«No es posible erradicar el narcotráfico: es una meta inalcanzable», dice Juan Gabriel Tokatlian. Profesor Plenario del Departamento de Ciencias Políticas y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, este sociólogo que vivió 18 años en Colombia sostiene que se trata de una ilusión muy costosa, «en términos de vidas y en términos económicos». Especialista reconocido, con un doctorado en The Johns Hopkins University, Tokatlian escribió «Qué hacer con las drogas» (Siglo XXI), un libro que va a contramano de la prédica de los candidatos en campaña. Afirma que Mauricio Macri adopta una receta que ya fracasó, ve en Patricia Bullrich una proclama de triunfo sin datos concluyentes y recomienda mirar a Estados Unidos, que destina el 55% de su presupuesto a la represión y el 45 a la prevención, mientras Argentina concentra el 95% en atacar la oferta sin reducir la demanda. Además, advierte: «La política cuesta cada día más y eso es una oportunidad para el narcotráfico».
¿Por qué dice que Argentina adopta contra el narcotráfico un modelo que fue descartado por ineficaz en la región?
Desde mediados de los noventa, se dice que Argentina dejó de ser un país de tránsito para ser de consumo, de que las pequeñas pandillas tenían vínculos internacionales y de que los volúmenes que empezaban a lavarse en el sistema eran mayores. Las políticas públicas fueron las más ortodoxas y el núcleo de los recursos fue a controlar la oferta. Para los años 2000, el fenómeno ya era mucho más complejo. Tránsito de sustancias psicoactivas hacia Europa, entrelazamiento con grupos criminales mexicanos, colombianos y peruanos, crecimiento del tráfico de cocaína. Creo que los gobiernos K no adoptaron ninguna política distinta, coquetearon en algún momento con la DEA, hicieron planes como Frontera Norte y le dieron mayor despliegue a la Gendarmería para desmantelar esas redes. No hubo un cambio relevante.
¿Qué es lo que hizo Macri desde que llegó, hace más de dos años?
Lo que hace Macri es más de lo mismo. Declarar emergencia en seguridad, abrir la compuerta de una eventual política de derribamiento de aviones, incrementar la presencia física de la Gendarmería, dotar de más recursos a los cuerpos de seguridad, acercarse a la DEA, el propio Macri insistiendo en que hay un rol para las fuerzas armadas en el combate contra el narcotráfico…
¿Qué fue lo que cambió de Berni a Bullrich?
Hay países que entienden que el problema de las drogas está en la demanda y no en la oferta. Que se trata primero de un problema de salud pública y después de desbaratar bandas y tener políticas más sofisticadas en seguridad. Argentina, primero con Cristina Fernández pero en particular con Macri, convirtió al Ministerio de Seguridad en el foco principal. Con Bullrich, tenemos más o menos lo mismo que con Berni. La escenografía oficial no ha variado significativamente, pero si el discurso que es más vehemente en presentarse como parte de una cruzada. A Berni se le criticó el mayor ingreso de drogas sintéticas, la política de interdicción fue mediocre. Ahora tenemos supuestamente un número mayor de interceptación de cocaína y marihuana y una proclama de triunfo. Sin embargo, la experiencia internacional nos dice que hay que ser muy cautos.
¿Por qué?
Porque no sabemos. ¿Se capturó más droga porque está entrando mayor cantidad o porque mejoró la eficiencia? ¿Se capturó más porque la Policía quiere mejorar su imagen ante una sociedad que la ve como parte del problema de las drogas? Es difícil proclamar el éxito como hace el gobierno. Falta buena información -algo que venía de antes- y además tenemos actitudes sospechosas como esto de los 850 kilos de marihuana consumidos por ratas, que no se lo cree nadie.
El gobierno afirma que se dejó de perseguir perejiles y ahora se persiguen las bandas grandes.
