Una mancha de ácido se esparce sobre la democracia

Viernes 26 de Abril de 2013
Por Marcelo Falak.-La política en tiempos de crisis
Por: Marcelo Falak
Mariano Rajoy
Sólo hay una cosa peor que estar muy mal: tener la certeza de que todo seguirá muy mal por mucho tiempo. Esto es lo que les ocurre hoy a los españoles, absortos ante una clase política que los somete a sacrificios inefables sin ofrecerles siquiera el triste consuelo de una falsa visión de bienestar futuro.
Los datos del desempleo divulgados ayer son pavorosos: un 27,16% de desocupación abierta (6,2 millones de personas, dos Madrid enteras), el 57,22% entre los jóvenes de hasta 24 años y casi dos millones de familias en la que ninguno de sus miembros tiene trabajo, la mejor medida de la pobreza sin remedio. En tanto, pocos días atrás, el martes 16, el Fondo Monetario Internacional les había dicho a los españoles que deben prepararse para al menos una década perdida: hacia 2018, casi diez años después del comienzo del desplome, la desocupación no bajará más allá del 23% y toda la discusión sobre el crecimiento girará alrededor de cuándo el país logrará salir de la recesión técnica, no ya, claro, sobre una retomada vigorosa. El mismo FMI que a través de la «troika» (que suma a la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, y el Banco Central Europeo) suministra los medicamentos que matan al paciente deviene, sin rubores, en aséptico comentarista.
Una crisis así es inevitablemente corrosiva para una sociedad y para su relación con la dirigencia política. El último «barómetro» del oficial Centro de Investigaciones Sociológicas, terminado el mes pasado, entrega varios datos relevantes al respecto.
Según el 92,4% de los consultados, la situación económica española es mala o muy mala, situación que según el 94% no varió o se deterioró en el último año. Más aún, de acuerdo con el 74,4% las cosas irán igual o peor a un año vista.
Por otra parte, al responder sobre la situación política del país, el 84% la califica de mala o muy mala y el 77,9% no tiene expectativas de que mejore en el próximo año. Natural cuando las dos grandes alternativas históricas terminan manoseadas en el mismo lodo.
Dramas
Mientras, consultados por los principales problemas del país, el 81,6% citó el desempleo, en tanto que «la corrupción y el fraude» saltaron a un llamativo segundo lugar con un 44,5% de menciones. «Los problemas de índole económica» (34,4%) y «los políticos en general, los partidos y la política» (31,4%) se sumaron al triste podio.
¿Es que no advierte esto la dirigencia política, tanto la del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), a la que la crisis le estalló en las manos y puso en marcha el ajuste, como la del Partido Popular (PP), que continuó con la austeridad casi con fruición desde su triunfo de noviembre de 2011? Seguramente sí. La pregunta es qué herramientas tienen a mano para salir de esta «lógica» peligrosa.
No hay que olvidar que la integración económica y monetaria de la Unión Europea ha ido mucho más allá que la política, lo cual lleva a una paradoja, esto es la de gobiernos nacionales con potestades cercenadas en materia de política cambiaria (el euro) y monetaria pero que, a la vez, siguen siendo responsables ante sus respectivos electorados. Gobiernos nacionales con funciones que, en términos argentinos, casi podríamos asimilar a la de administraciones provinciales. Elevadas demandas y expectativas; pobre capacidad de respuesta.
Así las cosas, si a Mariano Rajoy, o a los gobiernos de Grecia, Portugal, Italia, etcétera, los mercados voluntarios de deuda les cierran las puertas en la cara, sólo les queda acudir a herramientas fiscales (el ajuste) o a un prestamista de última instancia: la mencionada «troika», un «álter ego» de la poderosa Alemania, cuya canciller, Angela Merkel, también tiene que responder ante un electorado cansado de salir al «rescate» de países que han hecho mal las cosas. Nadie les explica a los alemanes que el «rescate» no es para las poblaciones, algo que salta a la vista, sino para sus acreedores, y que un hundimiento mayor de aquellos mercados sería nocivo para los intereses de su propio país, fuertemente volcados a las exportaciones.
Los ciudadanos de los países afectados están ante un espectáculo inexplicable, sobre todo cuando la integración les había prometido un futuro de prosperidad. Ciudadanos que, además, fundamentalmente en casos como los de Grecia e Italia, ven cómo su voto no se traduce en la designación de sus gobiernos, sino que éstos son fruto de enjuagues en los que la última palabra la tienen aquellas instancias financieras y Berlín.
¿Qué italiano tenía en mente al votar en febrero que seguirían dos meses de zozobra institucional? ¿Quién suponía que Silvio Berlusconi escaparía a un inexorable destino de cárcel o jubilación política para erigirse, otra vez, en árbitro de la política local? ¿Quién, por último, suponía que, después de que aquellas instancias hubieron impuesto al senador vitalicio Mario Monti, un segundo «paracaidista», el diputado «democrático» Enrico Letta emergería como posible primer ministro? En definitiva: ¿qué queda del «contrato de representación» entre gobernantes y gobernados?
La crisis económica despliega ya todo su poder ácido y corrosivo. A no sorprenderse cuando la política muestre un rostro deforme.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

Ver todas las entradas de Nicolás Tereschuk (Escriba) →

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *