Pese a la distancia inicial entre empresarios y sindicatos, el Consejo del Salario alcanzó un acuerdo sobre el mínimo en una sola jornada. El ministro de Trabajo repasó las condiciones de la más compleja negociación en la que le tocó participar.
En toda mi experiencia en conflictos y disputas gremiales, ésta fue la más difícil, la más compleja. Nunca había sido tan duro, pero nunca fue tan grande la satisfacción de haber obtenido un buen resultado y por consenso unánime. El entusiasmo de las palabras de Carlos Tomada, a pocas horas de haber culminado las negociaciones del Consejo del Salario, se superpone con el cansancio que refleja su voz. En la última instancia, la del viernes 26, fueron casi diez horas de pulseadas intensas en las que reconoce que hubo momentos en que pensó que el acuerdo se le iba de las manos. El texto del laudo ya estaba en borrador, es la primera vez en ocho años que pensamos que podíamos llegar a tener que sacar el salario mínimo por decreto, se confiesa. Las razones de tanta complejidad y por qué se llegó finalmente a un acuerdo, en una sola jornada de discusiones, fueron repasadas a lo largo de la entrevista que el ministro de Trabajo concedió ayer a Página/12 en su despacho.
Los análisis previos indicaban que la búsqueda de un acuerdo iba a ser complicada. ¿Imaginó que se iba a poder conseguir en una sola jornada?
En general, los acuerdos por el salario mínimo se consiguieron en un solo día de discusión. Ayer (por el viernes), en realidad, hubo más de una reunión. En la primera convocatoria, la de las 13.00, quedó en claro que la distancia entre la parte empresaria y sindical era enorme. Y nadie se movía de su posición. Estaba muy complejo el panorama. Ahí preveíamos que el Consejo del Salario debía ser convocado en dos oportunidades, porque recién después de esa segunda reunión, sin acuerdo, se habilitaba el laudo del Gobierno.
Es decir que desde temprano ya medían la posibilidad de tener que fijar el salario mínimo por decreto, sin acuerdo…
En realidad, me iba a reservar la posibilidad del laudo para la última instancia, si no había ninguna posibilidad de consenso. Yo siempre voy a insistir en buscar el consenso, la posibilidad del acuerdo no la largo hasta que se caiga sola. Esta vez, además, nuestra posición se apoyaba en que lo que nosotros sosteníamos que se podía alcanzar (salario mínimo de 2300 pesos) era un resultado razonable.
¿Lo plantearon como posición del Gobierno al inicio de la discusión?
Era la postura que nos reservábamos, pero esperábamos la evolución de las negociaciones. Sabíamos que de ambas partes había un espíritu de alcanzar un acuerdo, pero bajarlo a la realidad terrenal era muy difícil. Por distintas razones, la CGT estaba muy atada a lograr los 2600 pesos. Los empresarios no querían acercarse a una cifra que significara reabrir una paritaria. A medida que avanzaban las horas, la situación se hacía más difícil.
Tradúzcame en términos prácticos, o si prefiere políticos, eso de que existía el espíritu de acordar pero en la realidad era muy difícil.
Lo que hacía difícil la negociación era la situación interna de cada sector. Dentro del bloque empresario había diferencias marcadas, posiciones negociadoras en unos e inflexibles en otros. Pero también en el plano sindical las presiones internas pesaban mucho. La CGT llegó por primera vez con un acuerdo con la CTA, pero ese acuerdo parecía que los condicionaba a no bajarse de la cifra propuesta. Y no era lo peor, porque las diferencias internas dentro de la propia CGT parecían pesar mucho más fuerte que las externas para impedir alguna flexibilidad en la negociación. Por todas estas condiciones, esta negociación es la más difícil, la más compleja en la que me tocó participar. Y le hablo de todas en las que pude haber intervenido como ministro y como abogado laboralista, en negociaciones colectivas o por conflictos gremiales.
Pero también menciono un espíritu a favor de un acuerdo porque se percibía la preocupación de ambas partes por mostrar que era posible llegar a un acuerdo. Ahí apareció muy fuerte el encuadre político y económico. La situación internacional, cómo está hoy parado el país frente a la crisis, con todo lo hecho por evitar consecuencias internas, un modelo productivo al que empresarios y sindicalistas dicen públicamente que hay que cuidar. Todo eso obligaba a las partes a mostrar un consenso. No podían en estas circunstancias asumir que no era posible.
Y además, el consenso logrado por el Gobierno en las elecciones primarias…
Sí, todo influye. Aparte, nadie quería aparecer rompiendo la posibilidad de un acuerdo en medio de una campaña electoral.
Lo difícil era encontrar el valor del salario mínimo para un consenso. ¿Cómo se consiguió?
