El escenario
Lunes 20 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
Durante los próximos cinco días, la política mostrará su rostro menos edificante. El de las traiciones, las mezquindades, las humillaciones y los ruegos. El sábado vencen los plazos para la presentación de candidaturas a nivel nacional y en numerosas provincias. Las bajas pasiones, entonces, se exacerban.
Cristina Kirchner será la que enfrente más dificultades, ya que está rodeada de un mayor número de acertijos. Debe extrañar a su esposo más que nunca: él no está para ocuparse, como siempre, de las pretensiones ajenas.
El enigma inicial se refiere a ella misma. No tanto a su candidatura, que ya todos dan por hecha, sino a cómo la postulación impactará sobre su aspecto. Desde hace ocho meses la Presidenta viene proyectando la imagen de una viuda que ejerce el poder en una ceremonia de gran renunciamiento. A partir de ahora será una candidata buscando el voto.
Las noches en Olivos seguirán siendo solitarias; las visitas de Máximo, desde Río Gallegos, tan esporádicas como siempre; por suerte está la hermana, Giselle, que pasa semanas haciéndole compañía; pero Florencia, su hija, no desistió de volver a Nueva York, en agosto, a estudiar cine; el documental de Adrián Caetano sobre su padre ha logrado demorarla, pero para que el film esté terminado habrá que esperar a que pasen las elecciones.
El duelo de Cristina Kirchner no se modificará. Pero es posible que ya no se proyecte sobre la política, protegiéndola, como lo ha hecho hasta ahora. Sólo Elisa Carrió se ha atrevido a desafiar ese blindaje, denunciando como una máscara lo que muchos ven como una aureola. El otro interrogante es la identidad del vice. La decisión está condicionada por la experiencia con Julio Cobos. Al amparo de esa desconfianza, florecen candidaturas intimistas, como las de Carlos Zannini o Nicolás Fernández. Zannini cuenta con una desventaja frente al senador santacruceño: la Presidenta tal vez no quiera «desperdiciar» en el Senado a un colaborador inmediato. Fernández, en cambio, ya está en la cámara, donde ejerce el comisariato oficial. A los peronistas les resultaría difícil objetar este repliegue del kirchnerismo sobre sí mismo: Zannini y Fernández son viejos inválidos de guerra. En cambio,imponer a Juan Manuel Abal Medina o a Amado Boudou sería más desafiante. El primero proviene del Frepaso, y el segundo es, por recurrir a la semántica de «Chacho» Alvarez, una identidad en tránsito.
Contra esta vicepresidencia entornista, compite el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich. Posándose sobre él, el dedo de la señora de Kirchner estaría indicando que no será neutral en la guerra sucesoria de 2015. Varios dirigentes tomarían a mal esa noticia: José Manuel de la Sota, Juan Manuel Urtubey y, sobre todo, Daniel Scioli.
La relación del kirchnerismo con Scioli es una incógnita en sí misma. La colectora de Martín Sabbatella ha demostrado que, al revés que en 2007, la Presidenta quiere sacar más votos que él. Esta señal de menosprecio a Scioli también desmerece a Sabbatella, impedido de armar su propia lista de diputados nacionales. Provincializado y sometido al vaivén de la interna peronista, este astro de la nueva izquierda pierde brillo.
Debate por la autonomía
Sin intención de ironizar, ¿qué autonomía tiene Scioli para elaborar sus propia oferta? De nuevo, el problema es el vice. El gobernador ha confesado a sus amigos que elegiría a José Pampuro: es amigo de la Presidenta, y podría encargarse de la Legislatura y de tejerle una red de solidaridades nacionales cuando se aproxime 2015. Los talibanes de la «batalla cultural» promueven, en cambio, a Gabriel Mariotto, el controlador de los medios de comunicación. La disyuntiva alienta el sueño de María Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Eva Duarte y, sobre todo, esposa de Miguel Cubero, el ambicioso colaborador de Boudou.
Son movimientos de piezas de los que depende el destino de Aníbal Fernández. ¿Terminará, como su antecesor Eduardo Bauzá, abandonando la Jefatura de Gabinete para recalar en el Congreso? ¿Lo reemplazará Florencio Randazzo? Lo que otros verían como un premio, para Fernández es un castigo. Uno más.
