Una guerra entre bandas siembra violencia y muerte en Rosario

Vecinos destrozan un búnker de venta de drogas en la zona oeste de Rosario. Foto: LA NACION / Marcelo Manera
ROSARIO.- Nada puede parar aquí la guerra entre narcos que se pelean por controlar una actividad ilegal que moviliza al menos 365.000.000 de pesos por año y que en lo que va de 2013 dejó ya 165 muertos.
«Esta guerra no se va a terminar. Por el contrario, la cantidad de homicidios crecerá. El creciente nivel de violencia se debe a que varias de las cinco grandes bandas que hay están en retirada y las «bases» comenzaron a pelearse por un negocio de un millón de pesos por día», dijo a LA NACION un veterano funcionario de la justicia federal de esta ciudad.
Esa afirmación se funda en cifras oficiales que demuestran el aumento notable de la cantidad de asesinatos. En 2010, hubo 119 homicidios; al año siguiente la cifra trepó a 170, y en 2012 se registraron 188 casos. Este año, 165 personas fueron asesinadas en el departamento Rosario. Al menos el 80% de esos homicidios, según fuentes judiciales, tuvieron como móvil ajustes de cuentas por narcotráfico. El gobierno santafecino, por su parte, sostiene que más del 80% de los asesinatos son producto de «conflictos interpersonales», aunque sólo en un cuarto de ellos ya se habría probado el nexo directo con el narcotráfico.
No obstante, a partir de una serie de consultas realizadas por LA NACION, se estableció que esa cifra podría ser mayor debido a que no incluyó las personas que murieron luego de haber llegado vivas a hospitales tras haber sido baleadas o apuñaladas. La estadística sólo refleja los casos de víctimas halladas sin vida.
«El Estado no advirtió aún que combate contra narcos y sus soldados, que no tienen nada que perder. Antes, los piratas del asfalto o los asaltantes de bancos se llevaban un botín de tres millones de pesos que se repartían entre cinco. Para concretar otro golpe pasaba un mes. Pero con el tráfico de drogas los delincuentes descubrieron que el flujo de dinero es constante. Acá cada una de las cinco grandes bandas gana por lo menos 200.000 pesos diarios. Agréguele que tienen armas, dinero y son violentos porque no les importa matar. Esto define todo», explicó el funcionario judicial consultado, que pidió la reserva de su identidad por una cuestión de seguridad personal.
Prueba de esa guerra narco es que casi el 80% de las víctimas de los 165 homicidios registrados este año tenían antecedentes penales o fueron asesinadas cerca de alguna vivienda que funciona como búnker para la venta de droga.
En la lista de las víctimas de homicidios figura Maximiliano Gustavo Rodríguez, hijo de Sergio Rodríguez, alias «Quemado», de 25 años. Fue asesinado en febrero pasado en Pellegrini y Corrientes de un tiro en la cabeza. El mayor de los Rodríguez está preso, acusado de su presunta participación en la masacre de Villa Moreno, donde fueron asesinados por error tres jóvenes que realizaban trabajo social en la zona.
Otro de los asesinados fue Claudio Cantero, alias «Pájaro», al que mataron el 26 de mayo pasado.
Ambos homicidios fueron concretados por sicarios que luego tuvieron el mismo destino que sus víctimas. El neologismo «sicarear» se hizo común entre algunos «soldados» que cobran siete mil pesos por mes para custodiar, armados, los búnkeres de venta de droga.
Actualmente, con mayor o menor influencia, cinco grupos acaparan la actividad del tráfico de drogas en Rosario. Cada una de esas bandas recauda 200.000 pesos diarios por la venta de estupefacientes.
A raíz de las peleas por el territorio el grupo de «Los Monos», de Cantero, perdió algo de poder; lo mismo ocurrió con la banda de Alvarado, cuyo líder está preso por robo de automóviles de alta gama, una causa investigada en San Isidro. La organización de Medina sigue operativa, aunque el jefe delegó algunas de las actividades. Existe otra organización integrada por barrabravas de Rosario Central y un quinto protagonista que sería el narcotraficante más activo de la ciudad: tiene 35 años, se llama Ángel y vive en una de las torres más lujosas y modernas de la ciudad, en un departamento valuado en más de un millón de dólares.
Nexos con uniformados
Una actividad como el narcotráfico no podría funcionar sin la colaboración de policías. Se especula con que uniformados corruptos perciben más cinco millones de pesos mensuales por coimas.
Tan enquistado está el narcotráfico en la fuerza de seguridad local que, luego del escándalo provocado por la detención del comisario general Hugo Tognoli -por la presunta protección a un narcotraficante-, la cúpula policial fue descabezada y se renovó al personal designado a la Dirección de Drogas Peligrosas. Hace dos meses fueron apresados al menos diez oficiales de ese dependencia, acusados de estar vinculados con la banda de los Cantero.
A principios de este mes, efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria realizaron una serie de allanamientos en Funes y en San Lorenzo, dos ciudades satélites de Rosario. En los operativos detuvieron a un sospechoso que habría sido identificado como David Delfín Zacarías. Según el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, que encabezó aquellos operativos, este imputado manejaba en Funes una de las cocinas de droga más importantes del país.
Mucho antes de esos procedimientos, un vecino de San Lorenzo, Marcelo Remondino, había denunciado las actividades ilícitas de Zacarías a partir de la construcción de un gimnasio de tres pisos en una zona despoblada. Este vecino sostuvo que semejante edificación no podría haberse concretado sin la colaboración de los responsables del municipio local. Por esta denuncia, Remondino fue amenazado y sufrió dos atentados.
Homicidios, amenazas, atentados y corrupción. Signos de una guerra violenta que desangra a Rosario.
Un error que les costó la vida a tres militantes
Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez, tres militantes sociales, fueron víctimas equivocadas en la guerra narco. Fueron asesinados en los primeros minutos de 2012. Los confundieron con «soldados» de un traficante de Villa Moreno que horas antes había baleado al hijo de un ex jefe de la barra brava de Newell’s.
En ese barrio hay un mural y un centro comunitario que los recuerda. «No podíamos dejar que sean un número más en la estadística de homicidios y archivos de causas», dijeron Agustina y Yésica, compañeras de las víctimas, quienes participaron de la elaboración de un libro que refleja el trabajo de los tres. .

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