¿Game Over?

Entre la euforia contenida y la anomia

El domingo 11 de Agosto por fin se realizaron las elecciones primarias que fijan los candidatos para Octubre. A medida que pasaba el tiempo se imponía la expectativa de un amplio triunfo del peronismo. Los periodistas no sabían más que hacer para ganar tiempo. El sistema de Smartmatic, obvio, se cayó. Así fue como el presidente salió a aceptar la derrota sin ningún dato oficial y mandó a dormir a la sociedad a ciegas para evitar lo inevitable. 

Los Fernández se terminaron imponiendo en todo el país -salvo Córdoba y CABA-, obteniendo una ventaja de 16 puntos sobre Macri-Pichetto. En la Provincia de Buenos Aires la distancia fue aún mayor. El mapa se tiñó de azul, dejando expuestas otra vez a las encuestadoras que solo sirven para sacarle dinero a algún político con ganas de autoengañarse. 

Entre los medios, las encuestas y la realidad todo era incierto antes de las PASO. Había una mezcla entre un resignado pesimismo y un optimismo lógico. Con muchas ganas colectivas para dejarse sorprender. Y así fue. Luego de tanto tiempo reapareció un dejo de alegría. Pero todavía incierta, así como una euforia contenida a la espera de las elecciones definitivas. 

Desde el espacio opositor no se cansaron de caracterizar mal a la calaña que gobierna. El neoliberalismo tal como lo conocíamos murió con el estallido de la globalización en la crisis mundial en 2008. Ahora el capitalismo cambió la piel a un terrorismo financiero que a nivel local lo encarna un experimento conducido por un contratista del estado de familia patricia, estafador condenado, deudor compulsivo y evasor serial. Sin escrúpulos, audaz y muy pragmático. Por eso no se lo puede subestimar nunca.  Por eso la euforia y la alegría deberán permanecer contenidas a la espera de la revalidación en Octubre. 

Al día siguiente no se hizo esperar la brutal reacción. Se desencadenó una corrida bancaria que generó una devaluación del 25% en un solo día. Fue allí donde tomó la palabra un Macri en estado puro. Desencajado, sin coacheo y por fuera de la realidad manifestó que hasta el viernes el dólar y la inflación bajaban, las empresas argentinas mejoraban, la financiación aumentaba y la economía crecía pero por culpa del triunfo del “kirchnerismo” se dio vuelta todo porque «el mundo» no le tiene confianza. Tuvo la caradurez  de pedirle al ganador una “autocrítica” y un “esfuerzo adicional” para que el “mundo” le crea. 

Al exigir que se hagan “cargo de la expectativa electoral que generaron para que eso no sea en contra de los argentinos”, está insinuando que la participación del kirchnerismo en el proceso electoral pone en riesgo la nación. Según esta visión qué debería haber hecho Alberto Fernández. ¿Pedir perdón y darle por ganada la elección a Macri? 

Al advertir que la elección solo fue una muestra de lo que puede pasar si el peronismo gana en octubre está pretendiendo obtener el voto de la gente bajo coacción amenazando a la sociedad sobre “los efectos y consecuencias de su voto”. Intenta inyectar miedo bajo un nuevo tipo de intimidación: el terror económico. 

Luego de las disculpas fingidas dos días después siguieron repitiendo que es el “proceso electoral” el que afecta a la economía, que “la incertidumbre política genera mucho daño», que hubo un “impacto devaluatorio por las elecciones”. En definitiva la culpa es de la democracia. Mientras Macri se ubica como un simple comentarista de la realidad.

Lo real es que las elecciones no son la causa de la crisis per se, sino, que sean un factor desestabilizador es consecuencia de la política económica del gobierno. Desde hace tres años y medio el experimento macrista basado solo en la valorización financiera viene gestando este desastre económico. Fue Macri quien desreguló toda la economía dejando al país desprotegido y lleno de deuda fresca a merced de los vaivenes del “mercado”.

