Un regreso a vicios que cuestan caro

Miércoles 17 de Abril de 2013
Capriles pone en juego su notable construcción Por: Sebastián Lacunza
Los actores que intervienen en la disputa que se planteó en Venezuela sobre el resultado electoral tienen antecedentes.
De un lado, el chavismo, movimiento político mayoritario desde hace 14 años -hoy, por apenas una luz de ventaja-, dotado de legitimidad democrática y ejecutor de prácticas con vaivenes autoritarios. En trece elecciones nacionales, casi una por año a cargo del Palacio Miraflores, el movimiento que ahora lidera con dificultades Nicolás Maduro supo apoyarse en escrutinios que, a caballo de su probada transparencia, terminaron forzando a las organizaciones y gobiernos extranjeros más renuentes a aceptar su validez. Entre los varios defectos democráticos del chavismo no está, vale agregar, el de desconocer resultados adversos por margen mínimo, como el referendo constitucional de 2007 y las legislativas de 2010, entre otros.
En la vereda contraria, la oposición. Un amplio abanico que lo probó todo y fue aceptando las siempre mejorables reglas de la competencia. Desde el golpismo liso y llano de 2001-2002, a los mil y un intentos de desgaste con paros petroleros, boicots, denuncias internacionales y abstenciones. El bloque opositor tiene en su haber reiteradas denuncias de haber sido víctima de fraude, que le han costado caro en la medida en que estuvo lejos de probarlas y sus aliados internacionales en Europa y EE.UU. lo fueron dejando solo.
El cuestionamiento al marco de la competencia en lugar de salir a pelear el voto resultó una dinámica nociva para el antichavismo, hasta que emergió Henrique Capriles Radonski quien, ya maduro, fue mostrando habilidad para entender mejor el escenario. A tal punto le dio réditos a Capriles hacer política en serio, que en la primera oportunidad que tuvo de disputarle el poder al chavismo sin Chávez, casi logró su objetivo.
Desde que el domingo fue anunciado un resultado tan cerrado, en un retorno a vicios que se creían desterrados, el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática se volcó a una denuncia de fraude que, hasta ahora, no probó, pese a lo cual arrastró a gobiernos que son viejos aliados del antichavismo. En sus presentaciones, Capriles se limitó a mostrar algunas fotos de avivadas y acciones intimidantes en escuelas, rasgos presentes en gran parte de las elecciones del mundo, también perpetrados por parte del antichavismo, según consta.
En esa línea, la cuantificación de casos denunciados incluso por ONG opositoras parece más bien exigua. Ayer, Capriles arriesgó que están en juego «un millón de votos», sin mayores detalles.
En contra de la denuncia de fraude juegan varios aspectos. Por un lado, los propios elogios de Capriles al sistema electoral formulados pocos días antes del comicio. Segundo, no hay observadores internacionales independientes que cuestionen el escrutinio. Con tales datos, referentes lúcidos de la oposición, como el exministro y periodista Teodoro Petkoff o el analista Luis Vicente León, ya dieron el resultado por cerrado, como informó el enviado especial de Ámbito Financiero, Marcelo Falak.
A favor del reclamo del recuento de papeletas está el acuerdo asumido por Maduro en la noche electoral. Ya al día siguiente, el Consejo Nacional Electoral, organismo que formalmente debería decidirlo, lo consideró inconveniente.
Al respecto, Alejandro Tullio, director nacional electoral argentino y veedor en Caracas, explicó que el propio cómputo bajo el sistema de voto electrónico implica el chequeo del 53% de las mesas, algo excesivo para cualquier elección, y que el conteo de los tickets habilitaría una intervención política, no jurídica.
Venezuela entraba anoche en una frágil tregua. El liderazgo de Maduro y, sobre todo, la economía, deudora de profundas demandas sociales, se encuentran complicados. Una estrategia posible para Capriles sería mostrarse colaborativo en un momento difícil, reforzar su liderazgo y sentarse a esperar el previsible desgaste, si no despiste, del presidente electo. Otra vía sería patear el tablero y agitar a sus seguidores. Para denunciar la ilegitimidad de la victoria de Maduro y, por ende, la vulneración del sistema democrático, hace falta mucho más que lo exhibido hasta ahora por Capriles. Si no tiene más para aportar, se puede infringir un grave daño, porque el chavismo puede sacar a relucir resortes de probada eficacia.

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