Cómo vienen evolucionado las paritarias?
–Es una negociación colectiva poco homógenea. Las distintas paritarias responden a características muy propias de cada actividad. Ha habido sectores que venían de un retraso salarial mayor que otros o que en la crisis internacional habían tenido mayor dificultad para recuperar el nivel salarial. Esto exigía que en esta ronda paritaria tuvieran que recuperar nivel algunos salarios. En otros casos, incidió el alto nivel de rentabilidad que obtuvieron algunos segmentos económicos, donde es lógico que se note una recuperación más fuerte de los salarios.
–¿En qué sectores los salarios están más atrasados?
–Algunos industriales como el calzado y los textiles. Esos venían con un atraso más importante. Otros, como la carne, habían tenido que soportar los vaivenes de la industria. En algunos segmentos como el transporte, tanto de carga como de personas, existe una posición homógenea. Esto es consecuencia del ejercicio de una negociación colectiva, que no es por única vez sino que ya lleva siete años de forma ininterrumpida. En otras épocas la paritaria era agónica, porque se negociaba un año y después no se sabía cuando se retomaba. La continuidad, en cambio, establece cierta moderación de los actores.
–¿Qué porcentaje de los trabajadores ha cerrado las paritarias y con qué porcentual de aumentos?
–Los promedios los sacamos al final. Todavía faltan algunos sindicatos importantes. Por ejemplo, Comercio, que incluye a casi un millón de trabajadores. También están faltando Alimentación, Sanidad, que son colectivos numerosos. Diría que a esta altura ya cerraron el 60%, entre el 50 y el 60% de los trabajadores.
–¿Con qué promedio de aumento?
–Más que hablar de porcentajes habría que pensar en función de mínimos que se consideraban importantes en distintas actividades. Por ejemplo, varios sindicatos plantearon un piso de $ 3200, independientemente del porcentaje de aumento. Ese es un dato interesante porque una de las críticas que había era la gran dispersión de salarios entre los distintos sectores. Este año, muchos sindicatos lograron poner un piso que los colocó más cerca de los sectores que consiguieron aumentos más altos los años anteriores. Esto atiende a una mejor distribución del ingreso.
–¿Qué ocurrió con los gremios fuertes?
–Ha habido una moderación de gremios importantes, y eso ha contribuido, como es el caso de Camioneros. La UOM, convenio de referencia de por medio, ha actuado también con prudencia. El caso de los metalúrgicos es interesante porque ha conseguido esta garantía de $ 3200 y a nosotros nos parece bien que las categorías de convenio tengan un mínimo garantizado.
–¿El Ministerio de Trabajo también mide la evolución de la conflictividad?
–Hasta ahora –todavía nos quedan 15 o 20 días para cerrar las paritarias importantes– hemos venido con un nivel de conflictividad bajo. Incluso más bajo que el año pasado, donde a esta altura teníamos conflictos con los metalúrgicos, con la alimentación y otros.
–¿Por qué entonces algunos sectores intentan instalar la idea de que el nivel de conflictividad laboral es muy alto?
–Digamos primero que sería interesante que esos comunicadores hicieran un análisis más profundo. Hablar de la conflictividad en un país que está en proceso electoral tiñe mucho esa expresión, le pone un contenido de voltaje político importante porque se quiere marcar que la situación es ingobernable. Incluso apunta a una degradación de lo político, porque intenta instalar que cuando está en juego la cuestión político-partidaria eso daña y tensa las relaciones sociales. Yo miraría este tema poniendo el zoom un poco mejor porque, en términos de negociación colectiva, ha habido menor conflictividad que otros años. En términos de algunos conflictos puntuales, es un hecho que se viene reproduciendo todos los años. Fíjese que lo que se instala mediáticamente y contribuye a crear esa sensación son conflictos que alcanzan a 2000 o 3000 trabajadores. Pero no hay grandes inconvenientes en los convenios colectivos que abarcan a 50 mil, 100 mil o 300 mil trabajadores, donde se produce la verdadera puja por la distribución del ingreso. Es cierto que hay una conflictividad más focalizada a nivel de empresa por conflictos que tienen que ver con el encuadramiento sindical o el nivel de representación de los trabajadores. Hoy, salvo el conflicto de docentes de Santa Cruz, no hay ninguna conflictividad.
