“No hablaba, tenía los ojos abiertos, grandes , y no tenía fuerza.” Así dijo ayer María Villalba haber encontrado a Mariano Ferreyra, recostado sobre la vereda, luego de que fuera herido de muerte por la patota de barrabravas y ferroviarios juzgados ahora por su homicidio.
El relato de Villalba conmovió ayer a los asistentes a la audiencia del juicio. “Tenía una pierna arrollada, otra estaba estirada. Se había hecho pis. Traté de bajarle la cabeza pero él no hablaba . Lo revisé, le subí la remera y le encontré un hueco”, siguió Villalba. Era un balazo en el abdomen . Ferreyra moriría pocos minutos después , camino al Hospital Argerich en una ambulancia que pasaba por allí y adonde fue subido con otros dos heridos. Fue al mediodía del 20 de octubre de 2010.
Ferreyra tenía 23 años, militaba en el Partido Obrero (PO) y se había puesto al frente de los manifestantes cuando la patota bajó de las vías y arremetió a piedras y balazos contra los “tercerizados” que ya habían desistido de cortar las vías del ferrocarril ese día y a los que tanto él como Villalba apoyaban. El cordón al que se sumó Ferreyra fue para resguardar justamente al grupo de manifestantes más grandes que ya estaba una cuadra más alejado, en las calles de Barracas.
Villalba tiene ahora 60 años y estaba en el grupo de manifestantes más grandes y más alejados de la patota. Ella iba junto con Elsa Rodríguez, que ese día recibió un balazo en la cabeza , camino a la avenida Velez Sársfield, en retirada. “Ibamos conversando. En la esquina había agua y barro. Yo salté pero Elsa se quedó atrás. Me dicen que había resbalado”, contó ayer a los jueces del Tribunal Oral 21.
“Me doy vuelta, me acerco, no me da la mano cuando le doy la mía, la miro a los ojos y estaban cerrados, la agarro de la pera para darle una bofetada y le veo en el costado de la frente un agujero hondo en la sien. Era una bala ”, narró Villalba.
“Escóndanse que nos quieren matar ”, advirtió a los gritos Villalba a los otros manifestantes. Ella pensaba que los disparos provenían de los techos de las casas y fábricas de la zona. Y salió rápido hacia donde estaban los otros manifestantes más jóvenes, los más cercanos a la patota ferroviaria desde donde habían partido en realidad los disparos.
Así corrió a los gritos la cuadra que los separaba de ellos, para avisarles que se estaban disparando armas de fuego.
“Mataron a Elsa”, decía . Cuando llega al grupo ve a varias personas gritando, mira a su costado y allí lo ve a Ferreyra, tirado contra la pared. “Lo revisé, le subí la remera y le vi un balazo como el de Elsa”, contó. “Le saqué la mochila y lo acosté, alguien dijo que no lo moviéramos, hasta que llegó una ambulancia con un hombre de ambo verde, dijo que era médico”, relató, entre lágrimas. Villalba se enteró que Ferreyra había muerto cuando se iba en un colectivo.
El relato de Villalba conmovió ayer a los asistentes a la audiencia del juicio. “Tenía una pierna arrollada, otra estaba estirada. Se había hecho pis. Traté de bajarle la cabeza pero él no hablaba . Lo revisé, le subí la remera y le encontré un hueco”, siguió Villalba. Era un balazo en el abdomen . Ferreyra moriría pocos minutos después , camino al Hospital Argerich en una ambulancia que pasaba por allí y adonde fue subido con otros dos heridos. Fue al mediodía del 20 de octubre de 2010.
Ferreyra tenía 23 años, militaba en el Partido Obrero (PO) y se había puesto al frente de los manifestantes cuando la patota bajó de las vías y arremetió a piedras y balazos contra los “tercerizados” que ya habían desistido de cortar las vías del ferrocarril ese día y a los que tanto él como Villalba apoyaban. El cordón al que se sumó Ferreyra fue para resguardar justamente al grupo de manifestantes más grandes que ya estaba una cuadra más alejado, en las calles de Barracas.
Villalba tiene ahora 60 años y estaba en el grupo de manifestantes más grandes y más alejados de la patota. Ella iba junto con Elsa Rodríguez, que ese día recibió un balazo en la cabeza , camino a la avenida Velez Sársfield, en retirada. “Ibamos conversando. En la esquina había agua y barro. Yo salté pero Elsa se quedó atrás. Me dicen que había resbalado”, contó ayer a los jueces del Tribunal Oral 21.
“Me doy vuelta, me acerco, no me da la mano cuando le doy la mía, la miro a los ojos y estaban cerrados, la agarro de la pera para darle una bofetada y le veo en el costado de la frente un agujero hondo en la sien. Era una bala ”, narró Villalba.
“Escóndanse que nos quieren matar ”, advirtió a los gritos Villalba a los otros manifestantes. Ella pensaba que los disparos provenían de los techos de las casas y fábricas de la zona. Y salió rápido hacia donde estaban los otros manifestantes más jóvenes, los más cercanos a la patota ferroviaria desde donde habían partido en realidad los disparos.
Así corrió a los gritos la cuadra que los separaba de ellos, para avisarles que se estaban disparando armas de fuego.
“Mataron a Elsa”, decía . Cuando llega al grupo ve a varias personas gritando, mira a su costado y allí lo ve a Ferreyra, tirado contra la pared. “Lo revisé, le subí la remera y le vi un balazo como el de Elsa”, contó. “Le saqué la mochila y lo acosté, alguien dijo que no lo moviéramos, hasta que llegó una ambulancia con un hombre de ambo verde, dijo que era médico”, relató, entre lágrimas. Villalba se enteró que Ferreyra había muerto cuando se iba en un colectivo.