En los datos de la Procuraduría contra la Narcocriminalidad, eso todavía no se visibiliza. Los grandes grupos mafiosos, por lo menos en la provincia de Buenos Aires, no han sido desmantelados. La Policía sigue deteniendo a jóvenes por posesión de sustancias. Lo que vimos en Rosario es la administración socialista que, en algún momento, entendió que había que hacer algo más efectivo. Además, siempre que se desmantela un gran conglomerado mafioso hay que estar muy atentos porque empieza enseguida una lucha territorial por sustituir a esos grupos. Puede pasar en el caso de Los Monos, que recibieron penas muy altas. Ese vacío va a intentar llenarlo alguien: si no es el Estado con presencia, prevención, educación y empleo, lo van a ocupar otras bandas.
Prevenir o reprimir
¿Por qué el gobierno no toma el modelo de Estados Unidos, que destina el 45% de su presupuesto a la prevención?
Creo que hay una curva de aprendizaje. En los años ochenta y noventa, en Estados Unidos el 75% de los recursos iban a controlar la oferta -represión- y el 25 por ciento para controlar la demanda, prevención. Ha habido una sociedad muy movilizada y simbólicamente Obama fue muy importante porque proclamó que el discurso de la guerra contra las drogas ya no tenía sentido. Esto no fue por su generosidad sino porque hubo a niveles estaduales movimientos sociales, ONGs, académicos, grupos políticos, especialistas que desde mediados de los noventa exigieron más recursos para prevención, educación y tratamiento. Fue producto del fracaso de muchas políticas y de la presión social.
¿Considera que eso no existe en Argentina?
No existe de manera sostenida. Hay fastidio, hay frustración de parte de la sociedad, pero no hay forma de canalizar esto de manera sostenida y no hay estudios sistemáticos que muestren que es importante apuntalar la prevención, la educación y la salud.
Tampoco hay una fuerza política que tome esa demanda como propia. Al contrario.
Totalmente. El gobierno en particular y los políticos en general siguen creyendo que ganan más con argumentos de mano dura. Estamos muy parecidos al Estados Unidos de los años 70, 80 y 90 pero no al Estados Unidos actual, que tiene una política interna más equilibrada. No hablo de la política externa en la materia, que merecería todo tipo de críticas.
Derrotar al narcotráfico.
¿Qué le diría a un Presidente que declara como objetivo central derrotar al narcotráfico?
Sería muy imprudente de mi parte hacer una sugerencia a este o a cualquier presidente. Pero pienso que necesitamos replantear primero algunos conceptos y después algunas políticas. Primero, no es posible erradicar el narcotráfico: es una meta inalcanzable. Una sociedad totalmente abstemia es una ilusión muy costosa, primero en términos de vida y después en términos económicos. Pensar en la contención o reducción del fenómeno ya implicaría un cambio muy relevante. En segundo término, hay que cambiar el foco de la sustancia a las personas.
¿Qué quiere decir?
Hoy medimos el éxito diciendo que se decomisó tanto y hubo tanta gente encarcelada. Necesitamos otro indicador con la persona en el centro. Un indicador que diga: menos jóvenes están atraídos por el negocio de las drogas, hay mejores condiciones de salubridad, mayor contención para las familias. Las mejores políticas antidrogas poco tienen que ver con las drogas: salud, control de armas, derechos humanos, empleo, inserción laboral. Y por último, no pensar en clave electoral sino en mediano y largo plazo con metas relativamente alcanzables y con un cambio en la ecuación de presupuesto: mucho más en la prevención que en la represión. Hay que cambiar el mapa de interpretación primero y después diseñar las políticas.
Habla de una coalición de ganadores en la guerra contra las drogas. ¿Quiénes son?
Es una coalición heterogénea y no pactada. Por ejemplo, el sistema financiero con el sistema de lavado de activos a nivel mundial, que es invisible porque no genera muertos. Gente que tiene ganancias siderales con el lavado de activos que proviene de las drogas. Abogados, contadores, burocracias vinculadas a la seguridad, y no a la salud. La guerra demanda más plata y más organismos y se vuelven beneficiarios de perpetuar esa situación, no de terminarla. La coalición de perdedores también es clara: los jóvenes, los pobres, las mujeres encarceladas que son utilizadas como mulas, los consumidores ocasionales.
También figura la industria farmacéutica.
