Los cambios sociales en marcha desde el retorno de la democracia marcan una distancia cada vez mayor de la esfera civil con las posiciones doctrinales de la Iglesia católica, principalmente en el orden sexual. La jerarquía eclesiástica parece tomar nota de ello en sus estrategias políticas.
En los últimos años, los movimientos feministas y por la diversidad sexual lograron mostrar y cuestionar, en una prédica cada vez más masiva, las desigualdades y exclusiones que hacen al orden sexual. Este cuestionamiento implicó destacar que el anudamiento entre sexualidad y reproducción naturaliza y legitima un orden desigual en el que los cuerpos, las sexualidades y las identidades de las mujeres son encuadrados desde lo reproductivo. Lo cual deja a las mujeres “sujetas” al rol de madres y a las necesidades y los mandatos de otros (niños, niños “por nacer”, “padres” e incluso “la soberanía nacional”). Debido a que el Estado argentino presenta una fuerte matriz católica en su génesis y en su historia, la jerarquía católica funcionó durante más de un siglo como un pilar central en la defensa de este orden sexual.
Sin embargo, los cambios en marcha en la sociedad argentina, sobre todo desde el retorno de la democracia, permiten matizar esta afirmación. Esto se debe a que ciertos patrones identitarios (de clase, políticos, familiares, etarios) que permitieron durante gran parte del siglo XX definir contenidos centrales para los proyectos de vida de las personas se debilitaron dando un lugar primordial a las decisiones individuales. Estos cambios se tradujeron en un proceso de creciente desinstitucionalización e individuación en el modo en el cual las personas viven la religión y se relacionan con aquello en lo que creen. Sin ir más lejos, la primera Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas, realizada por el Programa de Sociedad Cultura y Religión del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (perteneciente al CONICET), en 2008, arroja interesantes resultados en este sentido. Por ejemplo, el 69,1% de los católicos en Argentina, ligeramente por encima de la población general (63,9%), considera que el aborto debería estar permitido en algunas circunstancias; el 60,5% estima que se les debería permitir el sacerdocio a las mujeres; el 79,3% considera que a los sacerdotes se les debería permitir formar una familia; el 80,8% piensa que las relaciones sexuales antes del matrimonio son una experiencia positiva; el 93% está de acuerdo con que en las escuelas se enseñen todos los métodos anticonceptivos. Estas cifras dan cuenta de que fenómenos sociales más amplios como la individuación, la desinstitucionalización y la pluralización de las creencias y convicciones personales también están presentes en el mundo de los católicos.
En los últimos años, los movimientos feministas y por la diversidad sexual lograron mostrar y cuestionar, en una prédica cada vez más masiva, las desigualdades y exclusiones que hacen al orden sexual. Este cuestionamiento implicó destacar que el anudamiento entre sexualidad y reproducción naturaliza y legitima un orden desigual en el que los cuerpos, las sexualidades y las identidades de las mujeres son encuadrados desde lo reproductivo. Lo cual deja a las mujeres “sujetas” al rol de madres y a las necesidades y los mandatos de otros (niños, niños “por nacer”, “padres” e incluso “la soberanía nacional”). Debido a que el Estado argentino presenta una fuerte matriz católica en su génesis y en su historia, la jerarquía católica funcionó durante más de un siglo como un pilar central en la defensa de este orden sexual.
Sin embargo, los cambios en marcha en la sociedad argentina, sobre todo desde el retorno de la democracia, permiten matizar esta afirmación. Esto se debe a que ciertos patrones identitarios (de clase, políticos, familiares, etarios) que permitieron durante gran parte del siglo XX definir contenidos centrales para los proyectos de vida de las personas se debilitaron dando un lugar primordial a las decisiones individuales. Estos cambios se tradujeron en un proceso de creciente desinstitucionalización e individuación en el modo en el cual las personas viven la religión y se relacionan con aquello en lo que creen. Sin ir más lejos, la primera Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas, realizada por el Programa de Sociedad Cultura y Religión del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (perteneciente al CONICET), en 2008, arroja interesantes resultados en este sentido. Por ejemplo, el 69,1% de los católicos en Argentina, ligeramente por encima de la población general (63,9%), considera que el aborto debería estar permitido en algunas circunstancias; el 60,5% estima que se les debería permitir el sacerdocio a las mujeres; el 79,3% considera que a los sacerdotes se les debería permitir formar una familia; el 80,8% piensa que las relaciones sexuales antes del matrimonio son una experiencia positiva; el 93% está de acuerdo con que en las escuelas se enseñen todos los métodos anticonceptivos. Estas cifras dan cuenta de que fenómenos sociales más amplios como la individuación, la desinstitucionalización y la pluralización de las creencias y convicciones personales también están presentes en el mundo de los católicos.