Una revolución en los medios

Periodista fogueado en todos los frentes, Aram Aharonian registra su nacimiento en Montevideo, donde estudió Abogacía y Diplomacia, al tiempo que comenzaba a trabajar en diarios, semanarios y revistas. En 1973 tuvo que dar el paso de muchos latinoamericanos y encarar la escuela del exilio, radicándose en Argentina, donde, aparte de ser corresponsal de medios europeos, coordinó el diario Noticias –clausurado por el gobierno de Isabel Martínez de Perón– y fue jefe de redacción de La Voz .
También puede destacar en su historia personal haber sido corresponsal de Prensa Latina, la agencia cubana de noticias que levantaron, para romper el bloqueo informativo, Jorge Ricardo Massetti y Rodolfo Walsh, con la participación de intelectuales latinoamericanos como Gabriel García Márquez desde México y Julio Cortázar desde París.
Aram Aharonian, seguramente influenciado por la experiencia de Prensa Latina, y ya radicado en Caracas, Venezuela, llevó adelante el proyecto de una televisión plurinacional, con puntos de vista y voces independientes de las grandes corporaciones, que se concretó en Telesur, que comenzó a emitir su señal en 2005.
La experiencia de Telesur, de la cual se desligó con críticas luego de algunos años de tensiones internas. La historia de ese medio y su experiencia como periodista comprometido son la base de este encuentro con Miradas al Sur , que nos tiene que llevar por las alternativas de poder, las redes sociales, la independencia y la política.
–Usted ha señalado que hoy, para dar un golpe de estado, son más eficientes los grandes medios informativos que las estructuras militares. ¿Se puede convencer y conducir a la gente con tanta facilidad?
–Lo que sostengo es que si hace 40 años se necesitaban de fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico y social –que en el caso argentino significó miles de muertos y desaparecidos–, hoy ya no hacen falta bayonetas, sino que alcanza con el control de los medios masivos, que nos bombardean todo el día con el mensaje único, la imagen única, a través de la información, la publicidad y el entretenimiento, ya no en espacios públicos sino en nuestras propios dormitorios o salas.
Hoy los medios comerciales, tolerantes con la mentira, la falacia y los montajes, juegan su papel para deformar la realidad en beneficio de sus intereses y fabricar una opinión pública favorable al statu quo y de resistencia a los cambios estructurales de nuestras sociedades. Manejan diversas técnicas y mecanismos para imponer imaginarios colectivos: la instantaneidad que nadie puede verificar, la falta de corroboración de informaciones y fuentes, el sensacionalismo, la descontextualización, la manipulación de imágenes, operando no sólo sobre el raciocinio, la mentalidad, sino también sobre la percepción y sensibilidad de las personas.
Los medios cartelizados atacan como partido político y se parapetan detrás de la muletilla de defensa de la libertad de prensa cuando sólo reivindican la impunidad de sus empresas y negocios, y de los intereses imperiales.
–La prensa, por lo menos la argentina, nació como consecuencia de las luchas políticas. ¿Es posible pensar en fuentes informativas no enroladas en alguna mirada política de la sociedad?
–Toda mirada es política, lo cual no significa que deba ser partidista. Todo medio de comunicación parte de una línea editorial, de elecciones temáticas, de enfoques diferenciados, de selección o elección de fuentes. No existe la imparcialidad ni la neutralidad, paradigmas del periodismo liberal. Lo que es inmoral es travestirse de “objetivo” para imponer intereses económicos, comerciales, políticos o religiosos.
El problema mayor que tenemos, es que tenemos hartos problemas para vernos con nuestros propios ojos: llevamos 520 años de colonización cultural, y la realidad es que nos cuesta tener nuestras propias agendas informativas: solemos copiar las del enemigo. Todavía hoy y pese a los aires de democratización, la mayoría de la información que circula en América latina y el Caribe está generada por las agencias de noticias europeas o estadounidenses. Es indispensable cambiar esta realidad informativa con la difusión de informaciones generadas en nuestros países, que reflejen nuestras realidades, la idiosincrasia de nuestros pueblos, sus intereses y, sobre todo, los procesos de integración, de forma de construir una agenda informativa propia de y para la región.
–¿Es posible cambiarle la agenda a los medios que controla la derecha, o siempre se jugará de contragolpe?
–Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Es totalmente lógico que la derecha tenga su línea editorial y su agenda informativa. Sería lógico también, que la comunicación popular tuviera su propia agenda, pero muchas veces por esa insistencia en mantenerse colonizados o por facilismo, se cree que lo propio es oponerse a lo que dice el enemigo. O sea, refiriéndose siempre a la temática que marca la derecha, ajustándose a su agenda. Y en una posición reactiva y no, como se debiera, activa, propia, propositiva, didáctica, participativa.
Muchos comunicadores populares se han convertidos durante años en expertos en denunciología, lamentos y flagelaciones varias. Quizá lo que no hemos terminado de comprender es que estamos, en América latina, en un momento histórico, donde dejamos atrás cinco siglos de resistencia para comenzar una etapa de construcción, de nuevas democracias, nuevas sociedades, nueva comunicación. ¡Y cómo nos cuesta construir!