Desde el comienzo. El régimen internacional sobre las drogas nace en 1912 con protocolos, convenios y tratados. Son la base del prohibicionismo y llevamos un siglo con eso. En aquella construcción inicial el papel de la religión y la industria farmacéutica fue clave porque había que prohibir una serie de sustancias y legalizar otras. Las sustancias prohibidas que tenemos hoy derivan en gran medida de aquel momento histórico. Ahora, el debate en Estados Unidos son los opiáceos porque hay un conjunto de píldoras que los médicos dan a las personas y que crean una habituación y hay una industria farmacéutica detrás de los médicos. Son legales, generan adicción y causan muertes todos los días.
Pandillas y campañas
¿Por qué dice que el fenómeno de las drogas está constituido por pandillas en Argentina?
Cada país tiene el narcotráfico que deja prosperar. En Argentina, por ahora no tenemos grandes organizaciones, con líneas de producción altamente sofisticadas y decisivas para los procesos electorales, como pasa en México. Por eso hablo de pandillas o bandas. Pero aparecen fenómenos transnacionales, la llegada de bandas peruanas, colombianas o mexicanas, más las redes de distribución o venta que hay en Europa y en la cual hay argentinos involucrados. Lo central es el vínculo con la política a través de punteros o policías. Por eso hablo del triángulo de policías, pandillas y punteros.
¿Cual es la particularidad de ese triángulo?
La creciente autonomización de la policía. Ya no es la de hace 40 o 50 años. Es una policía que tiene una masa de recursos muy grandes y la política cada vez exige más recursos. Para ser electo uno necesita cada vez más plata: la política cada día está más cara. Es sorprendente que en Argentina no hayamos discutido una buena ley de financiación de la política porque una de las cosas que ya sabemos del caso mexicano y del caso colombiano es cómo se mete el narcotráfico en la política.
Al mismo tiempo, se vuelven frecuentes las acusaciones de financiamiento del narcotráfico en medio de las campañas.
En todos los países, estas acusaciones cruzadas se repiten durante las elecciones. El problema es que el tema desaparece después de la campaña. Desaparece la investigación, desaparecen las pruebas, desaparece el seguimiento. Eso se vuelve disfuncional porque genera la sensación de que todos están contaminados y que todos salen libres porque nadie los persigue. El mensaje de corto plazo es ganar una elección, el mensaje de largo plazo es no hay que creer en nadie. Eso deslegitima el sistema político de una manera tremenda. Me parece que no se ven los costos de denunciar y después no probar.
En clave no electoral, ¿qué podría hacerse desde el Congreso?
Nunca creí que existan políticas de Estado pero sí quizás los pequeños acuerdos. Podría discutirse si es pertinente tener una agencia especial autónoma orientada a la acción frente a modalidades criminales complejas, sin la contaminación de la policía ni del sistema de inteligencia existente. Sería muchísimo. Lo segundo, el presupuesto. Muchos legisladores entienden que los problemas de sus provincias podrían superarse si hubiera más recursos dedicados a la demanda y a alterar esa lógica extrema de destinar el 95% para la controlar la oferta y sólo 5% para reducir la demanda. Es socialmente más potente y políticamente más redituable.
El narcotráfico también es una economía alternativa que recluta soldaditos. ¿Hay forma de evitar esa salida de vida?
Eso excede el tema de la droga y creo que es el tema de los jóvenes. Se dice en forma permanente que en el futuro, va a haber menos trabajo, va a avanzar la robótica y habrá empleos que no se necesitan. No digo que no se pueda debatir sobre esto pensando en el largo plazo pero ¿cuál es el mensaje para los jóvenes? ¿qué horizonte social? ¿cuál es el sentido de decir que va a haber una gran masa de gente sin trabajo con estos niveles de pobreza y marginalidad? En una Argentina de tendencias profundas a apostar por ganancias rápidas, ¿cómo baja eso a los jóvenes, como lo leen? ¿es un incentivo al largo plazo, al esfuerzo, a la posibilidad de creatividad?
No parece.
