Si hubo un claro perdedor en estas elecciones fueron nuevamente las encuestas electorales. El voto voluntario y el alto nivel de abstención, que alcanzó el 51% en la elección presidencial, la más alta desde el retorno de la democracia, dejaron a los estudios de opinión pública otra vez fuera de juego.
El mal desempeño de los sondeos de opinión en la primera vuelta presidencial acrecentó el desprestigio que venían sufriendo las principales encuestas políticas desde las elecciones municipales del 2012, cuando no fueron capaces de predecir el alto nivel de abstención que se produjo con la instauración del voto voluntario, alterando con ello las estimaciones de los resultados .
En los últimos tres meses de campaña, cinco fueron las encuestas que se atrevieron a divulgar cifras de respaldo ciudadano a las distintas candidaturas presidenciales: la del Instituto Chileno de Estudios Municipales-Universiad Autónoma, la de la UDP, CEP, Universidad Diego Portales y la Ipsos.
En su gran mayoría subestimaron la votación que obtendrían los candidatos, con excepción del independiente Franco Parisi y del abanderado del Partido Humanista, Marcel Claude, cuyos niveles de respaldo fueron sobreestimados por las encuestas.
De las críticas no se salvó ni siquiera el estudio del CEP, considerado hasta hace algún tiempo el oráculo de la clase política. El sondeo divulgado en octubre pasado por el centro de estudios establecía la posibilidad de un triunfo de Michelle Bachelet en primera vuelta, lo que estuvo lejos de la realidad.
En lo que si acertó la encuesta CEP fue en el nivel de votación de la candidata de la Nueva Mayoría. Según el sondeo de octubre, el 47% votaría por Bachelet, cifra prácticamente igual al 46,6% alcanzado ayer por la ex mandataria, cuando ya se habían escrutado el 99,34% de las mesas.
Las demás encuestas le daban a la ex presidenta entre siete y 14 puntos menos de los que obtuvo.Para la abanderada de la Alianza, Evelyn Matthei, la situación fue aún más dramática. Sólo el estudio de la UDP de octubre, con un 26%, se acercó al 25% que obtuvo la ex titular del Trabajo. Las otras encuestas, incluida la CEP, le daban cerca de un 14%.
El candidato del PRO, Marco Enríquez-Ominami, según las encuestas, se mantuvo entre el 7 y el 9%, en el mejor de los casos. El sondeo de la Ipsos divulgado a comienzos de noviembre, sin embargo, sobrestimó la votación del ex diputado con un 12%, lo que estaba dentro de su margen de error.
Todos los estudios, sin embargo, daban al independiente Franco Parisi como ganador de la disputa por el tercer lugar, en un error más de las encuestas.
La falta de credibilidad de las encuestas y el sistema de voto voluntario llevó a los comandos presidenciales y parlamentarios a una “campaña a ciegas”.
Sin datos fiables, los expertos electorales responsables de las campañas echaron manos a otros sistemas para poder orientar de mejor modo la publicidad destinada a convencer a los electores. Fue así que comenzaron, aunque de modo aún tímido, a emplear sistemas georreferenciales y tecnológicos.
Durante esta campaña, afirman los expertos electorales, las encuestas tuvieron escaso valor y sólo fueron empleadas como apoyo a las estrategias de georreferenciación y de manejo de las redes sociales.
Para otros, las encuestas están en período de transición, a la espera de establecer una tendencia en el comportamiento del nuevo electorado.
El mal desempeño de los sondeos de opinión en la primera vuelta presidencial acrecentó el desprestigio que venían sufriendo las principales encuestas políticas desde las elecciones municipales del 2012, cuando no fueron capaces de predecir el alto nivel de abstención que se produjo con la instauración del voto voluntario, alterando con ello las estimaciones de los resultados .
En los últimos tres meses de campaña, cinco fueron las encuestas que se atrevieron a divulgar cifras de respaldo ciudadano a las distintas candidaturas presidenciales: la del Instituto Chileno de Estudios Municipales-Universiad Autónoma, la de la UDP, CEP, Universidad Diego Portales y la Ipsos.
En su gran mayoría subestimaron la votación que obtendrían los candidatos, con excepción del independiente Franco Parisi y del abanderado del Partido Humanista, Marcel Claude, cuyos niveles de respaldo fueron sobreestimados por las encuestas.
De las críticas no se salvó ni siquiera el estudio del CEP, considerado hasta hace algún tiempo el oráculo de la clase política. El sondeo divulgado en octubre pasado por el centro de estudios establecía la posibilidad de un triunfo de Michelle Bachelet en primera vuelta, lo que estuvo lejos de la realidad.
En lo que si acertó la encuesta CEP fue en el nivel de votación de la candidata de la Nueva Mayoría. Según el sondeo de octubre, el 47% votaría por Bachelet, cifra prácticamente igual al 46,6% alcanzado ayer por la ex mandataria, cuando ya se habían escrutado el 99,34% de las mesas.
Las demás encuestas le daban a la ex presidenta entre siete y 14 puntos menos de los que obtuvo.Para la abanderada de la Alianza, Evelyn Matthei, la situación fue aún más dramática. Sólo el estudio de la UDP de octubre, con un 26%, se acercó al 25% que obtuvo la ex titular del Trabajo. Las otras encuestas, incluida la CEP, le daban cerca de un 14%.
El candidato del PRO, Marco Enríquez-Ominami, según las encuestas, se mantuvo entre el 7 y el 9%, en el mejor de los casos. El sondeo de la Ipsos divulgado a comienzos de noviembre, sin embargo, sobrestimó la votación del ex diputado con un 12%, lo que estaba dentro de su margen de error.
Todos los estudios, sin embargo, daban al independiente Franco Parisi como ganador de la disputa por el tercer lugar, en un error más de las encuestas.
La falta de credibilidad de las encuestas y el sistema de voto voluntario llevó a los comandos presidenciales y parlamentarios a una “campaña a ciegas”.
Sin datos fiables, los expertos electorales responsables de las campañas echaron manos a otros sistemas para poder orientar de mejor modo la publicidad destinada a convencer a los electores. Fue así que comenzaron, aunque de modo aún tímido, a emplear sistemas georreferenciales y tecnológicos.
Durante esta campaña, afirman los expertos electorales, las encuestas tuvieron escaso valor y sólo fueron empleadas como apoyo a las estrategias de georreferenciación y de manejo de las redes sociales.
Para otros, las encuestas están en período de transición, a la espera de establecer una tendencia en el comportamiento del nuevo electorado.