Estos dilemas prestan, en su trivialidad, un servicio inapreciable: disimular que al cabo de ocho años de kirchnerismo el PJ bonaerense sigue en manos de una clase política inalterada, capaz de enmascararse detrás de las sucesivas invenciones que, de Menem a Kirchner, le envían desde la Casa Rosada. En la primera sección las listas las seguirán armando Hugo Curto y Raúl Otacehé. En la tercera, inmunes a las modas, Baldomero Alvarez –que encabezará la lista de senadores provinciales– y Juan José Mussi. Reformistas como Francisco Gutiérrez, Darío Díaz Pérez o Martín Insaurralde deberán subordinarse a esos históricos. Algo parecido sucederá en la séptima sección, donde la lapicera está en manos de Isidoro Laso y José Eseverry. Son amigos de Sergio Massa, quien confía en que Scioli le reconocerá el ministerio prometido, en diciembre.
Los caudillejos del conurbano encontraron el antídoto frente al avasallamiento de la Casa Rosada. Lo estrenó Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas), el lunes pasado, insinuando que se pasaría con Eduardo Duhalde. El martes, visitó a Francisco de Narváez, en nombre de Duhalde, para proponerle un acuerdo general en la provincia. Y el viernes, pasó por caja: apareció en su municipio con Scioli, inaugurando nuevas obras. Con el ardid de Cariglino, los intendentes encontraron «un punto donde la tensión se muestra plena de producción histórica», por ponerlo en términos del kirchnerólogo Horacio González.
En otros distritos, se advierte hasta qué punto la Presidenta debe abrazarse al peronismo o resignarse a perder. En la Capital Federal, Daniel Filmus quedó librado a su suerte. El candidato debería preguntar en Cancillería qué le contestó Julio De Vido a Luis Kreckler cuando el diplomático pidió permiso para organizarle una reunión con empresarios. Los servicios progresistas de Bonafini/Schoklender y Morgado/Rachid no podían ser más catastróficos para Filmus. Por si le faltaba apoyo, el primer candidato a legislador que le asignaron desde La Cámpora, Juan Cabandié, se expone en la campaña a proteger el negocio de los casinos de Cristóbal López en la Legislatura. Es que también para La Cámpora los juegos de azar son una industria básica del modelo productivo.
Sobre estas deficiencias porteñas, la Presidenta debe designar un candidato a diputado nacional: ¿insistirá con Boudou? Cuidado: es un aliado de Hugo Moyano. Y Ricardo Alfonsín llevará a Graciela Ocaña.
En Santa Fe, la señora de Kirchner asoció a Omar Perotti como diputado nacional. No encontró algo más parecido a Carlos Reutemann, quien sigue resistiéndose a ir a Olivos. Perotti es el último homenaje a la burguesía provincial para que olvide la agresión de la 125. Al candidato a gobernador Agustín Rossi, que se inmoló en defensa de esa medida, le hubiera gustado encabezar esa lista con su hermano, Alejandro. Pero ni siquiera le adelantaron la jugada.
Pelea en Córdoba
En Córdoba, la relación con De la Sota está dañada. Juan Carlos Mazzón retomará las negociaciones para que el PJ no lleve una lista de diputados sin candidato a Presidente. De la Sota está dispuesto a un acuerdo, siempre que no se haga sobre la base de un candidato de la ultraizquierda.
Cristina Kirchner se enfrenta a la resistencia del PJ de todos los distritos. El contexto no podría ser más favorable a este límite. El escándalo de Hebe de Bonafini estalló cuando el kirchnerismo ultra, envuelto en la bandera de los derechos humanos, se preparaba para presionar por lugares en las listas. Y cuando su jefa realizaría su sentido lanzamiento. Bonafini es ahora su peor abogada electoral. El fastidio de la Presidenta es evidente: no la nombra. Afronta el escándalo con la misma estrategia que aplicó a la desaparición de los fondos de Santa Cruz, las andanzas de Ricardo Jaime o las droguerías salpicadas por el narcotráfico que financiaron su campaña. Calla. Un silencio estridente, ya que viene de alguien que todo lo hace palabras.
No es cierto lo que dicen las versiones. Las internas de agosto se le han vuelto imprescindibles. Espera que con ellas cambie la agenda. Mientras tanto, prepara sus listas. Enfrentada a los electorados de Capital, de Santa Fe, y de Córdoba, que no le resultan favorables, y a un comienzo de campaña que se ha vuelto turbulento.