No bastan sólo buenas intenciones para construir sistemas de comunicación más inclusivos y plurales, sino que se debe tener y demostrar voluntad política, respaldo popular y compromiso institucional para hacer valer legislaciones antimonopólicas y políticas públicas democratizadoras, frente a las violentas manipulaciones y mentiras de los medios corporativos contra medidas transformadoras que ponen en riesgo sus privilegios económicos y someten al interés público sus desmesuradas pretensiones de poder.
Las respuestas de Aram Aharonian son contundentes, y revulsivas, porque dejan de lado la actitud victimista que suele justificar el fracaso de la comunicación alternativa, para centrar la búsqueda en la paja del ojo propio.
Resulta entonces inevitable hablar de nuevas vías que, para los optimistas pueden cambiar gobiernos y para los realistas pueden ser un medio, una herramienta más, las redes sociales :
–¿Qué papel le asigna a las redes sociales como vía de comunicación e información espontánea? ¿Pueden llegar a reemplazar a los medios tradicionales?
–Internet es el medio de comunicación más poderoso que ha aparecido, desde el surgimiento de la televisión, pero no deja de ser una herramienta. En su modo de uso (dentro del hogar, la computadora) parecería el más individualista de todos. Sin embargo, puede volverse colectivo, solidario, articulado mundialmente (eso lo han logrado, en parte, los movimientos sociales).
Los contenidos pueden ofrecerse gratis. Y lo alternativo compite con lo comercial en el mismo plano, con herramientas que pueden alcanzar la misma potencia. Y que pueden además “absorber” todos los otros medios: la radio, el cine, la televisión, las bellas artes, y combinarlos en una nueva creación. Pero, a diferencia de los medios gráficos o audiovisuales, van dirigidos a una masa crítica no identificada, en un enorme mar de ofertas de contenidos no procesados.
El riesgo de internet es pensar que se vive la democracia en directo, cuando sólo es una democracia virtual. En internet, el fenómeno de la concentración de información y de la escasez de pluralismo, aunque de naturaleza diferente, no es menos importante que en la prensa tradicional. Se considera a redes sociales como Facebook y soportes como Youtube ejemplos de logros en la democratización de la información sin percibir que se trata de empresas privadas que desde sus centros de control pueden eliminar un contenido díscolo y hacer desaparecer a un usuario con la resignación de una sociedad que nunca se plantea que estamos ante un ataque a la libertad de expresión.
Ya en 2014 la edad de la inocencia para usuarios de internet ha terminado. Los recientes acontecimientos han disparado la intranquilidad entre la ciudadanía sobre todo entre los usuarios de redes sociales y servicios de grandes compañías trasnacionales a raíz de los nuevos escándalos de espionaje, con el sistema Prism y las recopilación de metadatos telefónicos por parte de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, como su mayor ejemplo.
–A comienzos del siglo XX los periódicos eran el principal medio de información, influencia y control político. ¿Ahora ese rol se concentra en la televisión?
–La revolución tecnológica permitió que las noticias viajen de un lado a otro: ya no era un problema enviar la información. Pero el cambio significó también que la noticia se convirtió en un buen negocio; obviamente no como la conocíamos, sino trastocada en espectáculo, en show. El descubrimiento del enorme valor económico de la información se debe a la llegada del gran capital a los medios de comunicación y a la necesidad de manipular grandes mercados para facilitar los grandes negocios y, también, el lavado de dineros, muchos de ellos provenientes de la venta de armas y de drogas. En el mundo capitalista de hoy, tener medios de comunicación es tener poder.
–Los periódicos tradicionales están en crisis. Cuando suman lectores son lectores digitales, que no pagan por la edición en papel. ¿Qué cambios posibles ve? ¿Periódicos digitales más videos, como Nodal, donde usted escribe, o todo el poder para la televisión?
–La revolución digital nos sigue amenazando con nuevas sorpresas, con nuevas herramientas para la comunicación y la información. La televisión digital abre la puerta a centenas de nuevas señales televisivas, mientras se trata de cercenar la libertad en internet. La prensa escrita ha perdido poder, y se debe básicamente a dos situaciones concurrentes: ya las noticias viajan al instante por todo el mundo y se difunden por diversas plataformas (los diarios traen las noticias de ayer), y a que han perdido credibilidad desde que se convirtieran en voceros de grandes corporaciones y olvidaron el rigor y la ética periodísticas. Desde la Fundación para la Integración Latinoamericana apoyamos e impulsamos Nodal (Noticias de América Latina y el Caribe, que dirige Pedro Brieger), porque es un serio intento para que los latinoamericanos y caribeños nos veamos con nuestros propios ojos. Es más, algunas televisoras toman la información de Nodal, en su esfuerzo por tener una agenda propia, nuestra.
–Telesur parece estar alcanzando uno de sus objetivos, la masividad. ¿No había un cierto sentido de elitismo en el preconcepto de que toda información alternativa sería siempre marginal?
–Ante todo, sigo sosteniendo que la puesta en marcha de Telesur fue el hito más trascendente en la historia reciente de la comunicación latinoamericana, porque demostró que lo de vernos con nuestros propios ojos no era sólo una utopía.
