Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com
Alfonso Prat-Gay lo confesó a los pocos días del batacazo que dejó al mundo boquiabierto: “La noche del martes al miércoles no dormí”. La suba de tasas de interés que ordenó anteayer la Reserva Federal explica que el triunfo de Donald Trump haya hundido al ministro en el insomnio. Si la banquera central Janet Yellen cumple con lo que advirtió tras la segunda alza del costo del dinero en una década, en 2017 habrá tres más. ¿Su objetivo? Evitar que el plan de obras del magnate electo genere inflación en Estados Unidos. ¿Su consecuencia en estas pampas? Mauricio Macri pagará mucho más caros los nuevos préstamos por u$s 35.000 millones que precisa para cerrar el año sin un ajuste fiscal inviable en plena campaña.
Los bonos de la deuda argentina acusaron el impacto más rápido que los del resto de la región. Desde que ganó Trump, el riesgo país local trepó el doble que el de Brasil y un 50% más que el de… ¡México! El Discount 2033 perdió casi un 20% de su precio desde su pico de agosto y ayer rendía 8,3% anual, dos puntos más que antes de la victoria del platinado. Es lo que le cobra a Macri el mercado por prestarle dólares a ese plazo, mientras Bolivia paga un 3,5% y Brasil (casi sin gobierno) un 5,5%. Un costo casi kirchnerista, como si Prat-Gay no hubiera comprado el pasaje caro de regreso al mundo que le vendieron juntos los fondos buitres, Wall Street y la administración Obama.
El encarecimiento del crédito jaquea el plan de Macri para ganar las elecciones de 2017. Y no solo porque complica el financiamiento del déficit fiscal que Cambiemos engrosó a fuerza de reducir impuestos como las retenciones o Bienes Personales. También porque encarece el acceso al capital por parte de supermercados y cadenas comerciales, a las que el Gobierno ya había encargado que empiecen a prestarles en pesos y a plazos más largos a los consumidores aterrados por un 2016 de tarifazos y paritarias a la baja. Lo que empezó a tambalear seriamente con Trump es el plan “Deuda para todos”, la apuesta pro-consumo del macrismo que resisten internamente ultraortodoxos como Federico Sturzenegger. No es casual que los informes de los grandes bancos de inversión hayan virado desde entonces a un pesimismo inusitado.
Solo efectivo
Como la oposición y los mercados, el establishment pasó a tocar en otra tonalidad tras la sorpresa republicana y el primer aniversario de Macri en la Rosada. Ahora decidió que todos los favores se cobran en efectivo. Paolo Rocca, el mecenas detrás de aquella convención radical de Gualeguaychú donde terminó de tomar forma Cambiemos, levantó repentinamente el perfil y no solo habló dos veces en público en menos de 10 días. También intercaló una inédita entrevista televisiva para dejar claras dos ideas: el ajuste fiscal no puede postergarse más y los salarios no deben recuperar lo que perdieron en 2016.
De eso mismo habló Rocca en La Mansión del Four Seasons el martes, en la selecta asamblea de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) donde rindieron cuentas amablemente Marcos Peña y sus dos escuderos: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. El del dueño de Techint sobre el año próximo es un curioso rapto de optimismo, similar a los que lo atacaban cuando Julio De Vido respaldaba sus desembarcos y adquisiciones en Brasil, México y Venezuela. La producción de acero crudo cayó 18% en los primeros 11 meses del año, pero para Rocca ya se percibe una recuperación. No la notaron los operarios de Tenaris en Zárate, que debieron refrendar ese mismo martes una nueva temporada de suspensiones. ¿Será una forma de agradecerle a Macri que haya aceptado frenar por sospechas de dúmping los tubos chinos para gasoductos que tenía previsto comprar su aliado cordobés Juan Schiaretti?