Se destrabó a través de un diálogo entre los titulares de las dos centrales sindicales, Hugo Moyano y Hugo Yasky. De allí surgió el planteo de jerarquizar la importancia de revisar el tema de las asignaciones familiares. Claramente, es un tema que está afuera de las atribuciones del Consejo del Salario, pero a partir de ese pedido hicimos alguna gestión con otras áreas de gobierno. Obtuvimos una rápida respuesta, la promesa de abrir conversaciones antes de 30 días y el consenso sobre la preocupación de que los salarios han ido creciendo y el valor tope para las remuneraciones que cobran asignaciones se quedó en el tiempo. Con este acuerdo intersindical fue que le reclamamos al sector empresarial aceptar el acuerdo sobre los 2300 pesos.
¿Hubo acuerdo inmediato?
La respuesta favorable provino primero de los sectores más ligados a la industria manufacturera, que de alguna manera disciplinaron al resto. Pero ya no había margen para rechazar la propuesta.
¿Qué sensación le dejó la jornada del viernes, en perspectiva política?
Primero, dos sensaciones opuestas. Nunca había sentido que estuviéramos tan lejos del acuerdo ni ante una negociación tan dura como la de ayer, ni nunca sentí tan cerca la convicción de que todo iba a culminar en un laudo oficial. Ya lo tenía escrito. Ni en el 2008, cuando negociamos en pleno conflicto por las retenciones y con la dirigencia rural en las rutas habíamos vivido una situación tan extrema. Pero a la vez percibimos como nunca antes que todos se sentían responsables de la necesidad de mostrar la posibilidad de un consenso. Esto lo destacó la Presidenta de la Nación, que recién decidió su participación en el cierre del acuerdo, cuando se enteró de que se había alcanzado por unanimidad.
Este es el otro factor importante. El acuerdo unánime que alcanzamos por primera vez, que también se vio reflejado en el entusiasmo de todos al final, los abrazos. Hubo un hecho muy significativo al momento de la votación. Primero habló Hugo Moyano anunciando el voto de la CGT a favor del acuerdo. Luego tomó la palabra Yasky y destacó que era la primera vez, en el Consejo del Salario, que la CTA votaba a favor del acuerdo, con una precisa explicación de las circunstancias y el momento político. Toda la sala lo aplaudió, dirigentes sindicales y empresarios. Era la valoración que se estaba haciendo del consenso. Eso también refleja que estamos ante un nuevo momento político, por lo menos sobre una base firme de consenso sobre la que hay que trabajar en la profundización del modelo. El Consejo del Salario también cumplió esa función, no sólo la de fijar un piso salarial para los trabajadores.
En toda mi experiencia en conflictos y disputas gremiales, ésta fue la más difícil, la más compleja. Nunca había sido tan duro, pero nunca fue tan grande la satisfacción de haber obtenido un buen resultado y por consenso unánime. El entusiasmo de las palabras de Carlos Tomada, a pocas horas de haber culminado las negociaciones del Consejo del Salario, se superpone con el cansancio que refleja su voz. En la última instancia, la del viernes 26, fueron casi diez horas de pulseadas intensas en las que reconoce que hubo momentos en que pensó que el acuerdo se le iba de las manos. El texto del laudo ya estaba en borrador, es la primera vez en ocho años que pensamos que podíamos llegar a tener que sacar el salario mínimo por decreto, se confiesa. Las razones de tanta complejidad y por qué se llegó finalmente a un acuerdo, en una sola jornada de discusiones, fueron repasadas a lo largo de la entrevista que el ministro de Trabajo concedió ayer a Página/12 en su despacho.
Los análisis previos indicaban que la búsqueda de un acuerdo iba a ser complicada. ¿Imaginó que se iba a poder conseguir en una sola jornada?
En general, los acuerdos por el salario mínimo se consiguieron en un solo día de discusión. Ayer (por el viernes), en realidad, hubo más de una reunión. En la primera convocatoria, la de las 13.00, quedó en claro que la distancia entre la parte empresaria y sindical era enorme. Y nadie se movía de su posición. Estaba muy complejo el panorama. Ahí preveíamos que el Consejo del Salario debía ser convocado en dos oportunidades, porque recién después de esa segunda reunión, sin acuerdo, se habilitaba el laudo del Gobierno.
Es decir que desde temprano ya medían la posibilidad de tener que fijar el salario mínimo por decreto, sin acuerdo…
En realidad, me iba a reservar la posibilidad del laudo para la última instancia, si no había ninguna posibilidad de consenso. Yo siempre voy a insistir en buscar el consenso, la posibilidad del acuerdo no la largo hasta que se caiga sola. Esta vez, además, nuestra posición se apoyaba en que lo que nosotros sosteníamos que se podía alcanzar (salario mínimo de 2300 pesos) era un resultado razonable.
¿Lo plantearon como posición del Gobierno al inicio de la discusión?
