Denunciar una protesta por su carácter político es negarse a reflexionar sobre ella. Toda protesta tiene un contenido político y ese contenido no la «ensucia», sino que le confiere su dignidad. El carácter político debe representar el presupuesto con el que nos acercamos a la protesta y no la premisa final de un discurso condenatorio sobre el conflicto.
A nadie se le escapa que los eventuales líderes de una protesta suelen moverse por motivaciones cruzadas, que acostumbran a incluir demandas interesadas, las propias apetencias políticas de sus líderes o la pretensión de debilitar al gobernante de turno. Pero esto no constituye ninguna sorpresa: se trata de la materia prima básica de cualquier protesta.
Desde las movilizaciones indigenistas en Ecuador hasta las protestas de los estudiantes chilenos, los manifestantes siempre reclaman ante todo por razones primariamente vinculadas con su propio interés. Nadie puede esperar que el PSOE proteste contra el gobierno de Mariano Rajoy o la izquierda griega contra un gobierno que ajusta olvidando sus motivaciones político-partidarias: la democracia se nutre precisamente de tales disputas.
Se dirá, entonces, que «allí reside justamente la diferencia: resultan incomparables las protestas que se llevan adelante en contra de programas de ajuste en Europa y las que se desarrollan hoy en nuestro país». El punto es clave en esta discusión, pero, lamentablemente, el oficialismo lleva todas las de perder. La pregunta que debe responder el Gobierno es: ¿existen en nuestro país derechos fundamentales violados de modo profundo, permanente y extendido? La respuesta es sí, las violaciones de derechos están, son gravísimas, se extienden desde hace años y recaen de modo sistemático sobre los más débiles de la sociedad. Eso es lo que importa cuando se piensa sobre la justificación de la protesta.
El oficialismo reacciona como lo hizo la Presidenta y dice: «Debe valorarse lo ya hecho, el Gobierno hace su parte lo mejor posible». Como suele ocurrir, el relato es eficaz pero falso. A pesar de haber contado con mayorías legislativas durante años, de sus alianzas políticas impresentables, de sus insistentes e injustificados pactos con lo peor del sindicalismo y el empresariado, de que los niveles de pobreza y desigualdad son similares a los de la época menemista, de que la reforma impositiva no apareció jamás y la reforma política se enunció y murió casi el mismo día, y de que se siguen otorgando concesiones y licencias a figuras temibles a cambio de prestaciones y servicios pésimos. En resumen, se violan derechos constitucionales de modo gravísimo, como resultado y no a pesar de la acción del Gobierno.
Que la protesta social se encuentre justificada no «angeliza» ni inmuniza jurídicamente a sus promotores. Si algunos de los que hoy protestan se han enriquecido a través de negocios impúdicos, ello ha sido gracias a -y no en contra de- este gobierno.
La pregunta que queda por revelar es si el kirchnerismo será capaz de reconocer su responsabilidad por la masiva violación de derechos. Los procedimientos con los que el Gobierno desde hace años decide -en soledad, en secreto, sin consultar a nadie, sin escuchar a sus críticos, sin leer cifras que le sean adversas, sin tomar en serio nunca a la oposición- sugieren que no..
A nadie se le escapa que los eventuales líderes de una protesta suelen moverse por motivaciones cruzadas, que acostumbran a incluir demandas interesadas, las propias apetencias políticas de sus líderes o la pretensión de debilitar al gobernante de turno. Pero esto no constituye ninguna sorpresa: se trata de la materia prima básica de cualquier protesta.
Desde las movilizaciones indigenistas en Ecuador hasta las protestas de los estudiantes chilenos, los manifestantes siempre reclaman ante todo por razones primariamente vinculadas con su propio interés. Nadie puede esperar que el PSOE proteste contra el gobierno de Mariano Rajoy o la izquierda griega contra un gobierno que ajusta olvidando sus motivaciones político-partidarias: la democracia se nutre precisamente de tales disputas.
Se dirá, entonces, que «allí reside justamente la diferencia: resultan incomparables las protestas que se llevan adelante en contra de programas de ajuste en Europa y las que se desarrollan hoy en nuestro país». El punto es clave en esta discusión, pero, lamentablemente, el oficialismo lleva todas las de perder. La pregunta que debe responder el Gobierno es: ¿existen en nuestro país derechos fundamentales violados de modo profundo, permanente y extendido? La respuesta es sí, las violaciones de derechos están, son gravísimas, se extienden desde hace años y recaen de modo sistemático sobre los más débiles de la sociedad. Eso es lo que importa cuando se piensa sobre la justificación de la protesta.
El oficialismo reacciona como lo hizo la Presidenta y dice: «Debe valorarse lo ya hecho, el Gobierno hace su parte lo mejor posible». Como suele ocurrir, el relato es eficaz pero falso. A pesar de haber contado con mayorías legislativas durante años, de sus alianzas políticas impresentables, de sus insistentes e injustificados pactos con lo peor del sindicalismo y el empresariado, de que los niveles de pobreza y desigualdad son similares a los de la época menemista, de que la reforma impositiva no apareció jamás y la reforma política se enunció y murió casi el mismo día, y de que se siguen otorgando concesiones y licencias a figuras temibles a cambio de prestaciones y servicios pésimos. En resumen, se violan derechos constitucionales de modo gravísimo, como resultado y no a pesar de la acción del Gobierno.
