Las figuras de Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín fueron testigos del momento en que el oficialismo procuraba reducir los daños de una semana negra para el Gobierno en el Congreso. El patio de la planta baja de la Cámara de Diputados, donde conviven los bustos de bronce de los ex presidentes, se convirtió en un hervidero el miércoles a la noche, cuando el frente Cambiemos intentó retomar la iniciativa y cedió el timón del Parlamento a la oposición. Se presentó como un acuerdo. Fue una derrota.
El cambio de escenario terminó de confirmarse al día siguiente, con el anuncio de los senadores del PJ que enterró la reforma electoral, prioridad de Mauricio Macri . Las malas noticias para el oficialismo en el Congreso se acumularon en la recta final del año parlamentario. A contramano de la decisión de cerrar cuanto antes el primer período legislativo, dando espacio sólo a los proyectos del Ejecutivo, la Casa Rosada debió abrir las puertas del Parlamento de par en par hasta fin de año. Es un Congreso diferente, donde ya pesan más las elecciones de 2017 que las de 2015.
El primer gran impacto en la estrategia del oficialismo se produjo el lunes. Por primera vez en el papel de jefe de la oposición, Sergio Massa anunció una propuesta para reformar Ganancias y puso en marcha una ofensiva para apurar un debate que el Gobierno había decidido postergar hasta el año que viene. Ante las críticas por el incumplimiento de una promesa de campaña, el oficialismo dio el brazo a torcer, en capítulos. Primero anunció que el tema se trataría en Diputados en sesiones extraordinarias, pero terminaría de aprobarse en marzo, con aplicación retroactiva a enero.
El presidente Mauricio Macri. Foto: Archivo
La unificación de toda la oposición detrás de un pedido de sesión especial para el jueves fue demasiado para Cambiemos, en minoría en las dos cámaras. En la avanzada opositora fue determinante el acuerdo entre Massa y el Movimiento Evita para que ese súper jueves incluyera el debate por la emergencia social, propuesta también respaldada por la CGT, en la marcha del viernes 18.
El kirchnerismo no firmó el pedido para la sesión especial, no lo invitaron, pero decidió no quedarse afuera. El fantasma de la ley antidespidos se apoderó de la Cámara de Diputados. Sin los dos tercios necesarios para habilitar el tratamiento de esos proyectos, la oposición no iba a poder habilitar el debate. Pero el costo político para el oficialismo estaba asegurado.
Mario Negri, jefe del interbloque de Cambiemos, decidió pasar a la acción. El martes a la noche fue a ver a Massa, para proponerle una tregua. En paralelo, Nicolás Massot, presidente del bloque de Pro, participaba de las negociaciones del Poder Ejecutivo con las organizaciones sociales para prorrogar la emergencia social. Ese acuerdo se cerró contra todos los pronósticos. Es parte quizás de un cambio de estrategia más general del Gobierno. Ordenar la macroeconomía dejó de ser más importante que reactivar el consumo y tener un fin de año en paz. Para agregar un ingrediente a la turbulencia oficialista, ingresó el proyecto de reforma de Ganancias, una propuesta que decepcionó hasta a los propios oficialistas.
Todas esas tensiones y negociaciones cruzadas desembocaron el miércoles en el patio de la Cámara de Diputados. Massa se movía como dueño de casa, hablando con todos para organizar el anuncio. Hasta ahí llegaron los dirigentes de las organizaciones sociales, que acababan de cerrar un pacto por más de $ 30.000 millones en tres años, una posibilidad descartada sólo unos días antes por el Gobierno. Dos ministros, Alfonso Prat-Gay (Hacienda) y Rogelio Frigerio (Interior), debieron «bajar» al Congreso a llevar en persona la convocatoria del Poder Ejecutivo a sesiones extraordinarias, con Ganancias y emergencia en la agenda. Sólo así la oposición accedió a levantar la sesión especial. El costo político pesó más que el costo fiscal.
