(Otro post que me pareció era para el público de Artepolítica)
“Jack Duluz” escribía el sábado en su blog: “En vísperas a las elecciones generales en España, donde se descuenta que el neofranquista PP de Mariano Rajoy se alzará con la victoria, somos testigos desde este rincón del mundo de un constante avance de la derecha más tecnócrata, tal como nunca se había producido desde la caída del Muro. La palada de tierra final, desde mi humilde entender, a lo que fue la “Tercera Vía”. QEPD. Kaputt.
Revive una derecha autodefinida como profesional, profundamente antipolítica y antiestatal, que anuncia que “viene a poner las cosas en su lugar”. “Cosas” que, a la luz de ese razonamiento, desordenaron los políticos. Es curioso: por izquierda suelen blandirse también esas espadas discursivas (por estas pampas todavía hay pipistrilos que replican tales cantos de sirena, desde los menemistas residuales hasta cierta izquierda radical). Y en parte tienen razón. Las llamadas socialdemocracias europeas, junto a las fuerzas civiles que transitan esa senda -como los gremios- de países como Portugal, Grecia, España, Francia e Italia, han fracasado de manera estrepitosa con políticas que -a grandes rasgos- mantuvieron los andamiajes ideológicos neoliberales. Poco y nada de “socialismo”.“
Creo que describe muy bien las características de una derecha actual, la que gobierna o tiene razonables chances de llegar al poder en los países habitualmente llamados “centrales”. (Y que por aquí tiene algunas imitaciones flojitas). Si bien hay muchas diferencias entre, por ejemplo, el Partido Popular en España, la Liga Norte en Italia y el Tea Party en EE.UU., tan distintas entre sí como lo son sus sociedades, la descripción le cabe a las tres.
Y el análisis de Duluz me parece, por ahora, más realista que el que comparten peronistas de paladar negro como mi amigo Manolo Barge y blogueros progres, que temen que la Crisis obligue a optar entre la democracia y las exigencias de los “mercados”.
Porque esa derecha puede ganar elecciones, como acaba de hacerlo en España. Y, seamos realistas, pensemos en la Argentina de marzo de 2001, 10 años y meses atrás. Como dice Siaba Serrate, el 70 % confiaba en que Domingo Cavallo iba a detener el derrumbe. El centro derecha que todavía se referenciaba en el presidente De la Rúa y el centro izquierda referenciado en Chacho Álvarez lo apoyaban, y se apoyaban en él. Después, claro, el Mingo cargó con el peso del fracaso. Pero todavía en marzo de 2003, Carlos Menem es el candidato que junta más votos, más que el segundo, Néstor Kirchner.
En el post, Duluz hace a las fuerzas políticas socialdemócratas de Europa, en especial a las que se identificaron con la “Tercera Vía”, críticas que habitualmente hacemos los peronistas “Son manifestaciones de una izquierda meramente civilista, que pone el acento fronteras adentro en aspectos liberales-progresistas para moldear o configurar sus propias sociedades.
Es la izquierda pajera que nos remite de inmediato a la Concertación chilena o al Frente Amplio uruguayo, tan admirada por facciones de la clase dominante y sectores medios gorilas de este lado del río: socialistas que, eso sí, no pudieron desarmar la política restrictiva de la educación universitaria en casi 20 años de gestión o los que se hacen olímpicamente los boludos distraídos con un paraíso fiscal a la vuelta de sus casas. Ahora…¡Señora, no sabe qué educados que son!“.
No voy yo a decirle que está equivocado. Pero creo que hay que precisar el problema: Esa izquierda no fracasa por sus políticas culturales, que buena parte de los votantes de la derecha (y de los jóvenes nac&pop) comparten. Por eso, cuando Duluz remata su post preguntando “¿Es todavía necesario explicitar que la discusión real pasa por la dirección política de la economía o la rendición incondicional a los mercados?“, quiero señalar que ese planteo es totalmente correcta en el plano del enfrentamiento político entre discursos y proyectos distintos.
Pero también está el plano de la realidad. Recordemos: el discurso marxista tradicional se cayó con la Unión Soviética, y no se ha levantado, como opción de poder, desde entonces. También ha fracasado en las dos décadas siguientes en Europa el manejo socialdemócrata de la etapa del capitalismo financiero que “floreció” después de esa caída (y que le dió una prosperidad casi menemista a muchos países europeos).
Ahora, los tecnócratas y los políticos pro mercado, que a Merkel tienen por capitana, deben tratar de contener el derrumbe y relanzar el crecimiento, o en una jerga anterior, el proceso de acumulación capitalista (porque tampoco las oligarquías comen vidrio). ¿Podrán hacerlo, con o sin votos? Lo dudo.
Pero no es un tema de opiniones ni de discursos. El proyecto neoliberal, el capitalismo financiero desregulado, finalmente se enfrenta a la realidad que él mismo construyó a partir de los ´70. Y Darwin lo contempla desde el cielo.