Jamás los unió el amor. Y mucho menos el espanto. Los empresarios argentinos están dispersos, desunidos. Se muestran inquietos en privado, pero se calzan el traje de ovejita dócil cuando se los consulta en público. Especialistas en aplausos presidenciales, los hombres de negocios llenan cada uno de los anuncios oficiales sin importar demasiado cuál sea el motivo del llamado. Batir las palmas en la Casa Rosada, y si es posible desde las primeras filas, cotiza cada vez más.
El silencio le fue ganando terreno a la palabra y, a su vez, la palabra se fue vaciando de contenido. Fue un proceso lento de descomposición de la opinión empresaria. Cada cual trató de mantenerse en pie a cualquier precio y el individualismo se empezó a imponer.
La voz empresaria está disfónica en la Argentina. Casi que no se escucha. Y claro está, la dirigencia lo siente. Las entidades gremiales que debieran representar a los hombres de negocios están desorientadas. Hay algunas que no encuentran la manera de expresar en público lo que piensan sus asociados sin molestar al Gobierno. Otras no dejan de apoyar todo lo que hace al modelo kirchnerista y jamás se permiten expresar la más mínima crítica. Varias callan y las menos se animan a dar una opinión algo más sincera de lo que sucede.
La última muestra la dio la confiscación de YPF. Apenas dos asociaciones empresarias tuvieron una visión crítica y se animaron a plasmarlo en un comunicado. Bien podría ser que todas hayan estado de acuerdo con la medida, pero no. Sólo es cuestión de hablar con algún empresario, muchos de los cuales firmaron los comunicados, para advertir que la postura de tantísimos pocos tiene que ver con las letras de las palabras públicas.
Quizás en medio de este cono de silencio empresarial hay algunos emergentes. Por un lado, las asociaciones que tienen algún guiño del Gobierno, como la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME), que dirige Osvaldo Cornide, o la revivida Confederación General Económica (CGE), que sintonizan las ideas que salen de la Casa Rosada. Por el otro, el campo. Cuatro años después de la protesta de 2008, los productores agropecuarios parecen estar más unidos que otros sectores.
¿Cómo se puede leer lo que sucede en la Argentina de aplausos vacíos? «El empresariado es percibido como un adversario político más, y en este marco es que la dirigencia empresaria -como sucede también con los políticos opositores- aparece desconcertada y dividida», dice Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría.
Justamente la bifurcación del discurso empresario quedó expuesta con los últimos anuncios oficiales en torno a la declaración de interés público del 51% de las acciones que Repsol tenía en YPF. «La estatización de la petrolera mostró sólo silencio o apoyo en la casi totalidad del empresariado. Las excepciones fueron la Asociación de Empresarios de la Argentina (AEA) y la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), que plantearon reparos. Esto sucedía al tiempo que una amplia mayoría de los empresarios expresaba en privado una posición crítica que después no se manifestaba en la posición pública de dirigentes y entidades», dice Fraga.
Juan José Aranguren, presidente de Shell, que soporta alrededor de 57 causas penales que se iniciaron después de que decidiera aumentar cinco centavos la nafta en marzo de 2005, dice que vivió la distancia de sus pares. Recuerda que alguna vez, cuando su empresa era víctima de un boicot al que llamó el ex presidente Néstor Kirchner y él, blanco de la furia oficial, hubo una reunión de petroleros. Fue entonces el representante de YPF el que se disculpó. Le dio apoyo en privado pero le advirtió que no habría ninguna manifestación pública. «Juanjo, estamos con vos. Pero no nos pidas que lo hagamos público», escuchó ese día el ejecutivo petrolero. «Cuando alguien no está en condiciones de hacer cumplir sus derechos es porque posiblemente no haya cumplido con sus obligaciones. Estamos en un momento en el que se privilegia lo conveniente por sobre lo correcto», dice Aranguren.
Por estos días, por caso, la Unión Industrial Argentina (UIA) navegó en la ambigüedad con el caso YPF. Ahora, en las reuniones internas, los empresarios están divididos. Por un lado, están aquellos que temen que esta confiscación no sea más que el inicio de un período en el que el Estado avance sin freno sobre el sector privado. Pero enfrente están otros, más prácticos: miran atentos qué negocios pueden hacer con la nueva YPF estatal. «Con semejantes visiones imagínese que es imposible tener una postura común y pública», dijo un dirigente de la entidad.