Lunes 20 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
Durante los próximos cinco días, la política mostrará su rostro menos edificante. El de las traiciones, las mezquindades, las humillaciones y los ruegos. El sábado vencen los plazos para la presentación de candidaturas a nivel nacional y en numerosas provincias. Las bajas pasiones, entonces, se exacerban.
Cristina Kirchner será la que enfrente más dificultades, ya que está rodeada de un mayor número de acertijos. Debe extrañar a su esposo más que nunca: él no está para ocuparse, como siempre, de las pretensiones ajenas.
El enigma inicial se refiere a ella misma. No tanto a su candidatura, que ya todos dan por hecha, sino a cómo la postulación impactará sobre su aspecto. Desde hace ocho meses la Presidenta viene proyectando la imagen de una viuda que ejerce el poder en una ceremonia de gran renunciamiento. A partir de ahora será una candidata buscando el voto.
Las noches en Olivos seguirán siendo solitarias; las visitas de Máximo, desde Río Gallegos, tan esporádicas como siempre; por suerte está la hermana, Giselle, que pasa semanas haciéndole compañía; pero Florencia, su hija, no desistió de volver a Nueva York, en agosto, a estudiar cine; el documental de Adrián Caetano sobre su padre ha logrado demorarla, pero para que el film esté terminado habrá que esperar a que pasen las elecciones.
El duelo de Cristina Kirchner no se modificará. Pero es posible que ya no se proyecte sobre la política, protegiéndola, como lo ha hecho hasta ahora. Sólo Elisa Carrió se ha atrevido a desafiar ese blindaje, denunciando como una máscara lo que muchos ven como una aureola. El otro interrogante es la identidad del vice. La decisión está condicionada por la experiencia con Julio Cobos. Al amparo de esa desconfianza, florecen candidaturas intimistas, como las de Carlos Zannini o Nicolás Fernández. Zannini cuenta con una desventaja frente al senador santacruceño: la Presidenta tal vez no quiera «desperdiciar» en el Senado a un colaborador inmediato. Fernández, en cambio, ya está en la cámara, donde ejerce el comisariato oficial. A los peronistas les resultaría difícil objetar este repliegue del kirchnerismo sobre sí mismo: Zannini y Fernández son viejos inválidos de guerra. En cambio,imponer a Juan Manuel Abal Medina o a Amado Boudou sería más desafiante. El primero proviene del Frepaso, y el segundo es, por recurrir a la semántica de «Chacho» Alvarez, una identidad en tránsito.
Contra esta vicepresidencia entornista, compite el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich. Posándose sobre él, el dedo de la señora de Kirchner estaría indicando que no será neutral en la guerra sucesoria de 2015. Varios dirigentes tomarían a mal esa noticia: José Manuel de la Sota, Juan Manuel Urtubey y, sobre todo, Daniel Scioli.
La relación del kirchnerismo con Scioli es una incógnita en sí misma. La colectora de Martín Sabbatella ha demostrado que, al revés que en 2007, la Presidenta quiere sacar más votos que él. Esta señal de menosprecio a Scioli también desmerece a Sabbatella, impedido de armar su propia lista de diputados nacionales. Provincializado y sometido al vaivén de la interna peronista, este astro de la nueva izquierda pierde brillo.
Debate por la autonomía
Sin intención de ironizar, ¿qué autonomía tiene Scioli para elaborar sus propia oferta? De nuevo, el problema es el vice. El gobernador ha confesado a sus amigos que elegiría a José Pampuro: es amigo de la Presidenta, y podría encargarse de la Legislatura y de tejerle una red de solidaridades nacionales cuando se aproxime 2015. Los talibanes de la «batalla cultural» promueven, en cambio, a Gabriel Mariotto, el controlador de los medios de comunicación. La disyuntiva alienta el sueño de María Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Eva Duarte y, sobre todo, esposa de Miguel Cubero, el ambicioso colaborador de Boudou.
Son movimientos de piezas de los que depende el destino de Aníbal Fernández. ¿Terminará, como su antecesor Eduardo Bauzá, abandonando la Jefatura de Gabinete para recalar en el Congreso? ¿Lo reemplazará Florencio Randazzo? Lo que otros verían como un premio, para Fernández es un castigo. Uno más.
