Sucesor de Uribe, es criticado por no continuar a rajatabla con la política de seguridad democrática. Restituyó relaciones con Venezuela y destapó ollas de corrupción al interior del gobierno. Con la pobreza y el desempleo no le fue tan bien.
Desde Medellín
Con una imagen favorable entre el 71 por ciento de los colombianos, Juan Manuel Santos llegó a su primer año como presidente del país. Economista y aristócrata, nieto de ex presidentes y dueño de uno de los más importantes medios de comunicación nacional, se posesionó el 7 de agosto como sucesor del popular Alvaro Uribe Vélez: un camino difícil ya andado por un Santos que hoy puede alardear de importantes triunfos en política exterior como la restitución de relaciones diplomáticas con Venezuela, la legislación para la reparación a las víctimas de la guerra y el destape de grandes ollas de corrupción al interior del gobierno.
Aun con grandes escándalos de corrupción y muerte a cuestas, como las ejecuciones extrajudiciales del Ejército a civiles para hacerlos pasar como bajas de la guerrilla durante su período de ministro de Defensa, Santos arrasó en el ballottage contra Antanas Mockus con uno de los puntajes más altos en la historia del país. Consiguió 9 millones de votos con la promesa de dar continuidad las políticas de Uribe, en especial a la de seguridad democrática, que enfatiza en la lucha contrainsurgente. En cuanto a seguridad, pobreza, guerra contra guerrilla y narcotráfico, a este experimentado político no le va tan bien.
Sin embargo, la prensa parece estar a su favor y al celebrarse su primer año de gobierno le llueven más aplausos que ataques. El diario El Espectador describe su política como una de centroderecha a la que imprimió un matiz social. Es que el jefe de gobierno se esfuerza, según su programa, por superar los dramas de este país del tercer mundo: desempleo y falta de vivienda, educación y salud. Haremos gran esfuerzo para llegar con políticas sociales a los más pobres de los pobres de Colombia, es la promesa que hizo vía Twitter ayer al comenzar su rendición de cuentas. Cinco millones de viviendas nuevas para los más desfavorecidos es el otro campo en el que está ya comprometido. De agosto de 2010 a mayo 2011 se iniciaron 155.943 viviendas con un aumento del 63 por ciento con respecto al año anterior, alardea en las redes sociales festejando su primer aniversario en la Casa de Nariño.
Más seguridad es la frase que suma la propaganda de Santos a menos pobreza y más empleos. Este tema, que tiene que ver con poderes narcos, de guerrilla, paramilitares y bandas delincuenciales, es uno de los más susceptibles en su gestión hasta hoy. Lo que en época de campaña el mismo Uribe llamó los huevos de la seguridad democrática es hoy el tema de discordia entre el mentor y el delfín Santos. Se trataba, según se anunciaba en época de prevotaciones, de que el ministro de Defensa continuara la política de seguridad de su padrino político. Construir sobre el progreso de los últimos ocho años, anunció el jefe de gobierno durante su discurso de posesión, donde también se habló de un gobierno de unidad nacional que integrara en el gabinete políticos de diversos partidos. Lo último se está cumpliendo, a pesar de Uribe, también dolido por el supuesto descuido de sus huevitos.
Por supuestamente haber bajado la guardia contra la guerrilla, que este año ha aumentado los ataques contra poblaciones civiles en apartadas regiones del país, Uribe Vélez critica la gestión de Santos. Aceptar que en Colombia hay un conflicto armado interno tal como lo sancionó en la llamada Ley de Víctimas también es tema de discordia contra el mandatario en los círculos uribistas. Alfredo Rángel, ex militar cercano a Uribe, dijo a agencias internacionales que en Colombia han crecido los ataques guerrilleros, los sabotajes, el secuestro y los delitos urbanos; por eso en la ciudadanía hay una percepción de que ha aumentado la inseguridad.
Otros opinan que Santos, como experimentado tecnócrata que es, ha obtenido importantes logros. El legislativo es uno de ellos. En tan sólo un año, el presidente y su equipo con mayorías en el Congreso lograron la aprobación de leyes históricas, como la que pretende la reparación a víctimas del conflicto, la búsqueda de la verdad y la memoria histórica sobre la guerrilla, y la restitución de dos millones de hectáreas de tierra que grupos ilegales han arrebatado al campesinado colombiano. Otras tienen que ver con el estatuto anticorrupción. Las regalías y el ordenamiento territorial son consideradas avances destacados en tan sólo doce meses de gobierno. También es bien visto que recién asumido el primer mandatario haya conseguido la presidencia de la Unasur para Colombia.
Pero quizá lo más celebrable es que, aun siendo el portador de los huevos de Uribe, Santos esté demostrando que puede imponer un estilo propio, más diplomático, y con agenda de gobierno particular. Cómo le sirvan sus formas antiuribistas para superar las problemáticas de un país permeado por el narcotráfico, con cinco millones de desplazados, más de 70 por ciento de la población en la pobreza y desempleada, y con continuo rearme de grupos rebeldes y paramilitares, está por verse en los tres años de gobierno que le restan, si es que cumple la otra de sus grandes prometerse: no aspirar a la reelección.