Los bancos no están mejor. En la Argentina hay cuatro entidades que los representan. Adeba agrupa a los bancos privados de capital nacional; ABA, a los de capitales extranjeros; Abapra, a los bancos públicos y cooperativos; y ABE, a la banca especializada. Sin embargo, ninguna lleva la voz cantante. Son varios los que aún recuerdan que en plena pelea por el uso de las reservas del Banco Central, Jorge Brito, presidente del banco Macro y de Adeba, mandó un comunicado lleno de aplausos sin consultar a sus colegas en el directorio de la entidad. El revuelo fue grande. Pero nadie si quiera quiso contemplar la posibilidad de que otro tuviera que salir a poner la cara y las palabras en público. Mejor el silencio.
En ABA optaron desde hace años por tener un presidente más técnico que político. Hoy, no son pocos los que se ilusionan con una entidad que agrupe a todos los bancos. Sería una manera de tener más fuerza. Pero las diferencias y los egos son grandes. Y nadie cede.
Carlos de la Vega, presidente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), dice que las asociaciones gremiales empresarias deben tener buen diálogo con el Gobierno, ya que de otra forma no se podrían plantear las inquietudes sectoriales. «Si no, las asociaciones no tendrían razón de ser», dice. Claro que también hay cierta autocrítica. «El movimiento empresario no ha sabido ni ha podido continuar con el esfuerzo y el trabajo del Grupo de los Seis [una asociación que unía a la CAC, la UIA, Adeba, la Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural y la Cámara de la Construcción]. Eso es una asignatura pendiente», agrega.
Aranguren dice que muchos empresarios no hacen pública su postura, porque finalmente no confían en la Justicia. «En la Argentina, la Justicia tarda pero llega. Nosotros llegamos a tener 57 causas y en 38 que fallaron estamos absueltos. La Justicia funciona», sostiene.
La comprobación empírica de este fenómeno de discurso desdoblado suele llegar a ser tragicómica. La Nacion mantuvo una larga charla con el CEO de una importante multinacional. El hombre no dejó de poner sobre la mesa decenas de ejemplos de empresas y empresarios que tenían serios problemas con la importación de productos y con la compra de divisas. «No va a encontrar a ninguna cámara o asociación que exprese esto en voz alta. ¿Sabe por qué? Porque los empresarios ya no quieren saber nada de posturas conjuntas. Las represalias son tremendas. Y como todos los meses hay que verle la cara a [el secretario de Comercio Interior, Guillermo] Moreno, lo mejor es salvarse solo», reflexionaba.
Del otro lado del arco están las asociaciones que tienen algún guiño del Gobierno o que, por una cuestión ideológica, concuerdan con el modelo kirchnerista. En el tope de estas entidades están CAME y la CGE.
«No sé si hay un guiño o no. Nosotros nos sentimos consustanciados con el proyecto nacional, popular y democrático», dijo Guillermo Gómez Galizia, de la CGE. El dirigente de la histórica central empresaria dice que el apoyo del Gobierno tiene que ver con que su gente está consustanciada con el mercado interno. «Pero ahora ya no alcanza con un gran discurso. Hay que tener algo más que eso, hay que tener apoyo técnico y entrada al gobierno de turno», agrega.
Cerca de la CGE se ilusionan con tener una Mesa de Empresarios Nacionales, en la que se reúnan varias de las cámaras más afines a la política de Gobierno. Pero parece que la CAME está rebelde para sentarse a conversar.
Una investigación del Foro CEO del IAE detectó la existencia de 826 cámaras o asociaciones con superposiciones a nivel sectorial, regional y por producto. Todo un universo en el que pocos tienen representatividad. Y si no que lo diga Moreno, que esta semana, mientras un poderoso dirigente que tiene problemas para encolumnar su tropa tomaba un café en San Pablo, lo increpó: «Si no sos capaz de conducir, ¿qué hacés ahí sentado?». Y siguió, riendo.
Juan José Aranguren, presidente de Shell, fue uno de los pocos empresarios que se animaron a expresar en público su posición. Tuvo que defenderse, y aún lo hace, en 57 causas penales; la mayoría iniciadas por la Secretaría de Comercio Interior, que maneja Guillermo Moreno. Justamente, el funcionario es el que ha impuesto una nueva manera de relacionamiento para los empresarios. Muchos sostienen que los tiempos cambiaron y que ahora es más redituable asistir a las convocatorias del secretario o sumarse a algún viaje que pertenecer a organizaciones importantes. Por caso, «la escuelita», una reunión a la que convoca Moreno los viernes, cada vez gana más adeptos que se interesan por los postulados económicos del secretario..