En torno a un post de Andrés el viejo: consideraciones sobre la deuda pública.

Después de unos días de vacaciones encontré este post, de cuya discusión me hubiese gustado participar. Como llegué tarde, lo hago de esta forma.

Vale la pena hacer algunas consideraciones sobre la deuda del sector público nacional no financiero en la actualidad, comparando ésta situación con la de períodos anteriores.

Según los datos publicados por el Ministerio de Economía, el stock de deuda actual (IIIº trimestre de 2008) es de U$D 145.706 millones (neteando los activos financieros colocados sería de 128.416 millones de dólares). Este monto incluye la deuda en default con el Club de Paris (de 6.000 millones de dólares, aproximadamente), pero excluye los U$D 30.000 millones en bonos caducos que permanecen en manos de los denominados hold outs. Es necesario aclarar que ese monto corresponde al valor nominal de los bonos. En caso de que se reabran las negociaciones para realizar un canje de esos bonos que los tenedores acepten, se consolidará esta deuda a un valor no mayor a 10.000 millones de dólares.

En 2001, la deuda era de U$D 144.453 millones.

 Hay una serie de cuestiones a ver en este asunto.

En principio, durante todos estos años, los pagos de vencimientos (intereses más capital), según el régimen de amortización de los bonos, se han hecho en parte con fondos genuinos (producto de la recaudación), en parte con nuevas emisiones de bonos (mucho menos), en parte con refinanciaciones.

Esta situación es una de las causas de que el stock de deuda crezca. Pero es una causa no tan importante comparada con otra:

Muchos de los bonos tienen mecanismos de indexación de sus valores nominales, o tienen tasas variables. Estos mecanismos generan un incremento nominal del stock de deuda.

También hay que decir que la comparación de stocks de deuda en términos nominales sin más no es del todo pertinente. 

En realidad, para medir el peso real de la deuda pública es necesario vincularla con otros parámetros. Cualquiera de las ratios usualmente empleadas a estos fines dan valores mejores que los que arrojaban los cálculos, por ejemplo, en 2001 (digo por ejemplo, porque la fecha es elegida arbitrariamente, aunque la elección no es mía). Las ratios en cuestión son las que vinculan el stock de deuda con el PBI, o con los montos de exportaciones (en un país como Argentina en que la exportación es la principal fuente de ingresos de divisas, este dato es importante), o con las reservas del Banco Central.

En el caso de la relación deuda PBI, los porcentajes son prácticamente iguales: en 2001 era del 54%, actualmente estaría en torno al 55%. Sin embargo hay algo que aclarar. Un PBI dolarizado como el de 2001 suele tener una tendencia a la sobrevaluación, al tiempo que después de una devaluación como la de 2002 el cálculo del PBI sufre un efecto de subvaluación (dato muy recordado por los analistas económicos a la hora de decir que el alto porcentaje de inversiones, del 30%, en realidad era insuficiente).

Pero además, la gestión kirchnerista ha sido capaz de operar un “milagro” para las condiciones de la economía argentina de los últimos 30 años. Este milagro es la ruptura de un círculo vicioso de endeudamiento. En todo el proceso anterior, año tras año, la deuda crecía por la necesidad de tapar con dólares prestados por los organismos de crédito, sobre todo (y por entidades financieras privadas también) los agujeros de balanza de pagos. El Estado era el agente estúpido de la economía argentina, que se endeudaba para cubrir las pérdidas del mal desempeño de la economía toda. Porque es necesario decir de una vez por todas, que los modelos económicos puestos en funcionamiento en aquellos años no pecaban de indisciplina fiscal: la necesitaban. Y la necesitaban porque el fisco deficitario era el único elemento que, tomando dólares a cambio de títulos de deuda, hacía ingresar las divisas necesarias para sostener el proceso de valorización financiera. No es que administraban mal los recursos fiscales, tenían la obligación de hacerlo.

Haber cortado ese círculo vicioso perverso de transferencia de recursos a futuro desde el interior al exterior, que hipotecaba (como siguen en parte hipotecadas todavía) las posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, es un mérito invaluable. Sin ir más lejos, sólo en el año 2001 la deuda se incrementó en un 20% aproximadamente. Siete años después, se mantiene estable.

