Mario Quintana, suponen que tienen las horas contadas. Tal vez sea casualidad, pero en verdad la mayoría de las batallas que el Gobierno ha dado contra el sector privado han sido colisiones que, como manager y Ceo, tuvo que dar Quintana cuando era empresario y no renegaba de esa condición: comisiones o tarjetas, costos y distribución de los medicamentos, la relación de los laboratorios con el PAMI, la administración del dinero privado de la salud, por mencionar los casos más comentados. Tanta iracundia parece haberse sosegado, al menos en la batalla Swiss Medical vs OSDE, donde los actores informan sobre la reciente celebración de un armisticio.