Que la protesta social se encuentre justificada no «angeliza» ni inmuniza jurídicamente a sus promotores. Si algunos de los que hoy protestan se han enriquecido a través de negocios impúdicos, ello ha sido gracias a -y no en contra de- este gobierno.
La pregunta que queda por revelar es si el kirchnerismo será capaz de reconocer su responsabilidad por la masiva violación de derechos. Los procedimientos con los que el Gobierno desde hace años decide -en soledad, en secreto, sin consultar a nadie, sin escuchar a sus críticos, sin leer cifras que le sean adversas, sin tomar en serio nunca a la oposición- sugieren que no..
La Nación, tribuna de la izquierda argentina (junto con Clarín y Perfil).
Estoy de acuerdo con Gargarella en que pretender descalificar las protestas tachandolas de «politicas» es una necedad.Lo que no termino de comprender es que entiende RG por «violacion de derechos fundamentales».La caracterizacion que deduzco de su argumentacion es demasiado amplia lo que me lleva a pensar que cualquier gobierno en cualquier pais podria,llegado el caso,ser acusado de «violar derechos fundamentales».Me suena parecido a otras voces,menos sofisticadas,que sostienen que la «inseguridad» implica una violacion de los derechos humanos.Quizas Gargarella tenga la certeza de que los seres humanos podemos crear la sociedad perfecta donde nunca pase nada malo,donde no existan agravios y todos seamos «buenos».Su vision de la politica termina siendo profundamente impolitica.
este tipo está cada vez más gil.
me lo imagino dando una clase de política sentado en una sillita rosa de veinte centímetros de alto, con un montón de niños a su alrededor y con los siete enanitos como imagen de fondo.
y la última frase ya llega al paroxismo ¿qué significa que el gobierno no escucha? lo dice todo el mundo y ahora lo repite él. ¿qué no escucha? ¿a macri lo tiene que escuchar? ¿a gargarella? ¿y las cifras? ¿en lugar de creer en las propias debe creer en las de melconián? dios…
ja ja .. no se enoje Tapones…
Todos podemos tener un mal día, por ahí algo no le salió bien ayer y bueno… se desquitó con lo que tenía más mano
Yo lo sigo un poco a Gargarella en su blog y sus columnas… da la impresión de ‘todos los días malos’, porque todos los días es lo mismo (en lo referente al gobierno).
Un detallecito: una vez en su blog RG puso ‘esto lo publiqué en Rincla’.
Decir ‘Rincla’ me suena como decir ‘Boquita’ en lugar de Boca, ‘el Millo’ en lugar de River, o ‘los Redó’ en lugar de los Redonditos de Ricota… ¿se entiende?
Ja osea es un chochamu del rioba….
A mi la duda que siempre me queda es si estos estan realmente convencidos de lo que escriben o mercenarismo en estado puro y duro…
Es un mix, o un blend, como prefieras…
Escriben de los temas que conocen y/o prefieren, pero debe haber un x por ciento de antikirchnerismo.
tal vez quiere justificar a H.M.por su protesta,que la presenta como por aor a los trabajadores,afan de justicia y coherencia antimenemista.De cualquier modo una cosa es hacer gargaras y otra hacer acusaciones concretas,que es lo que le falta al articulo.
1) solía escribir en página, hasta que dejaron de publicarme porque mis textos incluían algún matiz de crítica al kirchnerismo. qué se supone que debo hacer? dejar de criticar al kirchnerismo o dejar de publicar en cualquier medio?
2) hace 20 años que escribo lo mismo sobre la protesta. en su momento, desde el kirchnerismo defendían lo que escribía en la materia. ahora sigo diciendo lo mismo que antes. quién cambió: yo o ustedes?
3) sería fácil para mí decir «acá son todos pagados por el kirchnerismo. son todos mercenarios». pero no me parece que tiene sentido discutir de ese modo. pensar que si alguien piensa distinto que yo es porque está pagado por el enemigo. yo cobro del conicet, no de los medios. muchos de ustedes, en cambio, son empleados del gobierno. tiene sentido hacer esa discusión?
Eso: nunca debe privarse uno de decir eso que considera que «sería fácil decir». Felicitaciones.
rg:
1) El problema es con el antikirchnerismo *sistemático*, o el antikirchnerismo como sistema. Página es -en general- un poquito más amplia que Clarín. Pero, claro, no le interesa publicar lo mismo que ya se publica en Clarín. ¿A qué medio le interesa repetir lo que dice otro? (Más allá de la ideología).
2) Lo que cambió es quiénes protestan y en nombre de qué. Entre los reclamos de los caceroleros hoy, o el agro en 2008, y los movimientos de desocupados de hace 20 años la diferencia de objetivos es abismal. Por ejemplo, los dos primeros grupos no desean que la gente pobre esté mejor. Y antes de que me diga que la K. es lo mismo, me apresuro a aclarar: se movilizaron para que la gente pobre esté ‘todavía’ peor que con la K. Si a usted le parece que hoy están mal, no olvide que pueden estar peor. Recordemos 2001.
3) Dr., a su estilo en este punto sólo le falta la frase ‘no esistís’…