 Por otro lado, las condiciones de pagabilidad de la deuda se amparan también en dos avatares de lo comentado hasta aquí: el primer punto es la composición en monedas de la deuda.  Hoy por hoy, el equivalente a 70.000 millones de dólares está nominada en pesos, lo cual constituye una gran ventaja para la economía (sólo un 10% lo era antes de 2003).

El segundo avatar, es el cambio espectacular de deuda interna por externa. Inclusive, de participación en el stock de la deuda intra-estado (la que el Tesoro debe pagarle a la ANSES, a Lotería Nacional, al BCRA, a la AFIP). Que una proporción cada vez mayor de la deuda pública sea intra-estado aporta una posibilidad de manejabilidad de los vencimientos con criterios contracíclicos.

 

En resumen: la deuda pública sigue siendo un problema importante para la Argentina. Su pago, una de las fuentes más activas de la promocionada “fuga de capitales”. Quién sabe cuántos de los que se rasgan las vestiduras por este problema, esperan ansiosos los dólares cobrados por la amortización de sus BODEN (recibidos por el “corralito”) para sacarlos del banco y meterlos en el colchón, sin saber que esa es otra línea por la que se “fugan” dólares.

Pero un problema, en definitiva, con un horizonte mucho más claro que el de unos años atrás.

2 comentarios en «En torno a un post de Andrés el viejo: consideraciones sobre la deuda pública.»

  1. Manolo:
    No entiendo bien:
    Yo pensaba que el déficit fiscal del menemato era simple mala administración. ¿Pero resulta que era un mecanismo para la entrada de dólares y sostener con ello la convertibilidad?
    El círculo vicioso: Déficit > deuda > más déficit > mas deuda >… no lo entiendo mucho, ¿Por qué el tomar deuda lleva a más déficit?

  2. Conserje: soy Mariano, disculpe.
    Le doy una apreciación rapidita, que por supuesto, es discutible.
    Hay que distinguir dos estamentos: las cuentas nacionales por un lado; y las cuentas públicas por el otro (que participan de las cuentas nacionales).
    El esquema de la convertibilidad era el siguiente:
    -Apertura casi completa de los mercados, con la menor intervención posible. Por las viejas nociones de ventajas comparativas, en ese marco, sobrevivieron sólo algunos emprendimientos productivos. Los «ineficientes» se fueron a la banquina. El resultado es déficit comercial (tengo que importar lo que no produzco, pero aparte exporto menos).
    -Como los dólares que entran por exportaciones no alcanzan para cubrir las importaciones que necesito, tengo que financiarlas de alguna forma. La idea es: Inversión extranjera. Que entren dólares que se computan en la cuenta de capital (hoy llamada cuenta financiera). Para ello, valorización financiera. Dólar barato, altas tasas de interés. Privatizo empresas estatales y garantizo la formación de un mercado de capitales atractivo.
    -Lógicamente, estos dólares que ingresan por esta vía, generan salidas de capital a futuro. Quien obtiene ganancias especulando con papeles, toma esas ganancias y las transfiere. Para corporaciones como Telefónica, por ejemplo, era más barato endeudarse en el exterior (en dólares). Toman crédito (ingresan dólares), después empiezan a pagarlo (salen dólares).
    -Hasta aquí las cuentas nacionales. Si la salida de dólares supera al ingreso, la economía comienza a contraerse.
    -En ese contexto operaban las cuentas públicas.
    El déficit fiscal permitía que los organismos internacionales de crédito inyectaran dólares en forma de préstamos al Estado, para cubrir el exceso de salida de capital. Por supuesto, si no se encontraba la forma de generar fuentes de ingreso de capital alternativas a la toma de crédito del Estado, el modelo se volvía insostenible, porque la capacidad del Estado de tomar deuda era cada vez menor, y al no haber ingreso de divisas por otra vía, el BCRA perdía reservas (y por la convertibilidad, la plaza se secaba de pesos también, lo que alimentaba más aún la recesión).
    Las causas del déficit fiscal eran variadas, pero si las cuentas públicas hubiesen estado equilibradas (por milagro), el Estado no hubiese podido tampoco prescindir del crédito externo, porque lo necesitaba, no solamente para equilibrar las cuentas públicas, sino principalmente para equilibrar las cuentas nacionales.
    Un saludo

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