El CEO del HSBC, Gabriel Martino, es otro de los pocos que desbordan optimismo para 2017. En el cóctel de fin de año del banco, la semana pasada, el Pájaro aventuró que será un gran año para el sector financiero. “Los bancos vamos a ganar mucho más que este año”, proyectó. Mientras empieza a entrenarse con un coach particular para un eventual salto al funcionariado PRO, donde ya pudo colar tropa propia en puestos estratégicos como la Unidad de Información Financiera (UIF), el CEO trabaja incansablemente por el éxito de un blanqueo de capitales donde ya se anotaron varios de los clientes a los que ayudó a fugar divisas durante el kirchnerismo.
A la huelga
Los riesgos que enfrenta el Gobierno si se somete a los designios de AEA son también dos. El primero es ahogar la recuperación del consumo que podrían apalancar las paritarias junto al pago de juicios a jubilados y la Emergencia Social. El segundo, más acuciante, es colmar la paciencia oriental de la que hizo gala hasta ahora la CGT e inclinar la balanza a favor de los sectores más críticos que empezarán hoy a expresar su malestar por la negativa oficial a aliviar el peso de Ganancias sobre los sueldos.
El hartazgo de la línea cegetista que le hizo cinco paros generales a Cristina Kirchner por Ganancias se hará notar este mediodía, en la conferencia de prensa que convocaron los poderosos gremios de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Roberto Fernández (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad) llegaron al amenazar con abandonar la central obrera cuando vieron que Héctor Daer no exigía con el suficiente ahínco que se aprobara en el Senado el proyecto opositor que obtuvo media sanción en Diputados. El aeronavegante Juan Pablo Brey los convenció de no sacar los pies del plato, pero también abandonó ofuscado ayer la reunión de Comisión Directiva. Anoche debatían convocar a un paro de transporte el lunes si Macri insiste en archivar el proyecto hasta marzo.
Hugo Moyano, a quien la CATT se sigue subordinando, prefirió no hablar demasiado de Ganancias con Macri en su primera visita a Olivos desde aquellas milanesas que le cocinó la servicial Juliana Awada. “Hay que acercar posiciones”, concordaron lacónicos. El camionero portaba otras inquietudes. La principal era la crisis de OCA, donde un antiguo socio de ambos (Patricio Farcuh) se debate entre una monstruosa deuda fiscal de $5.000 millones y su propio desborde personal, del que los comensales de un coqueto restaurante dieron cuenta esta semana. Las demás tenían que ver con el negocio del fútbol y la AFA.
Lo que escasea cada vez más es la coordinación entre las distintas áreas del Gobierno. Se percibió en el llamado a sesiones extraordinarias para tratar Ganancias sin que el proyecto oficial tuviera garantizados apoyos. Las internas llegaron a tal punto que espadas importantes del oficialismo en Diputados, como Luciano Laspina o Nicolás Massot, sonrieron al ver naufragar un texto que no solo no compartían sino que les habían prohibido negociar con la oposición. Son alfiles cansados de que el rey no les reconozca una. Al final, el destrato hacia los propios no era una manía exclusiva de Néstor Kirchner.
Otro tropezón digno de la armada Brancaleone es el que desembocó en el paro bancario de anteayer, que podría llevar a otra huelga si hoy no hay acuerdo entre el sindicato y los bancos extranjeros. Como se informó la semana pasada en esta columna, Carlos Melconian fue el primero en aceptar el pedido del gremio de un bono de fin de año de entre 8 y 12 mil pesos y un adelanto a cuenta de la próxima paritaria. Cuando la Asociación de Bancos (ABA) rechazó convalidar lo que habían firmado los representantes de la banca pública y la nacional, el sindicato se negó a firmar el acta de la reunión. Pero Ramiro Monner Sans, hijo del mediático denunciador de la administración anterior y abogado de la cámara que preside el jefe del Nación, les advirtió: “Les conviene firmar porque hay presión de la Rosada para que retiremos la oferta”.
