Más de cinco minutos se tomó el jefe de Gabinete, Juan Manual Abal Medina, para recorrer el recinto del Senado y saludar afectuosamente a cada uno de los senadores presentes, 53 en total. «Vamos a discutir un poco de boleta única, de voto electrónico.», le prometió el funcionario con una sonrisa amplia al opositor Rubén Giustiniani, después de darle un abrazo, un beso y una palmada en el hombro, fórmula que repitió con la mayoría de los senadores.
Con el correr de las horas se comprobó que la cordialidad no se limitaba sólo a los saludos de presentación, sino que era parte de la impronta elegida por Abal Medina para su debut como jefe de Gabinete ante el Congreso de la Nación.
En más cinco horas de sesión dejó en claro que los enemigos del Gobierno estaban afuera del recinto e incluso afuera de la política: el funcionario evitó todo tipo de polémica con la oposición, a la que en su discurso de apertura agradeció dos veces por el apoyo a la ley de estatización de YPF, y criticó en varias oportunidades a los medios, en particular al Grupo Clarín.
«A Aníbal Fernández daban más ganas de pelearlo. Este jefe de Gabinete viene con más sonrisas, viene más bueno, pero no aceptó nada, no aceptó una [de las críticas]», dijo en su discurso de cierre el radical Gerardo Morales.
Como durante cada una de las intervenciones de senadores que lo cuestionaban, Abal Medina puso la misma cara: esbozó una sonrisa de labios apretados, abrió grandes los ojos y arqueó las cejas. Cuando tuvo la palabra, nunca levantó el tono de voz y siempre esquivó la polémica. Tampoco pareció nervioso, pese a que no pudo fumar ni uno de los 60 cigarrillos que consume por día.
Ni siquiera reaccionó cuando el pampeano Juan Carlos Marino lo interrumpió por tercera vez para sostener que, por las diferencias que había entre los datos que ofrecía el funcionario y los que daba la oposición, los estaba tratando como una «runfla de mentirosos». De nuevo, la sonrisa de labios apretados, los ojos grandes, las cejas arqueadas. Palabras y gestos medidos.
Aunque es fanático de la tecnología, prefirió el método artesanal para seguir el cuestionario. Como cuando daba clases de ciencia política en la universidad, tomó notas a mano, en un cuaderno espiralado número cinco. Allí anotó el nombre de cada senador que habló y, debajo, apuntes de las preguntas que formulaba. Para elaborar las respuestas se valió de esas anotaciones y de las notas que le pasaban sus asistentes.
Ese fue otro de los cambios que mostró respecto de sus antecesores. El jefe de Gabinete llegó con unos 30 funcionarios de distintas áreas, incluidos algunos del sector de informática, que se ocuparon de que los asesores del ministro tuvieran acceso a todos los datos necesarios.
Sentado de cara al vicepresidente Amado Boudou, en una mesa con forma de hemiciclo ubicada en el centro del recinto, tenía a su derecha al vicejefe de Gabinete, Facundo Nejamkis, y, a su izquierda, al secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro. En la mesa también estaban el subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta; el secretario de Energía, Daniel Cameron, y el secretario de Relaciones Parlamentarias, Oscar González.El jefe de Gabinete siguió la línea de Cristina en contrastar la situación en Europa con la Argentina. «Sintonía fina significa recuperar esas herramientas que no tuvimos desde el 76 a esta parte, que desaparecieron en la década del ’90, que no tiene Grecia, que no tiene España»..
Con el correr de las horas se comprobó que la cordialidad no se limitaba sólo a los saludos de presentación, sino que era parte de la impronta elegida por Abal Medina para su debut como jefe de Gabinete ante el Congreso de la Nación.
En más cinco horas de sesión dejó en claro que los enemigos del Gobierno estaban afuera del recinto e incluso afuera de la política: el funcionario evitó todo tipo de polémica con la oposición, a la que en su discurso de apertura agradeció dos veces por el apoyo a la ley de estatización de YPF, y criticó en varias oportunidades a los medios, en particular al Grupo Clarín.
«A Aníbal Fernández daban más ganas de pelearlo. Este jefe de Gabinete viene con más sonrisas, viene más bueno, pero no aceptó nada, no aceptó una [de las críticas]», dijo en su discurso de cierre el radical Gerardo Morales.
Como durante cada una de las intervenciones de senadores que lo cuestionaban, Abal Medina puso la misma cara: esbozó una sonrisa de labios apretados, abrió grandes los ojos y arqueó las cejas. Cuando tuvo la palabra, nunca levantó el tono de voz y siempre esquivó la polémica. Tampoco pareció nervioso, pese a que no pudo fumar ni uno de los 60 cigarrillos que consume por día.
Ni siquiera reaccionó cuando el pampeano Juan Carlos Marino lo interrumpió por tercera vez para sostener que, por las diferencias que había entre los datos que ofrecía el funcionario y los que daba la oposición, los estaba tratando como una «runfla de mentirosos». De nuevo, la sonrisa de labios apretados, los ojos grandes, las cejas arqueadas. Palabras y gestos medidos.
Aunque es fanático de la tecnología, prefirió el método artesanal para seguir el cuestionario. Como cuando daba clases de ciencia política en la universidad, tomó notas a mano, en un cuaderno espiralado número cinco. Allí anotó el nombre de cada senador que habló y, debajo, apuntes de las preguntas que formulaba. Para elaborar las respuestas se valió de esas anotaciones y de las notas que le pasaban sus asistentes.
Ese fue otro de los cambios que mostró respecto de sus antecesores. El jefe de Gabinete llegó con unos 30 funcionarios de distintas áreas, incluidos algunos del sector de informática, que se ocuparon de que los asesores del ministro tuvieran acceso a todos los datos necesarios.
Sentado de cara al vicepresidente Amado Boudou, en una mesa con forma de hemiciclo ubicada en el centro del recinto, tenía a su derecha al vicejefe de Gabinete, Facundo Nejamkis, y, a su izquierda, al secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro. En la mesa también estaban el subsecretario de Coordinación del Ministerio de Planificación, Roberto Baratta; el secretario de Energía, Daniel Cameron, y el secretario de Relaciones Parlamentarias, Oscar González.El jefe de Gabinete siguió la línea de Cristina en contrastar la situación en Europa con la Argentina. «Sintonía fina significa recuperar esas herramientas que no tuvimos desde el 76 a esta parte, que desaparecieron en la década del ’90, que no tiene Grecia, que no tiene España»..