Lo dudo. No tenemos una palabra para decir cómo se mata a los jóvenes, no hablamos del adolescidio. Pero los temas de la violencia vinculada a la juventud merecería un tratamiento neuralgico. Los estigmatizamos como soldaditos del narcotráfico. Haber pasado la adolescencia tiene que haber sido muy difícil para mucha gente joven. Hay un entrampamiento para los jóvenes y si eso no se coloca en el centro y se coloca solo la droga otra vez vamos a ir por la periferia y vamos a caer en el fracaso ya conocido.
¿Qué pasa con el narcotráfico en el resto de América Latina?
El punto central es el involucramiento creciente de las fuerzas armadas en el combate contra las drogas. En Colombia, desde los años ‘70, con los militares muy activos en tareas de erradicación de cultivos y a partir de 2000 con el Plan Colombia cuando incluyen en la lucha contra los grupos insurgentes el desmantelamiento de laboratorios y la erradicación forzada de cultivos. En México, para desmantelar el crimen organizado en los ámbitos urbanos, con violaciones crecientes de los derechos humanos. En el caso centroamericano, se ve directamente la participación de los militares norteamericanos, en especial el Comando Sur, en operaciones conjuntas, en altamar y en operaciones áreas para, por ejemplo, el derribamiento de aviones. En esos países, Estados Unidos diseña realmente las políticas antinarcóticos.
¿Qué pasa en Brasil? ¿Cómo influye la política contra el narcotráfico?
Brasil tiene dos componentes. El primero fue el despliegue fronterizo ante países productores y exportadores de coca y cocaína para impedir las rutas terrestres. De hecho, el narcotráfico ha ido mutando y las vías acuáticas y áreas han crecido mucho. Primero con una policía muy militarizada con la ocupación de las favelas y el intento de desmantelamiento de bandas criminales, en general, bandidos más que fuertes organizaciones. Eso tuvo un pico de éxito y se suponía que Brasil había encontrado la llave en ámbitos urbanos muy empobrecidos. Eso después de una década mostró sus límites.
¿Cuándo ubica usted ese momento de éxito?
La literatura que señalaba el éxito de Brasil es de 2010, 2012, 2014 inclusive. Había una sensación de que se había reducido el impacto.
De que el PT había logrado resolverlo.
Había habido una serie de políticas federales pero también estaduales. Ya desde hace dos o tres años, eso mostró límites y ahora lo que estamos viendo es una participación directa de las fuerzas armadas en esos mismo sitios con los mismos componentes de violencia. Ha crecido la violación de derechos humanos y, como en los otros casos, no se ha limitado el negocio.
¿Por qué dice que Argentina adopta contra el narcotráfico un modelo que fue descartado por ineficaz en la región?
Desde mediados de los noventa, se dice que Argentina dejó de ser un país de tránsito para ser de consumo, de que las pequeñas pandillas tenían vínculos internacionales y de que los volúmenes que empezaban a lavarse en el sistema eran mayores. Las políticas públicas fueron las más ortodoxas y el núcleo de los recursos fue a controlar la oferta. Para los años 2000, el fenómeno ya era mucho más complejo. Tránsito de sustancias psicoactivas hacia Europa, entrelazamiento con grupos criminales mexicanos, colombianos y peruanos, crecimiento del tráfico de cocaína. Creo que los gobiernos K no adoptaron ninguna política distinta, coquetearon en algún momento con la DEA, hicieron planes como Frontera Norte y le dieron mayor despliegue a la Gendarmería para desmantelar esas redes. No hubo un cambio relevante.
¿Qué es lo que hizo Macri desde que llegó, hace más de dos años?
Lo que hace Macri es más de lo mismo. Declarar emergencia en seguridad, abrir la compuerta de una eventual política de derribamiento de aviones, incrementar la presencia física de la Gendarmería, dotar de más recursos a los cuerpos de seguridad, acercarse a la DEA, el propio Macri insistiendo en que hay un rol para las fuerzas armadas en el combate contra el narcotráfico…
¿Qué fue lo que cambió de Berni a Bullrich?
