Por el buen camino. Quizás como nunca antes en la historia reciente la estrategia argentina hacia Malvinas ha rendido sus frutos. Las reacciones desmesuradas, anacrónicas, coronadas por la acusación ignorante, alejada de cualquier registro histórico o teórico, de la Argentina como país colonialista, revelan que los ingleses han perdido su clásica flema y, peor aun, que su prolongada y refinada tradición diplomática carece de respuestas frente a una política exterior novedosa y coherente.
No es casual que ello suceda. La Argentina ha desarrollado una eficaz política de regionalización de la cuestión Malvinas que ha colocado al Reino Unido en una postura defensiva que se reduce al insostenible rechazo a negociar la cuestión de la soberanía.
Este apoyo regional tiene un significado distinto en esta nueva etapa histórica. Sudamérica se ha transformado en una región con creciente peso internacional, que ha crecido a tasas chinas y se ha mostrado inmune a una crisis económica que ha puesto en jaque a las economías de los países más “desarrollados”.
Asimismo, el crecimiento económico y la estabilidad política han favorecido el lanzamiento de un proceso de construcción de una identidad sudamericana que es inédito en nuestra historia.
Los países sudamericanos se han comprometido a construir un pensamiento regional en una amplia variedad de temas, los distintos consejos que forman parte de la Unasur se encuentran trabajando en esa agenda común que abarca desde la energía, la salud, la cultura o la defensa.
Es en este contexto, de creciente fortaleza material y de emergente construcción identitaria, que la región se ha comprometido con la Argentina en la causa Malvinas.
Gran Bretaña, en cambio, transcurre en el camino inverso: el de la crisis económica y social, cuya solución, propuesta por el primer ministro David Cameron, sólo parece presagiar una nueva debacle.
A ello se agrega su creciente aislamiento regional y la pérdida de respaldo de los Estados Unidos, su principal aliado, que reclamó el restablecimiento de negociaciones por la soberanía de las islas. La otrora potencia colonial se encuentra desorientada, excepto por la voz de distintos sectores de su sociedad que comparten la posición argentina, como lo demuestra la reciente nota del periodista Simon Winchester publicada en el prestigioso y conservador The Times.
Cabe destacar que la limitada estrategia británica (la obcecada negación a cualquier negociación por el tema soberanía), no puede divorciarse del lobby militar y de sectores del Partido Conservador que han encontrado en la cuestión Malvinas la excusa para frenar la reducción del presupuesto militar, la más importante desde la década del ’50.
La Armada británica ha sido especialmente afectada por los recortes, su flota se ha reducido considerablemente en los últimos años y además ha perdido, por primera vez desde la década del ’20, su capacidad aeronaval.
El peso del lobby naval no debería despreciarse en un país que dominó los mares y controló su imperio colonial durante siglos gracias al poder de su armada. La retórica militarizada que adoptó el discurso británico en los últimos meses es la mejor muestra del peso que tiene este sector en la política del país.
Por ello, la combinación de una legítima y sólida posición argentina, que recibe el apoyo de toda región, y el creciente anacronismo, aislamiento y apelación al militarismo del Reino Unido es el mejor escenario para un país comprometido con la recuperación pacífica de las islas.
Depende de la Argentina, entonces, fortalecer este camino y evitar contribuir al fortalecimiento de aquellos sectores de la política británica que más se oponen a la negociación por la soberanía de nuestras islas.
No es casual que ello suceda. La Argentina ha desarrollado una eficaz política de regionalización de la cuestión Malvinas que ha colocado al Reino Unido en una postura defensiva que se reduce al insostenible rechazo a negociar la cuestión de la soberanía.
Este apoyo regional tiene un significado distinto en esta nueva etapa histórica. Sudamérica se ha transformado en una región con creciente peso internacional, que ha crecido a tasas chinas y se ha mostrado inmune a una crisis económica que ha puesto en jaque a las economías de los países más “desarrollados”.
Asimismo, el crecimiento económico y la estabilidad política han favorecido el lanzamiento de un proceso de construcción de una identidad sudamericana que es inédito en nuestra historia.
Los países sudamericanos se han comprometido a construir un pensamiento regional en una amplia variedad de temas, los distintos consejos que forman parte de la Unasur se encuentran trabajando en esa agenda común que abarca desde la energía, la salud, la cultura o la defensa.
Es en este contexto, de creciente fortaleza material y de emergente construcción identitaria, que la región se ha comprometido con la Argentina en la causa Malvinas.
Gran Bretaña, en cambio, transcurre en el camino inverso: el de la crisis económica y social, cuya solución, propuesta por el primer ministro David Cameron, sólo parece presagiar una nueva debacle.
A ello se agrega su creciente aislamiento regional y la pérdida de respaldo de los Estados Unidos, su principal aliado, que reclamó el restablecimiento de negociaciones por la soberanía de las islas. La otrora potencia colonial se encuentra desorientada, excepto por la voz de distintos sectores de su sociedad que comparten la posición argentina, como lo demuestra la reciente nota del periodista Simon Winchester publicada en el prestigioso y conservador The Times.
Cabe destacar que la limitada estrategia británica (la obcecada negación a cualquier negociación por el tema soberanía), no puede divorciarse del lobby militar y de sectores del Partido Conservador que han encontrado en la cuestión Malvinas la excusa para frenar la reducción del presupuesto militar, la más importante desde la década del ’50.
La Armada británica ha sido especialmente afectada por los recortes, su flota se ha reducido considerablemente en los últimos años y además ha perdido, por primera vez desde la década del ’20, su capacidad aeronaval.
El peso del lobby naval no debería despreciarse en un país que dominó los mares y controló su imperio colonial durante siglos gracias al poder de su armada. La retórica militarizada que adoptó el discurso británico en los últimos meses es la mejor muestra del peso que tiene este sector en la política del país.
Por ello, la combinación de una legítima y sólida posición argentina, que recibe el apoyo de toda región, y el creciente anacronismo, aislamiento y apelación al militarismo del Reino Unido es el mejor escenario para un país comprometido con la recuperación pacífica de las islas.
Depende de la Argentina, entonces, fortalecer este camino y evitar contribuir al fortalecimiento de aquellos sectores de la política británica que más se oponen a la negociación por la soberanía de nuestras islas.