El silencio de Mauricio Macri impuesto por sus asesores de comunicación sobre los principales temas de la coyuntura nacional comienza a impacientar a un sector del PRO y amenaza con convertirse en un nuevo foco de tensión interna. El grupo de dirigentes que provienen del peronismo encargados del estratégico armado territorial de la fuerza considera que si se quiere avanzar con el sueño presidencial del 2015 es primordial iniciar ya la elaboración de un relato alternativo al kirchnerismo, no populista, republicano y de desarrollo. Este espacio, liderado por el ministro de Gobierno Emilio Monzó, el titular del PRO Humberto Schiavoni y el legislador Rogelio Frigerio, plantea correr el eje de la discusión sobre las virtudes o desaciertos del modelo oficial para instalar otro, diferente. En pocas palabras, pretenden que el jefe de Gobierno porteño salga a sentar posición sobre sus principales propuestas de Gobierno, en especial los temas de la agenda económica.
En la otra vereda, los encargados de la comunicación macrista, el asesor ecuatoriano Jaime Duran Barba, el secretario de Gobierno Marcos Peña y el secretario de Medios, Miguel de Godoy, prefieren seguir explotando el perfil bajo del líder del PRO. Hablan de construir un liderazgo nacional alternativo al oficialismo pero rechazan el concepto de jefe de la oposición y aconsejan mejorar la relación con la Casa Rosada durante los próximos cuatro años, pese a las permanentes zancadillas que les tiende el kirchnerismo.
El debate ya se instaló a la par de la interna y los recelos que generan el crecimiento de los peronistas en el tablero del PRO. Macri escucha a ambos sectores pero por ahora se hace lo que plantea el núcleo duro. Peña, por caso, posee hoy una gran influencia sobre el jefe comunal. Cuentan que es uno de los pocos que entra a su despacho sin golpear la puerta.Terminó de consolidar su poder al ser uno de los pocos impulsores el año pasado junto con Duran Barba y el amigo de Macri, Nicolás Caputo, de la reelección porteña, en lugar de insistir con la candidatura presidencial. Su consejo está en sintonía con el del asesor ecuatoriano: concentrar los esfuerzos en la gestión porteña para que los resultados funcionen como trampolín nacional. Se trata, suele decir, de adaptarse a la nueva tendencia electoral de la Argentina, impulsada por el crecimiento económico: octubre demostró que las elecciones las gana quien gobierna y no quien se opone a todo. Junto con Duran Barba está convencido de que el año pasado hubo también un voto castigo a los postulantes de la oposición y que de ahora en más tendrán mayor protagonismo los Poderes Ejecutivos.
El otro grupo viene planteando la construcción del proyecto presidencial desde varios frentes. Insisten en ser algo más que una fuerza subyugada por la estrategia comunicacional y el marketing político y buscan convertir al PRO en un partido nacional con estructura territorial. La apuesta está concentrada en los caudillos territoriales jóvenes, en especial intendentes con prestigio, sin distinción partidaria. Desencantados de sus partidos y, al mismo tiempo, legitimados territorialmente y reconocidos electoralmente como producto de su gran gestión, como le gusta decir a Monzó, ex ministro de Asuntos Agrarios de Daniel Scioli. Los intendentes radicales encajan hoy perfectamente en ese diagnóstico. Y se han convertido en el principal blanco de la seducción macrista. Es en esa dirección que el sector plantea estructurar un relato propio. Un discurso que, aseguran, debería correrse hacia el centro para ser más aglutinador. Un proyecto post kirchnerista diferenciador, aunque conceden que, por ahora, no hay necesidad de confrontar con la Casa Rosada.
En la otra vereda, los encargados de la comunicación macrista, el asesor ecuatoriano Jaime Duran Barba, el secretario de Gobierno Marcos Peña y el secretario de Medios, Miguel de Godoy, prefieren seguir explotando el perfil bajo del líder del PRO. Hablan de construir un liderazgo nacional alternativo al oficialismo pero rechazan el concepto de jefe de la oposición y aconsejan mejorar la relación con la Casa Rosada durante los próximos cuatro años, pese a las permanentes zancadillas que les tiende el kirchnerismo.
El debate ya se instaló a la par de la interna y los recelos que generan el crecimiento de los peronistas en el tablero del PRO. Macri escucha a ambos sectores pero por ahora se hace lo que plantea el núcleo duro. Peña, por caso, posee hoy una gran influencia sobre el jefe comunal. Cuentan que es uno de los pocos que entra a su despacho sin golpear la puerta.Terminó de consolidar su poder al ser uno de los pocos impulsores el año pasado junto con Duran Barba y el amigo de Macri, Nicolás Caputo, de la reelección porteña, en lugar de insistir con la candidatura presidencial. Su consejo está en sintonía con el del asesor ecuatoriano: concentrar los esfuerzos en la gestión porteña para que los resultados funcionen como trampolín nacional. Se trata, suele decir, de adaptarse a la nueva tendencia electoral de la Argentina, impulsada por el crecimiento económico: octubre demostró que las elecciones las gana quien gobierna y no quien se opone a todo. Junto con Duran Barba está convencido de que el año pasado hubo también un voto castigo a los postulantes de la oposición y que de ahora en más tendrán mayor protagonismo los Poderes Ejecutivos.
El otro grupo viene planteando la construcción del proyecto presidencial desde varios frentes. Insisten en ser algo más que una fuerza subyugada por la estrategia comunicacional y el marketing político y buscan convertir al PRO en un partido nacional con estructura territorial. La apuesta está concentrada en los caudillos territoriales jóvenes, en especial intendentes con prestigio, sin distinción partidaria. Desencantados de sus partidos y, al mismo tiempo, legitimados territorialmente y reconocidos electoralmente como producto de su gran gestión, como le gusta decir a Monzó, ex ministro de Asuntos Agrarios de Daniel Scioli. Los intendentes radicales encajan hoy perfectamente en ese diagnóstico. Y se han convertido en el principal blanco de la seducción macrista. Es en esa dirección que el sector plantea estructurar un relato propio. Un discurso que, aseguran, debería correrse hacia el centro para ser más aglutinador. Un proyecto post kirchnerista diferenciador, aunque conceden que, por ahora, no hay necesidad de confrontar con la Casa Rosada.