Hay países que entienden que el problema de las drogas está en la demanda y no en la oferta. Que se trata primero de un problema de salud pública y después de desbaratar bandas y tener políticas más sofisticadas en seguridad. Argentina, primero con Cristina Fernández pero en particular con Macri, convirtió al Ministerio de Seguridad en el foco principal. Con Bullrich, tenemos más o menos lo mismo que con Berni. La escenografía oficial no ha variado significativamente, pero si el discurso que es más vehemente en presentarse como parte de una cruzada. A Berni se le criticó el mayor ingreso de drogas sintéticas, la política de interdicción fue mediocre. Ahora tenemos supuestamente un número mayor de interceptación de cocaína y marihuana y una proclama de triunfo. Sin embargo, la experiencia internacional nos dice que hay que ser muy cautos.
¿Por qué?
Porque no sabemos. ¿Se capturó más droga porque está entrando mayor cantidad o porque mejoró la eficiencia? ¿Se capturó más porque la Policía quiere mejorar su imagen ante una sociedad que la ve como parte del problema de las drogas? Es difícil proclamar el éxito como hace el gobierno. Falta buena información -algo que venía de antes- y además tenemos actitudes sospechosas como esto de los 850 kilos de marihuana consumidos por ratas, que no se lo cree nadie.
El gobierno afirma que se dejó de perseguir perejiles y ahora se persiguen las bandas grandes.
En los datos de la Procuraduría contra la Narcocriminalidad, eso todavía no se visibiliza. Los grandes grupos mafiosos, por lo menos en la provincia de Buenos Aires, no han sido desmantelados. La Policía sigue deteniendo a jóvenes por posesión de sustancias. Lo que vimos en Rosario es la administración socialista que, en algún momento, entendió que había que hacer algo más efectivo. Además, siempre que se desmantela un gran conglomerado mafioso hay que estar muy atentos porque empieza enseguida una lucha territorial por sustituir a esos grupos. Puede pasar en el caso de Los Monos, que recibieron penas muy altas. Ese vacío va a intentar llenarlo alguien: si no es el Estado con presencia, prevención, educación y empleo, lo van a ocupar otras bandas.
Prevenir o reprimir
¿Por qué el gobierno no toma el modelo de Estados Unidos, que destina el 45% de su presupuesto a la prevención?
Creo que hay una curva de aprendizaje. En los años ochenta y noventa, en Estados Unidos el 75% de los recursos iban a controlar la oferta -represión- y el 25 por ciento para controlar la demanda, prevención. Ha habido una sociedad muy movilizada y simbólicamente Obama fue muy importante porque proclamó que el discurso de la guerra contra las drogas ya no tenía sentido. Esto no fue por su generosidad sino porque hubo a niveles estaduales movimientos sociales, ONGs, académicos, grupos políticos, especialistas que desde mediados de los noventa exigieron más recursos para prevención, educación y tratamiento. Fue producto del fracaso de muchas políticas y de la presión social.
¿Considera que eso no existe en Argentina?
No existe de manera sostenida. Hay fastidio, hay frustración de parte de la sociedad, pero no hay forma de canalizar esto de manera sostenida y no hay estudios sistemáticos que muestren que es importante apuntalar la prevención, la educación y la salud.
Tampoco hay una fuerza política que tome esa demanda como propia. Al contrario.
Totalmente. El gobierno en particular y los políticos en general siguen creyendo que ganan más con argumentos de mano dura. Estamos muy parecidos al Estados Unidos de los años 70, 80 y 90 pero no al Estados Unidos actual, que tiene una política interna más equilibrada. No hablo de la política externa en la materia, que merecería todo tipo de críticas.
Derrotar al narcotráfico.
¿Qué le diría a un Presidente que declara como objetivo central derrotar al narcotráfico?
Sería muy imprudente de mi parte hacer una sugerencia a este o a cualquier presidente. Pero pienso que necesitamos replantear primero algunos conceptos y después algunas políticas. Primero, no es posible erradicar el narcotráfico: es una meta inalcanzable. Una sociedad totalmente abstemia es una ilusión muy costosa, primero en términos de vida y después en términos económicos. Pensar en la contención o reducción del fenómeno ya implicaría un cambio muy relevante. En segundo término, hay que cambiar el foco de la sustancia a las personas.