Desde Medellín
Con una imagen favorable entre el 71 por ciento de los colombianos, Juan Manuel Santos llegó a su primer año como presidente del país. Economista y aristócrata, nieto de ex presidentes y dueño de uno de los más importantes medios de comunicación nacional, se posesionó el 7 de agosto como sucesor del popular Alvaro Uribe Vélez: un camino difícil ya andado por un Santos que hoy puede alardear de importantes triunfos en política exterior como la restitución de relaciones diplomáticas con Venezuela, la legislación para la reparación a las víctimas de la guerra y el destape de grandes ollas de corrupción al interior del gobierno.
Aun con grandes escándalos de corrupción y muerte a cuestas, como las ejecuciones extrajudiciales del Ejército a civiles para hacerlos pasar como bajas de la guerrilla durante su período de ministro de Defensa, Santos arrasó en el ballottage contra Antanas Mockus con uno de los puntajes más altos en la historia del país. Consiguió 9 millones de votos con la promesa de dar continuidad las políticas de Uribe, en especial a la de seguridad democrática, que enfatiza en la lucha contrainsurgente. En cuanto a seguridad, pobreza, guerra contra guerrilla y narcotráfico, a este experimentado político no le va tan bien.
Sin embargo, la prensa parece estar a su favor y al celebrarse su primer año de gobierno le llueven más aplausos que ataques. El diario El Espectador describe su política como una de centroderecha a la que imprimió un matiz social. Es que el jefe de gobierno se esfuerza, según su programa, por superar los dramas de este país del tercer mundo: desempleo y falta de vivienda, educación y salud. Haremos gran esfuerzo para llegar con políticas sociales a los más pobres de los pobres de Colombia, es la promesa que hizo vía Twitter ayer al comenzar su rendición de cuentas. Cinco millones de viviendas nuevas para los más desfavorecidos es el otro campo en el que está ya comprometido. De agosto de 2010 a mayo 2011 se iniciaron 155.943 viviendas con un aumento del 63 por ciento con respecto al año anterior, alardea en las redes sociales festejando su primer aniversario en la Casa de Nariño.
Más seguridad es la frase que suma la propaganda de Santos a menos pobreza y más empleos. Este tema, que tiene que ver con poderes narcos, de guerrilla, paramilitares y bandas delincuenciales, es uno de los más susceptibles en su gestión hasta hoy. Lo que en época de campaña el mismo Uribe llamó los huevos de la seguridad democrática es hoy el tema de discordia entre el mentor y el delfín Santos. Se trataba, según se anunciaba en época de prevotaciones, de que el ministro de Defensa continuara la política de seguridad de su padrino político. Construir sobre el progreso de los últimos ocho años, anunció el jefe de gobierno durante su discurso de posesión, donde también se habló de un gobierno de unidad nacional que integrara en el gabinete políticos de diversos partidos. Lo último se está cumpliendo, a pesar de Uribe, también dolido por el supuesto descuido de sus huevitos.
Por supuestamente haber bajado la guardia contra la guerrilla, que este año ha aumentado los ataques contra poblaciones civiles en apartadas regiones del país, Uribe Vélez critica la gestión de Santos. Aceptar que en Colombia hay un conflicto armado interno tal como lo sancionó en la llamada Ley de Víctimas también es tema de discordia contra el mandatario en los círculos uribistas. Alfredo Rángel, ex militar cercano a Uribe, dijo a agencias internacionales que en Colombia han crecido los ataques guerrilleros, los sabotajes, el secuestro y los delitos urbanos; por eso en la ciudadanía hay una percepción de que ha aumentado la inseguridad.
Otros opinan que Santos, como experimentado tecnócrata que es, ha obtenido importantes logros. El legislativo es uno de ellos. En tan sólo un año, el presidente y su equipo con mayorías en el Congreso lograron la aprobación de leyes históricas, como la que pretende la reparación a víctimas del conflicto, la búsqueda de la verdad y la memoria histórica sobre la guerrilla, y la restitución de dos millones de hectáreas de tierra que grupos ilegales han arrebatado al campesinado colombiano. Otras tienen que ver con el estatuto anticorrupción. Las regalías y el ordenamiento territorial son consideradas avances destacados en tan sólo doce meses de gobierno. También es bien visto que recién asumido el primer mandatario haya conseguido la presidencia de la Unasur para Colombia.
Pero quizá lo más celebrable es que, aun siendo el portador de los huevos de Uribe, Santos esté demostrando que puede imponer un estilo propio, más diplomático, y con agenda de gobierno particular. Cómo le sirvan sus formas antiuribistas para superar las problemáticas de un país permeado por el narcotráfico, con cinco millones de desplazados, más de 70 por ciento de la población en la pobreza y desempleada, y con continuo rearme de grupos rebeldes y paramilitares, está por verse en los tres años de gobierno que le restan, si es que cumple la otra de sus grandes prometerse: no aspirar a la reelección.