Quizá quienes manejan los joysticks en Jefatura de Gabinete confíen más en Martino, en el HSBC o en el Santander que en Melconian, a quien designó el Presidente igual que a ellos. Quizá solo haya sido un malentendido. Lo seguro es que si negocian las paritarias de 2017 con la misma pericia que en este primer ensayo, el conflicto sindical no tardará en escalar. Máxime si la cuestión Ganancias deja heridos en el camino.
abercovich@diariobae.com
Alfonso Prat-Gay lo confesó a los pocos días del batacazo que dejó al mundo boquiabierto: “La noche del martes al miércoles no dormí”. La suba de tasas de interés que ordenó anteayer la Reserva Federal explica que el triunfo de Donald Trump haya hundido al ministro en el insomnio. Si la banquera central Janet Yellen cumple con lo que advirtió tras la segunda alza del costo del dinero en una década, en 2017 habrá tres más. ¿Su objetivo? Evitar que el plan de obras del magnate electo genere inflación en Estados Unidos. ¿Su consecuencia en estas pampas? Mauricio Macri pagará mucho más caros los nuevos préstamos por u$s 35.000 millones que precisa para cerrar el año sin un ajuste fiscal inviable en plena campaña.
Los bonos de la deuda argentina acusaron el impacto más rápido que los del resto de la región. Desde que ganó Trump, el riesgo país local trepó el doble que el de Brasil y un 50% más que el de… ¡México! El Discount 2033 perdió casi un 20% de su precio desde su pico de agosto y ayer rendía 8,3% anual, dos puntos más que antes de la victoria del platinado. Es lo que le cobra a Macri el mercado por prestarle dólares a ese plazo, mientras Bolivia paga un 3,5% y Brasil (casi sin gobierno) un 5,5%. Un costo casi kirchnerista, como si Prat-Gay no hubiera comprado el pasaje caro de regreso al mundo que le vendieron juntos los fondos buitres, Wall Street y la administración Obama.
El encarecimiento del crédito jaquea el plan de Macri para ganar las elecciones de 2017. Y no solo porque complica el financiamiento del déficit fiscal que Cambiemos engrosó a fuerza de reducir impuestos como las retenciones o Bienes Personales. También porque encarece el acceso al capital por parte de supermercados y cadenas comerciales, a las que el Gobierno ya había encargado que empiecen a prestarles en pesos y a plazos más largos a los consumidores aterrados por un 2016 de tarifazos y paritarias a la baja. Lo que empezó a tambalear seriamente con Trump es el plan “Deuda para todos”, la apuesta pro-consumo del macrismo que resisten internamente ultraortodoxos como Federico Sturzenegger. No es casual que los informes de los grandes bancos de inversión hayan virado desde entonces a un pesimismo inusitado.
Solo efectivo
Como la oposición y los mercados, el establishment pasó a tocar en otra tonalidad tras la sorpresa republicana y el primer aniversario de Macri en la Rosada. Ahora decidió que todos los favores se cobran en efectivo. Paolo Rocca, el mecenas detrás de aquella convención radical de Gualeguaychú donde terminó de tomar forma Cambiemos, levantó repentinamente el perfil y no solo habló dos veces en público en menos de 10 días. También intercaló una inédita entrevista televisiva para dejar claras dos ideas: el ajuste fiscal no puede postergarse más y los salarios no deben recuperar lo que perdieron en 2016.
De eso mismo habló Rocca en La Mansión del Four Seasons el martes, en la selecta asamblea de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) donde rindieron cuentas amablemente Marcos Peña y sus dos escuderos: Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. El del dueño de Techint sobre el año próximo es un curioso rapto de optimismo, similar a los que lo atacaban cuando Julio De Vido respaldaba sus desembarcos y adquisiciones en Brasil, México y Venezuela. La producción de acero crudo cayó 18% en los primeros 11 meses del año, pero para Rocca ya se percibe una recuperación. No la notaron los operarios de Tenaris en Zárate, que debieron refrendar ese mismo martes una nueva temporada de suspensiones. ¿Será una forma de agradecerle a Macri que haya aceptado frenar por sospechas de dúmping los tubos chinos para gasoductos que tenía previsto comprar su aliado cordobés Juan Schiaretti?
