El acento puesto en el show mediático de la noche del domingo, en la manipulación del suministro de información y en la suspensión del escrutinio provisorio cuando ya los datos mostraban que la lista encabezada en Provincia de Buenos Aires por Cristina Fernández de Kirchner superaba a la del oficialismo, no debe ocultar que de todos modos la jornada electoral fue positiva para el macrismo. Por buenas o malas artes, en realidad por una combinación de unas y otras, la Alianza Cambiemos logró instalarse en desigual medida como fuerza electoral en todo el país. El escrutinio definitivo mostrará el triunfo de CFK, aunque sin alterar el resultado nacional. Sin ese reconocimiento será muy difícil, para quienes queremos un país inclusivo y una economía que lo sustente, avanzar hacia la victoria en octubre, no se diga ya en 2019.
La reacción inmediata de “la City” fue contundente: subió el Merval, bajó el dólar, anticipando una relativamente cómoda renovación de la montaña de Lebacs. Poco importa hoy que mañana o en dos meses los números vuelvan al cauce de la normalidad de mediano o largo plazo. El poder financiero le da un voto de confianza al macrismo a cambio de la promesa de seguir y profundizar el ajuste, ante todo en la reforma regresiva de la legislación laboral. Sin ésta la inversión financiera seguirá renuente a convertirse en inversión real. De todos modos, una excelente coyuntura de bienvenida al vicepresidente de Estados Unidos.
En la Provincia de Buenos Aires el escenario emergente es de “polarización sucia”: la gran avenida del medio soñada por Massa resultó una trocha secundaria, pero sumada a la certificada marginalidad de Randazzo reúne un 20 por ciento de votos que serán objeto de solicitaciones variadas por ambas fuerzas polares, y de intensas negociaciones en el Congreso. Distinto es el panorama nacional y, por supuesto, en la CABA, que una vez más muestra ser, para horror de Fito Páez y de otros muchos aunque menos expresivos, “el agua donde se mueve el pez” del macrismo –abusando de la metáfora del gran timonel–. Con el auxilio del voto y las estructuras del radicalismo, Cambiemos se instaló aparentemente de manera firme en casi todo el país.
En las elecciones legislativas, más que en cualesquiera otras, cada provincia es su propia historia y problemática. En lo que toca al peronismo (en sentido muuuy laxo) las PASO mostraron que en general a los que de una u otra manera coquetearon con el macrismo les fue bastante mal, con excepción de Juan Manuel Urtubey en Salta. La proyección a octubre de los resultados del domingo indica que no habrá grandes modificaciones en la composición de las cámaras del Congreso Nacional, pero también que será más ardua la tarea de frenar el avance del neoliberalismo en todas sus manifestaciones y no sólo de sus indicadores económicos.
El avance del macrismo se asentó, igual que en 2015, en el voto de muchísimas personas cuyas condiciones de vida se deterioraron drásticamente en los últimos casi dos años. Muchos en la oposición anticiparon un voto masiva y consecuentemente opositor. No contaron, ni cuentan, con que el neoliberalismo es más que un modo particular de organización de la economía y distribución de sus frutos; es un modo de ver e interpretar al mundo, a la vida, a uno mismo. Ese modo no es espontáneo; es difundido a través de recursos y prácticas hegemónicas por cuyo medio las élites enseñan a las clases populares a pensar y vivir su dominación en los términos y los significados que le asignan aquéllas: ante todo los medios de comunicación, pero también las escuelas, las iglesias, el deporte.
Que la plata no alcance hasta fin de mes ¿se explica por la política macrista de tarifazos y ajuste o porque “se chorearon todo”? ¿Vivías mejor porque te metieron en una burbuja que al final reventó, porque te hicieron creer que con tu trabajo podías hacer turismo o porque ampliaste y ejerciste activamente tus derechos? Tan importante como la pregunta es la respuesta, porque ella es la que orienta el voto. Es indudable que en amplios segmentos de las clases populares y medias el macrismo ganó la batalla cultural.
