Viejo y nuevo revisionismo: ¿hay diferencia?

En los años treinta, en el marco de una restauración oligárquica, diversos autores nacionalistas cuestionaron la elaboración de una historia oficial que, a su criterio, relegaba a las provincias, denostaba a los caudillos federales, y exaltaba las condiciones bajo las cuales se había logrado la organización nacional. Estos autores, que se llamaron a sí mismos revisionistas, inauguraron una larga tradición intelectual que tuvo, como todas, sus luces y sombras.
En estos días, un grupo de intelectuales oficialistas, reunidos al amparo de un decreto presidencial, intenta reinstaurar el revisionismo como doctrina histórica nacional. Para ello, ese grupo ha emprendido una campaña centrada en el ataque a la historiografía que se produce en nuestras universidades nacionales, a la que considera deudora de la tradición liberal mitrista.
Sorprende un poco, más de medio siglo después, observar que los discursos y temáticas de quienes reivindican esta tradición se encuentren aún en estado puro. En principio, el tiempo transcurrido y los éxitos de ventas de varios de sus títulos sugieren que el público ya debiera saber de qué se trata: ¿cómo puede, en efecto, seguir estando oculta una historia que no han parado de sacar a la palestra? En todo caso, la acusación neorrevisionista no puede resultar más errónea.
La historia social consiste, en verdad, en un conjunto de tradiciones que implicaron un cambio de eje fundamental en el estudio del pasado.
El compromiso de pensar a la historia en diálogo con las ciencias sociales, la voluntad de atender a los procesos económicos y culturales, el estudio de los sectores populares como actores autónomos, son algunos de los elementos de una disciplina que, en las últimas tres décadas, se ha puesto a tono con los desarrollos internacionales. Como resultado, la Nación Argentina aparece en las aulas como un resultado de circunstancias políticas fortuitas, y los caudillos no son juzgados como factores retardatarios de la organización del Estado, sino como agentes de estados provinciales autónomos que negociaban libremente su asociación en una entidad mayor.
Asimismo, la historiografía argentina ha sumado a su agenda un amplio abanico de temas, que incluye el estudio de las migraciones ultramarinas, de las clases obreras, de los movimientos políticos y de las representaciones culturales, todo ello en la convicción de que los años del Primer Centenario constituyen un momento central para entender los desencuentros de nuestra historia reciente.
El neorrevisionismo entiende que la historia es indisoluble de la política. Pero flaco favor realiza a ambas al negar la autonomía de cada una. Frente a un panteón liberal propuesto como enemigo de los pueblos y de la unidad americana, l os neorrevisionistas vuelven a proponernos un panteón “nacional y popular”, medido sobre la base de una heroicidad individual.
No se detienen a considerar que, tal vez, el ejercicio necesario reside en abandonar ese apolillado mundo de estatuas y bustos, y contemplar con atención la historia de todos los sectores que componen nuestra sociedad.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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