–Entonces, ¿cómo se explica que la presidenta Cristina Fernández, el 10 y 11 de mayo, haya pedido más “racionalidad” en los reclamos sindicales?
–La presidenta tuvo una intervención importante en orden de señalar que el peso de la conflictividad no debería ser tanto, por dos razones. En primer lugar, porque hay que cuidar lo alcanzado y, de darse una conflictividad importante, se pondrían en peligro niveles de estabilidad del empleo, niveles de salarios y condiciones de trabajo alcanzadas. Y, por otro lado, señalar que todavía falta mucho por hacer. Y que lo que este gobierno aspira, y compartimos con el resto de la dirigencia social y sindical, es que haya más niveles de inclusión. Necesitamos trabajar juntos para que haya más gente con trabajo, comprendida en convenios colectivos y que acceda a los beneficios sociales. Eso implica un avance más colectivo, no que un gremio con una gran capacidad de presión consigue todas las conquistas, porque entonces se convierte en referencia.
–¿Y cómo lo relaciona?
–Todos quieren aspirar a lo mismo que los gremios grandes, y eso aumenta la conflictividad y después genera daños en los niveles de empleo y pérdidas en la competitividad. Entonces, lo que la presidenta plantea, por un lado, es el tema de los métodos. Este es un tiempo de utilizar otros métodos, incluyendo a los empresarios.
–Cuando la presidenta sale a decir lo que dice, ¿no se termina politizando el debate sobre la protesta?
–El mensaje de la presidenta va a dirigido al conjunto social. La politización de las relaciones laborales está implícita en las propias relaciones laborales.
–Imagínese que usted encabeza un gremio y escucha el mensaje de la presidenta. ¿No pensaría dos veces antes de plantear un conflicto laboral?.
–Sí, claro. Y eso es lo que la presidenta debe haber tenido en cuenta a la hora de elevar su mensaje. Con una enorme diferencia con respecto a cualquier otra persona: este gobierno tiene autoridad para hacer eso. Porque nosotros no somos el gobierno del ajuste, nosotros no somos el gobierno del desempleo, no somos el gobierno de la exclusión. Al contrario, somos el gobierno que recuperó la negociación colectiva y la amplió a casi el doble de los trabajadores, y pensando en ellos, es también el gobierno que no tomó ninguna medida en contra de los trabajadores, ningún gobierno de la democracia puede exhibir ese lugar. Cuando la presidenta le plantea a la sociedad la necesidad de cambiar ciertos métodos de la protesta es porque las condiones que existen hoy son muy distintas a las que existían en 2003, cuando el país estaba en carne viva y los movimientos sociales tenían que recurrir a este tipo de reclamos para que los escuchen. Tiene que ver con que hoy hay una serie de instrumentos, enmarcados en reglas de juego que podemos respetar, que nos permiten elevar la voz dentro del respeto de esas reglas.
–¿Cómo quedó la relación con la CGT después de la reacción de la presidenta?
–Me parece que no fue una reacción. La presidenta había hablado con los dirigentes de la CGT y la CTA. La relación ha quedado… Creo que muchas veces se ha especulado sobre estos cambios de humores entre el gobierno nacional y la CGT como si dependiera excesivamente de las personas, y me parece que ya a esta altura, primero Néstor Kirchner y después Cristina tienen con la CGT, no solamente construyeron la relación institucional que hay que tener, sino cierto grado de relación estratégica,que me parece que va más allá de los humores y de las personas.
–Hubo muchos sectores que apoyaron el discurso de la presidenta, lo entendieron como una puesta de un límite. Pero hubo uno en particular que le dio su apoyo: los empresarios. ¿Qué lectura política puede hacer el Ministro de Trabajo?
–Era razonable que el sector empleador, que entendió el mensaje un poco sesgadamente, en algún punto entendieran que la presidenta reflejaba el sentimiento de algunos sectores del empresariado.
–¿Usted cree que después de los dichos de Cristina el diálogo se fortaleció?
–Claramente. Me parece que lo que surgió es que se ha fortalecido el espíritu de negociación.
–¿Qué ocurrirá con el Pacto Social?