Era la postura que nos reservábamos, pero esperábamos la evolución de las negociaciones. Sabíamos que de ambas partes había un espíritu de alcanzar un acuerdo, pero bajarlo a la realidad terrenal era muy difícil. Por distintas razones, la CGT estaba muy atada a lograr los 2600 pesos. Los empresarios no querían acercarse a una cifra que significara reabrir una paritaria. A medida que avanzaban las horas, la situación se hacía más difícil.
Tradúzcame en términos prácticos, o si prefiere políticos, eso de que existía el espíritu de acordar pero en la realidad era muy difícil.
Lo que hacía difícil la negociación era la situación interna de cada sector. Dentro del bloque empresario había diferencias marcadas, posiciones negociadoras en unos e inflexibles en otros. Pero también en el plano sindical las presiones internas pesaban mucho. La CGT llegó por primera vez con un acuerdo con la CTA, pero ese acuerdo parecía que los condicionaba a no bajarse de la cifra propuesta. Y no era lo peor, porque las diferencias internas dentro de la propia CGT parecían pesar mucho más fuerte que las externas para impedir alguna flexibilidad en la negociación. Por todas estas condiciones, esta negociación es la más difícil, la más compleja en la que me tocó participar. Y le hablo de todas en las que pude haber intervenido como ministro y como abogado laboralista, en negociaciones colectivas o por conflictos gremiales.
Pero también menciono un espíritu a favor de un acuerdo porque se percibía la preocupación de ambas partes por mostrar que era posible llegar a un acuerdo. Ahí apareció muy fuerte el encuadre político y económico. La situación internacional, cómo está hoy parado el país frente a la crisis, con todo lo hecho por evitar consecuencias internas, un modelo productivo al que empresarios y sindicalistas dicen públicamente que hay que cuidar. Todo eso obligaba a las partes a mostrar un consenso. No podían en estas circunstancias asumir que no era posible.
Y además, el consenso logrado por el Gobierno en las elecciones primarias…
Sí, todo influye. Aparte, nadie quería aparecer rompiendo la posibilidad de un acuerdo en medio de una campaña electoral.
Lo difícil era encontrar el valor del salario mínimo para un consenso. ¿Cómo se consiguió?
Se destrabó a través de un diálogo entre los titulares de las dos centrales sindicales, Hugo Moyano y Hugo Yasky. De allí surgió el planteo de jerarquizar la importancia de revisar el tema de las asignaciones familiares. Claramente, es un tema que está afuera de las atribuciones del Consejo del Salario, pero a partir de ese pedido hicimos alguna gestión con otras áreas de gobierno. Obtuvimos una rápida respuesta, la promesa de abrir conversaciones antes de 30 días y el consenso sobre la preocupación de que los salarios han ido creciendo y el valor tope para las remuneraciones que cobran asignaciones se quedó en el tiempo. Con este acuerdo intersindical fue que le reclamamos al sector empresarial aceptar el acuerdo sobre los 2300 pesos.
¿Hubo acuerdo inmediato?
La respuesta favorable provino primero de los sectores más ligados a la industria manufacturera, que de alguna manera disciplinaron al resto. Pero ya no había margen para rechazar la propuesta.
¿Qué sensación le dejó la jornada del viernes, en perspectiva política?
Primero, dos sensaciones opuestas. Nunca había sentido que estuviéramos tan lejos del acuerdo ni ante una negociación tan dura como la de ayer, ni nunca sentí tan cerca la convicción de que todo iba a culminar en un laudo oficial. Ya lo tenía escrito. Ni en el 2008, cuando negociamos en pleno conflicto por las retenciones y con la dirigencia rural en las rutas habíamos vivido una situación tan extrema. Pero a la vez percibimos como nunca antes que todos se sentían responsables de la necesidad de mostrar la posibilidad de un consenso. Esto lo destacó la Presidenta de la Nación, que recién decidió su participación en el cierre del acuerdo, cuando se enteró de que se había alcanzado por unanimidad.
Este es el otro factor importante. El acuerdo unánime que alcanzamos por primera vez, que también se vio reflejado en el entusiasmo de todos al final, los abrazos. Hubo un hecho muy significativo al momento de la votación. Primero habló Hugo Moyano anunciando el voto de la CGT a favor del acuerdo. Luego tomó la palabra Yasky y destacó que era la primera vez, en el Consejo del Salario, que la CTA votaba a favor del acuerdo, con una precisa explicación de las circunstancias y el momento político. Toda la sala lo aplaudió, dirigentes sindicales y empresarios. Era la valoración que se estaba haciendo del consenso. Eso también refleja que estamos ante un nuevo momento político, por lo menos sobre una base firme de consenso sobre la que hay que trabajar en la profundización del modelo. El Consejo del Salario también cumplió esa función, no sólo la de fijar un piso salarial para los trabajadores.