Es cierto que, por primera vez en muchas décadas, aparece en Argentina una fuerza electoral de derecha, y sobre todo de derecha neoliberal, como quien dice, salvaje. Convengamos sin embargo que mejores productos de la democracia hemos conocido.
* Politólogo, Universidad Nacional de Lanús.
La reacción inmediata de “la City” fue contundente: subió el Merval, bajó el dólar, anticipando una relativamente cómoda renovación de la montaña de Lebacs. Poco importa hoy que mañana o en dos meses los números vuelvan al cauce de la normalidad de mediano o largo plazo. El poder financiero le da un voto de confianza al macrismo a cambio de la promesa de seguir y profundizar el ajuste, ante todo en la reforma regresiva de la legislación laboral. Sin ésta la inversión financiera seguirá renuente a convertirse en inversión real. De todos modos, una excelente coyuntura de bienvenida al vicepresidente de Estados Unidos.
En la Provincia de Buenos Aires el escenario emergente es de “polarización sucia”: la gran avenida del medio soñada por Massa resultó una trocha secundaria, pero sumada a la certificada marginalidad de Randazzo reúne un 20 por ciento de votos que serán objeto de solicitaciones variadas por ambas fuerzas polares, y de intensas negociaciones en el Congreso. Distinto es el panorama nacional y, por supuesto, en la CABA, que una vez más muestra ser, para horror de Fito Páez y de otros muchos aunque menos expresivos, “el agua donde se mueve el pez” del macrismo –abusando de la metáfora del gran timonel–. Con el auxilio del voto y las estructuras del radicalismo, Cambiemos se instaló aparentemente de manera firme en casi todo el país.
En las elecciones legislativas, más que en cualesquiera otras, cada provincia es su propia historia y problemática. En lo que toca al peronismo (en sentido muuuy laxo) las PASO mostraron que en general a los que de una u otra manera coquetearon con el macrismo les fue bastante mal, con excepción de Juan Manuel Urtubey en Salta. La proyección a octubre de los resultados del domingo indica que no habrá grandes modificaciones en la composición de las cámaras del Congreso Nacional, pero también que será más ardua la tarea de frenar el avance del neoliberalismo en todas sus manifestaciones y no sólo de sus indicadores económicos.
El avance del macrismo se asentó, igual que en 2015, en el voto de muchísimas personas cuyas condiciones de vida se deterioraron drásticamente en los últimos casi dos años. Muchos en la oposición anticiparon un voto masiva y consecuentemente opositor. No contaron, ni cuentan, con que el neoliberalismo es más que un modo particular de organización de la economía y distribución de sus frutos; es un modo de ver e interpretar al mundo, a la vida, a uno mismo. Ese modo no es espontáneo; es difundido a través de recursos y prácticas hegemónicas por cuyo medio las élites enseñan a las clases populares a pensar y vivir su dominación en los términos y los significados que le asignan aquéllas: ante todo los medios de comunicación, pero también las escuelas, las iglesias, el deporte.
Que la plata no alcance hasta fin de mes ¿se explica por la política macrista de tarifazos y ajuste o porque “se chorearon todo”? ¿Vivías mejor porque te metieron en una burbuja que al final reventó, porque te hicieron creer que con tu trabajo podías hacer turismo o porque ampliaste y ejerciste activamente tus derechos? Tan importante como la pregunta es la respuesta, porque ella es la que orienta el voto. Es indudable que en amplios segmentos de las clases populares y medias el macrismo ganó la batalla cultural.
Es cierto que, por primera vez en muchas décadas, aparece en Argentina una fuerza electoral de derecha, y sobre todo de derecha neoliberal, como quien dice, salvaje. Convengamos sin embargo que mejores productos de la democracia hemos conocido.
* Politólogo, Universidad Nacional de Lanús.