–Deberíamos dejar de lado la idea de Pacto Social como gran evento, como gran diálogo, y entenderlo como la continuidad del diálogo social implícito que se viene llevando hace mucho. <
–Es una negociación colectiva poco homógenea. Las distintas paritarias responden a características muy propias de cada actividad. Ha habido sectores que venían de un retraso salarial mayor que otros o que en la crisis internacional habían tenido mayor dificultad para recuperar el nivel salarial. Esto exigía que en esta ronda paritaria tuvieran que recuperar nivel algunos salarios. En otros casos, incidió el alto nivel de rentabilidad que obtuvieron algunos segmentos económicos, donde es lógico que se note una recuperación más fuerte de los salarios.
–¿En qué sectores los salarios están más atrasados?
–Algunos industriales como el calzado y los textiles. Esos venían con un atraso más importante. Otros, como la carne, habían tenido que soportar los vaivenes de la industria. En algunos segmentos como el transporte, tanto de carga como de personas, existe una posición homógenea. Esto es consecuencia del ejercicio de una negociación colectiva, que no es por única vez sino que ya lleva siete años de forma ininterrumpida. En otras épocas la paritaria era agónica, porque se negociaba un año y después no se sabía cuando se retomaba. La continuidad, en cambio, establece cierta moderación de los actores.
–¿Qué porcentaje de los trabajadores ha cerrado las paritarias y con qué porcentual de aumentos?
–Los promedios los sacamos al final. Todavía faltan algunos sindicatos importantes. Por ejemplo, Comercio, que incluye a casi un millón de trabajadores. También están faltando Alimentación, Sanidad, que son colectivos numerosos. Diría que a esta altura ya cerraron el 60%, entre el 50 y el 60% de los trabajadores.
–¿Con qué promedio de aumento?
–Más que hablar de porcentajes habría que pensar en función de mínimos que se consideraban importantes en distintas actividades. Por ejemplo, varios sindicatos plantearon un piso de $ 3200, independientemente del porcentaje de aumento. Ese es un dato interesante porque una de las críticas que había era la gran dispersión de salarios entre los distintos sectores. Este año, muchos sindicatos lograron poner un piso que los colocó más cerca de los sectores que consiguieron aumentos más altos los años anteriores. Esto atiende a una mejor distribución del ingreso.
–¿Qué ocurrió con los gremios fuertes?
–Ha habido una moderación de gremios importantes, y eso ha contribuido, como es el caso de Camioneros. La UOM, convenio de referencia de por medio, ha actuado también con prudencia. El caso de los metalúrgicos es interesante porque ha conseguido esta garantía de $ 3200 y a nosotros nos parece bien que las categorías de convenio tengan un mínimo garantizado.
–¿El Ministerio de Trabajo también mide la evolución de la conflictividad?
–Hasta ahora –todavía nos quedan 15 o 20 días para cerrar las paritarias importantes– hemos venido con un nivel de conflictividad bajo. Incluso más bajo que el año pasado, donde a esta altura teníamos conflictos con los metalúrgicos, con la alimentación y otros.
–¿Por qué entonces algunos sectores intentan instalar la idea de que el nivel de conflictividad laboral es muy alto?
–Digamos primero que sería interesante que esos comunicadores hicieran un análisis más profundo. Hablar de la conflictividad en un país que está en proceso electoral tiñe mucho esa expresión, le pone un contenido de voltaje político importante porque se quiere marcar que la situación es ingobernable. Incluso apunta a una degradación de lo político, porque intenta instalar que cuando está en juego la cuestión político-partidaria eso daña y tensa las relaciones sociales. Yo miraría este tema poniendo el zoom un poco mejor porque, en términos de negociación colectiva, ha habido menor conflictividad que otros años. En términos de algunos conflictos puntuales, es un hecho que se viene reproduciendo todos los años. Fíjese que lo que se instala mediáticamente y contribuye a crear esa sensación son conflictos que alcanzan a 2000 o 3000 trabajadores. Pero no hay grandes inconvenientes en los convenios colectivos que abarcan a 50 mil, 100 mil o 300 mil trabajadores, donde se produce la verdadera puja por la distribución del ingreso. Es cierto que hay una conflictividad más focalizada a nivel de empresa por conflictos que tienen que ver con el encuadramiento sindical o el nivel de representación de los trabajadores. Hoy, salvo el conflicto de docentes de Santa Cruz, no hay ninguna conflictividad.