Devaluó el peso un 500%. Dolarizó los principales precios de la economía real beneficiando a empresas vinculadas al él. Nos hizo volver a depender de un FMI totalmente jugado a los intereses geopolíticos de EEUU. Hasta último momento con encuestas falsas que hablaban de paridad o hasta de un triunfo de Macri, generaron un eufórico optimismo en la bolsa que agravó la situación luego de la categórica derrota. 

Con sus declaraciones confirmó, una vez más, que no representa a la Argentina, que trabaja para un amo al que tanto nombra como “el mercado”. Significante que no es ninguna entelequia sino más bien un conjunto de personas de carne y hueso que conforman empresas, financieras, bancos y fondos de inversión que solo se movilizan por la ley del “costo-beneficio”.

Recordemos que el artilugio de las Leliqs fue una bomba creada para salir de otra bomba -las Lebacs-  subiendo cada vez más la tasa de interés al compás de la suba del dólar. Esta dinámica en un marco completamente desregulado, solo atrae capitales especulativos que una vez que maximizan sus ganancias y ven que pueden cambiar la condiciones favorables “se toman el palo”. Así se fue inflando la burbuja que como toda burbuja terminó explotando en la cara de toda la sociedad que sufrió una nueva baja del salario real.  Con la contracara de siempre que es la tasa de ganancia de unos pocos. Como muchos funcionarios actuales que poseen grandes sumas de dólares a fuera del país a resguardo de sus propias decisiones. 

En su nueva aparición encorsetada pidió “disculpas”, culpo al sueño y la tristeza por sus palabras certificando aquella vez que anticipó que si él esta mal podía hacer mucho daño. En menos de 24 horas acumuló frenéticamente medidas que son un claro “manotazo de ahogado”, improvisado, impracticable, dañino para la estructura del Estado y totalmente insignificante. Se burla pretendiendo hacer en 2 meses lo que no quiso hacer en 4 años para cambiar algún voto y luego continuar con el saqueo institucionalizado. “¡¡Los entendí!! ¡¡Los entendí!!”

Por las vías electorales están completamente derrotados. Que el macrismo pueda aumentar 2 o 3 puntos es posible. Pero para arañar el ballotage además el peronismo debería perder más de 4 puntos. Que se den ambas cosas a la vez en este contexto de decadencia es imposible. Teniendo en cuenta que los resultados de las PASO suelen ser procíclicas respecto a la definitivas. Es decir que el que ganó aumenta el porcentaje y el que perdió lo baja. 

Asimismo perdió la única virtud por la cual lo pusieron en la presidencia: ser el único capaz de ganarle al populismo. Lentamente los factores de poder le van soltando la mano. Entonces, ¿qué harán? ¿Buscarán provocar un estado de excepción que ponga en riesgo el sistema democrático? 

Los agobiados intentos por mostrarse optimistas y triunfadores como los mensajes de Whatsapp de Marcos Peña o la emoción de Macri en una marcha en su apoyo se ubican en medio del terror y lo patético. La amplia diferencia destruye el intento ridículo por negar los resultados electorales denunciando fraude de la oposición o falta de fiscalización. Ello les impide reflexionar los porque de su derrota. Queda claro que no les interesa.

Más que preparándose para competir en unas elecciones actúan como personas que no pretenden dejar el poder. Pareciera que ante la desesperación como única reacción se radicalizan. Porque saben que es a todo o nada. Saben que para muchos está en riesgo su libertad ambulatoria porque han actuado muy por fuera de la ley. 

Con  la designación de Elisa Carrió como vocera y jefa de campaña dejan claro que encrudecerán su discurso delirante de odio, división y violencia. En defensa de la «República» la dejarán en llamas y con sus arcas vacías.

Macri ya no actúa como el presidente de Argentina sino como el candidato de un partido vecinalista atrincherado en el Poder Ejecutivo Nacional, desde donde busca golpes de efectos electorales desesperados e irresponsables que están destruyendo lo poco que queda en pie. Arrastrándonos hacia la mismísima anomia.

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