¿Qué quiere decir?
Hoy medimos el éxito diciendo que se decomisó tanto y hubo tanta gente encarcelada. Necesitamos otro indicador con la persona en el centro. Un indicador que diga: menos jóvenes están atraídos por el negocio de las drogas, hay mejores condiciones de salubridad, mayor contención para las familias. Las mejores políticas antidrogas poco tienen que ver con las drogas: salud, control de armas, derechos humanos, empleo, inserción laboral. Y por último, no pensar en clave electoral sino en mediano y largo plazo con metas relativamente alcanzables y con un cambio en la ecuación de presupuesto: mucho más en la prevención que en la represión. Hay que cambiar el mapa de interpretación primero y después diseñar las políticas.
Habla de una coalición de ganadores en la guerra contra las drogas. ¿Quiénes son?
Es una coalición heterogénea y no pactada. Por ejemplo, el sistema financiero con el sistema de lavado de activos a nivel mundial, que es invisible porque no genera muertos. Gente que tiene ganancias siderales con el lavado de activos que proviene de las drogas. Abogados, contadores, burocracias vinculadas a la seguridad, y no a la salud. La guerra demanda más plata y más organismos y se vuelven beneficiarios de perpetuar esa situación, no de terminarla. La coalición de perdedores también es clara: los jóvenes, los pobres, las mujeres encarceladas que son utilizadas como mulas, los consumidores ocasionales.
También figura la industria farmacéutica.
Desde el comienzo. El régimen internacional sobre las drogas nace en 1912 con protocolos, convenios y tratados. Son la base del prohibicionismo y llevamos un siglo con eso. En aquella construcción inicial el papel de la religión y la industria farmacéutica fue clave porque había que prohibir una serie de sustancias y legalizar otras. Las sustancias prohibidas que tenemos hoy derivan en gran medida de aquel momento histórico. Ahora, el debate en Estados Unidos son los opiáceos porque hay un conjunto de píldoras que los médicos dan a las personas y que crean una habituación y hay una industria farmacéutica detrás de los médicos. Son legales, generan adicción y causan muertes todos los días.
Pandillas y campañas
¿Por qué dice que el fenómeno de las drogas está constituido por pandillas en Argentina?
Cada país tiene el narcotráfico que deja prosperar. En Argentina, por ahora no tenemos grandes organizaciones, con líneas de producción altamente sofisticadas y decisivas para los procesos electorales, como pasa en México. Por eso hablo de pandillas o bandas. Pero aparecen fenómenos transnacionales, la llegada de bandas peruanas, colombianas o mexicanas, más las redes de distribución o venta que hay en Europa y en la cual hay argentinos involucrados. Lo central es el vínculo con la política a través de punteros o policías. Por eso hablo del triángulo de policías, pandillas y punteros.
¿Cual es la particularidad de ese triángulo?
La creciente autonomización de la policía. Ya no es la de hace 40 o 50 años. Es una policía que tiene una masa de recursos muy grandes y la política cada vez exige más recursos. Para ser electo uno necesita cada vez más plata: la política cada día está más cara. Es sorprendente que en Argentina no hayamos discutido una buena ley de financiación de la política porque una de las cosas que ya sabemos del caso mexicano y del caso colombiano es cómo se mete el narcotráfico en la política.
Al mismo tiempo, se vuelven frecuentes las acusaciones de financiamiento del narcotráfico en medio de las campañas.
En todos los países, estas acusaciones cruzadas se repiten durante las elecciones. El problema es que el tema desaparece después de la campaña. Desaparece la investigación, desaparecen las pruebas, desaparece el seguimiento. Eso se vuelve disfuncional porque genera la sensación de que todos están contaminados y que todos salen libres porque nadie los persigue. El mensaje de corto plazo es ganar una elección, el mensaje de largo plazo es no hay que creer en nadie. Eso deslegitima el sistema político de una manera tremenda. Me parece que no se ven los costos de denunciar y después no probar.
En clave no electoral, ¿qué podría hacerse desde el Congreso?