–Entonces, ¿cómo se explica que la presidenta Cristina Fernández, el 10 y 11 de mayo, haya pedido más “racionalidad” en los reclamos sindicales?
–La presidenta tuvo una intervención importante en orden de señalar que el peso de la conflictividad no debería ser tanto, por dos razones. En primer lugar, porque hay que cuidar lo alcanzado y, de darse una conflictividad importante, se pondrían en peligro niveles de estabilidad del empleo, niveles de salarios y condiciones de trabajo alcanzadas. Y, por otro lado, señalar que todavía falta mucho por hacer. Y que lo que este gobierno aspira, y compartimos con el resto de la dirigencia social y sindical, es que haya más niveles de inclusión. Necesitamos trabajar juntos para que haya más gente con trabajo, comprendida en convenios colectivos y que acceda a los beneficios sociales. Eso implica un avance más colectivo, no que un gremio con una gran capacidad de presión consigue todas las conquistas, porque entonces se convierte en referencia.
–¿Y cómo lo relaciona?
–Todos quieren aspirar a lo mismo que los gremios grandes, y eso aumenta la conflictividad y después genera daños en los niveles de empleo y pérdidas en la competitividad. Entonces, lo que la presidenta plantea, por un lado, es el tema de los métodos. Este es un tiempo de utilizar otros métodos, incluyendo a los empresarios.
–Cuando la presidenta sale a decir lo que dice, ¿no se termina politizando el debate sobre la protesta?
–El mensaje de la presidenta va a dirigido al conjunto social. La politización de las relaciones laborales está implícita en las propias relaciones laborales.
–Imagínese que usted encabeza un gremio y escucha el mensaje de la presidenta. ¿No pensaría dos veces antes de plantear un conflicto laboral?.
–Sí, claro. Y eso es lo que la presidenta debe haber tenido en cuenta a la hora de elevar su mensaje. Con una enorme diferencia con respecto a cualquier otra persona: este gobierno tiene autoridad para hacer eso. Porque nosotros no somos el gobierno del ajuste, nosotros no somos el gobierno del desempleo, no somos el gobierno de la exclusión. Al contrario, somos el gobierno que recuperó la negociación colectiva y la amplió a casi el doble de los trabajadores, y pensando en ellos, es también el gobierno que no tomó ninguna medida en contra de los trabajadores, ningún gobierno de la democracia puede exhibir ese lugar. Cuando la presidenta le plantea a la sociedad la necesidad de cambiar ciertos métodos de la protesta es porque las condiones que existen hoy son muy distintas a las que existían en 2003, cuando el país estaba en carne viva y los movimientos sociales tenían que recurrir a este tipo de reclamos para que los escuchen. Tiene que ver con que hoy hay una serie de instrumentos, enmarcados en reglas de juego que podemos respetar, que nos permiten elevar la voz dentro del respeto de esas reglas.
–¿Cómo quedó la relación con la CGT después de la reacción de la presidenta?
–Me parece que no fue una reacción. La presidenta había hablado con los dirigentes de la CGT y la CTA. La relación ha quedado… Creo que muchas veces se ha especulado sobre estos cambios de humores entre el gobierno nacional y la CGT como si dependiera excesivamente de las personas, y me parece que ya a esta altura, primero Néstor Kirchner y después Cristina tienen con la CGT, no solamente construyeron la relación institucional que hay que tener, sino cierto grado de relación estratégica,que me parece que va más allá de los humores y de las personas.
–Hubo muchos sectores que apoyaron el discurso de la presidenta, lo entendieron como una puesta de un límite. Pero hubo uno en particular que le dio su apoyo: los empresarios. ¿Qué lectura política puede hacer el Ministro de Trabajo?
–Era razonable que el sector empleador, que entendió el mensaje un poco sesgadamente, en algún punto entendieran que la presidenta reflejaba el sentimiento de algunos sectores del empresariado.
–¿Usted cree que después de los dichos de Cristina el diálogo se fortaleció?
–Claramente. Me parece que lo que surgió es que se ha fortalecido el espíritu de negociación.
–¿Qué ocurrirá con el Pacto Social?
–Deberíamos dejar de lado la idea de Pacto Social como gran evento, como gran diálogo, y entenderlo como la continuidad del diálogo social implícito que se viene llevando hace mucho. <