Por décadas nos han querido convencer de que lo alternativo debe ser sinónimo de marginal. De que los movimientos sociales, populares, la izquierda, lo que necesitan es tener pequeños semanarios o pequeñas radios o televisoras comunitarias, aisladas en pequeños nichos. Ése es el paradigma liberal que equipara lo alternativo a lo marginal. Pero para ser realmente alternativo al mensaje hegemónico se debe ser masivo.
El proyecto original de Telesur era el de poner en marcha una televisora generalista, con tres patas (información, formación y entretenimiento), pero el facilismo llevó a querer crear una antítesis de CNN en español. Un canal de noticias es un canal de zapping, por lo que difícilmente alcance masividad. Máxime al ser un canal satelital, de cable. Y el hecho de que figure en la grilla de varios sistemas de cable (y de televisión digital) en América latina no significa masividad, sino estar entre más de un centenar de señales que un usuario puede sintonizar eventualmente.
–Telesur nació como una empresa multinacional latinoamericana. ¿Cuántos gobiernos y cuáles están comprometidos actualmente con este proyecto, más allá de emitir la señal?
–Telesur surgió como un proyecto estratégico orientado a contrarrestar el mensaje hegemónico del Norte mediante la creación de un canal multiestatal latinoamericano. Para cristalizar aquel sueño acariciado durante décadas de ofrecer la imagen y la voz de América latina a todo el mundo, y, a la vez, ver el mundo desde una perspectiva propia.
Por primera vez se gestaba un espacio público multiestatal en televisión para difundir una realidad latinoamericana que era, en buena medida, invisibilizada o minimizada por los grandes medios de comunicación de los países desarrollados e incluso por los medios comerciales de la región.
Quizá uno de los pocos que creyó en el proyecto fue el presidente Chávez. Pero… nunca se concretó la formación de la empresa multiestatal, y hoy quedó como una televisora adscrita al Ministerio de Comunicación e Información venezolano. Y eso se debió a la falta de decisión política para llevarlo adelante. Algunos asesores europeos también tuvieron su cuota en este sabotaje a la creación de un canal verdaderamente latinoamericano.
Como señal alternativa (al mensaje hegemónico) nuevos actores se fueron sumando a la pantalla, y aquellos que durante muchos años no habían tenido voz ni imagen comenzaron a informar y ser informados.
El proyecto de Telesur no trataba de hacer una CNN latinoamericana o de izquierda sino de revolucionar la televisión, con rigor periodístico, veracidad, calidad y entretenimiento, información y formación de ciudadanía. Los documentos preparatorios de la televisora multiestatal investigaban sobre la identidad (diversa, plural) de los latinoamericanos, e identificaban algunas peculiaridades: la informalidad del latinoamericano, el uso coloquial del lenguaje y su sentido del humor.
Quien más debió adaptarse a estos mensajes alternativos, fue CNN en español, que después de 10 años de ocultamiento e invisibilización de negros, indios y movimientos sociales, debió comenzar a cambiar su agenda, porque dejaba de ser el transmisor del mensaje único (transmitió la ceremonia indígena de asunción presidencial de Evo Morales, no pudo ignorar el golpe de estado en Honduras, etc., etc.). Pero la estación de noticias con sede en Atlanta fue más allá, y aprovechó la timidez y la falta de confianza de los directivos de Telesur en el proyecto propio. Telesur no aplicó su propia fórmula y sigue imitando el formato anglosajón de vestimenta y discurso, siguiendo la agenda marcada desde el Norte.
–Obtener el apoyo de un gobierno para un proyecto como Telesur siempre es un riesgo. Difícilmente los políticos se resignan a perder el control, y ponen al timón a sus obsecuentes, con lo que todo se va al diablo. Telesur pasó por una etapa similar, ¿verdad?
–No se ha querido democratizar Telesur y así quien firma los cheques y maneja los fondos que salen del gobierno venezolano tiene la única palabra, aunque haya algún representante de otros países en un directorio casi imaginario. No hay participación ni equilibrio, y mucho menos transparencia.
Se ha optado por copiar, imitar, renunciar a la proactividad para ser reactivos a lo que dice “el enemigo”, lo que significa que la agenda no es propia. Vemos poca diversidad y pluralidad, escasa formación de ciudadanía, casi nulo debate de ideas, sino repetición de consignas. Nuestros movimientos sociales no se ven reflejados allí y escasamente las grandes mayorías tienen voz e imagen propia, sin intervención de un mediador.
Es difícil imponer una agenda comunicacional alternativa cuando la gran mayoría de las imágenes informativas que maneja Telesur son de dos transnacionales, Associated PressTelevision News (APTN) y de la agencia Reuters. También la agenda de imágenes la imponen desde el Norte.
Desde hace varios años, aquellos que dirigen Telesur no creen en ese proyecto democratizador, tratan de imitar y copiar el modelo de la CNN (en español), e incluso la información es primordialmente reactiva y dependiente de la agenda informativa y política que dictan en el Norte. Y eso no es culpa del imperialismo, sino de quienes copian sus modelos y formatos.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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