Estos dilemas prestan, en su trivialidad, un servicio inapreciable: disimular que al cabo de ocho años de kirchnerismo el PJ bonaerense sigue en manos de una clase política inalterada, capaz de enmascararse detrás de las sucesivas invenciones que, de Menem a Kirchner, le envían desde la Casa Rosada. En la primera sección las listas las seguirán armando Hugo Curto y Raúl Otacehé. En la tercera, inmunes a las modas, Baldomero Alvarez –que encabezará la lista de senadores provinciales– y Juan José Mussi. Reformistas como Francisco Gutiérrez, Darío Díaz Pérez o Martín Insaurralde deberán subordinarse a esos históricos. Algo parecido sucederá en la séptima sección, donde la lapicera está en manos de Isidoro Laso y José Eseverry. Son amigos de Sergio Massa, quien confía en que Scioli le reconocerá el ministerio prometido, en diciembre.
Los caudillejos del conurbano encontraron el antídoto frente al avasallamiento de la Casa Rosada. Lo estrenó Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas), el lunes pasado, insinuando que se pasaría con Eduardo Duhalde. El martes, visitó a Francisco de Narváez, en nombre de Duhalde, para proponerle un acuerdo general en la provincia. Y el viernes, pasó por caja: apareció en su municipio con Scioli, inaugurando nuevas obras. Con el ardid de Cariglino, los intendentes encontraron «un punto donde la tensión se muestra plena de producción histórica», por ponerlo en términos del kirchnerólogo Horacio González.
En otros distritos, se advierte hasta qué punto la Presidenta debe abrazarse al peronismo o resignarse a perder. En la Capital Federal, Daniel Filmus quedó librado a su suerte. El candidato debería preguntar en Cancillería qué le contestó Julio De Vido a Luis Kreckler cuando el diplomático pidió permiso para organizarle una reunión con empresarios. Los servicios progresistas de Bonafini/Schoklender y Morgado/Rachid no podían ser más catastróficos para Filmus. Por si le faltaba apoyo, el primer candidato a legislador que le asignaron desde La Cámpora, Juan Cabandié, se expone en la campaña a proteger el negocio de los casinos de Cristóbal López en la Legislatura. Es que también para La Cámpora los juegos de azar son una industria básica del modelo productivo.
Sobre estas deficiencias porteñas, la Presidenta debe designar un candidato a diputado nacional: ¿insistirá con Boudou? Cuidado: es un aliado de Hugo Moyano. Y Ricardo Alfonsín llevará a Graciela Ocaña.
En Santa Fe, la señora de Kirchner asoció a Omar Perotti como diputado nacional. No encontró algo más parecido a Carlos Reutemann, quien sigue resistiéndose a ir a Olivos. Perotti es el último homenaje a la burguesía provincial para que olvide la agresión de la 125. Al candidato a gobernador Agustín Rossi, que se inmoló en defensa de esa medida, le hubiera gustado encabezar esa lista con su hermano, Alejandro. Pero ni siquiera le adelantaron la jugada.
Pelea en Córdoba
En Córdoba, la relación con De la Sota está dañada. Juan Carlos Mazzón retomará las negociaciones para que el PJ no lleve una lista de diputados sin candidato a Presidente. De la Sota está dispuesto a un acuerdo, siempre que no se haga sobre la base de un candidato de la ultraizquierda.
Cristina Kirchner se enfrenta a la resistencia del PJ de todos los distritos. El contexto no podría ser más favorable a este límite. El escándalo de Hebe de Bonafini estalló cuando el kirchnerismo ultra, envuelto en la bandera de los derechos humanos, se preparaba para presionar por lugares en las listas. Y cuando su jefa realizaría su sentido lanzamiento. Bonafini es ahora su peor abogada electoral. El fastidio de la Presidenta es evidente: no la nombra. Afronta el escándalo con la misma estrategia que aplicó a la desaparición de los fondos de Santa Cruz, las andanzas de Ricardo Jaime o las droguerías salpicadas por el narcotráfico que financiaron su campaña. Calla. Un silencio estridente, ya que viene de alguien que todo lo hace palabras.
No es cierto lo que dicen las versiones. Las internas de agosto se le han vuelto imprescindibles. Espera que con ellas cambie la agenda. Mientras tanto, prepara sus listas. Enfrentada a los electorados de Capital, de Santa Fe, y de Córdoba, que no le resultan favorables, y a un comienzo de campaña que se ha vuelto turbulento.