El capítulo que falta del período legislativo está marcado por lo que el oficialismo califica como una «traición» de los gobernadores. Con esa espina clavada, Cambiemos dará sus últimas batallas parlamentarias. Después de un año con más triunfos que derrotas, el oficialismo se prepara para enfrentar un Congreso en el que juega de visitante.
El cambio de escenario terminó de confirmarse al día siguiente, con el anuncio de los senadores del PJ que enterró la reforma electoral, prioridad de Mauricio Macri . Las malas noticias para el oficialismo en el Congreso se acumularon en la recta final del año parlamentario. A contramano de la decisión de cerrar cuanto antes el primer período legislativo, dando espacio sólo a los proyectos del Ejecutivo, la Casa Rosada debió abrir las puertas del Parlamento de par en par hasta fin de año. Es un Congreso diferente, donde ya pesan más las elecciones de 2017 que las de 2015.
El primer gran impacto en la estrategia del oficialismo se produjo el lunes. Por primera vez en el papel de jefe de la oposición, Sergio Massa anunció una propuesta para reformar Ganancias y puso en marcha una ofensiva para apurar un debate que el Gobierno había decidido postergar hasta el año que viene. Ante las críticas por el incumplimiento de una promesa de campaña, el oficialismo dio el brazo a torcer, en capítulos. Primero anunció que el tema se trataría en Diputados en sesiones extraordinarias, pero terminaría de aprobarse en marzo, con aplicación retroactiva a enero.
El presidente Mauricio Macri. Foto: Archivo
La unificación de toda la oposición detrás de un pedido de sesión especial para el jueves fue demasiado para Cambiemos, en minoría en las dos cámaras. En la avanzada opositora fue determinante el acuerdo entre Massa y el Movimiento Evita para que ese súper jueves incluyera el debate por la emergencia social, propuesta también respaldada por la CGT, en la marcha del viernes 18.
El kirchnerismo no firmó el pedido para la sesión especial, no lo invitaron, pero decidió no quedarse afuera. El fantasma de la ley antidespidos se apoderó de la Cámara de Diputados. Sin los dos tercios necesarios para habilitar el tratamiento de esos proyectos, la oposición no iba a poder habilitar el debate. Pero el costo político para el oficialismo estaba asegurado.
Mario Negri, jefe del interbloque de Cambiemos, decidió pasar a la acción. El martes a la noche fue a ver a Massa, para proponerle una tregua. En paralelo, Nicolás Massot, presidente del bloque de Pro, participaba de las negociaciones del Poder Ejecutivo con las organizaciones sociales para prorrogar la emergencia social. Ese acuerdo se cerró contra todos los pronósticos. Es parte quizás de un cambio de estrategia más general del Gobierno. Ordenar la macroeconomía dejó de ser más importante que reactivar el consumo y tener un fin de año en paz. Para agregar un ingrediente a la turbulencia oficialista, ingresó el proyecto de reforma de Ganancias, una propuesta que decepcionó hasta a los propios oficialistas.
Todas esas tensiones y negociaciones cruzadas desembocaron el miércoles en el patio de la Cámara de Diputados. Massa se movía como dueño de casa, hablando con todos para organizar el anuncio. Hasta ahí llegaron los dirigentes de las organizaciones sociales, que acababan de cerrar un pacto por más de $ 30.000 millones en tres años, una posibilidad descartada sólo unos días antes por el Gobierno. Dos ministros, Alfonso Prat-Gay (Hacienda) y Rogelio Frigerio (Interior), debieron «bajar» al Congreso a llevar en persona la convocatoria del Poder Ejecutivo a sesiones extraordinarias, con Ganancias y emergencia en la agenda. Sólo así la oposición accedió a levantar la sesión especial. El costo político pesó más que el costo fiscal.
El capítulo que falta del período legislativo está marcado por lo que el oficialismo califica como una «traición» de los gobernadores. Con esa espina clavada, Cambiemos dará sus últimas batallas parlamentarias. Después de un año con más triunfos que derrotas, el oficialismo se prepara para enfrentar un Congreso en el que juega de visitante.