El CEO del HSBC, Gabriel Martino, es otro de los pocos que desbordan optimismo para 2017. En el cóctel de fin de año del banco, la semana pasada, el Pájaro aventuró que será un gran año para el sector financiero. “Los bancos vamos a ganar mucho más que este año”, proyectó. Mientras empieza a entrenarse con un coach particular para un eventual salto al funcionariado PRO, donde ya pudo colar tropa propia en puestos estratégicos como la Unidad de Información Financiera (UIF), el CEO trabaja incansablemente por el éxito de un blanqueo de capitales donde ya se anotaron varios de los clientes a los que ayudó a fugar divisas durante el kirchnerismo.
A la huelga
Los riesgos que enfrenta el Gobierno si se somete a los designios de AEA son también dos. El primero es ahogar la recuperación del consumo que podrían apalancar las paritarias junto al pago de juicios a jubilados y la Emergencia Social. El segundo, más acuciante, es colmar la paciencia oriental de la que hizo gala hasta ahora la CGT e inclinar la balanza a favor de los sectores más críticos que empezarán hoy a expresar su malestar por la negativa oficial a aliviar el peso de Ganancias sobre los sueldos.
El hartazgo de la línea cegetista que le hizo cinco paros generales a Cristina Kirchner por Ganancias se hará notar este mediodía, en la conferencia de prensa que convocaron los poderosos gremios de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Roberto Fernández (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad) llegaron al amenazar con abandonar la central obrera cuando vieron que Héctor Daer no exigía con el suficiente ahínco que se aprobara en el Senado el proyecto opositor que obtuvo media sanción en Diputados. El aeronavegante Juan Pablo Brey los convenció de no sacar los pies del plato, pero también abandonó ofuscado ayer la reunión de Comisión Directiva. Anoche debatían convocar a un paro de transporte el lunes si Macri insiste en archivar el proyecto hasta marzo.
Hugo Moyano, a quien la CATT se sigue subordinando, prefirió no hablar demasiado de Ganancias con Macri en su primera visita a Olivos desde aquellas milanesas que le cocinó la servicial Juliana Awada. “Hay que acercar posiciones”, concordaron lacónicos. El camionero portaba otras inquietudes. La principal era la crisis de OCA, donde un antiguo socio de ambos (Patricio Farcuh) se debate entre una monstruosa deuda fiscal de $5.000 millones y su propio desborde personal, del que los comensales de un coqueto restaurante dieron cuenta esta semana. Las demás tenían que ver con el negocio del fútbol y la AFA.
Lo que escasea cada vez más es la coordinación entre las distintas áreas del Gobierno. Se percibió en el llamado a sesiones extraordinarias para tratar Ganancias sin que el proyecto oficial tuviera garantizados apoyos. Las internas llegaron a tal punto que espadas importantes del oficialismo en Diputados, como Luciano Laspina o Nicolás Massot, sonrieron al ver naufragar un texto que no solo no compartían sino que les habían prohibido negociar con la oposición. Son alfiles cansados de que el rey no les reconozca una. Al final, el destrato hacia los propios no era una manía exclusiva de Néstor Kirchner.
Otro tropezón digno de la armada Brancaleone es el que desembocó en el paro bancario de anteayer, que podría llevar a otra huelga si hoy no hay acuerdo entre el sindicato y los bancos extranjeros. Como se informó la semana pasada en esta columna, Carlos Melconian fue el primero en aceptar el pedido del gremio de un bono de fin de año de entre 8 y 12 mil pesos y un adelanto a cuenta de la próxima paritaria. Cuando la Asociación de Bancos (ABA) rechazó convalidar lo que habían firmado los representantes de la banca pública y la nacional, el sindicato se negó a firmar el acta de la reunión. Pero Ramiro Monner Sans, hijo del mediático denunciador de la administración anterior y abogado de la cámara que preside el jefe del Nación, les advirtió: “Les conviene firmar porque hay presión de la Rosada para que retiremos la oferta”.
Quizá quienes manejan los joysticks en Jefatura de Gabinete confíen más en Martino, en el HSBC o en el Santander que en Melconian, a quien designó el Presidente igual que a ellos. Quizá solo haya sido un malentendido. Lo seguro es que si negocian las paritarias de 2017 con la misma pericia que en este primer ensayo, el conflicto sindical no tardará en escalar. Máxime si la cuestión Ganancias deja heridos en el camino.