Capital Federal: año de la imPROvisación

Es extraño. Cuando empezó el gobierno de Macri, temí que las cosas le salieran bien. Sí: en esta parte es donde me dicen que lo importante es que las cosas salgan bien y que no importa quién esté a cargo. Yo creo que a partir de saber quién está a cargo de algo se define la cuestión más relevante: qué entendemos porque “las cosas salgan bien”. Esa definición es, quizás, una de las claves de la política.

Tenía miedo de que finalmente el discurso tecnocrático de la derecha se instale. Alguno dirá que ya ganó: es posible, ganó una elección hablando de la administración, el modelo Mc´ Donalds, el Estado=empresa. Pero temía que el tipo instalara en el debate nacional la idea de gestión como resultados: que mostrara unos kilometritos de subte, algunos avances en la des-burocratización, pocos conflictos salariales y saliera airoso ese discurso políticamente nefasto. Que la técnica empresarial le ganara a la política y que se nos complicara ir a pelear ahí, en esos términos. Porque si todo es cuestión de números y alcanza con restarle los egresos a los ingresos, entonces la política no existe y estamos acá al pedo.

Lamentablemente para los vecinos y las vecinas de Capital, el discurso de la tecnocracia colisionó contra la política. Macri no llegó a instalar el debate porque ni siquiera alcanzó a mostrar las bondades de la tecnocracia, así de bruto fue el discurso. El año de Macri fue el año de la improvisación. El tipo se mandó con medidas que le rebotaban en la opinión pública y volvía para atrás: le pasó desde la reciente ley de juego, pasando por el impuesto a las tarjetas, hasta la prohibición de los villancicos en la calle Florida (no es joda).

Macri descubrió que los conflictos gremiales tienen una dinámica distinta cuando se trata del Estado: juro que se me piantó una sonrisa cuando el tipo salía a decir que “este conflicto está politizado”. Era como ver a un niño descubrir un mundo nuevo, el de las palabras, los olores, los números, y esas ganas de decirle: sí, Mauri, resulta que la política existe, y que el Estado es una arena de conflicto y no sólo un espacio de administración de lo público.

El debate tecnocracia versus política no está saldado porque el macrismo ni siquiera alcanzó a darlo: así de horribles e improvisados son, que todavía no aprendieron a ejecutar aguinaldos enteros. Por eso ese debate todavía no se dio este año. Para discutir con la tecnocracia, primero traigan una que, al menos, sea digna de decir que gestiona. Porque si ese es el caballito de batalla de la derecha, Macri le está cortando las patas.

Buen año para todos.

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