El ministro de Trabajo de la actual alianza, la Alianza Cambiemos, propone cambiar futuro por pasado y volver a las fórmulas de la tristemente célebre Ley Banelco, alias Ley 25.250, promovida por la otra alianza y derogada en marzo de 2004 por la primera ley laboral del presidente Néstor Kirchner.
Propone hacerlo de un modo trillado; flexibilizar las condiciones de trabajo y darle cancha libre al sector empresarial para que embista derechos, rompiendo los diques de contención de la conducta patronal. La flexibilidad laboral es la libertad en el peor de sus sentidos posibles, el de la libertad para que el fuerte devore al débil.
Cuando se propone que los agravamientos indemnizatorios por la falta o la deficiente registración del contrato de trabajo (en negro o en gris) vayan para las arcas de la Anses y no para el trabajador, lo que se conseguirá es recaudar más pero desalentar la denuncia e identificación del contrato clandestino. No sorprende que los porcentajes de clandestinidad laboral que conseguimos disminuir hayan aumentado. Pero además, siempre se trata de sacrificios de derechos de trabajadores en el altar de la lucha contra la tan mentada litigiosidad. Permítanme señalar que esta penosa técnica tampoco lo impedirá pues la clandestinidad laboral genera daños que el trabajador podrá reclamar con fundamento en el principio non alterum laedere, según el cual nadie puede causar injusto daño a otro ni nadie está obligado a soportar injusto daño por parte de un tercero. Ese reclamo no tarifado generará, sin dudas, mayor incertidumbre, es decir, inseguridad jurídica.
El flamante ministro de Hacienda, al tomar conocimiento de que alumnos de escuelas rurales aumentaban su rendimiento tras recibir netbooks del Estado, sostuvo con crueldad inhumana que ello era así pues “gracias al porno superan frío y olvidan hambre”. Similar insensibilidad social se advierte en quien sostiene que los trabajadores evitan su formalización para reservarse una carta legal (se oponen a su blanqueo para luego litigar).
Pero, además, vuelven a cabalgar con las también tristemente célebres “modalidades promovidas”, que en el barrio conocíamos como contratos basura. Tal es el caso de las “pasantías laborales”, un eufemismo cacofónico y lleno de oxímoron o un cheque en blanco para que los empleadores puedan contratar trabajadores sin derecho durante un año, vencido el cual lo rotarán por otro trabajador sin derechos por otro año…
Cambiamos, volvimos a la Banelco.
* Diputado de la Nación; presidente del bloque del Frente para la Victoria – PJ.
Propone hacerlo de un modo trillado; flexibilizar las condiciones de trabajo y darle cancha libre al sector empresarial para que embista derechos, rompiendo los diques de contención de la conducta patronal. La flexibilidad laboral es la libertad en el peor de sus sentidos posibles, el de la libertad para que el fuerte devore al débil.
Cuando se propone que los agravamientos indemnizatorios por la falta o la deficiente registración del contrato de trabajo (en negro o en gris) vayan para las arcas de la Anses y no para el trabajador, lo que se conseguirá es recaudar más pero desalentar la denuncia e identificación del contrato clandestino. No sorprende que los porcentajes de clandestinidad laboral que conseguimos disminuir hayan aumentado. Pero además, siempre se trata de sacrificios de derechos de trabajadores en el altar de la lucha contra la tan mentada litigiosidad. Permítanme señalar que esta penosa técnica tampoco lo impedirá pues la clandestinidad laboral genera daños que el trabajador podrá reclamar con fundamento en el principio non alterum laedere, según el cual nadie puede causar injusto daño a otro ni nadie está obligado a soportar injusto daño por parte de un tercero. Ese reclamo no tarifado generará, sin dudas, mayor incertidumbre, es decir, inseguridad jurídica.
El flamante ministro de Hacienda, al tomar conocimiento de que alumnos de escuelas rurales aumentaban su rendimiento tras recibir netbooks del Estado, sostuvo con crueldad inhumana que ello era así pues “gracias al porno superan frío y olvidan hambre”. Similar insensibilidad social se advierte en quien sostiene que los trabajadores evitan su formalización para reservarse una carta legal (se oponen a su blanqueo para luego litigar).
Pero, además, vuelven a cabalgar con las también tristemente célebres “modalidades promovidas”, que en el barrio conocíamos como contratos basura. Tal es el caso de las “pasantías laborales”, un eufemismo cacofónico y lleno de oxímoron o un cheque en blanco para que los empleadores puedan contratar trabajadores sin derecho durante un año, vencido el cual lo rotarán por otro trabajador sin derechos por otro año…
Cambiamos, volvimos a la Banelco.
* Diputado de la Nación; presidente del bloque del Frente para la Victoria – PJ.