Nunca creí que existan políticas de Estado pero sí quizás los pequeños acuerdos. Podría discutirse si es pertinente tener una agencia especial autónoma orientada a la acción frente a modalidades criminales complejas, sin la contaminación de la policía ni del sistema de inteligencia existente. Sería muchísimo. Lo segundo, el presupuesto. Muchos legisladores entienden que los problemas de sus provincias podrían superarse si hubiera más recursos dedicados a la demanda y a alterar esa lógica extrema de destinar el 95% para la controlar la oferta y sólo 5% para reducir la demanda. Es socialmente más potente y políticamente más redituable.
El narcotráfico también es una economía alternativa que recluta soldaditos. ¿Hay forma de evitar esa salida de vida?
Eso excede el tema de la droga y creo que es el tema de los jóvenes. Se dice en forma permanente que en el futuro, va a haber menos trabajo, va a avanzar la robótica y habrá empleos que no se necesitan. No digo que no se pueda debatir sobre esto pensando en el largo plazo pero ¿cuál es el mensaje para los jóvenes? ¿qué horizonte social? ¿cuál es el sentido de decir que va a haber una gran masa de gente sin trabajo con estos niveles de pobreza y marginalidad? En una Argentina de tendencias profundas a apostar por ganancias rápidas, ¿cómo baja eso a los jóvenes, como lo leen? ¿es un incentivo al largo plazo, al esfuerzo, a la posibilidad de creatividad?
No parece.
Lo dudo. No tenemos una palabra para decir cómo se mata a los jóvenes, no hablamos del adolescidio. Pero los temas de la violencia vinculada a la juventud merecería un tratamiento neuralgico. Los estigmatizamos como soldaditos del narcotráfico. Haber pasado la adolescencia tiene que haber sido muy difícil para mucha gente joven. Hay un entrampamiento para los jóvenes y si eso no se coloca en el centro y se coloca solo la droga otra vez vamos a ir por la periferia y vamos a caer en el fracaso ya conocido.
¿Qué pasa con el narcotráfico en el resto de América Latina?
El punto central es el involucramiento creciente de las fuerzas armadas en el combate contra las drogas. En Colombia, desde los años ‘70, con los militares muy activos en tareas de erradicación de cultivos y a partir de 2000 con el Plan Colombia cuando incluyen en la lucha contra los grupos insurgentes el desmantelamiento de laboratorios y la erradicación forzada de cultivos. En México, para desmantelar el crimen organizado en los ámbitos urbanos, con violaciones crecientes de los derechos humanos. En el caso centroamericano, se ve directamente la participación de los militares norteamericanos, en especial el Comando Sur, en operaciones conjuntas, en altamar y en operaciones áreas para, por ejemplo, el derribamiento de aviones. En esos países, Estados Unidos diseña realmente las políticas antinarcóticos.
¿Qué pasa en Brasil? ¿Cómo influye la política contra el narcotráfico?
Brasil tiene dos componentes. El primero fue el despliegue fronterizo ante países productores y exportadores de coca y cocaína para impedir las rutas terrestres. De hecho, el narcotráfico ha ido mutando y las vías acuáticas y áreas han crecido mucho. Primero con una policía muy militarizada con la ocupación de las favelas y el intento de desmantelamiento de bandas criminales, en general, bandidos más que fuertes organizaciones. Eso tuvo un pico de éxito y se suponía que Brasil había encontrado la llave en ámbitos urbanos muy empobrecidos. Eso después de una década mostró sus límites.
¿Cuándo ubica usted ese momento de éxito?
La literatura que señalaba el éxito de Brasil es de 2010, 2012, 2014 inclusive. Había una sensación de que se había reducido el impacto.
De que el PT había logrado resolverlo.
Había habido una serie de políticas federales pero también estaduales. Ya desde hace dos o tres años, eso mostró límites y ahora lo que estamos viendo es una participación directa de las fuerzas armadas en esos mismo sitios con los mismos componentes de violencia. Ha crecido la violación de derechos humanos y, como en los otros casos, no se ha limitado el negocio.